Yayoi Kusama (Matsumoto, Japón, 1929) es una figura emblemática del arte contemporáneo. Ha convertido su trabajo en una marca mediática y, al mismo tiempo, ha indagado en los conceptos de espacio, tiempo e identidad a través de sus obras.
Su carrera artística es ahora objeto de una exposición en el Museo Guggenheim de Bilbao (España). En ella se explora el concepto del espacio como recipiente de la individualidad. Su obra destaca, asimismo, por su adaptación a los cambios culturales y tecnológicos. Desde los primeros trabajos en Japón, pasando por sus efervescentes años en Nueva York, hasta su regreso a su país natal, en 1973.
La artista reflexiona, por un lado, sobre el proceso de observación, descripción y creación de la realidad y, por otro, sobre las relaciones entre el yo y su imagen. Para ello utiliza todos los procedimientos a su alcance, como el dibujo, la pintura, los collages y acumulaciones, la escultura, los entornos inmersivos, las películas y performances, la escritura, la edición gráfica y el diseño de moda.
Su multifacética carrera refleja las transformaciones sociales, políticas y económicas del arte en la segunda mitad del siglo XX, explorando el diálogo entre el recogimiento y la euforia, así como la contraposición entre lo rural y lo urbano.
Experimentación con la materia
Las primeras obras de Kusama retratan su reacción a la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial y la escasez de materiales artísticos disponibles: utilizó arena para aumentar la densidad de las pinturas y como lienzo la tela de los sacos del negocio de sus padres, administradores de viveros de semillas. A lo largo de su carrera, ha mantenido esta incorporación de elementos no convencionales, incluyendo cartones de huevos, sellos de correos, etiquetas, pasta alimenticia, objetos encontrados y prendas de vestir.
Se conservan algunas obras de esta etapa, como On the Table (1950) y A Grill (1955), que formaron parte de su primera exposición individual, en Seattle. La influencia de la formación Nihonga de Kusama –un estilo de pintura tradicional japonesa que se desarrolló en contraposición al estilo occidental, conocido como Yōga– se evidencia en la elaboración de detalles de formas vegetales.
Obras como The Parting (1952) y Mariposa y Embrión (1953) marcan la transición hacia un enfoque más abstracto y la búsqueda de la representación de un universo en constante cambio.
Nueva York y las nuevas tendencias del arte
En 1958, Kusama se traslada a Nueva York, donde establece vínculos con reconocidos artistas estadounidenses como Georgia O’Keeffe y Kenneth Callahan.
En su serie Infinity Nets (redes infinitas) comienza a fusionar la repetición infinita y el espacio infinito en lienzos de gran formato. Estas obras se caracterizan por una proliferación obsesiva de pequeños trazos curvos, creando patrones rítmicos que exploran la repetición, la acumulación y la obliteración.
Aclaremos que la obliteración, en el contexto de Kusama, implica la repetición de elementos visuales, generalmente puntos, sobre objetos o espacios, de tal manera que éstos pierden su identidad y se convierten en parte del patrón. Esta técnica tiene el efecto de desdibujar, de borrar los límites entre el individuo y su entorno, creando una sensación de inmersión y despersonalización. La artista busca visualizar la infinitud del universo desde su propia perspectiva, utilizando puntos que forman una red.
La producción artística de Kusama se ha relacionado tanto con el minimalismo como con el pop art, aunque ella siempre ha rechazado las etiquetas, afirmando que ha hecho lo que le ha gustado. Sus redes infinitas, sin un centro definido, participan en la tradición de lo sublime de la pintura abstracta, desafiando la idea del espacio como un todo continuo y sin límites.
Los espejos en sus instalaciones, como Infinity Mirror Room - Phalli’s Field (Floor Show) (1965) y Peep Show (1966), crean experiencias inmersivas que exploran la percepción del espacio, el tiempo y la identidad.
Un arte de la presencia: espacio, cuerpo y movimiento como materiales artísticos
Consciente de su posición como mujer y como asiática en el mundo del arte neoyorquino, Kusama destacó su imagen y herencia japonesa. Realizó performances como Walking Piece (1966), donde caminaba vestida con un kimono por las calles de Nueva York, explorando su identidad y la alienación en la ciudad. Sus happenings y body festivals en los años 60 se centraron en la participación del público y en la documentación de su propia presencia. En 1967, dirigió su primera película, Self Obliteration, que mezclaba escenas de su trabajo con imágenes de sexo, arte y naturaleza.
Su rechazo a la guerra de Vietnam y el agotamiento –que la perseguía desde hacía años– la llevaron de vuelta a Japón en 1973. Allí ingresó voluntariamente en un hospital psiquiátrico en 1977. Sigue viviendo en el Hospital Seiwa para Enfermos Mentales, a las afueras de Tokio.
A pesar de sus problemas de salud, continúa trabajando en collages, esculturas y sus fascinantes Infinity Rooms, que han evolucionado a lo largo de los años.
Aunque en la actualidad Yayoi Kusama goza de una gran popularidad, su obra es el fruto de una observación y experimentación constantes. Su legado perdura como una reflexión sobre la identidad, el espacio y la infinitud en el arte contemporáneo.
Fuente: The Conversation