En el fascinante París de principios del siglo XX, un escenario de efervescencia cultural y artística, dos mentes creativas dispares se entrelazaron en una relación que desafiaría las convenciones y marcaría un hito en la historia del arte: Gertrude Stein y Pablo Picasso. Ella, una escritora estadounidense abiertamente homosexual, y él, un pintor español ambicioso y con fama de conquistador, encontraron en la Ciudad de la Luz un terreno fértil para la gestación de una amistad que trascendería el tiempo y dejaría una marca indeleble en el arte del siglo XX.
El Museo de Luxemburgo, en el corazón de París, se prepara para desvelar al mundo esta sorprendente conexión artística en una exposición que rinde homenaje al 50º aniversario de la muerte de Picasso, bajo el enigmático título “La Invención del Lenguaje”. Este evento se presenta como una de las últimas oportunidades para Francia de dedicarle un tributo a este maestro de la vanguardia.
“Picasso viene a París porque es la capital cultural, artística, de la época, y Gertrude Stein, que es una judía homosexual, va a huir del puritanismo americano para instalarse en París, donde encuentra más libertad”, explicó Cécile Debray, directora del Museo Picasso de París y comisaria de esta exhibición junto a la historiadora del arte Assia Quesnel. Además, agregó: “Es difícil mostrar cómo una obra influencia a otra. Lo que sí sabemos es que, cuando Picasso conoció a Stein, aún estaba en un movimiento postsimbolista, no vamos a decir clásico, pero que está bastante aún en el lado del siglo XIX”.
Stein, una escritora visionaria y audaz, afirmó en 1940: “Un escritor debería escribir con sus ojos y un pintor pintar con sus orejas”. Una declaración que resonó como un eco de aquel primer encuentro, casi cuatro décadas atrás, cuando ambos creadores quedaron cautivados por la singularidad del otro.
A pesar de sus notables diferencias, Picasso, con sus raíces modestas, y Stein, procedente de una familia judía acomodada en la Costa Este de Estados Unidos, encontraron en la bohemia parisina un terreno común. Su anonimato compartido en la capital del arte sirvió como el punto de partida para una amistad que cambiaría el curso de sus vidas y el destino del arte moderno.
El encuentro fue, según la directora del Museo Picasso de París, Cécile Debray, un “flechazo amistoso”. Picasso, que pronto se erigiría como una figura prominente en el mundo del arte, y Stein, cuya fama tardaría en llegar, compartían un profundo respeto por artistas como Cézanne y Matisse, quienes ya estaban desafiando las estructuras del arte clásico.
Stein, con su anhelo de retratar con palabras lo abstracto, y Picasso, con su afán de plasmar lo intangible en lienzos abstractos, establecieron un diálogo artístico que perduraría a lo largo del tiempo. Una admiración casi obsesiva de Stein hacia el pintor malagueño marcó los primeros años de su relación, culminando en un retrato que Picasso luchó denodadamente por capturar.
El resultado de esta lucha artística, en 1906, sería revelador: Picasso estaba a punto de adentrarse en el cubismo. El año siguiente, presentaría “Las señoritas de Aviñón”, una obra que sacudió los cimientos del mundo pictórico.
El rostro angulado de Stein se convirtió en la encarnación de la mirada cubista, una transformación que la llevaría a la fama y definiría su legado. A su vez, Stein retribuyó la generosidad artística de Picasso con un “Retrato de Picasso” en forma de poema vanguardista, consolidando así su complicidad artística.
La exposición en el Museo de Luxemburgo no solo nos ofrece una visión escrita de Stein, sino también la rara oportunidad de escuchar su propia voz. Composiciones en cartón pintado de Picasso, junto con obras de Cezanne y otros artistas, completan este inmersivo viaje por la historia de dos mentes maestras.
La admiración mutua entre Stein y Picasso perduró hasta los años 1930, cuando el pintor español emprendió nuevos rumbos. Stein, inesperadamente, alcanzó la fama con la “Autobiografía de Alice Toklas”, memorias de los años de bohemia parisina. Este éxito le brindó la oportunidad de editar su obra previa y llevar sus cuadros y recuerdos a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, donde pasó años dictando conferencias.
El legado de Stein encontró su lugar en los fondos del Museo Metropolitano, junto con la icónica “Las señoritas de Aviñón”. La segunda parte de la exposición en el Museo de Luxemburgo se centra en el impacto de Stein en su país natal.
Artistas como John Cage, Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Merce Cunningham, Trisha Brown y Andy Warhol se inspiraron en la escritora para explorar las fronteras de la vanguardia. El epicentro del arte se desplazó de París a Nueva York, un testimonio vivo del poder duradero de la amistad entre Stein y Picasso en la evolución del arte moderno.
La exposición se despega más de la relación de Stein con Picasso y de la construcción del cubismo para sumergirse en la forma en la que la obra de Stein alcanzó el reconocimiento internacional, a partir de los años treinta, y acabó influyendo a las nuevas generaciones de artistas, especialmente en su país. Retratos de la escritora realizados por Andy Warhol, su imagen captada por las cámaras de Man Ray o Carl van Vechten o la instalación con monitores de televisión de Nam June Paik inspirada en la autora son algunos de los ejemplos de esa trascendencia que se pueden apreciar en el Museo del Luxemburgo.
Fuente EFE y AFP