Temas propios, la nueva película del director uruguayo Guillermo Rocamora puede verse desde muchas aristas: el paso de un adolescente a la adultez, un padre que no logra madurar, los trasfondos de una banda de rock que se está iniciando o cómo se reconstruye una familia luego de una separación. Es todo eso bajo un tono inteligente de comedia y plagado de música.
No es la primera vez que Rocamora pone a la música en primer plano en Sólo, su ópera prima, que se estrenó en 2013, tenía como protagonista a un trompetista de banda policial. Ahora, se sumerge en las complejidades de la transición a la adultez, los lazos entre padres e hijos y el fascinante mundo de las bandas de rock.
La trama sigue a Manuel, un joven de 18 años apasionado por la música y en plena encrucijada vocacional. Por otro lado, está César, un padre de 45 años que parece no querer abandonar su adolescencia, encontrando liberación y juventud en su reciente separación. A su vez, conocemos a Virginia, madre de 49 años que imparte clases de inglés en su hogar, enfrentándose al desafío de equilibrar trabajo, hijos adolescentes y la ruptura matrimonial. Agustín, con 15 años y al borde de la expulsión escolar, completa este elenco de personajes en medio de una tormenta familiar.
La chispa que enciende todo es la formación de una banda de música, el sueño que César no pudo cumplir en su juventud. Sin embargo, el choque generacional entre él y Manuel pone a prueba la estabilidad de la banda familiar, desencadenando situaciones cómicas y conmovedoras.
El reparto está encabezado por Diego Cremonesi como César, quien aporta profundidad y autenticidad al personaje. Franco Rizzaro, como Manuel, deslumbra con su interpretación del joven músico en busca de su camino. Valeria Lois da vida a Virginia, presentando una actuación conmovedora y realista de una madre que enfrenta múltiples desafíos. El elenco se completa con Alfonso Tort como Yañez, Vicente Luan como Agustín, Roberto Suarez como Charly y Ángela Torres como Eli, cada uno aportando su talento al entramado de relaciones familiares.
Infobae Cultura entrevistó al director de la película que estrenó esta semana en las salas argentinas.
—¿Cómo nació la idea de la película?
—En 2008, cuando estaba desarrollando Solo, mi primera película, fui a un festival que tenía un encuentro de desarrollo de proyectos muy interesante, estaba con la idea de hacer un corto sobre una banda adolescente donde había un conflicto con uno de los componentes y estaba la duda si echarlo o no, a mí me gusta mucho la cosa más amateur de las bandas, cómo fluyen las energías en ese tipo de proyectos. En el festival, se daba una charla de guión Guillermo Arriaga y allí dijo una cosa que me marcó: “Cuando los conflictos que uno imagina los atraviesan personas de una misma, son mucho más interesantes”.
En ese momento me acordé de que cuando mis padres se separaron, mi hermano tenía una banda y lo invitó a tocar la batería con él. Fue un flechazo, lo anoté y lo dejé. Después seguí con mi vida hasta que me vine a Buenos Aires a estudiar guión en un taller donde veíamos teoría y desarrollamos un proyecto. Me preparé tres documentos para presentarles y desarrollar y uno era el de esta película: la historia del hijo y el papá. Así que así fue como surgió. Tiene algo de biográfico, ya que mi papá tuvo una banda cuando era joven, mi hermano lo invitó a tocar en la banda, hubo un reencuentro de la banda de los veteranos, mi mamá es profesora inglés y tengo una relación muy linda con mi hermano, después es todo ficción, pero eran personajes que conocía muy bien.
—La música vuelve a ser protagonista en tu película, ¿cómo la trabajaste?
—La película está atravesada por la música. No tenía ninguna premisa musical previa a la película. El guión establecía una única imposición y era que la banda del padre y la banda del hijo tenían que tener ciertos puntos de contacto, o sea, el hijo tenía que idolatrar un poco al padre o gustarle lo que el padre hacía como para poder invitarlo y la banda del hijo tenía que tener alguna coincidencia con lo que el padre hacía para que accediera a tocar con ellos. Si no se tocaban esos dos mundos no tenía sentido. Después, que el protagonista tenía que componer una canción durante la película y que la banda del padre tuviera un hit. Todo ese diseño que es muy interesante no es mío, yo participé como un oyente. Tenemos unos supervisores musicales que son Juan Campodónico y Martín Rivero que son dos músicos uruguayos muy interesantes. Hicimos un proceso de seis meses donde me contaba con ellos todos los lunes a escuchar, a proponer, a pensar y fue así como se diseñó todo.
La canción o el hit de “Los Autómatas”, la banda de los viejos, es una canción original de una banda uruguaya que se llama Los Chicos Eléctricos, que fue muy exitosa en el under de los años 90s; la canción que compone el protagonista es una canción que sacó Niña Lobo que es una banda activa que también está en la película. El tema se llama “No soy yo”, y después hay una canción de Martín Rivero que es la que ellos ensayan que llaman “Los días mueren sin tu amor”. Todo ese mapa enorme musical, lo armaron ellos y para mí es impresionante porque le da mucha credibilidad a la película. Para mí la música en este caso es todavía mucho más importante que en Solo, venía con la historia, no fue forzado. La música es como un elemento que me ayuda mucho a metaforizar los conflictos que están viviendo los personajes.
—¿Cómo fue la selección de los actores?
—Hicimos un casting en Uruguay para los papeles más chicos. En Argentina, decidimos no hacerlo e ir viendo entre los actores que nos gustaban. El primero que apareció fue Diego Cremonesi, lo conocía porque fui coproductor de la película Invisible, donde él actuó y me interesó mucho. Le mandé el guión y quedó muy conmovido. Se identificó mucho con el padre y con el hijo. Diego tomó clases de bajo, de canto y de guitarra para poder hacer ese punteo asesino que se ve en una parte de la película.
Con Franco demoramos un poco más en encontrarlo. Me reuní con varios chiquilines de acá, algunos de allá también y cuando apareció él, le mandé guión, lo busqué un poco en redes sociales y vi que durante la pandemia hacía unos vivos en instagram muy piolas tocando la guitarra y cantando y me pareció que tenía un ángel muy especial. Cuando tuvimos la reunión después de leer el guión, también trajo mucha sensibilidad e inteligencia. Se identificó con su personaje, ya que había estudiado Ingeniería un año entero para complacer a los padres y tenía todo el universo musical: cantaba perfecto, tocaba, tenía un ángel alucinante.
A los pocos días, Diego me llamó para ver si ya habíamos elegido a la mujer que interpretaría a la madre. Todavía lo estamos pensando porque era un personaje pequeño, pero queríamos a alguien que lo hiciera bien. Ahí nos recomendó a Valeria Lois. Ella vino a hacer un papel chiquito e hizo un papel enorme, cada vez que entran en la película es una cosa alucinante. Por último, apareció Vicente que es uruguayo e interpreta a Agustín, el hermano mejor, hicimos un autocasting y nos gustó porque tenía una chispa especial, trajo a la película una energía muy linda, una cosa muy desfachatada y de aire fresco.
—¿Los actores seleccionados le aportaron algo especial a los personajes?
—Los personajes venían un poco diseñados en el guión, pero fue muy lindo el trabajo con los actores porque en las charlas le terminamos de dar mucha humanidad. Por ejemplo, Valeria me planteó que no quería ser la madre tonta que está todo el día quejándose. Me acuerdo de que un día salió una gacetilla de prensa antes del rodaje y en la descripción decía: César un padre abandónico y Diego me dice: no, yo no soy abandónico, capaz, inmaduro o incompleto, pero estoy súper presente. Así le fueron dando profundidad a cada personaje.
—¿Cómo es la situación en Uruguay para filmar ficción?
—Cuando empecé se hacía una película por año con suerte. Ahora se están filmando 4/ 5 películas de ficción por año y se está viviendo una transformación para generar una mini industria a partir de unos programas que hay llamado Uruguay Audiovisual. Se han hecho muchas series para Argentina, Brasil o Europa. Ha cambiado un poquito la realidad, pero igual sigue siendo una remada, siempre hay mucha incertidumbre de a dónde irá, de qué pasará, pero si lo comparo con el momento en que arranqué, hoy estamos mucho mejor. En un momento se había estancado la producción nacional porque entre el fondo que te daba el Ministerio de Cultura y el fondo que te va de la ciudad no llegaba ni un 20% del presupuesto, entonces por más que coprodujeras no lograbas completar el presupuesto de la película entonces había un montón de películas que tenían los dos premios, pero no se hacían. Este programa Uruguay Audiovisual que viene a aportar también dinero a las películas nacionales, fue como un empujón para que se pudieran hacer las películas.
Filmar en Uruguay es muy lindo para mí porque es muy familiar el cine. Pese a que la industria está creciendo, hay un sentimiento de que estás filmando con amigos, eso todavía está vivo y en las películas se conserva un montón porque hay un autor con un guión propio y eso se ve reflejado en la recepción del público que valora mucho que usés lugares que ellos conocen y música donde el uruguayo se siente reconocido. Eso para mí es súper valioso porque si bien uno agradece el trabajo que dan las plataformas en Uruguay, no podemos perder de hacer nuestras películas porque es como dejar de tener el himno, cómo dejar el escudo o la bandera y además, creo que a las plataformas les interesa que en ese lugar donde viene a firmar haya también un cine nacional. Para mí, siempre el rodaje de una película es una alegría, acá se armó una barra buenísima entre el equipo técnico, los actores que estaban copados en ir a filmar a Uruguay y fue como una experiencia muy linda.
—¿Qué sucede en las salas de cine de Uruguay con el cine nacional?
—Hay un romance nuevo del público yendo a las salas, que antes no estaba, pero igualmente para las películas nacionales sigue siendo difícil encontrar buenos horarios y salas. Por suerte, tenemos la Cinemática Uruguaya que tiene una sala divina, ahí es donde más la película está traccionando, y dialogando mucho con el público. Estoy yendo a algunas funciones y al final hacemos preguntas y respuestas. Hay un lindo reencuentro para mí entre el público y el cine nacional.
—¿Qué significa a nivel personal haber sido seleccionado para representar a Uruguay en los premios Oscar?
—Para mí fue una alegría tremenda, no tanto por el Oscar ya que siento que está muy lejos, pero es un mimo porque los que eligen eso son los productores, los realizadores y los directores, los trabajadores del gremio y la gente de la Agencia Nacional de Cine. Se trata de la barra con la que uno viene haciendo cine desde Whisky.
—¿En qué próximos proyectos estás trabajando?
—Acabo de terminar una serie que se llama AMIA que arranca desde la explosión de la Embajada de Israel hasta la explosión de la AMIA, es para una productora israelí que se llama Dori Media. Se filmó toda en Uruguay, estamos en pleno montaje y es la primera serie que se produce fuera enteramente con un director uruguayo donde todo el equipo técnico principal es uruguayo. Los personajes están todo el tiempo buscando qué fue lo que pasó. Entre los principales hay un agente del Mossad al que se le muere la hermana ahí en el atentado, una periodista argentina, un agente de la SIDE al que Menem le encarga que investigue para él y un agente de la seguridad de la embajada. Respecto al elenco, está protagonizada por el actor israelí Michael Aloni, Malena Sánchez, Alfonso Tort, César Bordón y Jameel Khoury. Se espera que se estrene a principios del año que viene.