La pasión por el arte, según Cecilia Marcovich

El Museo Sívori presenta “Mujeres en marcha”, la primera gran retrospectiva de una artista argentina que desafió ciertos prejuicios de su época y luego fue injustamente olvidada por el canon

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La obra de Cecilia Marcovich
La obra de Cecilia Marcovich se presenta en “Mujeres en marcha”, en el Museo Sívori

Observa la escena de los trabajadores allá, abajo, que inmersos en una atmósfera densa, marcada por ese calor irrespirable y los golpeteos metálicos que no cesan, apenas levantan el rostro para observarla. Cecilia Marcovich traza líneas en lápiz, colorea rápido. En los dibujos delineados en aquel momento, para un encargo de un mural que no se realizó, se aprecia la tarea vibrante de los obreros de la fundición de Altos Hornos Zapla, de Jujuy.

Esta serie de piezas pueden observarse sobre una de las paredes de Mujeres en marcha, la primera gran muestra retrospectiva en el país, que se presenta en el palermitano Museo Sívori y que cuenta con curaduría de Talía Bermejo, quien realizó una investigación de 5 años para elegir alrededor de un centenar sobre un acervo de mil obras.

Las piezas pertenecen a la nieta de la artista, Susana Tubert, argentina radicada en EE.UU., donde es directora creativa de entretenimiento de Disney, y que junto a Bermejo llevan adelante el Proyecto Marcovich, que en sus primeras etapas constó de la realización del inventario de la obra de Marcovich. Aquí dan conocer su trabajo en sociedad con esta muestra. En sí, la iniciativa busca sacar a la luz las obras de una artista que cayó en el olvido y que tuvo una vida apasionante, apasionada.

"Proyecto Marcovich", la recuperación de la obra de Cecilia Marcovich

Era un mundo entreguerras el de 1925. Las vanguardias habían irrumpido ya en la escena y París era el lugar elegido por todos los que soñaban una vida en el arte. Hacía allí partió Marcovich, tenía 30 años entonces y dos niños pequeños, dejando atrás un matrimonio fallido y una vida de ama de casa en las viñas de Mendoza.

Se instaló en Montparnasse, en una serie de viviendas-atelier improvisadas en lo que había sido una caballeriza, mientras sus hijos estudiaban en el internado de L’Ecole Francaise. “Fueron sus años de consolidación”, cuenta Bermejo en un recorrido con Infobae Cultura.

Mujeres en marcha “no es una muestra cronológica, aunque sí antológica, ya que recorre los distintos momentos de su carrera”, dice. “Como investigadora fue un lujo encontrar el cuerpo de obra completo salvo unas pequeñas piezas. Ella fue muy prolija, tenía las obras en carpetas, pero muchas no estaban en muy buen estado y el trabajo del museo en la restauración ha sido excelente. El 90% de lo que se expone nunca se mostró”.

El 90% de las obras,
El 90% de las obras, que realizó en Argentina, Brasil y Francia, se muestran por primera vez

Así, se recorren desde sus primeras acuarelas en Rosario, de Mendoza, pero principalmente sus obras nacidas de su paso por Francia y Brasil, y el norte de Argentina, en un diálogo entre pinturas, dibujos y esculturas, como también documentos que revelan su legado como educadora y su militancia política y feminista.

La mudanza a Francia fue su segunda migración, porque Marcovich había nacido en Harlau, Rumania, y con siete años atravesó el Atlántico por primera vez junto a sus padres y 5 hermanos para llegar a Moisés Ville, tierra a la que los judíos rusos llegaban para escapar de los pogromos y persecuciones y que se convirtió en una localidad canónica de los gauchos judíos que trabajaron la tierra a fines del siglo XIX y principios del XX.

“Cecilia era una migrante y eso está presente a lo largo de su obra. Por ejemplo, en Brasil, quiere examinar a la mujer afrobrasileña. En ella hay siempre un mirar a esos otros exilios, otras migraciones”, comenta Bermejo, y “lo mismo sucede con el dibujo a lápiz Mujeres en marcha, donde representa a diferentes etnias, una al lado del otro, en la misma dirección”.

Obras de Mendoza y de
Obras de Mendoza y de sus hijos

Luego, la familia se mudó a Rosario, donde estudió piano aunque encontró en el dibujo su verdadera pasión y, tras ser becada por la Escuela Provincial de Arte, se convirtió en la única mujer que estudiaba con César Caggiano y Antonio Cano, artistas italianos que enseñaron a la primera generación de artistas modernos de la ciudad.

En 1909, tras la muerte de su madre, se mudaron a Buenos Aires, donde sus clases de piano se transformaron en el principal sostén de la familia y para 1918, se casó con Moisés Tubert, exitoso vinicultor. En la muestra se presentan algunas acuarelas y pequeños óleos mendocinos y en contraposición con sus trabajos en Francia se puede apreciar el salto en materialidad y la forma.

En París, estudió dibujo y pintura con André Lhote -maestro de Tamara de Lempicka, Lino Spilimbergo, Henri Cartier-Bresson, Tarsila do Amaral y Antonio Berni, entre otros- y escultura con Antoine Bourdelle, discípulo de Rodin, y tras la muerte de Bourdelle continúa con Charles Despiau y pintura al fresco con Paul Baudoüin.

La artista retrató a las
La artista retrató a las mujeres de las favelas de Río de Janeiro

Pudo haber pertenecido al Grupo de París -Raquel Forner, Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Spilimbergo, etcétera- pero “ella está concentrada en estudiar y cuando no lo hace, le dedica el tiempo a sus hijos, no a la socialización. Era una vida muy sacrificada en la que su objetivo principal era aprender”. En 1931, antes de su regreso, el Salon des Tuileries aceptó y exhibió una de sus esculturas.

En Buenos Aires, Marcovich se centró en el activismo, la enseñanza y la producción artística. “En vida sólo vendió una obra que hoy se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes y fue más por una cuestión familiar, porque a ella no le interesaba la cuestión del mercado, sino que se dedica a mucho a la enseñanza”, sostiene Bermejo.

Y agrega: “En esa época participa de distintos grupos que buscan promover el sistema democrático argentino y combatir el ascenso del fascismo en Europa”. Junto a Spilimbergo forman AIAPE (Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores), “donde predomina una mirada más centrada en la cultura de izquierdas” y se convierte en una “pionera en el campo de la enseñanza artística dentro de un espacio público” con la fundación de APA (Asociación Plástica Argentina), que rompe con la rigidez de la Academia de Artes oficial al estar orientado “a la comunidad, con una mirada más social, pensada para sectores de bajos recursos económicos”. Allí tuvo, entre otros, a alumnos como Demetrio Urruchúa, Rubén Fontana, Ricardo Sívori, Alberto Greco, Bernardo Jesiot, Juan Melé y Amalia Polleri.

La muestra presenta esculturas de
La muestra presenta esculturas de sus grandes cabezas realizadas en granito entre los 40 y 60

A su vez, atraída por el movimiento feminista, se unió a la Junta de la Victoria, compuesta por cerca de 45.000 mujeres que recaudan fondos para apoyar a los aliados europeos que luchan contra el régimen fascista de Hitler.

“No sólo ayuda a los Aliados, sino también buscan fortalecer el sistema democrático local a través de una organización de mujeres de diferentes sectores sociales, pero también de diferentes zonas ideológicas. La afinidad tiene que ver con el antifascismo pero con un pensamiento democrático. La organización representa una importante unión de mujeres empoderadas de diversos orígenes étnicos, religiosos, educativos y económicos que también utilizan su voz en debates políticos”, comenta Bermejo.

La exhibición, en sí, comienza con su etapa de Brasil, país que visitó varias veces entre los 40 y 50, especialmente Río de Janeiro, donde fue recibida por Candido Portinari, quien le presenta a la comunidad de artistas de la ciudad.

En la muestra pueden observarse esculturas de diferentes materiales y pequeños óleos sobre madera, todas obras surgidas de experiencias con, en su mayoría, mujeres de las favelas.

Una sección recorre su producción
Una sección recorre su producción en París

La grandes cabezas, que fueron realizadas entre mediados de los 40 y finales de los 60, son “de granito negro y forman parte de un mismo bloque que compró en Bélgica cuando volvió de Europa después de su periodo de consolidación”.

“Hay trabajos en yeso, que son preliminares a los de piedra, y una serie de copias porque me parece importante mostrar esa exploración constante de cada etapa. Cecilia buscó trabajar con un mismo motivo pero hacer pruebas de pátina en diferentes tamaños. En la sala también aparecen esculturas con piedra molida, en la que ella armaba un bloque y trabajaba sobre eso”.

“Realiza los óleos y muchas de las esculturas de personas específicas, por eso cada obra lleva su nombre. En el caso de los piezas planas iba hasta las favelas para retratarlas en vivo y alguna vez le preguntaron si no le daba miedo, a lo que respondió ¿qué me pueden sacar si soy una artista?”, cuenta su nieta Susana Tubert.

“Conocidas como “Las Morenas”, a este conjunto de mujeres afrodescendientes les va sumando niñas y niños, maternidades, y escenas callejeras. Le interesaba poner la mirada sobre el trabajo de la mujer particularmente, pero sobre todo sobre la mujer que, como ella, también era madre y sostén. Ese es otro tema al que regresa a lo largo de su producción”, agrega Bermejo.

Se presenta un rincón que
Se presenta un rincón que representa su atelier y también documentos de su etapa como formadora de artistas

La última etapa de su trabajo se produjo en el norte del país, en Salta y Jujuy. Allí trabajó dibujos a lápiz y pastel centrados en las comunidades de los pueblos rurales, como la serie de “Apuntes sobre la Quebrada de Humahuaca” y los “Dibujos al pie de los altos hornos de Palpalá”, que reúne un conjunto de obras sobre papel dedicadas al trabajo en el yacimiento de Jujuy.

“Hubo muchos artistas que viajaron al norte para realizar paisajes o los pobladores, pero ninguno se centró en los trabajadores de la fundición. En eso la obra de Marcovich tiene una singularidad especial”, sostiene Teresa Riccardi, directora del Museo Sívori.

De la apertura de las cajas donde se alojaban las obras a esta presentación en sociedad pasaron unos cinco años, pero esta no será la parada final del Proyecto Marcovich. Por su parte, Tubert está llevando adelante la producción de un filme, entre ficción y documental, a partir del único cuaderno de anotaciones personales existente de la artista.

Talía Bermejo, investigadora y curadora
Talía Bermejo, investigadora y curadora de la muestra, Susana Tubert, nieta de la artista y Teresa Riccardi, directora del Sívori

“Ella trabajó mucho, mantuvo a los hermanitos tocando el piano dando clases. Tenía un piano antiguo Player de madera, todo grabado con flores, una belleza que ahora tengo en California. Una vez le mostré en ese piano las canciones que escribía, empezamos a hablar y le dije que yo quería seguir en la línea artística, pero en el área del teatro, de la danza. Se puso muy contenta porque de alguna manera era como el gen artístico se mantenía en la familia. Después hablamos un poco sobre su vida. Me acuerdo perfectamente que me dijo ‘yo no le tengo miedo a la muerte, porque siento que me pude realizar, hice todo lo que quise’. Fue la última vez que hablé con ella. Fue muy impactante, ahí se terminó de cerrar esta conexión que siempre tuvimos y que hoy continúa con el Proyecto”, comenta su nieta.

Cecilia Marcovich se retiró de los circuitos artísticos en los ‘60, cuando se dedicó a rotular su obra y crear un espacio expositivo en su casa-museo, donde mostró su trabajo. Falleció en 1976. Su vida estuvo marcada por una pulsión artística tan profunda que solo se interesó por crear y ayudar a sus pares, desde distintos lugares. Hoy, en el Sívori, resurge su historia, su vida, su legado, su pasión.

*”Mujeres en marcha. Cecilia Marcovich (1894-1976)”, en el Museo Sívori, Av. Infanta Isabel 555. Del 7 de septiembre al 27 de noviembre de 2023. Entrada gratuita

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