“El arte tiene dos caminos y son muy claros. No hacer concesiones es el más largo y difícil pero el único realmente perdurable; el negocio es fácil y efímero, se gana dinero pero esa no es la meta del arte, sino hacer la obra”. Tal vez sea precisamente esa fidelidad que tributó a su pensamiento la que mantiene vivo el recuerdo de Hamlet Lima Quintana, de cuyo nacimiento se cumplen 100 años.
Un recuerdo que seguramente sin pensarlo, el poeta nacido el 15 de septiembre de 1923, presagió en su eterna “Zamba para no morir”, uno de los picos más encumbrados de una obra construida con palabras que acomodó con especial cuidado e inspiración en centenares de poemas y canciones, en cuentos y textos que enriquecieron nuestro patrimonio cultural desde el universo folclórico.
Cuestión tan simple y a la vez tan compleja, definir eso que llamamos folclore. En todo caso, Hamlet, que llevaba Romeo por segundo nombre y contó alguna vez que su gusto por el género lo acompañaba desde que había aprendido a caminar en el marco familiar, aseguraba que “lo mejor del folklore es, desde luego, lo que está en los ranchos”.
Paisaje, el de las rancherías de piso de tierra y el de los boliches, que conoció en Saladillo, provincia de Buenos Aires, donde desde niño pasaba varios meses del año. Allí, aprendió a montar a caballo, arrear el ganado, cosechar el maíz y el girasol, mientras se hacía amigo de la guitarra, disfrutaba los cuentos de fogón y conocía de cerca el mundo mágico y misterioso de las creencias populares.
En ese “caldo” creció, en parte, el hombre que sintetizó en su prosa y en su poesía la cultura popular con su formación intelectual. Su padre, Romero Ventura Lima, con raíces en ese enclave de la tradición que es San Antonio de Areco; y su madre, Leila Carmen Quintana, descendiente de la “tribu de Coliqueo”, de raigambre mapuche, completaron su cuadro de formación.
Los oficios y el arte
De ahí en más, la vida y la libertad lo llevaron a combinar algún trabajo que le permitiera atender a las denominadas necesidades básicas con una vocación que iba ganando terreno en su cotidianidad.
De una cara de esa moneda, el oficinista, cobrador de cuentas de electricidad, vendedor de libros y periodista, corresponsal de la Agencia UP o redactor de la sección Política del diario Clarín; de la otra, el artista que a finales de los 40 se sumó a la compañía de Ariel Ramírez primero para integrar después el grupo Los Musiqueros junto a Antonio Rodríguez Villar, Chango Farías Gómez y Mario Arnedo Gallo, con quien formó luego un dúo que en 1955 se transformó en trío con la incorporación de Raúl Cerrutti.
Mientras, además, compartía sus poemas en Mundo en el rostro (1954) y El octavo pájaro (1961), los primeros dos de los más de treinta libros que escribió a lo largo de sus 78 años –Lima Quintana murió el 21 de febrero de 2002–, entre los cuales resaltan Cafulcurá y el elogio de la tribu, Declaración de los bienes, Cuentos para no morir y Los estafados, además de la biografía de Osvaldo Pugliese.
Una vocación por las letras que no lo privó del tiempo suficiente para desplegar su talento en el campo de la pintura, en el cual también se destacó, siempre con la mirada puesta en el ser humano y empeñado en borrar la línea que separa a la ficción o a la metáfora de la realidad.
“Se utiliza la imaginación pero lo que se hace es tomar hechos concretos como temas y mecharlos con lo imaginativo que enriquece y da peso a la obra, pero no hay contraposición entre lo real y lo irreal, se da en la vida y cuánto más en el arte”, señalaba a comienzos de este siglo, en una entrevista realizada por Marcelo Pezzotta.
Canciones con fundamento
Habitante y protagonista de múltiples dimensiones creativas, Hamlet esgrimía que el privilegio de haber accedido por igual a una formación académica como al acervo popular era la razón por la cual comprendía claramente que “no permitir que el pueblo tenga acceso a la cultura es un hecho que integra un verdadero y siniestro plan para destruir la cultura de ese mismo pueblo”.
Inscripto en esa corriente de pensamiento, su integración al Movimiento del Nuevo Cancionero era un paso casi inevitable. “El arte, como la vida, debe estar en permanente transformación y por eso, busca integrar el cancionero popular al desarrollo creador del pueblo todo para acompañarlo en su destino, expresando sus sueños, sus alegrías, sus luchas y sus esperanzas”, postulaba el manifiesto de la fundación del movimiento.
Y, entre otras propuestas, el documento presentado por Tito Francia, Juan Carlos Sedero, Manuel Oscar Matus, Armando Tejada Gómez, Pedro Horacio Tusoli, Mercedes Sosa y Víctor Nieto en el Círculo de Periodistas de Mendoza, en febrero de 1963, instaba a desechar “toda producción burda y subalterna que, con finalidad mercantil, intente encarecer tanto la inteligencia como la moral de nuestro pueblo…”
Una declaración que iba en línea con la idea de Hamlet Lima Quintana en torno a que “el arte no está aislado del trabajo de los panaderos, de los zapateros u otras actividades” y que “todo debe converger a una idea de cambio”, y que honró con una producción que incluye piezas maravillosas como “La amanecida”, “Zamba del duraznillo”, “Homenaje a la tierra”, “Cantando un sueño”, “Triunfo de las salinas grandes” y “Juanito Laguna remonta un barrilete”, entre otras piezas.
Compromiso con la tierra y el hombre
Resulta paradójico que entre tantísimas canciones que dejaron huella y marcaron rumbo compuestas y compartidas en sociedad con nombres como los de Alfredo Rosales, Remo Pignoni, Iván Consentino, Carlos Guastavino y César Isella, entre muchos otros, su “Antigua muchacha”, canción a la que Oscar Alem le puso música, obtuviera el Primer Premio en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín de 1976, en consonancia con uno de los períodos más oscuros de la historia argentina, del cual él también sería víctima.
Los dolor de muertes cercanas, o no tanto pero igual de sentidas sentidas, golpeando a su puerta, con sus Cuentos para no morir publicados no mucho antes y su Documento de Identidad recién editado, con su militancia comunista Lima Quintana sumaba puntos para ser blanco del Terrorismo de Estado, que con una bomba detonada en la Casa Latinoamericana, donde ofrecía charlas y talleres, lo impulsó a exiliarse en España.
Sin embargo, su estadía en la península, primero junto a su querido colega, socio y amigo Armando Tejada Gómez, y luego, como huésped de Horacio Guarany, fue corta. Tan corta que en febrero de 1978 resolvió regresar, para asumir un rol activo en la lucha por la aparición con vida de escritores detenidos-desaparecidos, entre ellos Haroldo Conti, Antonio Di Benedetto y Alberto Costas.
Casi al mismo tiempo que de su pluma nacía la “Canción para Carlos Alonso”, tras conocer la noticia del secuestro y desaparición de la hija del pintor, uno de los tantos amigos que Hamlet supo cosechar a lo largo de su vida, junto con Guarany y Tejada Gómez, los hermanos Expósito, Elvio Romero, Rodolfo Campodónico y tantos más.
“Hay un largo poema en el que yo digo que el lugar donde se aprende a caminar es el único lugar donde se pisa en el suelo, y que en cualquier otra comarca o bajo cualquier otro cielo sólo se pisa en el aire. Escribir sobre el sitio en el que uno aprendió a caminar y se formó es tan valedero que es como si uno no se hubiera ido nunca”, decía el año que fue bisagra entre el siglo que lo vio nacer y el que lo vio morir.
Volver en los hijos
“No me puede el olvido vencer/Hoy como ayer, siempre llegar/En el hijo se puede volver/Nuevo” (”Zamba para no morir” - 1965)
Padre de muchos hijos, Hamlet lo fue de Felipe Ramón Lima junto con su segunda esposa, la antropóloga argentina Alcira Imazio; de su amor con Esther Pujadas, con quien además compartió la formación del grupo Los mandingas, habían nacido antes Ana Cecilia Lima, Silvia Esther Lima, Germán Jorge Lima y Mariano Ventura Lima, en tanto su tercer matrimonio dio como legado a Juan Martín Lima y Juan Cruz Lima.
A comienzos de su año centenario, Felipe admitió que su padre fue, al igual que Tejada Gómez, un poeta negado y olvidado. “Hamlet integró las listas negras de la última dictadura en Argentina que lo llevó en principio a esconderse y después a exiliarse. En el país no podía trabajar; después en democracia también fue difícil”, lamentó, al mismo tiempo que destacó que hoy sea reconocido, aunque sin dejar de remarcar la injusticia de que no lo haya sido en vida.
Aún así, quizá sea el propio Hamlet Romeo quien desde su poesía nos estará siempre avisando que tal vez nunca sea del todo tarde, cada vez que leamos o escuchemos aquello que alguna escribió, para siempre: “Con una esperanza chica/agrando el bozal del hambre/dolido por el olvido y alegre por alegrarme/no pidas, no, no pidas/que yo me olvide si se me olvida nunca podrás atarme, yo no me voy de la vida.”
Centenario de Hamlet Lima Quintana
El centenario del nacimiento de Hamlet Lima Quintana tendrá este viernes dos motivos adicionales para celebrar. Por un lado la publicación del álbum doble Canciones para no morir; en tanto será estrenada en el país la cantata Diario del regreso, que con música de Oscar Cardozo Ocampo e inspirada en el traslado de los restos del Che Guevara a Cuba, tendrá su demorada puesta local en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
En el álbum, publicado sin fines de lucro, participan Teresa Parodi junto al Coro de SADAIC, Divididos con “Mono” Izarrualde, Orquesta Filarmónica de Mendoza y Jaime Torres, Víctor Heredia, Dúo Coplanacu, Orozco-Barrientos, León Gieco, Liliana Herrero, Raly Barrionuevo, Edith Rossetti con Popi Spatocco y Peteco Carabajal.
El trabajo incluirá interpretaciones ya publicadas, piezas en vivo y algunas inéditas, con Mónica Abraham y Laura Albarracín, Mery Murúa y Paola Bernal con Migue Rivaynera, Gloria de la Vega y Josho González, Casiana Torres y Lucia Ceresani junto a Martín Castro, Litto Nebbia, Marián Farías Gómez, Lidia Barroso y Lucho González y Gabriel Senanes y Nancy Ocampo también entre los artistas participantes.
Algunas de las gemas que contiene el repertorio de 27 estaciones que dan cuenta de esa prolífica faceta del escritor (que en 78 años de vida, además, publicó una treintena de libros de poesía, ensayo y prosa), son la tonada “Yo no me voy de la vida”, “Espejo de los dos”, “Zamba de Chilecito”, “La Cuatrereada”, “Hermano” y “Zamba del duraznillo”.
El registro cierra con la obra “Transferencia”, poema de Hamlet leído por sus hijos Felipe Lima, Juan Martin Lima y Germán Lima que añade el sonido del bandoneón de su nieto Martín Lima.
El proyecto cuenta con el apoyo del programa de Mecenazgo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires y el aporte del equipo de producción (integrado por Silvia Majul en producción general y dirección, José Ceña en producción artística y el aval y acompañamiento de la familia Lima Quintana) y de la totalidad del elenco.
Por otra parte, desde las 20 y en el Auditorio Nacional del CCK, se producirá el estreno en Argentina de la cantata “Diario del regreso”, a cargo de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y del Coro Nacional de Música Argentina, bajo dirección de Mariano Chiacchiarini y con Juan Iñaki en la voz solista como artista invitado.
Con información de: Télam S. E.