Hoy, a los 91 años, en su casa en Mónaco, murió Fernando Botero. Nacido en Medellín, Colombia, en 1932, recorrió el mundo con sus obras de arte colocándose en la cima de la fama y del reconocimiento. Fue pintor, escultor y dibujante. “Su estilo figurativo hasta tiene nombre oficial: el boterismo. Tanto en pintura como en escultura, realiza figuras más robustas y gruesas de lo habitual, es decir, gordos”, escribió el crítico Miguel Calvo Santos.
Su estilo es claramente identificable a tal punto que suele decirse, al ver una obra suya, “ese es un Botero”. La crítica especializada lo estimaba profundamente. En 2016 Calvo Santos escribió: “Botero es hoy uno de los artistas más cotizados de la actualidad y sin duda el pintor colombiano de mayor resonancia internacional”. La vigencia no decae de un día para el otro. Este artista seguirá entre nosotros durante mucho tiempo. Recorramos, entonces, cinco de sus obras:
La familia presidencial
Cuando Botero pintó La familia presidencial no estaba solamente haciendo un cuadro representativo de su característico estilo. Hay figuras exageradamente voluptuosas, sí, pero también -y con el título queda claro- estaba haciendo una crítica a la representación política de la sociedad colombiana y del mundo entero. Pintado en 1967, este cuadro representa el poder, sobre todo al presidente de Colombia, la figura masculina en la parte posterior del grupo a la izquierda.
Pero también se ve a su familia y a aquellos con quienes comparte la dirección del Estado. El presidente, su esposa, su hija y una abuela se pueden ver a la izquierda, mientras que un general y un obispo aparecen a la derecha. Este cuadro lo pintó en una época de gran maduración estética. La familia presidencial es un óleo sobre lienzo de 203,5 x 196,2 cm. Hoy se lo puede ver colgado en las paredes del MoMA, el museo de arte moderno de Nueva York.
El niño de Vallecas
Esta es una obra antigua, se percibe en su estilo. Botero era uno de esos artistas que miraba al pasado y sentía admiración. El niño de Vallecas, pintura de 1959, fue creada cuando Botero tenía 27 años. Es un homenaje al célebre retrato del bufón Francisco Lescano que hizo Velázquez hacia 1636. Cuando la presentó en sociedad, la crítica le otorgó calificativos peyorativos: usaron términos como feísmo o monstruosa. Sin embargo, destacaron la destreza del homenaje.
Para la historiadora del arte Lina Poveda (Historia Arte), “la pintura excesiva, empapada de realismo mágico del maestro Botero, constituye uno de los legados más importantes de nuestros tiempos con una vasta obra ya plenamente consolidada, absolutamente particular, y que de ninguna manera se puede confundir con las diversas posturas figurativas internacionales de los últimos tiempos”.
La muerte de Pablo Escobar
En La muerte de Pablo Escobar es una de sus obras más famosas. Pintada en 1999, se considera un gesto pop, un cambio en su dirección hacia la historia reciente de su país. No solo reconocemos el sello del artista sino también al personaje retratado, nada menos que una celebridad maldita que llegó a ser la referencia inmediata –y desafortunada– cada vez que alguien pronuncia la palabra Colombia. La figura del capo de Medellín se apodera del cuadro por tamaño y por mito.
Escribió el crítico Esteban Iborio: “El narco llevaba meses en busca y captura y fue finalmente localizado. Huía de la policía por los tejados de la ciudad de Medellín, estaba descalzo y pesaba 100 kilos (excelente modelo para Botero). No tardaron en abatirlo. Años después, Botero, paisano suyo de Medellín, lo representa en esta obra con aspecto gigantesco, un Godzilla colombiano, justo en el momento que una ‘lluvia de plomo’ acaba con él.
Pablo Escobar muerto
A Escobar lo volvió a pintar en el año 2006. Pablo Escobar muerto fue una sorpresa para todos. Pero Botero lo tenía claro: “Soy contra el arte como arma de combate, pero en vista del drama que sufre Colombia, llegó el momento en que sentí la obligación moral de dejar un testimonio sobre un momento tan irracional de nuestra historia”, dijo cuando donó la primera de estas piezas, junto a otro medio centenar de obras, al Museo de Antioquia.
La Mano
Por último, una escultura. Porque Botero, además de un destacado pintor, hacía esculturas muy interesantes, siempre fiel a su estilo acaracterístico. La Mano no es otra cosa que la representación de una mano humana. Fue adquirida por Telefónica y posteriormente cedida al Ayuntamiento de Madrid, aun así Telefónica sigue conservando su propiedad. Se encuentra en el Paseo de la Castellana, en Madrid, España.
Lo que vemos es una mano izquierda en grandes proporciones. Mide aproximadamente lo que una persona de pie. En 1995, cuando el periodista Enrique Cavestany la vio por primera vez, comenzó su reseña en el diario El País de esta manera: “¡Qué hermosura esa mano de Botero surgiendo gordezuela y juguetona del césped de un parterre frente al Museo de Ciencias Naturales!” Parece que lo que primero genera Botero es eso: fascinación.