La casa que fuera vivienda y taller del artista argentino Alberto Heredia (1924-2000), sobre la avenida Caseros 828, fue legada junto a 517 obras de su autoría al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que luego de unas reformas arquitectónicas y de la puesta a punto de la propiedad la convirtió en la primera residencia de artistas de un museo público de la Argentina, un espacio que comenzará a funcionar en 2024, anunció la directora de la institución, Victoria Noorthoorn.
La ahora bautizada Casa Alberto Heredia, un departamento de 157 metros cuadrados, ubicado en el cuarto piso de un edificio histórico sobre la avenida Caseros, cerca de Parque Lezama, fue acondicionada como residencia y taller para albergar a dos artistas o profesionales por vez, nacionales o extranjeros, para que cuenten con tiempo y espacio para la investigación, la producción y el intercambio en el ámbito de las artes visuales.
“El Museo es un catalizador del desarrollo económico para la comunidad artística, para el barrio y para la ciudad, y creo que esta residencia, que honra el legado de Alberto Heredia y su generosidad, completa el proyecto de ofrecer un museo pujante que además se vincule con todas las escenas del país y con el mundo. Es la posibilidad de revitalizar de manera constante y continua al ecosistema cultural”, dijo para esta nota la directora del Museo Moderno, Victoria Noorthoorn durante la presentación para prensa del flamante espacio.
Moderna y acogedora, con dos habitaciones con baño privado, living, cocina y un espacioso taller de trabajo, la casa de Heredia fue reacondicionada para cumplir la nueva función de uso de la comunidad de artistas y tendrá un “espíritu de integración federal, regional e internacional, al conectar al Museo Moderno con artistas y profesionales del país y del mundo”, en palabras de Noorthoorn.
Se trata, además, del primer proyecto del Museo Moderno ejecutado en su totalidad con fondos privados, “un camino de sumar voluntades, que se concreta con orgullo dentro del ámbito público”, destacó la curadora.
La residencia contó con interiorismo a cargo del estudio Joanne Cattarossi, que aplicó la premisa de incorporar diseño argentino, por lo que la decoración del lugar incluye, entre otros ejemplos, un sillón Pipe -diseñado por el catamarqueño Cristian Mohaded-, muebles, lámparas y alfombras de fabricación local así como vasijas de los artesanos tucumanos Blau. Se conservaron las molduras de las paredes, las aberturas, los pisos, los azulejos y la pileta de la cocina, así como la herrería del pasillo que la casa tenía originalmente.
Ubicada a 800 metros del museo, la Casa Alberto Heredia tendrá un programa -con apoyo de ArtHaus- que ofrecerá residencias de producción e investigación para artistas de distintas regiones del país; residencias de formación e intercambio profesional para profesionales de las artes visuales de otras regiones del país que se integrarán al trabajo diario del Museo Moderno; residencias para artistas e investigadores invitados a desarrollar un proyecto de mediación comunitaria; y residencias de investigación para curadores de otras regiones del país.
Pero además, tendrá un programa de intercambio con organizaciones internacionales interesadas en impulsar el diálogo intercultural, que prevé incluir la visita de artistas, curadores y otros expertos del campo de las artes visuales y afines, detallaron durante la presentación.
El ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro, señaló que “esta propuesta acompaña muy claramente en el proyecto del Moderno de ser un museo vivo, que apuesta por la educación, la integración y el trabajo con la comunidad, y que va a permitir que artistas de todo el país pero también del mundo se alojen acá y trabajen con el museo moderno en diferentes proyectos, en la primera residencia en Argentina de un museo público”.
La relación de Alberto Heredia, uno de los exponentes más importantes de la escultura en Argentina, con el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires se extiende a lo largo de la historia de la institución, en cuya programación el artista participó activamente desde su primera muestra en 1960, en su por entonces nueva sede del teatro San Martín, junto a artistas como Jackson Pollock y Antoni Tápies. En ese año el museo también adquirió las primeras obras de su autoría que pasarían a formar parte de su colección.
Ya entre finales de los años 90 y el 2000, y gracias al estrecho vínculo del artista con Laura Buccellato, ex directora de la institución, Heredia legó formalmente al museo 517 obras, su archivo y biblioteca, obras de su colección personal y su casa hoy reacondicionada.
“Alberto Heredia fue un artista crítico y sin concesiones, con una mirada incisiva, mordaz, preciso en sus gestos y en su manera de abordar la realidad. Tuvo toda la valentía y el coraje para denunciar los horrores de la tortura y la violencia durante períodos autoritarios de nuestra historia política y social. Y lo hizo sin titubear. También supo ser lúdico, irónico y libre en su creatividad, realizando infinidad de esculturas, dibujos y objetos que tomaban distintas referencias, generando un arte muy auténtico, muy propio que no tiene posibilidades de ser encasillado en algún movimiento o tendencia. Su coherencia artística se completa con la donación al museo que es una donación a la sociedad de su conjunto”, destacó la directora del Moderno.
Heredia plasmó una imaginería revulsiva en obras hechas con materiales de desecho, con aquello que la sociedad expulsaba: cartón corrugado, rollos de papel higiénico, maderitas, sogas, vendas, alambre tejido, trapos, latas, muñecos diseccionados, pelos, prótesis dentarias, medallitas religiosas o muebles anacrónicos. Su producción combinó ironía y sarcasmo.
La serie de obras realizada en los 70, Lenguas y amordazamientos, mostraba bocas y lenguas amordazadas con trapos y vendas, violentamente torturadas, alegoría de la censura impuesta por la dictadura militar.
Un accidente marcará toda su producción: cabalgando en una estancia de Cañuelas su caballo se desboca y lo deja colgando de su pierna derecha que se quiebra en dos partes. Tuvo que ser operado varias veces y sufrió una prolongada convalecencia. Ese gesto de envolver con vendas una y otra vez, que vivió en carne propia, lo trasladará luego a varias de sus piezas, que lo convirtieron en uno de los exponentes más importantes de la escultura en Argentina.
Fuente: Télam S. E.