Las reliquias suelen tener una lectura religiosa, con ese fin surgieron. Son esos objetos que se conservaron porque pertenecieron a una personalidad destacada, como un santo, y que se suelen utilizar para llevar adelante alguna ceremonia de culto. En este caso, el término no es del todo desacertado, sino ¿cómo es posible que el pedazo de un árbol donde fue decapitado un enemigo o las boleadoras que derribaron a un caballo determinado se encuentren en perfectas condiciones casi dos siglos después?
Más allá de la cuestión de restauración, tarea en la que el Museo Histórico Nacional siempre se destaca, hubo alguien en aquel instante frente a aquel árbol, frente a aquel caballo tumbado, que pensó que era una buena idea conservar un souvenir, casi como en un acto de fe profana, en un momento de creencias políticas en profundo conflicto y que hoy se presentan en Tiempo de Provincias, muestra con la que se finaliza la primera parte del proceso de renovación del guión principal del espacio de Parque Lezama, al formar un tríptico junto a Tiempo de Revolución y Pintores de la Historia, inaugurada también este año. Luego, seguirán abriéndose muestras que incluirán hasta el siglo XX.
En Tiempo de Provincias los objetos y cuadros se centran en el período que va desde la disolución del gobierno central de las Provincias Unidas y de la Liga de los Pueblos Libres en 1820 hasta la caída de Juan Manuel de Rosas en 1852, una época en la que el eje de la vida social, política y económica comenzó a tener diferentes focos a lo largo del territorio nacional.
La exhibición tiene el espíritu de un gabinete de curiosidades, donde a partir de los objetos se conecta la política, con la economía y los eventos sociales, y en la que se integran -además de vestuario y documentos- una serie de obras pictóricas que poseen una gran diferencia con Pintores de la Historia, ya que en este caso son realizados en la misma época y no tiempo después. Además, no solo se presentan obras de gran factura, sino incluso muchos de artistas anónimos, con espíritu de representar batallas, por ejemplo, o incluso satíricos.
Infobae Cultura realizó una recorrida exclusiva junto al director del museo, el historiador Gabriel Di Meglio, para contar algunas de las historias detrás de los objetos.
“La muestra tiene cuatro partes cronológicas. La primera es de 1820-24, que es cuando se forman las provincias y no queda nada de la organización de la época de la Revolución, donde había dos sistemas rivales. Nos ocupamos de distintas experiencias provinciales en este momento en el que no hay ningún gobierno central”, explica Di Meglio.
En esta primera parte se pueden apreciar, entre otros objetos, los anteojos de Aimé Bonpland, “naturalista francés que viene a hacer un experimento de una colonia de yerba mate y termina siendo apresado por los paraguayos, pasa una década preso y después sus publicaciones sobre América fueron muy importantes”.
“Tenemos una parte dedicada específicamente a Buenos Aires, que es donde más patrimonio tenemos”, como las monedas grecorromanas, varias de antes de Cristo, que Bernardino Rivadavia trajo “como forma de mostrar civilización, la tradición europea de la antigüedad” junto a un retrato de Petrona Riera de la mano de Jean Philippe Goulú, destacado pintor francés cuya principal característica fue la de realizar obras en miniatura (aunque este no sea el caso) de las familias y políticos más importantes de aquellos tiempos.
“Riera también era la esposa de Vicente López y madre de Vicente Fidel López, y fue una de las fundadoras de la sociedad beneficencia, por lo que el artista la pintó con un libro para simbolizar la educación en la mano. Es el momento en el que aparecen muchos personajes femeninos muy importantes, que fueron menos reconocidos”, dice Di Meglio. También se encuentra el sillón de rector de la UBA, que se usó desde su fundación en 1821 hasta 1881.
En la segunda parte, se plantea lo que pasa a partir del Congreso General de 1824, que marca la división entre federales y unitarios, los dos proyectos políticos que marcarían las próximas décadas: “Suele haber una confusión con respecto a esta época, donde se cree que el porteño era unitario y el resto del país, federal, cuando en realidad no era un corte geográfico, había de unos y otros en las diferentes provincias y en la ciudad”.
“Es cuando aparecen los periódicos de partido, los dirigentes y entonces lo que mostramos es que mientras está el Congreso se desarrolla la guerra con Brasil por la Banda Oriental, que termina siendo Uruguay tras la intervención británica”.
Se aprecian marinas de batallas navales, el sable del Almirante Guillermo Brown, el sombrero del General Paz y un billete de la primera gran inflación. “Por la guerra hay un bloqueo y entonces se disloca la economía. Lo interesante es que se hacen y mandan en primera desde Estados Unidos y tienen a Bolívar y a Washington a cada costado”, comenta.
Sobre aquella guerra se encuentra un portapliego de un brasilero capturado, que posee el monograma del emperador Pedro I, así como la pluma con la que Tomás Guido firmó la paz con el país vecino.
Enfrente puede observarse “una de las piezas centrales de la colección del museo”, no por la cuestión estética, “ya que es muy modesta”, comenta Di Meglio, sino por su rareza e importancia, como es “la mesa en la cual (Juan Galo de) Lavalle firmó el parte que ordenaba”, sin proceso ni juicio previo, el fusilamiento de Manuel Dorrego, que se encontraba en una estancia de la ciudad de Navarro. Allí nomás, otra rareza, como las “boleadoras que tiraron el caballo del general (José María) Paz en Córdoba, en 1831″.
“Son dos piezas muy significativas, y en el medio de ambas hay varias cosas ligadas, como por ejemplo, el anillo que le deja Dorrego a su hija cuando lo matan, escenas de la guerra civil, y uno de los pasaportes que usaban los soldados con su trayectoria en el ejército, que nunca se había mostrado hasta ahora”, agrega.
La tercera parte de la muestra está relacionada con la Confederación. Simbólicamente, ese traspaso se produce a través del enorme Reloj de las 14 Provincias (1837), que posee los escudos tallados de cada una, junto a retratos en litografía de algunos de los personajes con mayor peso en ese momento y un video que “explica cómo se trabaja con la piedra, para que le interesa la parte más técnica, ya que es una época de mucha litografía”.
En aquel momento, retoma Di Meglio, “por decirlo en términos actuales” existe una interna en el Partido Federal porteño, entre rosistas y antirrosistas, que se enfrentan cuando Rosas no está en Buenos Aires, sino que está dirigiendo una campaña contra grupos indígenas.
“Los rosistas conducidos por su esposa, Encarnación Ezcurra, triunfan, entonces resaltamos también su figura”, dice sobre un retrato en el que aparece frente al Restaurador de la Leyes, que equipara la figura de ambos. A su regreso, de la campaña de expansión de las fronteras que fue exitosa, Rosas recibe una espada, que también se encuentra en la muestra. Allí, se exhibe por primera vez también una carta de Manuel Moreno, de 1832, en la que presenta una queja por la ocupación británica en las Islas Malvinas.
En diciembre de 1831, una goleta de los Estados Unidos atacó Puerto Soledad, después de que el gobernador, Luis Vernet, detuviera a barcos de ese país por pesca ilegal. El documento que se presenta recopila testimonios de quienes sufrieron el ataque. Entonces, Buenos Aires protestó y envió a las islas una nave con presidiarios para formar una colonia penal, mientras que el almirantazgo inglés aprovechó la situación para tomar con sus buques el puerto que dio inicio a la ocupación que aún se mantiene.
Frente a este espacio, se encuentra la petaca que iba en la diligencia donde es asesinado Facundo Quiroga, en 1835, en otro “episodio fundamental” de la historia, ya que “esto podía generar un terremoto político, una nueva guerra civil, como había sucedido con Dorrego, pero que no sucedió en ese momento, sino después”.
“Entonces acá nos centramos en esta figura que se va convirtiendo en la central de la política, primero porteña y después Argentina, y todos los apoyos que tiene dentro”, dice, sobre el lugar donde se posa el famoso cuadro de Mauricio Rugendas de un soldado federal, una peineta con inscripción política sobre el uso obligatorio del rojo, junto a una invitación a los funerales públicos de Ezcurra y un documento con la declaración de Rosas en la que se decreta el levantamiento del luto obligatorio (estará solo tres meses por la fragilidad de sus materiales).
A continuación, “otra de las piezas principales de la muestra”, una tela pintada de 1841 que es “la única representación de Rosas con gente, con las esclavas de Buenos Aires agradeciéndole la libertad porque en ese momento se había hecho un tratado para volver a prohibir el tráfico”, donde se simboliza con “las cadenas en el piso y, por supuesto, las inscripciones en rojo de mueran los Unitarios”.
En esa sección también se observan pertenencias, dibujos y documentos relacionadas a aquellos que se enfrentaron a Rosas como un gorro rojo correntino, provincia que lo “enfrenta porque querían otro tipo de federalismo”, la espada del Mariscal Santa Cruz, un militar y político boliviano-peruano, considerado por muchos historiadores como el organizador de la República de Bolivia, que lideraba una Confederación que tuvo una guerra muy breve con Rosas o la famosa Máquina Infernal, una caja que en su interior tiene múltiples y pequeñas pistolas que debían disparar al abrirse y que al hacerlo Manuela, la hija de Rosas, finalmente falla.
A su lado, se dedica un espacio a la mazorca, “el grupo parapolicial que durante dos momentos puntuales del gobierno de Rosas asesina gente en Buenos Aires” con un hermoso retrato Rembrandtino de Ciriaco Cuitiño, líder del grupo, realizado por Prilidiano Pueyrredón, como así uno de sus cuchillos y una verga, que se utilizaba para pegar a los pobladores, entre otras piezas como un “pedacito de árbol donde degollaron a (Marco) Avellaneda”, “el mártir de Metán”
Entre las muchas divisas que pueden observarse en la muestra, hay una que resalta por su rareza. “Sobreviven varias divisas de los Federales, la divisa punzó, con la leyenda ‘Mueran los salvajes e inmundos unitarios’, por ejemplo. También pusimo del partido blanco uruguayo, que eran aliados de los federales y del Partido Colorado, que eran enemigos”, dice.
Y agrega: “Y una cosa que encontramos, que como historiador especializado en esa época yo siquiera sabía que existía, una divisa unitaria, que está en malas condiciones, y que dice “Unidad o muerte”, y que perteneció a un bisabuelo de Jorge Luis Borges”.
En otro pasaje se observan objetos relacionados a antirrosistas muy conocidos, como su prima Mariquita Sánchez de Thompson, con un muy conocido retrato en el exilio realizado por Rugendas, y en una pequeña vitrina se acomodan una cartera pasaporte de Hilario Ascasubi, un puñal de Chacho Peñaloza, un monóculo de Esteban Echeverría, autor de El Matadero, un silbato de José Mármol, escritor de Amalia -considerada una de las primeras novelas rioplatenses-, y una libreta de apuntes y lápiz de Juan Bautista Alberdi, quien sentó las bases de la Constitución de 1853 y bajo su pluma salió la pieza teatral Amapolas, una sátira sobre Rosas.
Con una ampliación de un daguerrotipo de Justo José de Urquiza, quien juega un importante rol en la caída de Rosas, se ingresa a la última etapa de la muestra, que incluye un cuadro de plano entero de enorme proporciones de Rosas, en la que en una columna “se incluyen todas las provincias que estaban bajo su mandato y dos más, Paraguay y Tarija, que él cree que tienen que ser parte de la Confederación” entre una caricatura del entrerriano que “lo muestra con dos caras” y un sillón del porteño “que parece sacado de Games of Thrones”.
La enorme pieza pictórica pertenece a Fernando García del Molino, quien era el pintor preferido de la sociedad porteña de entonces, como otras que rescatan al gobernador mendocino Félix Aldao y Juan Felipe Ibarra, “el gobernador eterno de Santiago del Estero”. También aparecen otros retratos, todos con su característica divisa punzó como detalle, aunque es un anónimo el que más destaca, el de Eusebio de la Santa Federación.
Eusebio fue un negro libre que “estaba como en la corte en su casona de Palermo” y que “cumplía el rol de bufón personal, era alguien que podía “molestar a Rosas, hacer bromas y por eso se ve en la pared que dice ‘Viva Lavalle’ y ‘Muerte Rosas’”.
El personaje viste uniforme militar, con un exceso de detalles en dorado, pero a través de los detalles de la rasgadura en el codo y un zapato izquierdo destrozado se refuerza que en realidad era una persona pobre, signo característico de las obras en que se representaba a afrodescendientes. De este óleo (no están en la muestra), se hicieron unas litografías que lo convirtieron en una iconografía muy popular, una por el desconocido Bernardo Darrieux y otra por Ángel Della Valle para publicación La Ilustración Argentina, ya a finales del XIX.
Otra rareza imperdible es una enorme bandera azul y blanca (Rosas había reemplazado el celeste) y con un sol rojo bien federal, que fue capturada por los franceses durante la batalla de Vuelta de Obligado.
“Un grupo francés, cuando se cortaron las cadenas, tomaron cinco de estas banderas de unos lanchones y se las llevaron a Europa, pero la mayoría se perdió. Esta estuvo en el Hôtel des Invalides, un complejo creado como residencia para soldados y militares franceses retirados y que hoy alberga los restos de Napoleón. En 1997, el ex primer ministro Jacques Chirac la devolvió”, relata Di Meglio.
Por supuesto, esto es solo una selección de algunas de las piezas y personajes que aparecen en Tiempo de Provincias que, además, por cuestiones de exposición de piezas muy frágiles, que no pueden estar expuestas a la luz por demasiado tiempo, irán rotando.
Por ejemplo, el poncho que le regalaron los pampas a Rosas será cambiado por otro también de su pertenencia o el chaleco que vestía Florencio Varela, periodista, poeta y político unitario, cuando fue acuchillado por la espalda (se puede ver el tajo) se reemplazará por una chalina que llevaba aquel día. Así, la muestra irá mutando, pero mantendrá el espíritu de gabinete de curiosidad de una muestra que bien podría haberse llamado de Tiempo de Provincias (violentas).
*Museo Histórico Nacional, Defensa 1600, CABA. De miércoles a domingos, de 11 a 19. Entrada gratuita