Algoritmos, “terror al porvenir” y el enigma del tiempo: comienza una nueva edición de Posthumania

Este fin de semana en Fundación Andreani se realiza este festival bajo la consigna “Crónicas del tiempo”. Infobae Cultura conversó con los organizadores Ingrid Sarchman, Germán Rúa y Margarita Martínez

Guardar
Ingrid Sarchman, Germán Rúa y Margarita Martínez (Foto: Nicolás Trombetta)
Ingrid Sarchman, Germán Rúa y Margarita Martínez (Foto: Nicolás Trombetta)

“El tiempo siempre fue un enigma para el ser humano, pero en los últimos cien años la Humanidad produjo y padeció una inusitada aceleración en todos los ámbitos de su experiencia, lo que le exigió adaptar sus hábitos a un ritmo determinado por la evolución maquínica”. El que habla es Germán Rúa, Profesor de Filosofía, creador y curador del festival Posthumania, que este fin de semana vuelve con una nueva edición bajo la consigna “Crónicas del tiempo”. “Esto cambió todos los parámetros conocidos, tanto en las relaciones laborales, como políticas o amorosas. Todo indica que esto se profundizará aún más en el siglo XXI con el desarrollo exponencial de la informática y la inteligencia artificial. Estas transformaciones ubican a la vivencia del tiempo como uno de los temas centrales a reflexionar en el presente”, agrega.

El sábado 9 y domingo 10 de septiembre en Fundación Andreani, La Boca, se reunirán científicos, artistas y referentes de la cultura y la tecnología. Los tópicos van desde la aceleración impuesta por el universo algorítmico sobre la vida cotidiana a las prácticas y discursos orientalistas; de las promesas de la biogenética sobre extinción de la vejez a las fantasías de inmortalidad del transhumanismo; del Big Bang y los parámetros no humanos de la astronomía, al antropomorfismo siempre vigente en la historicidad religiosa y política; del desarrollo exponencial de la IA a sus efectos en las expresiones artísticas. Alguno de ellos son el actor y dramaturgo Rafael Spregelburd, la cineasta Lucía Puenzo, la periodista especialista en innovación Martina Rúa, el investigador estadounidense Erik Davis y el doctor en Bioquímica Rodolfo Goya.

Además de Rúa, también conversaron con Infobae Cultura Ingrid Sarchman, Licenciada en Comunicación, y Margarita Martínez, Doctora en Ciencias Sociales, quienes también son organizadoras de este ciclo.

Ingrid Sarchman y German Rúa (Foto: Nicolás Stulberg)
Ingrid Sarchman y German Rúa (Foto: Nicolás Stulberg)

—Posthumania es un evento de ciencia, tecnología, arte y filosofía. ¿Qué implica abordar los temas desde la multidisciplina?

—Germán Rúa: Quizás lo más atractivo de Posthumania es ese aspecto multidisciplinario. Existen otros encuentros que abordan la tecnología, ya sea en el ámbito académico, empresarial o incluso artístico. Pero el hecho de reunir una vez al año a científicos con artistas e intelectuales es una ocasión única, que abre debates poco habituales y muy necesarios. Los expositores valoran mucho el intercambio y el público lo disfruta.

—Ingrid Sarchman: Hoy en día, el enfoque multidisciplinar está sumamente extendido. En términos de cultura, es muy difícil que lo sucede en un plano no tenga emergentes en otro plano, y entonces las diferentes perspectivas respecto de un mismo fenómeno se vuelven imprescindibles. Por otro lado, no consideramos que técnica y cultura estén en posiciones antagónicas. Toda forma técnica de ver el mundo despliega un cierto tipo de cultura, y toda cultura hace lugar en su seno a distintas formas técnicas. Este diálogo entre artes, ciencias, letras, pensamientos y artefactos es consustancial a la vida contemporánea.

—En su programación hay charlas dedicadas a la extensión de la vida, incluso participará del encuentro Rodolfo Goya (un científico que es el primer argentino en decidir autopreservarse para ser revivido en el futuro), y también habrá momentos más conectados con un aquí y ahora, la gestión de la vida y el movimiento slow food. ¿Es esto un contrapunto o son visiones complementarias?

—Margarita Martínez: En la tónica de lo previo, no son visiones complementarias. Nuestra cultura es prolífica en mensajes alrededor del tiempo, de cómo debemos vivirlo y gestionarlo. Y esos mensajes aparentemente contradictorios encubren algo muy real y palpable: el verdadero descentramiento de la experiencia del tiempo a la que nos exponen las tecnologías. La búsqueda de distintas vivencias del tiempo por parte de un mismo individuo no supone una incomprensión de su lugar en el mundo, sino, por el contrario, la total asimilación de lo que la vida contemporánea exige de él. Para decirlo con un ejemplo: estoy acelerado y a la vez (o quizás por ello) hago meditación. Y esto no significa que no comprenda o no sienta la contradicción.

—Germán Rúa: Todas estas perspectivas conviven en nuestra vida cotidiana: solemos vivir corriendo de un lugar a otro y entre la diversidad de actividades incorporamos alguna que nos permita “bajar un cambio”. Ese aspecto paradójico de la experiencia cotidiana se ve exacerbado por los omnipresentes mecanismos de consumo: la lógica del comercio online está basada en la captación de nuestra frágil atención, medida en milisegundos. Hablar de complementariedad supone reconocer un cierto orden o sentido allí donde en realidad parece estar todo más bien yuxtapuesto. No sé si corresponde valorarlo en términos morales, si nos hace bien o mal, pero nos hemos acostumbrado a vivir en una suerte de pastiche temporal. Ya lo decía Discépolo, claro, pero hoy “Cambalache” parece una película narrada en cámara lenta…

Margarita Martínez (Foto: Nicolás Trombetta)
Margarita Martínez (Foto: Nicolás Trombetta)

—¿Cuáles son las claves para pensar el tiempo hoy?

—Germán Rúa: ¡No sé si puedo responder esa pregunta! O no de manera sencilla. Es claro que en nuestro siglo conviven interpretaciones disímiles acerca del tiempo y somos atravesados por ellas de acuerdo a los distintos ambientes en que entramos y salimos. Nuestra intuición responde al modelo de la física newtoniana, aunque muchos tengamos la referencia de que ya no rige para las investigaciones de la física actual. Mientras sincronizamos nuestra vida con los relojes y los husos horarios, nuestra experiencia del paso del tiempo sigue siendo difusa: una hora puede hacerse interminable o pasar volando… Además, casi que damos por sentado que se puede viajar en el tiempo, pero a la vez padecemos la marcha inexorable por la que los eventos futuros al transitar el presente, se convierten (y pierden para siempre) en el pasado… No hay claves. Nunca terminamos de entender de qué se trata el tiempo.

—Margarita Martínez: En relación con el tiempo contemporáneo, se tiende a pensar en la aceleración. El sentido común representa a la vida moderna como una cinta de producción donde las tareas están sistematizadas, cuantificadas e ininterrumpidas. Sin embargo, son las mismas sociedades las que crean discursos tranquilizadores relacionados con caminos alternativos o estrategias de desaceleración. Es interesante pensar las maneras en las que nos representamos la cuestión de la velocidad en términos individuales y sociales. A la vez, hay una serie de discursos que toman como objeto al tiempo: la idea del “fin de la historia” va de la mano de una preocupación obsesiva por la memoria y la preservación. El aprovechamiento integral del presente va de la mano de un terror al porvenir. Todos estos fenómenos conciernen al tiempo. Lo mismo sucede en las vidas individuales: se nos incita a vivir “cada vez más” mientras que (cada vez más) se sugiere que el mejor momento de la vida es la juventud. Habitamos estas contradicciones y nos parece clave pensarlas.

—¿Queremos vivir para siempre?

—Ingrid Sarchman: Tal vez la impronta de nuestra época no sea la búsqueda de la inmortalidad, sino la de no envejecer, de que en nuestros cuerpos no quede evidencia del paso del tiempo. Y no es sólo una preocupación estética, pese a las apariencias. Nos aterra también que nuestro cuerpo deje de funcionar como si se tratara de una máquina al borde del colapso, o que sus “piezas” se desgasten. La preocupación por la estética es sólo un emergente de la no aceptación de nuestro carácter temporal, y por ende finito.

Guardar