En el templo metodista del barrio Cordón en Montevideo, en el centro de la ciudad, la murga Agarrate Catalina está armando su nuevo espacio. Es una mudanza física, pero también, un cambio de piel, otra etapa artística, que servirá de puntapié para generar un nuevo espectáculo. Yamandú Cardozo, director responsable de la murga uruguaya que este viernes actúa en el Luna Park, con entradas agotadas, mira los trajes colgados, inertes, los gorros de colores, los zapatos, los distintos vestuarios de los espectáculos de la agrupación en más de dos décadas de existencia y sueña con que este espacio frío y deshabitado, esta pequeña sala con escenario y butacas -como la de los actos escolares- se llene de vida y color, se llene de voces. El letrista dice que no quiere que sea sólo un lugar de ensayo, sino una nueva casa, un centro cultural, una trinchera, un lugar de transformación para todos los que pasen alguna vez por ahí. La murga, también, es un poco todo eso.
Agarrate Catalina es una murga que no tiene dueño, a diferencia de otras donde hay una persona que compra el nombre y arma sus propios elencos. Se manejan de forma cooperativa, tienen dos elencos (uno para carnaval cuando salen, y el otro para moverse fuera de su país), trabajan todo el año y pueden presentarse tanto en el Teatro Solís de Montevideo junto a una orquesta sinfónica como en un colegio público del interior del Uruguay, o en el estadio Luna Park. Pueden tocar con León Gieco, o grabar con la banda de rock NTVG. Su alcance es global y se puede medir en los países donde estuvieron: Australia, Egipto, Estados Unidos, Israel, Turquía, Alemania, Tokio y Seúl, entre otros países. En plataformas como Spotify su música alcanza los diez millones de reproducciones, aunque en Montevideo viven un millón y medio de personas.
Agárrate Catalina, siempre quiso ser una murga para todas y todos.
“La idea siempre fue llevar el mismo texto, la misma puesta, el mismo editorial, a un teatro del centro o al barrio más castigado. Siempre tenemos que intentar que nuestro humor sea digerible, que lo puedas agarrar, o que un concepto difícil de desenmarañar sea habilitado para que te entienda cualquiera. Quiero que mis vecinas me entiendan, lo mismo que una estudiante de filosofía, o que me pueda escuchar alguien como tío abuelo que era casi analfabeto, y no tuvo las herramientas que si tuve yo. Eso tiene que hacer la murga”, dice Yamandú Cardozo, uno de los letristas de la agrupación.
El señor que cuida el teatro de la iglesia recibe a Yamandú con un afecto casi familiar y le da la bienvenida al nuevo barrio. “Es un orgullo que estén acá. Tengo una emoción”, dice. Agarrate Catalina es una de las murgas más queridas y populares en los certámenes de carnaval: entre 2005 y 2022 se llevó cinco primeros premios. Despierta fervor, amores y críticas por igual. Sus seguidores, que pueden llenar el estadio Antel en Montevideo, o se extienden a lo largo de la Argentina, son incondicionales. Mientras que sus letras generan debates y polémicas, como cuando estrenaron en el carnaval de 2011 el cuplé sobre “La violencia”, desde el punto de vista de un pibe chorro, o cuando salieron con temas como “Los Charrúas”, una mirada ácida sobre la identidad uruguaya. Hace poco subieron a las plataformas “Piojos resucitados”, sobre el consumismo y la conciencia de clase, que combina la risa estruendosa, con el comentario ácido y el cachetazo de la realidad.
“Nos gusta que el arte genere debate y si te vas discutiendo sobre lo que pasó mejor. Cuando el arte moviliza, invita reflexionar, aún cuando estés en desacuerdo, está bien”, dice Yamandú.
Cuando se le quiere pegar a la Catalina le dicen que es blanda, que eso no es murga, o que vayan a hacer teatro. La Catalina siempre responde a todo eso con letras que marcan su posición en el mundo. Nacieron en 2001 al calor del ascenso del Frente Amplio de izquierda, pero son fieles al rol del murguista, que siempre crítica y hace sátira sobre la realidad: “tengo el puño levantado de la zurda, pero no me pongo el balde y puedo ver”, cantaban en su espectáculo La involución de las especies. En el fondo sus letras son más que nada humanistas. Hablan sobre Dios, la muerte, o pueden tocar temas más complejos como el Alzheimer en su clásico “La niebla”. “Creo que ese es el aporte de Agarrate Catalina, poner otros temas en el género murga que no son coyunturales, aunque hay antecedentes de otras murgas que lo hicieron”, dice Yamandú y menciona a la BCG, Falta y Resto, La Soberana o Los Diablos Verdes. El componente de un humor corrosivo, también, es otra de las características.
“Nos gusta caricaturizar. Tenemos buena leche siendo firmes. Endurecerse sin perder la ternura”, dice uno de los voceros de este elenco que llega a la veintena de personas sobre el escenario.
Yamandú es junto a su hermano Tabaré Cardozo creador de los textos de Agarrate Catalina. “Como libretistas de la Catalina, es como una hija artística, que a la vez es una madre. Muchas de las personas de acá fuimos paridos artistas en la murga y los primeros quiebres de rumbos los hicimos en la Catalina. Siempre nos interesó ser una murga atemporal, para disfrutarla todo el año, que pueda hacerte reír y no este atada a la coyuntura inmediata. La Catalina siempre fue la manera de pasar por el cuerpo esas cosas que nos gustaban. Hablar de temáticas existencialistas, algo que no es novedad en el arte. Desde siempre está eso de hacerse la pregunta de para qué estamos. El relacionamiento con las demás personas, el engaño, la mentira, la bronca, son las pulsaciones que nos mueven y las temáticas que nos preocupan”.
Los orígenes del grupo son familiares. “Estoy acá porque un día mi hermano Tabaré hizo una murga de niños para salir a cantar con sus amigos, con baldes y unas latas pintadas para ir a los tablados que los dejaban subir”. El camino fue largo y Yamandú como otros integrantes de la Catalina, se hicieron artistas dentro de la agrupación. “Nos formamos escuchando a otras murgas más políticas como las murgas de La Teja, que en plena dictadura sorteaban la censura y funcionaban como espacio de resistencia. Empezamos imitando, creo que se notaba en esos primeros cuplés quienes nos gustaban”, dice mientras prepara un mate con todos sus rituales, pone el agua de a poco, le da tiempo a la yerba para que se hinche, arma la montañita y desglosa la historia de la murga campeona del carnaval 2020 con el espectáculo Amor y Odio.
Hace poco anunciaron que no estarán en el concurso. Es el segundo año consecutivo que no participarán del carnaval. No es la primera vez. Entre 2013 y 2019 decidieron frenar para hacer una gira por otros países. Entre la mudanza y la creación de un nuevo espectáculo en tiempo récord, -en octubre ya tenían que anotarse para el concurso-, la Catalina prefirió no ceder a la presión del reclamo popular para que vuelvan.
“Los años que no salí en carnaval disfruté mucho de ir a ver a mis amigos”, dice Yamandú.
Siendo parte de la cultura carnavalera, el letrista todavía se sigue sorprendiendo de lo que pasa durante enero y febrero en Montevideo, una manifestación popular de una gran sofisticación artística desarrollada por gente común. “Como consumidor de carnaval te puedo decir que esa persona que se transforma ahí en un gran director, en un eximio arreglador, un sorprendente solista, una maravillosa actriz o una dramaturga superior es tu vecina, que esta corriendo y haciendo malabares para ver si llega a fin de mes. Eso lo hace sorprendente”.
En su interior Agarrate Catalina está pensando en un nuevo espectáculo por fuera del carnaval, mientras revisa su propia historia. El concierto en el Luna Park es una especie de celebración tardía del veinte aniversario.
—¿Que se podrá ver en este espectáculo?
—Es la segunda vez que somos únicos anfitriones como en el 2011 que celebramos los diez años. Después estuvimos de invitados de los Auténticos Decadentes y fuimos coanfitriones con León Gieco en 2013 y 2104. Volvemos en un contexto difícil para la región y también para la Argentina. Nos emociona pensar en mover a tanta gente, que agotaron las entradas, sabiendo todo lo que pasa. Nos pusimos a armar una lista que abarca los veinte años y fue emocionante porque te das cuenta que te sobreviviste a vos mismo. El 80 por ciento de las personas que están en la Catalina son las que estuvieron desde el ensayo uno, allá en la iglesia del Cerro.
Será un show largo, emocionante, que al ser retrospectivo te permite hurgar. Hay cosas que tienen telarañas reales como los trajes que no se los comieron las ratas y otros que hay que sacarles telarañas conceptuales. Está todo ese componente emocional y está la ingeniería de hacer una lista de temas, para que la gente se vaya contenta de ese cumpleaños, que sea una mezcla de cosas de lo que la gente tiene ganas de ver y lo que tenemos ganas de cantar.
—¿Para vos la retirada, la canción final de sus espectáculos, es la página de la historia que escribe cada murga?
—Es una de las cosas que más disfruto escribir: la retirada. Es como ese poema de Leopardi, donde habla de un fin de semana con la alerta tranquila del viernes, la juventud y la esperanza; y lo compara con el domingo como esa especie de muerte y el ocaso. En un espectáculo de murga la presentación es como volver a la vida por eso son alegres y en tonos mayores, mientras que las retiradas son más nostálgicas y en acordes menores. La retirada para mí condensa muchas veces la esencia de todo el espectáculo y tiene eso de especial, que es cuando se empieza a ver a la persona detrás del murguista, se baja el telón, se termina. Es un poco el paralelismo entre el escenario y la vida, entre la duración de la obra y la duración de nuestra existencia. El espectáculo que se está yendo, un poco se muere, un poco la persona que está arriba siente un poquito esa muerte, pero la maravilla de la murga es que no sabe si va a volver pero hay una promesa del regreso. Es como asegurarnos una nueva vida, un nuevo tiro, un último salto del cañón.