A espaldas del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y a escasas cuadras del Centro Costa Salguero, actual sede de arteba, se levanta entre antiguos depósitos y casas humildes el Polo Cultural Saldías, reconocible desde la esquina de Salguero y Padre Carlos Mujica por su frente pintado de grandes motivos geométricos. Se encuentra en el borde del Barrio Saldías, que nació cuando 50 familias de trabajadores ferroviarios se asentaron en la zona en la década del ‘50.
La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires ha declarado el inmueble como “Patrimonio Cultural Porteño” en 2022, pero el edificio, que pertenece al Estado Nacional y funcionó originalmente como mercado de frutas, permaneció abandonado hasta 2005 cuando Lucas Pombo y su hermano Nicolás comenzaron a gestionarlo, “sin subsidios ni apoyos estatales” –aclaran, destacando el carácter autogestivo del proyecto–. La construcción cuenta con 68 oficinas que pertenecían a los puesteros del mercado, donde hoy se han instalado principalmente estudios de música y salas de ensayo. El predio se utiliza además como locación para videoclips y festivales de música indie o teatro.
En el segundo piso se abre la sala Luis Alberto Spinetta, la principal del complejo, que rinde tributo al músico que ensayó aquí su recital Bandas Eternas durante tres meses en 2009. Fito Páez también la utilizó para preparar sus recitales en el Movistar Arena y habitualmente suele funcionar como sala de grabación. Hasta el sábado, sin embargo, este espacio cambia de rubro para alojar una nueva feria de artes visuales, Affair #0, que inaugura en paralelo a arteba y participa del programa de actividades de la Semana del Arte 2023. Se accede a través de pasillos y halls donde descansan antiguas consolas de grabación y abundan los colores vibrantes de grafitis y murales. Aquí las artes visuales deberán convivir con otros lenguajes artísticos.
Pero no es casual que Affair se instale justamente en este espacio donde predomina el espíritu de autogestión, ya que el proyecto se define como “horizontal, colaborativo y autogestionado”. La idea surgió hace apenas dos meses, cuando las doce galerías participantes se unieron, dividiéndose en diferentes comisiones para llevar a cabo las numerosas tareas de organización, sin un organismo o institución que las haya aglutinado. En consonancia con este espíritu, el arquitecto Ariel Jacubovich desarrolló para el display de las obras un concepto espacial de planta abierta, con columnas de madera clara que se levantan sobre cubos de hormigón. A su vez, estas columnas sostienen una estructura de vigas que se apoya sobre los paneles rectangulares donde cuelgan las obras y que van delimitando el recorrido por las distintas zonas. “Nada está atornillado al piso y está todo interconectado” –subrayan los galeristas–.
En esta disposición espacial, los paneles forman un laberinto zigzagueante y el diseño abierto favorece una visualidad de conjunto y de interconexión entre las obras. En este sentido, Carlos Gutiérrez, el curador invitado de esta edición, ha decidido trabajar “no tanto en el desarrollo de un guion, sino de un andamiaje que pudiera darle contención a la experiencia en base a la propuesta de cada galerista… Todas las obras que están cerca, están hermanadas por algún tipo de registro, ya sea simbólico, cromático, material, pueden existir de distinto tipo”.
El curador afirma que “necesitamos imaginar nuevas formas de convivir”. Y agrega que Affair “se distingue de otras propuestas por existir en tanto híbrido, a mitad de camino entre una feria y una muestra curada” y asegura que, en la tensión de contradicciones que pueden surgir entre el mercado, la curaduría y el sentido de las obras, “acá estamos viendo la posibilidad de que eso coexista en un ecosistema”.
Tokonoma exhibe trabajos de Rosalba Mirabella, Laura Spivak y María Allemand. Respecto de la interacción entre las obras, Gutiérrez propone en este caso mirar las de Allemand en relación a las de Iara Kaumann de Ungallery porque, en ambos casos, “vemos un desborde del cuerpo propio, de la morfología de la corporalidad, cosas que luego se van a replicar más adelante en Gabelich, que sigue en diagonal, si se elige ese recorrido”. Si se opta por otro camino, la perspectiva y la lectura se modifican.
Gutiérrez señala las pinturas de Valentina Ansaldi, de Galería Quimera. Su trabajo abstrae hacia planos de color distintas imágenes de espacios arquitectónicos para generar una cierta extrañeza y lo vincula directamente con las geometrías de Olivia Funes Lastra, donde los planos de color inician una sucesión visualmente extraña, y con las piezas de Juan Jiant, que también presentan un correlato cromático, ambos de Ungallery. Pero a la vez destaca preocupaciones en común con obras Luis Wells que presenta Lyv Gallery y de Mariana Allievi, de Sasha D.
Sasha D exhibe también una selección de piezas de Vanesa Amenábar que por las formas y materiales remiten a una visualidad orgánica que se vinculan en este sentido con los trabajos de Flor Echeverría y Rosario Faría, de Gabelich. A su vez, el curador enlaza estas piezas a las de Ana Rapela y Alec Franco, de Otto, que describe “como si, desde lo más orgánico y formalmente reconocible, hiciéramos un macro y lo llevásemos a una instancia más molecular”. O sea, los detalles de lo aparentemente orgánico se vuelven gigantes y monstruosos.
En la pieza Lisandro Arévalo (Gabelich), aparece –prosigue Gutiérrez– “un punto medio entre algo que podría provenir del universo de los videojuegos, pero tiene una factura como de encuentro arqueológico”. A continuación, el entorno se oscurece y resaltan brillos y destellos en las obras de Luciana Bertoloni y Dolores Cabanilla, de María Wonda. Esta zona da lugar a una sensación de nocturnidad que continúa con las imágenes de Ezequiel Black, Matías Maroevic y Daniel Romano que presenta Wunsch y luego se extiende hacia piezas de Sofía Finkel y Julián Astelarra, de la galería Acéfala, que apuntan hacia un sentido más social de lo nocturno.
La galería Oda presenta una selección de obras de tonos ocres, con una materialidad vinculada a la tierra, la madera y una espiritualidad derivada de estos elementos: un tapiz y dos acuarelas de Josefina Robirosa se reúnen en este aspecto con esculturas de María Torcello y Desirée De Ridder. Estas piezas conviven con dibujos de Javier Calcaterra, Santiago Moreyra y Alejandro Niz, de la galería Tierra. Este es uno de los tantos recorridos posibles, pero el laberinto invita a perderse en las obras y descubrir diferentes formas de asociación, sin distraerse en leer etiquetas que indiquen nombres o títulos.
La feria continúa en una trastienda curada que exhibe piezas de formato más pequeño de los mismos artistas en una colgada más convencional. El grupo de galerías busca ampliar el mercado y creó especialmente para esta ocasión el programa Mi Primer Affair, ofreciendo una selección de obras a precios accesibles para quienes se decidan a realizar su primera adquisición.
Affair cuenta también con una sala VIP, un patio donde tocó la banda Lopsis durante la inauguración y un espacio para charlas y presentaciones. La entrada es libre y gratuita y los músicos que trabajan en el lugar se mezclan con el público de artes visuales, generando espontáneamente una nueva instancia de intercambio.
* Affair #0 en Polo Cultural Saldías, San Pedro de Jujuy 4 (CABA), de 15 a 21 h. Entrada gratuita