Hay que acercarse con cuidado para descubrir a través de una burbuja de cristal los insectos que habitan los micromundos inigualables que Miguel Harte construye como gran artista entomólogo. Con precisión milimétrica, manipula insectos hasta crear humanoides únicos que conviven en frágiles cápsulas.
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Las escenas que los tienen como protagonistas evidencian complejos lazos que incluyen encuentros, erotismo, tensión, parsimonia, rechazo. Y la lista sigue. Cada escena encapsulada condensa un poder hipnótico único que se puede ver por estos días en Más allá en la espesura y otras obras 2006-2022, en la galería Nora Fisch. Hay en Harte, una mirada kafkiana contemporánea: sus seres condensan fragilidad desmedida y viven en una estructura deshumanizada, decadente.
En esos cráteres y burbujas, Harte crea con paciencia y denodado trabajo pequeños mundos de belleza irrefrenable. Tuvo que aprender a ejercer la presión justa para no quebrar alas y caparazones; para no rebanar antenas, ojos, y extremidades tan finas y punzantes como agujas. Cuenta que su labor como entomólogo requiere de momentos particulares: debe sumergirse en una calma especial. Esos insectos al filo de la amputación, preservados con acetona y al tiempo exultantes, encarnan la irreductible fragilidad de la condición humana.
Integran la muestra una serie de piezas muy pocas veces exhibidas. “Sobre la obra de Miguel (Harte) muchas veces se habló del lado de lo visceral, la metáfora sexual, lo abyecto. Con esta muestra yo quería sacarlo de ese discurso muy instalado. Quería subrayar la potencia poética de la obra”, dice Nora Fisch, directora de la galería. Y añade: “Hay obras épicas en esta muestra. También hay un tema en la obra de Miguel que es de lo que está hablando todo el planeta: los procesos de mutación de la naturaleza por efecto de las actividades humanas, el cambio climático, las especies que se tienen que adaptar y mutar”.
Muchos de los materiales con los que Harte trabaja tienen vínculo directo con la producción masiva de objetos. Pablo Suárez escribió sobre su producción: “La elección de los materiales que conforman esa piel de la que hablamos no es para nada casual, sino producto de una premeditación bien calculada. Los revestimientos laminados, las pinturas para muebles metálicos, las lacas metalizadas, las resinas, etc., todos ellos connotados por el uso cotidiano y bastante alejados de los elementos tradicionalmente artísticos, sitúan estas obras en un escenario temporal ligado a la industria de producción masiva, y nos hablan, sin duda, de los vaivenes del gusto social y de sus imprevisibles variaciones”.
Imposible apartarse de estos seres encapsulados, en medio de un magma de colores deslumbrantes que el artista creó con pinturas de las que se usan para los autos y otras para recubrir cajas de seguridad. Hay bajo esos cristales como burbujas protectoras abejas, escarabajos, insectos con antenas descomunales. En su políptico Tormentas nucleares, a veces Harte sólo pone una pizca de color que modifica de una vez y para siempre a ese ser que encarna la vida a pesar de un sino incontrolable: es necesario preservarla incluso de la propia naturaleza devenida peligro inminente. Protegidos por los cristales, los seres híbridos de Harte parecen en paz, entregados a sus mínimos placeres cotidianos.
“Desde mediados de los años noventa que hice estas obras la idea era preservar los mundos en cápsulas, en medio de un ambiente adverso”, dice Harte en diálogo con Infobae Cultura. “Leía mucha ficción, imaginaba un mundo distópico, me gustaba mucho la ciencia ficción de clase B. Y también leía a James Graham Ballard. Él se refiere mucho a la naturaleza que va siendo invadida por los desórdenes ecológicos. Describe paisajes cristalizados”, dice este artista, que ya en 2003 realizó una muestra individual en el Museo Nacional de Bellas Artes con una selección de 15 años de su trabajo. A comienzos de los años ochenta vivió en Río de Janeiro, donde trabajó y expuso en paralelo con Buenos Aires. Creció en el mundo del arte, guiado por Pablo Suárez, quien lo acompañó en su formación.
En la galería Nora Fisch, no sólo hay insectos sino que se exhibe Danza (IV), una pieza escultórica de gran tamaño de un ser mutante hermosamente extraño. Inclasificable. “Todo empezó con pequeñas escenas con insectos mutantes y el desarrollo fue terminando en seres que nos acompañan en el espacio”, dice Harte, uno de los mayores escultores contemporáneos, cuya obra integra las colecciones del Museo de Arte Moderno, del MNBA, el Museo Castagnino+Macro y Blanton Museum of Art (EEUU), entre muchas otras. En esta edición de arteba, el stand de la galería presentará piezas suyas de los años noventa.
Hay una piedra tallada que es como terciopelo y que el artista pulió hasta llegar a las vetas más profundas, y un tronco real intervenido. “Hice una mezcla de lo artificial y lo natural. El tronco encontrado también parece artificial por sus texturas y tonos. Probablemente es un tronco que alguien recuperó”, señala. En sala habitan esculturas de ramas arrasadas por la enfermedad, que se evidencia —paradojalmente— con colores deslumbrantes. De una magnífica pieza en bronce con aletas perfectas, brillantes y pulidas, asoma una protuberancia que espanta y en la que habita la muerte en estado larvario.
* Más allá en la espesura y otras obras 2006-2022 se puede ver en la galería Nora Fisch hasta el sábado 7 de octubre, de martes a sábados de 14 a 19 h. Avenida San Juan 701 (esquina Chacabuco).
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