Dario Gentili: “La democracia liberal está en una crisis profunda y ya no es capaz de garantizar el bienestar”

En diálogo con Infobae Cultura, el filósofo italiano reflexiona sobre la evolución del concepto de crisis, la idea de precariedad, el auge de la ultraderecha y el papel de la filosofía en la búsqueda de alternativas políticas y sociales

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El filosofo italiano Dario Gentili (Infobae)
El filosofo italiano Dario Gentili (Infobae)

Dario Gentili (Nápoles, 1975) emergió en los últimos años como uno de los más destacados exponentes en el ámbito de la teoría crítica italiana, esa corriente diversa y en constante evolución que busca analizar y comprender la complejidad de la sociedad contemporánea, fusionando aspectos de filosofía, política, cultura y comunicación.

Una de las premisas fundamentales del trabajo de este pensador radica en su original enfoque de la genealogía de la crisis. El concepto se encuentra plasmado en el libro La crisis como arte de gobierno, una obra que ha generado interés internacional y fue recientemente traducida al español por RedEditorial. En el libro, Gentili traza la evolución del término “crisis” desde su origen en la antigua medicina griega hasta su manifestación contemporánea en la economía política neoliberal. Según su argumento, la crisis se ha convertido en una herramienta de disciplina y control social en una época en la cual la precariedad se ha transformado en la norma predominante.

“Lo que la crisis produce es una constante sensación de peligro que vuelve a los sujetos más predecibles y más gobernables. Pero con la ilusión de que sus acciones son libres porque en realidad nadie los obliga”, explica.

Gentili, docente de filosofía moral en la Universidad de Roma Tre, recibe a Infobae Cultura en Buenos Aires, donde fue invitado por el Centro Ítalo Argentino de Altos Estudios de la Universidad de Buenos Aires (CIAAE-UBA) y el Laboratorio de Pensamiento Italiano en Latinoamérica. En la capital argentina dictó el jueves una conferencia magistral y dará en los próximos días un taller internacional abierto al público.

—¿Por qué cree que la crisis se convirtió en una herramienta de control?

—La idea se me ocurrió durante la crisis financiera de los años 2007-2008, la primera gran crisis del neoliberalismo. Parecía ser otra de esas crisis que conducirían a un punto de inflexión, a un cambio. Sin embargo, terminó por reforzar el orden establecido. Entonces empecé a preguntarme si tal vez la crisis ya no era lo que estábamos acostumbrados a pensar en la modernidad, es decir, un momento de cambio radical, sino más bien la administración de un cierto orden. Me di cuenta de que el uso del término crisis para referirse a un punto de inflexión es bastante reciente, se remonta al siglo XIX, el de las grandes revoluciones en Europa. Pero originalmente el término, de origen griego, tenía una función de administración del orden: significaba la sentencia del tribunal o el diagnóstico del médico. El libro busca reflexionar si hoy en día estamos en una situación en la que tal vez estamos recuperando ese significado original de esta palabra. Me pregunté si la crisis, en lugar de ser un fenómeno económico, político y social, no es en realidad parte de un arte de gobierno que produce una cierta forma de vida, una cierta mentalidad: esta constante sensación de estar en un estado de peligro que vuelve a los individuos más gobernables, más manejables y más predecibles.

—¿Cuáles son las formas de control disciplinario que este sistema utiliza?

—Yo soy muy fiel a una definición que [Michel] Foucault dio del neoliberalismo. ¿Y qué dice Foucault? Que, a diferencia del liberalismo clásico, el neoliberalismo se caracteriza por producir un ambiente, un entorno en el cual se generan ciertas variables que inducen ciertos comportamientos y conductas. Ahora bien, no se trata de una forma de control o de disciplina que actúe directamente sobre los individuos, sino que se configura un entorno dentro del cual las conductas, las acciones, las formas de pensar de las personas se vuelven predecibles. Lo que la crisis hace es producir sujetos cuyos movimientos son previsibles, cuyas acciones son calculables. Pero con la ilusión de que sus acciones son libres porque en realidad nadie los obliga.

Gentili reflexiona sobre la definición que el filósofo francés Michel Foucault dio del neoliberalismo (Michele Bancilhon via AFP)
Gentili reflexiona sobre la definición que el filósofo francés Michel Foucault dio del neoliberalismo (Michele Bancilhon via AFP)

—A la crisis de 2007-2008 se sumó poco más de una década después la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. ¿Cómo ha repercutido esto en la sociedad italiana y europea?

—La crisis pandémica, al igual que la crisis económica de 2007-2008, fue vista como una crisis del modelo neoliberal. Por fin, se dijo, el Estado y la política, anteponían la salud de la población a los intereses económicos. Esta fue la lectura dominante en Italia. Sin embargo, mirándolo bien eso era sólo la apariencia. La crisis pandémica no es un cambio de patrón de la crisis económica de 2007-2008, sino que está en continuidad. Si uno lee los documentos oficiales de las grandes organizaciones neoliberales globales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, se da cuenta que estaban a favor de los confinamientos, no en contra de ellos. ¿Por qué? Porque el capitalismo se basa en el capital humano. Así que salvaguardar la vida era el principal interés económico. Porque si cada uno de nosotros se expone al riesgo de perder su vida perdemos en realidad el activo más valioso, el que produce más beneficios en el terreno económico.

—Uno de los efectos de la situación de crisis actual parece ser el auge de la ultraderecha. ¿Cómo explica usted este fenómeno?

—El neoliberalismo no necesariamente exige un gobierno autoritario. Desde la perspectiva del mercado neoliberal, no hay una forma de gobierno preferida o privilegiada. Pero el gobierno debe ser funcional al mercado. ¿Qué ocurre entonces? Que tras años de gobierno económico neoliberal en la Europa actual se ha producido una precariedad laboral cada vez mayor y también existencial, incluso individual. Y por lo tanto cada vez mayores problemas sociales. Entonces, la población manifiesta la necesidad de un gobierno fuerte que pueda proteger y defender y dar esa seguridad que sienten que no tienen. Estos gobiernos se presenten a menudo como una especie de alternativa al neoliberalismo, pero yo veo estas derivas autoritarias en Europa y en Italia como una especie de compensación dentro del neoliberalismo por esa precariedad que es el producto de la política económica neoliberal.

—También estamos asistiendo al retorno de una moral más tradicional, como se ve en la revalorización de la familia y las reivindicaciones identitarias, ya sean nacionales, de género, raciales o religiosas. ¿A qué se debe esto?

—Existe este fenómeno de vuelta a la familia tradicional, por ejemplo, porque cuando tienes una dimensión laboral cada vez más expuesta a las turbulencias de los mercados y la inseguridad de la economía y del mundo laboral, buscas un apoyo más seguro y sólido en la dimensión privada. La familia empieza a convertirse cada vez más en una especie de sucedáneo de este Estado de bienestar. Ya no es el Estado el que se ocupa de las personas que experimentan una forma de inseguridad y precariedad, sino que es la propia familia, por ejemplo a través de las jubilaciones de los abuelos, la que asume la función de lo que debería ser un Estado de bienestar.

—¿Está en crisis la democracia liberal?

—Lo que veo claramente es que la democracia liberal tal y como la conocemos está en una crisis profunda y ya no es capaz de gestionar lo existente, de garantizar el bienestar de la población, que es la base de todo gobierno. Entonces sí, sigamos siendo democráticos, pero empecemos a pensar en formas de democracia distintas a la democracia liberal para ver si hay modelos alternativos de participación y democracia. La democracia liberal hoy se ha vaciado totalmente de sentido en casi todas partes, se ha convertido simplemente en una estructura, en un andamiaje que ha perdido ya sus valores, sus fundamentos sociales y culturales. Cuando la gente ya no acude a las urnas, cuando el malestar de la población es cada vez mayor, quizá haya que empezar a pensar en nuevas formas de democracia. La democracia liberal era uno de los posibles modelos. Pero no es el único.

Gentili participará en el Workshop Internacional “Deuda, Culpa y Crisis: tres conceptos fundamentales para la comprensión de nuestro presente”. (Infobae)
Gentili participará en el Workshop Internacional “Deuda, Culpa y Crisis: tres conceptos fundamentales para la comprensión de nuestro presente”. (Infobae)

—Usted insiste en la idea de “precariedad” como condición de vida característica de la crisis. ¿Cómo afecta esta precariedad a los diversos aspectos de la sociedad?

—La precariedad no se limita exclusivamente al tipo de contrato de trabajo que cada uno pueda tener. Sino que es realmente una condición existencial de inseguridad, de incertidumbre, que domina sobre todo a nivel psicológico. Lo que veo cada vez más en Italia es una especie de sufrimiento psicológico. Es algo que afecta a todo el mundo de forma individual, lo cual lo convierte en una forma de sufrimiento social. Entonces la precariedad es esta inseguridad e incertidumbre que pesa sobre la vida de todos y cada uno de nosotros, a la que estamos constantemente buscando una respuesta o una solución.

—¿Cuál es la salida?

—El problema es que que el propio orden neoliberal que causa este sufrimiento propone la cura. Hay empresas importantes, incluso consideradas de vanguardia a nivel del cuidado de los trabajadores, que ya consideran el síndrome de burnout como una enfermedad común, que puede ocurrir como un resfriado en invierno, y de la que la propia empresa se hace cargo, quizá otorgando una baja por enfermedad remunerada y demás. Esto se ha considerado un progreso, pero en realidad, si se mira bien, es una forma de absorber este tipo de sufrimiento social y su componente si se quiere más subversivo, que es cuestionar este mismo orden que produce el estado de sufrimiento psíquico.

—Al mismo tiempo, hay una suerte de rechazo subterráneo al orden existente. Usted cita como síntomas el fenómeno de la “Gran renuncia” y el ausentismo electoral.

—La cuestión es precisamente poder leer en este rechazo a la participación política y a ingresar al mundo laboral en determinadas condiciones, no como una cuestión individual, sino como un fenómeno que señala una especie de insostenibilidad de este orden en el que estamos viviendo. Este sufrimiento de lo individual debe ponerse en común. Este es el paso político para producir una alternativa: entender que el problema no es individual, donde cada uno debe intentar de alguna manera salvarse o sobrevivir, sino que es en este rechazo donde se encuentra el punto de partida para nuevas formas de propuestas políticas alternativas. Es decir, hay que partir precisamente de este rechazo para evitar que la solución vuelva a ser la que el orden te propone. En Italia lo vimos claramente durante la crisis de 2008. A los italianos se les pidió que hicieran sacrificios porque había que salvar la economía y reducir la deuda. Ahora, veinte años después, la gente empieza a preguntarse: “a cambio de esto, de este sacrificio, ¿qué obtuve? ¿Si sufro aún más, si las condiciones de vida empeoran?”. Porque esto es un hecho: por primera vez en mucho tiempo nos encontramos en una situación en la que los hijos y las hijas ya no tienen la certeza de poder vivir en mejores condiciones que sus padres. Así que este tipo de percepción de que las formas de vida actuales son insostenibles tiene que traducirse en una forma política y no en una forma de huida individual. Ahí está la cuestión. Mientras no consigamos dar una forma política a este rechazo, convertirlo en una alternativa, el riesgo es que volvamos al círculo vicioso de las crisis como arte de gobierno.

—¿Qué papel puede desempeñar la filosofía a la hora de imaginar una alternativa?

—La filosofía en primer lugar te señala el problema, te da la posibilidad de interpretar de otra manera lo que se presenta ante tus ojos como algo que tiene que ser manejado por el orden vigente. Y por eso la filosofía debe seguir desempeñando la que, al menos para mí, ha sido y debe seguir siendo su principal función: la de la crítica. Poder decir que esto no va más y que hay que empezar a imaginar alternativas. Hay una frase muy bonita de Italo Calvino: “buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es el infierno”. Creo que hoy en día esta es una función de la filosofía. Luego le corresponde a la política, a la política democrática, a la política de base, a la política social, plantear las exigencias de transformación.

Dario Gentili dictará el Workshop Internacional “Deuda, Culpa y Crisis: tres conceptos fundamentales para la comprensión de nuestro presente”. Fecha y Horario: 28, 29 y 30 de agosto, de 17:00 a 19:00 hs .Lugar: CIAAE - Sala de Reuniones de Relaciones Internacionales - UBA - Arenales 1371 2°

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