Tras la renuncia del director del Museo Británico por el robo de objetos históricos de sus colecciones, la institución poseedora de uno de los patrimonios más importantes del mundo deberá ahora recuperar su reputación mientras avanza en la pesquisa para reconquistar algunas de las 2000 piezas sustraídas a lo largo de diez años.
Uno de los museos más emblemáticos y poderosos del mundo fue foco del delito de tesoros históricos: monedas de oro, collares de plata, piezas de cerámica. “Unas 2.000 piezas de arte fueron robadas del Museo Británico, si bien algunas ya han sido devueltas”, diagnosticó su presidente George Osborne, día después de la renuncia de su director desde el año 2016, Hartwig Fischer.
Entre los artículos desaparecidos, que ahora investiga la policía de Londres, había pequeñas piezas no exhibidas de la reserva del museo y algunas sin catalogar, como joyería de oro, piedras semipreciosas y cristales de colecciones que abarcan desde el siglo XV antes de la era cristiana hasta el XIX d.C.
“El volumen de objetos desaparecidos es enorme”, sostuvo, por su parte, Christos Tsirogiannis, un arqueólogo forense que trabaja con Trafficking Culture, que investiga el tráfico global de objetos culturales saqueados. “Ningún experto esperaba que esto sucediera en uno de los museos más grandes del mundo”, dijo al periódico The Guardian.
Es que semejante robo, precisamente en el interior de una de las instituciones más prestigiosas, sorprende a todos. También Cristóbal Marinello, un especialista en recuperar obras de arte robadas, señaló que “recibe informes de robo todos los días de varios museos, instituciones culturales e iglesias de todo el mundo” pero “lo que nos sorprendió fue que se trataba del Museo Británico, uno de los museos más importantes del mundo y un referente en seguridad”.
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Lo que expone esta situación -además- es el daño profundo que orada la reputación del museo: si la institución europea ya venía siendo disputa por poseer objetos de otros países históricamente dominados o la posesión de colecciones de dudosa procedencia, la reciente polémica arremete contra la reputación del museo, dando un nuevo impulso a los argumentos a favor de la repatriación de objetos, como el caso de los mármoles del Partenón.
Fundado en 1753, el Museo Británico cuenta con una colección de unos ocho millones de objetos, entre los que se incluyen objetos milenarios del antiguo Egipto, de las civilizaciones a lo largo de la Ruta de la Seda o de Grecia y Roma, y en los últimos años el establecimiento enfrenta una fuerte presión para restituir objetos que enriquecieron sus colecciones durante la época del Imperio Británico.
El argumento de la seguridad ya no parece servir para el Británico y a las pruebas se remiten quienes reclaman devoluciones. Como lo expresó Despina Koutsoumba, directora de la Asociación de Arqueólogos Griegos: “Queremos decirle al Museo Británico que ya no pueden decir que el patrimonio cultural griego está más protegido en el Museo Británico”.
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Mientras tanto, Osborne, a cargo de la presidencia del Británico, sostuvo que “la prioridad” es “recuperar los objetos, averiguar qué se podría haber hecho para evitar el robo” y “hacer todo lo necesario, invirtiendo en seguridad y en los registros de la colección, para asegurarnos de que esto no vuelva a ocurrir”.
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