Como prueba de que pueden convivir la ternura y la ferocidad, los poemas de la escritora argentina Samantha San Romé, publicados por editorial Sudestada con el título de Un lugar en el mundo, destapan la caja de los recuerdos de la infancia y adolescencia para encontrar ahí versos que expliquen el amor, la muerte, la violencia machista y la culpa, transformando a la poesía, como señala la autora, en una “costura entre los recuerdos y las ucronías”.
San Romé nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires en 1989, ciudad en la que cogestiona el Festival del Libro de Chivilcoy (FLICH). Además, es licenciada en Ciencias de la Comunicación de la UBA, docente y coordina talleres de poesía.
En esta entrevista cuenta que su vínculo con la escritura poética se configuró en la infancia. “El primer territorio de la poesía es la infancia. Como también la infancia es el primer territorio del amor. La forma con la que se mira el mundo por primera vez. La forma con la que se confía en el mundo en la infancia. El primer poema habla de eso, de una niña sosteniendo que el pelo de la oveja se hace con lana y no al revés. Todo se trata del esfuerzo por volver a esa primera vez que se miró y se creyó en algo. Y después, la poesía puede ser esa costura entre los recuerdos y las ucronías”, considera la autora.
San Romé escribía en esa época de manera obsesiva en diarios íntimos, cartas, canciones. Sus padres también escribían pero entre tantas palabras recuerda con claridad un verso del poeta español Pedro Salinas que le leyó su papá: “Ahora ya sé que los árboles tienen sus pájaros fieles porque las ramas no atan: ofrecen”, decía.
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“Estábamos hablando de los celos y yo era muy chica. Fue cuando la poesía se convirtió en el lugar de la epifanía, de la revelación de ciertas verdades sagradas a las que solo accedés por ahí”, cuenta San Romé.
Entre sus referencias, se encuentra la poeta argentina Alejandra Pizarnik (a esta la lleva en la piel, con un verso tatuado del poema “Pido silencio”) y las estadounidenses Mary Oliver y Sharon Olds. La música de Fito Páez, Spinetta, Charly García y el Indio Solari también influyeron en su recorrido poético, que la encuentra con cuatro libros publicados Martes verde (2018), Permanente (2016), Ojalá el tiempo no fuera una prisión (2017), Todo lo que nos pasa (2017) y El cielo de los exnovios (2020).
Su último libro Un lugar en el mundo tiene, entre sus múltiples temas, el de la familia “como territorio y como identidad”, dice la autora. “La familia como un origen, como lo ancestral, como ese lugar que de alguna manera determina lo que una puede contar. No lo determina como destino, sino como el territorio que dibuja la propia experiencia sobre la cual escribir. La materia viva que tenemos en las manos para hacer arte. De ahí viene el título”, precisa la escritora.
¿Qué se hereda y qué es propio?¿Qué acontecimientos nos constituyen?¿De qué están hechos los dolores que conocemos? Estas fueron algunas de las preguntas que rondaron a San Romé a la hora de escribir el libro. “También quise narrar algunos acontecimientos de violencia que vivieron las mujeres de mi familia y otras mujeres de mi vida: golpes, abusos, silencios, sufrimientos. Y ahí aparece otro territorio poético que es el de la poesía como un lugar para hacer justicia”, agrega.
En esta oportunidad, su interés en temáticas de género y la necesidad de justicia se ampliaron. “Muchos de los poemas de Un lugar en el mundo los escribí antes de Martes verdes pero incluso antes estuvieron el Ni una menos y, en mi caso, el paso por la Universidad que me transformó completamente. Creo que en el libro están esas marcas de estos años de ardor feminista y eso me emociona”, reflexiona la autora.
Otros poemas tienen a dos hermanas como protagonistas y el escenario de una infancia observada desde la perspectiva de una adulta. “En la escritura los recuerdos se reconstruyen no como fueron vividos sino como son recordados en el presente. En ese sentido pueden seguir pasando o ser descubiertos, sacados del polvo”, observa San Romé y asegura: “Escribir de lo que más conozco es lo que me importa. No me interesa escribir sobre otra cosa”.
Y en ese escribir desde la más cercana experiencia individual, San Romé dedica el poemario a su hija Gaia. ¿Cómo confluyen la maternidad y la poesía, en cuanto al oficio de escritura y en cuanto a las sensaciones que plasma la escritora en los textos? “Dice ‘para Gaia’ como si fuera un regalo cuando una no sabe si lo que escribe para los hijos es un regalo o una carga. Pero me hace emocionar esta pregunta. Durante el embarazo no pude escribir. Fue un tiempo de silencio brutal. Pero el silencio es cambio e información”, responde.
“Soy súper ansiosa, sin embargo, no me preocupé porque tenía la certeza de que iba a aparecer la escritura cuando naciera mi hija, y con ella, todos mis nuevos yo. Además, cuando no estás escribiendo estás viviendo y vivir es el condimento clave sin el cual no habría escritura posible posterior. Y empecé a escribir con otra sensibilidad, otra música, con otros intereses, otras búsquedas, a alumbrar otros rincones”, cuenta la escritora.
La maternidad implicó también escribir con interrupciones y, según detalla, “encontrar libertad en la falta de tiempo” como en las siestas, en la urgencia, en esos “cinco minutos que robo en el baño antes de la ducha”, detalla.
“Muchas veces siento que, por ahora, solo me importa escribir sobre ella. Y aparece la culpa, qué raro, porque es la primera vez que me cuestiono. Con una hija te preguntás si estás siendo egoísta o si debería preguntarle si podés escribir sobre ella, aunque todavía no sepa responder. Si, como dije antes, le estoy cargando una mochila o si alguna vez descubrirá la fuerza con la que la quise”, cuenta sobre su actual territorio de escritura que ya dejó huella en Un lugar en el mundo.
Fuente: Télam
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