La verdadera historia de los lectores editoriales, personajes clave en el mercado del libro

Dos profesionales que valoran obras para editoriales, cuentan el sentido de su tarea. “Leer desapasionadamente es una labor opaca, incómoda, pero resulta fundamental”, afirma uno de ellos

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Debret Viana, lector profesional, es también escritor y editor en Hojas del Sur (Foto: Osiris Martí)
Debret Viana, lector profesional, es también escritor y editor en Hojas del Sur (Foto: Osiris Martí)

El lector editorial lleva adelante uno de los trabajos menos difundidos del mundo de las letras. Se encarga de leer y analizar manuscritos de forma anónima, aligerando las enormes pilas que llegan a manos de los editores. Por lo tanto, lee mucho y variado, aunque su vínculo con el texto difiere enormemente del que se establece durante una lectura por placer.

Para entender los entresijos de esta profesión que se desarrolla en las sombras, Infobae Cultura dialogó con dos lectores profesionales freelance: Dana Babic, asimismo correctora de audiolibros y directora de Agencia de Lectores, y Debret Viana, también escritor y editor en Hojas del Sur.

Babic aclara de entrada que el lector editorial es un eslabón muy trascendente en la cadena del libro. Porque “el que decide la publicación es el editor y, el anterior, es el lector editorial”.

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A través de los informes de lectura, que contemplan el aspecto literario y también el comercial, así como la opinión personal, el lector profesional facilita enormemente el trabajo del editor. “Le va filtrando textos que sabe que no le van a interesar, que no puede publicar o no le interesa publicar en este momento”, explica Babic, quien trabajó en la agencia literaria de Guillermo Schavelzon.

Dana Babic, lectora editorial, correctora de audiolibros y directora de Agencia de Lectores (Foto: gentileza Dana Babic)
Dana Babic, lectora editorial, correctora de audiolibros y directora de Agencia de Lectores (Foto: gentileza Dana Babic)

Y agrega que los lectores profesionales están calificados para desempeñarse tanto para editoriales como para escritores. “Luego está en cada uno elegir el camino. Personalmente me gusta el trato directo con los autores”.

Viana, por su parte, cree que este oficio con reconocimiento “prácticamente nulo” funciona muchas veces “como una higiene, para que a los editores les lleguen textos con efectivas posibilidades de publicación y que no sean un fiasco”.

El también poeta y editor destaca: “Si bien los lectores son tan sutiles que parecería que no existen, cumplen una labor fundamental, y si una editorial logra vincularse con lectores en los que confía (y a los que cuida) aumentan las chances de descubrir un texto sublime, inédito y valioso”.

¿Cómo se lee de manera profesional?

¿Qué requisitos se necesitan para leer profesionalmente un texto primero y volcar una valoración en un informe de lectura después?

Mientras cae la tarde, Babic responde a Infobae Cultura en el patio de un café en Paternal: “Primero, poder leer de todo. O sea, todos los géneros, no solo leer lo que te gusta”. Lo que también implica “tener la posibilidad de analizar cada género, con un conocimiento de las características de cada uno”.

La directora del espacio cultural Burak y editora de Burak Revista comenta que, “para analizar un texto, uno tiene que poder ser crítico, tanto positivamente como en los aspectos negativos”. Y además se necesitan facilidades para expresarse por escrito: “Noto en los cursos que estoy dando que hay muchos que leen bien, pero no pueden transmitir en un texto lo que sintieron con el libro”.

Los lectores editoriales desarrollan una importante tarea antes de la publicación de un libro (Foto: Freepik).
Los lectores editoriales desarrollan una importante tarea antes de la publicación de un libro (Foto: Freepik).

Babic elabora informes de lectura desde hace unos cinco años. Pero todo comenzó unas dos décadas antes, cuando trabajaba como asistente en la agencia de Schavelzon. Un día su jefe le dio un texto inédito y le dijo: “Leé esto y decime qué te parece”. A partir de entonces, comenzó a leer manuscritos que llegaban.

“Leer desapasionadamente es una labor opaca, incómoda”, opina Viana, autor de la novela Deslinde. Y, desde el barrio de Almagro, se encarga de aclarar a Infobae Cultura que ser lector editorial no involucra necesariamente placer.

“Sobre todo porque la mayoría de las veces hay que leer cosas abominables, y quien es sensible a la lectura, sufrirá. El lector debería poder leer velozmente, con cierto desapego, sin involucrarse demasiado con el texto (puesto que no es importante si le gusta o no) para poder sopesar lo leído según un criterio editorial. Son gratas las lecturas por placer: este no es el caso”, indica el editor de Hojas del Sur.

Viana ahonda en las diferencias. “El lector que busca placer lee lo que quiere, lo abandona cuando gusta, se entrega a la cadencia de ese goce. El lector profesional tiene que leer rápido, atento a un criterio ajeno, tiene que ser expeditivo, no puede abandonar el texto si lo hace sufrir, tiene que cumplir con plazos. No es infrecuente que todo profesionalismo acote los placeres de cualquier disciplina”.

Babic coincide en que ambas lecturas son muy distintas. “Dejás de leer como a los 10 o 15 años, cuando uno se transporta hacia otros mundos. Uno tiene que estar analizando párrafo por párrafo, está más tensionado leyendo que cuando leés por placer. Ahí dejás pasar alguna cuestión, disfrutás, relajás, pasás la historia”. En cambio, el lector profesional lee distinto, “con más detenimiento en cuestiones técnicas”.

Viana también trabaja como lector desde hace cinco años, específicamente en ficción, aunque asesoró editoriales asimismo en otros géneros más “vendibles”. Y asegura que los oficios de lector profesional y editor no se cruzan.

“Leer desapasionadamente es una labor opaca, incómoda”, dice Debret Viana (Foto: Osiris Martí)
“Leer desapasionadamente es una labor opaca, incómoda”, dice Debret Viana (Foto: Osiris Martí)

“Se lee, en ambos casos, con músculos distintos. Una cosa es leer un texto para componer un informe del que se desprenda si ese texto es publicable, cómo es publicable, para qué tipo de lector, en qué cantidades sería pensable, etcétera, etcétera, y otra cosa es la labor de editor, en la que salgo a buscar los textos que quiero publicar, y luego trabajo sobre ellos con el autor”.

¿Cuánto lee un lector editorial al año?

El número de manuscritos que puede llegar a leer un lector profesional por año resulta impactante. ¿Se trata de un oficio que se aprende? ¿Y está económicamente bien remunerado?

“Hice la cuenta el año pasado o el anterior que había leído como 300 libros en un año”, tanto por el trabajo de lectura profesional como el de corrección, señala Babic. Eso implica “un ritmo de lectura que no es fácil llevar si querés dedicarte exclusivamente”.

Para Viana, se trata de una cifra “incalculable”. “Hay semanas en que leo tres o cuatro, hasta cinco. En todo caso, es muy difícil que una semana lea menos de dos. Es asombrosa la cantidad de textos que se están escribiendo. A veces temo que haya más escritores que lectores. Quizás la pandemia haya tenido algo que ver, y con mucho tiempo libre millones se lanzaron a escribir. Los resultados suelen ser funestos, y para nada publicables”.

¿Es posible capacitarse para trabajar como lector editorial? El autor del libro de cuentos Menos, coordinador de un grupo de lectores, cree que este oficio se aprende al andar y no es algo que pueda adquirirse en la teoría de una academia.

“Hay personas que leen ‘bien’, que tienen facilidad de lectura, que comprenden lo que leen, y que al mismo tiempo tienen una noción clara del mundo editorial, de lo que está pasando, de lo que se busca, de lo que podría convocar lectores. Estos dones, que en buena parte ocurren con la experiencia, son vitales para un lector editorial”, dice Viana.

Para Babic, quien dicta cursos de lector profesional, el desafío es que los alumnos “puedan transmitir de una forma agradable y amable” lo que sienten en la lectura de un manuscrito.

Cada vez que la coach de lectores habla de este oficio, lo hace apasionadamente. “Es un sueño, es como la bohemia del escritor que va a una cabaña a escribir”. Aunque matiza también: “El lector editorial no vive de esto. Tiene que tener otras cosas”. Y Viana complementa que la paga es “mala, como casi todo en el mundo editorial”.

"He leído unos 300 libros al año", cuenta Dana Babic (Foto: gentileza Dana Babic)
"He leído unos 300 libros al año", cuenta Dana Babic (Foto: gentileza Dana Babic)

¿Quiénes son los lectores editoriales?

La identidad de los lectores editoriales suele ser estrictamente reservada para preservar su independencia de criterio y opinión, a la vez que ellos reciben los manuscritos desconociendo quién lo escribió.

Viana cree que esto último es muy relevante, porque el lector puede estimar el texto sin verse influido por detalles biográficos del autor. Y el anonimato también se vuelve importante hacia el escritor: “Cuando se le presenta al autor un informe de lectura, es relevante que lo tome como la apreciación realizada por la editorial, y no la opinión individual de un lector”.

En su grupo de lectores editoriales, cada libro es leído por dos de ellos, que componen un informe entre ambos, “para que puedan debatir y conciliar una posición sobre el texto que leen, y que esa lectura no sea la representación de una sola persona. Además, se trata de lectores que comprenden para qué editorial leen, y pueden dar una apreciación lúcida sobre la potencialidad de lo que leen”.

Babic coincide en que la confidencialidad también resulta inherente al lector profesional cuando trabaja con escritores. “Es algo fundamental. No puedo hablar de los textos ni de los autores que leo”, afirma la directora de Agencia de Lectores, que ofrece servicios de lectura y corrección de obra.

Pero muchas editoriales independientes no suelen tener resto económico para invertir en lectores profesionales. Incluso cuando se ven desbordadas por la llegada de innumerables textos que confían en lograr su publicación.

“Son los editores los que leen, o bien, los que no leen los libros que miles de potenciales escritores les envían”, complementa Viana. “Es extraña una semana en que no nos lleguen entre 30 y 50 manuscritos de escritores que quieren ser publicados”.

En opinión de Babic, todos los sellos deberían contar con un lector profesional en quien confiar. Cuando no lo tienen, “generalmente el que decide si se publica o no es el editor. Pero hoy en día la cantidad de manuscritos, de textos inéditos que recibe una editorial independiente, es enorme para un solo editor o un consejo editorial de dos personas. Si cada editorial tuviera un lector, sería más relajado recibir manuscritos, podría colaborar con la edición, definir si va o no con el catálogo que están armando”.

Y rememora las conversaciones de dos grandes escritores como Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, donde se escuchaba que “le daba uno el libro a otro para que lea, otro a otro, otro a otro. Ese primer lector de un texto era un lector cero. Esa confianza de Borges y Bioy en dar su texto a alguien que lo lea es la que uno tiene que tener en un lector cuando le entrega un texto”.

"Si cada editorial tuviera un lector, sería más relajado recibir manuscritos", dice Dana Babic (Foto: Prensa Malba)
"Si cada editorial tuviera un lector, sería más relajado recibir manuscritos", dice Dana Babic (Foto: Prensa Malba)

¿Cómo valorar un manuscrito?

El lector profesional no se encarga de corregir ni modificar el texto, sino de analizarlo y volcar sus impresiones en el informe de lectura. ¿Cuáles son entonces los criterios para valorar un manuscrito?

“Miles”, responde Viana, y aclara que no hay un factor determinante. “Depende no solo de las virtudes de un texto, sino del momento específico. Y también del catálogo o la editorial para el que está siendo evaluado. Un texto magníficamente escrito puede, al mismo tiempo, reunir características que hagan arduo que halle lectores. ¿Puede esa editorial, en ese momento, lidiar con eso, y publicar algo que no generará una repercusión inmediata?”.

El autor del poemario Últimas pasiones preapocalípticas apunta que “un texto con falencias puede tocar tópicos atractivos para el público actual, o bien hacerlo con torpeza pero originalidad; ese texto, si da con la editorial adecuada, puede ser recomendado a pesar de sus falencias si el informe que el lector hace da clara cuenta de que es una inversión interesante para una editorial (que invertirá en un editor, en corrector, o en un tallerista, llegado el caso, para pulir el “diamante en bruto” que puede significar ese texto).

Pero, además, hay otros elementos que exceden las características del manuscrito, como los que tienen que ver con quien lo escribió. “Hoy muchas editoriales prestan atención al hecho de que el autor tenga seguidores en redes sociales, es decir, que ya posea lectores potenciales para el libro posible”, indica.

Babic comenta que en el informe de lectura se trata de valorar las fortalezas, marcar las debilidades y sugerir cambios en el caso de que se detecten muchas inconsistencias. Y, por supuesto, una experiencia lectora amplia resulta un aporte invalorable: “Mi experiencia son mis libros que están en mi biblioteca atrás mío cuando trabajo. No tengo otra manera de demostrar mi experiencia, porque no puedo decir para quién trabajé. Pero sí puedo decir todo lo que leí”.

“Entonces a medida que uno va leyendo y analizando distintos textos, hace una experiencia lectora. Tenés que estar en contacto con el mercado para saber qué se publica, tenés que tener claro cómo se escribe bien, por supuesto. Si yo no supiera cómo se escribe bien, no me puedo dedicar a esto”, sostiene la directora del espacio cultural independiente Burak.

Para Debret Viana, “encontrarse con un texto legible, grato, que llene al lector de ganas de compartirlo, sucede pocas veces, pero cuando pasa es bellísimo” (Foto: Raúl Ferrari / Télam S.E.)
Para Debret Viana, “encontrarse con un texto legible, grato, que llene al lector de ganas de compartirlo, sucede pocas veces, pero cuando pasa es bellísimo” (Foto: Raúl Ferrari / Télam S.E.)

“Una gema en un pantano atroz”

¿Qué situaciones inesperadas enfrenta un lector profesional? ¿Y habrá a futuro más lectores dentro de la cadena editorial, redactando sus informes y aliviando el trabajo de los editores? ¿O proporcionando orientación a más autores antes de que golpeen las puertas de una editorial?

La verdadera sorpresa, para Viana, “es encontrarse con un texto legible, grato, que sea placentero de leer y que llene al lector de ganas de compartirlo, esa sensación de que todos tendrían que leer esto. Me pasó pocas veces, pero cuando pasa es bellísimo. Y tiene el vértigo de estar descubriendo una gema en un pantano atroz”.

Por lo general, asegura, se topa con “textos inconcebibles, que no tienen pies ni cabeza, y con inconsistencias inmensas. Es decir, un padecimiento completo. Lo curioso es que muchas de estas deformidades han sido publicadas, y han sido un éxito colosal”.

En tanto, Babic evoca que a lo largo de su desempeño como lectora profesional ningún autor se incomodó hasta ahora con sus informes de lectura. Incluso, recuerda, un escritor le pidió que se convirtiera en la madrina de su novela.

Y ella tiene confianza en que a futuro pueda haber un lector por editorial. “Porque ese proceso de lectura, ese filtro entre el fin de la escritura y la publicación, va a hacer que nuestras mesas en las librerías tengan mayor calidad literaria. El lector que sabe va a lograr que ese texto que vino bien sea brillante”.

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