“Este informe no es conclusivo en sí mismo. El objetivo, justamente, fue mostrar un estado de situación al que pudimos llegar con herramientas bastante limitadas, pero a partir de ahí abrir la conversación y empezar a tirar del ovillo para ver si se puede generar algún panorama más alentador para la venta de derechos de autores argentinos”. Quien habla es Victoria Rodríguez Lacrouts. Ella y Gabriela Adamo —y la colaboración de Victoria López Zanuso—, como referentes de la Fundación TYPA, acaban de presentar La extraducción en la Argentina III (2010 – 2022), una investigación sobre las traducciones de la literatura argentina en el último tiempo. “Lo bueno es poder empezar a contar con estas informaciones: tener datos que te permitan hacer comparaciones”, agrega Adamo.
Números iniciales for export
¿Qué datos se despliegan a partir de este relevamiento? Empecemos. En el período 2010-2022 se vendieron un total de 1787 licencias. El promedio anual es de 149. Pero si hablamos de títulos, el total es de 1224, con un promedio anual de 102. Se basaron en cuestionarios y encuestas enviados a más de 600 editores, agentes y autores del país y del exterior, la información del Programa Sur y la base de datos de ThreePercent, que depende de la Universidad de Rochester, Estados Unidos, que recolecta las traducciones hechas al inglés. El informe abre con esta pregunta: “¿Cómo llegan los autores y autoras argentinos a ser traducidos a otras lenguas?” Ese interrogante, dicen, es el que “guió gran parte de los trabajos llevados adelante por el área de Letras de la Fundación TyPA a lo largo de más de veinte años”.
El primer informe, que hizo Adamo junto a Valeria Añón y Laura Wulichzer, abarcó la franja 2002-2009 y llevó por título Venta de derechos de autor para otras lenguas. “Fue un parteaguas. Fue un trabajo muy grande, sirvió mucho, se usó mucho, se siguió leyendo mucho”, explica ahora Adamo. Luego vino un segundo informe, Interpretar silencios, de 2008-2012, a cargo de Añón. La continuidad fue la clave. Y si bien la información es amplia, no es suficiente: “En cuanto a las oficinas públicas o las cámaras del libro, no existe la costumbre de registrar estos datos”, por lo que “el libro argentino traducido queda en un limbo” y “se vuelve totalmente imposible rastrear datos monetarios; de hecho, hoy en día es imposible saber qué tamaño real tiene el mercado que estamos analizando”.
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Cortázar, el más traducido
Los cinco autores con más licencias vendidas son Julio Cortázar (65) César Aira (50), Claudia Piñeiro (40), Roberto Arlt (40) y Ricardo Piglia (39). El primero, Cortázar, mantiene tiene cierta ventaja por sobre el resto. ¿A qué se debe? “Cuando teníamos el primer informe pensábamos que era algo coyuntural, pero ahora se ve que Cortázar se sostiene en el tiempo”, dice Adamo, y continúa: “Las respuestas que puedo dar son intuitivas, pero claramente una de ellas es que se convirtió en literatura clásica de la Argentina, en un autor que se traduce y se vuelve a traducir. Están también Borges, Bioy, Silvina, Sabato, todos nombres que están entre los primeros puestos, pero Cortázar gana por lejos. Es un autor que se traduce a lenguas nuevas y a veces a lenguas que ya lo habían traducido pero lo vuelven a traducir”.
Por su parte, Rodríguez Lacrouts explica que “Cortázar fue como el mascarón de proa de un movimiento dentro de la literatura latinoamericana. Cuando esa literatura latinoamericana se mundializa, Cortázar era el nombre que estaba encabezando en nuestro país eso”. Y agrega algo que quizás para nosotros, acá, en Argentina, sorprenda: “Todavía en Europa, para leer gran parte de la literatura contemporánea latinoamericana, se sigue utilizando la categoría de realismo mágico. Son categorías que quedaron muy cristalizadas después del boom de la literatura latinoamericana. Fue un estallido tan fuerte que quedó impresa ahí una marca que no se va más. Quizás por eso Cortázar sigue siendo el abanderado. Está siempre en el top cinco; pasan los años y sigue ahí”.
Hay más autores en esa lista. Arlt, por ejemplo. “Seguro está relacionado a que está ahora liberado de derechos, entonces tienen muchos títulos”, dice Rodríguez Lacrouts. Pero además, comenta Adamo, “hay una segunda línea de autores que fluctúa más. Son los autores fuertes en el momento para la Argentina que entran en esa primera franja de autores más traducidos, pero después desaparece de ahí. Salvo algunos: Tomás Eloy Martínez en la primera vuelta y Claudia Piñero ahora. Un autor que fue haciendo esa subida fue Piglia: al principio estaba como un autor más bien nuevo que no sabíamos si se iba a sostener o no, y ahora se sostiene cada vez más. Claramente está entrando en este grupo de autores que están permanentemente traducidos”.
La simpatía italiana
De los derechos vendidos, Italia compró el 26.6% y Estados Unidos el 18.2. Le siguen Francia con 14.2, Brasil con 10.4, Alemania con 9.8, Reino Unido con 7.0 y Bulgaria con 5.7.“Pareciera que Italia tiene un interés especial para Argentina, ¿no?”, dice Rodríguez Lacrouts, y cita el caso puntual de Edizioni Sur, que “se especializa en literatura latinoamericana, pero que tiene en el catálogo cantidad de autores argentinos, tanto clásicos como contemporáneos. Eso está buenísimo porque muchas empiezan, publicando a los clásicos y a los ya no llegan. Pero Sur publicó todo. Yo soy una convencida que el motor más poderoso de tracción no es el marketing ni las grandes publicidades, sino el entusiasmo de uno o dos personas que hacen que que todo sea mucho más perdurable en el tiempo”.
Por su parte, Adamo dice: “Lo de Italia es muy llamativo. Hay como alguna simpatía cultural, una cercanía cultural entre ambos países. En ese país hay dos editoriales que traducen muchísimo. La mayoría traduce dos o tres títulos y después no siguen traduciendo; en cambio estas dos traducen mucho y con constancia. También fue muy llamativo y muy interesante ver cómo creció el inglés. En nuestro primer informe el inglés no estaba entre las cinco lenguas que más traducían y ahora sí”. Además, las diez editoriales más compradoras fueron Edizioni Sur (Italia), Edizioni Arcoiris (Italia), New Directions (Estados Unidos), Open Letter (Estados Unidos), Charco Press (Reino Unido), La Dernière Goutte (Francia), Meander Publishing (República Checa), Asphalte Éditions (Francia), Fili D’Aquilone (Italia) y Colibri (Bulgaria).
Frankfurt y el Programa Sur
En el año 1999, Gabriela Adamo fue invitada a la Feria de Frankfurt para participar del programa de editores. En ese entonces trabajaba en Editorial Sudamericana. Ahí, en ese gran encuentro alemán, tuvo por primera vez contacto con lo que ella define como “el mundo editorial en Europa”. “Lo realmente impactante fue ver cómo se traducían las lenguas europeas, y Estados Unidos también, y cómo Argentina estaba fuera de ese circuito. Yo conocía la literatura argentina y pensaba: si Argentina tiene una literatura de altísima calidad que podría estar compitiendo codo a codo sin problemas con estos libros, ¿por qué no estamos acá? Había muy poquito de literatura argentina en ese ida y vuelta de traducciones. Y ahí fue, te diría, que empezó el interés y la curiosidad de pensar por qué se daban esas cosas”.
Ese mismo año, cuando volvió de Frankfurt, empezó a trabajar con Américo Castilla, el fundador de de la Fundación TYPA. “La primera propuesta que le hice fue trabajar en ese campo armar la Semana de Editores en Argentina, que era hacer lo mismo que yo había visto en Frankfurt pero al revés: traer editores de todo el mundo a la Argentina para mostrarles lo que hacemos. Y la Semana de Editores en Argentina fue un programa de mucho tiempo: se hizo durante quince años. Porque la sensación de ese momento era que no nos traducían porque no nos veían, porque no estábamos en ese circuito. Una cosa muy entusiasta: si nos vieran nos van a traducir”, cuenta quien publicó en 2012 el libro La traducción literaria en América Latina.
Para Argentina, Frankfurt es central. No sólo por ser la feria de libros más grande del mundo y porque su participación ahí es pensada con detalle y entusiasmo. Ahí empezó el Programa Sur, cuya esencia es subsidiar parcialmente a editoriales extranjeras que quieran traducir literatura argentina. En once años, revela el informe, otorgó 1137 subsidios. El programa se creó en el año 2010 cuando Argentina fue Invitada de Honor. “Una de las cosas que Frankfurt pide es que haya un programa de subsidios a la traducción. Y cada país responde como puede y hace lo que puede, pero Argentina hizo un programa de primerísimo nivel, tomando como ejemplo el de Francia, que para mí es el mejor programa que hay en el mundo. Y tuvimos la gran suerte de que enseguida lo hicieron política pública”, explica Adamo.
Los editores enamorados
“La editorial italiana Sur empezó siendo una librería, después empezó editar, y después la que traducía la mayoría de los libros de autores latinoamericanos se convirtió en la editora del sello. Generalmente son proyectos bastante autogestivos”, explica Rodríguez Lacrouts, y Adamo subraya la idea: “Acá hay mucho que tiene que ver con intereses personales: de pronto aparece un editor que por x motivo está enamorado de la literatura argentina y se pone a traducir un montón. Como es relativamente chico el número absoluto de libros argentinos traducidos este tipo de cosas puede generar cambios fuertes en las tendencias.
Potencia y contexto
El contexto acá es clave. Victoria Rodríguez Lacrouts explica que, “en relación a Uruguay y Chile, por ejemplo, tenemos muchísimas más traducciones nosotros. Obviamente que con Estados Unidos, con las lenguas centrales, no te podés comparar nunca. Estamos hablando de una lengua que, si bien es central, siempre tiene la dominancia todavía de España. Habría que hacer un estudio comparativo más serio, pero en principio lo que me parece un gran éxito es lo parejo: se mantuvieron en un programa medio relativamente parejo durante más de diez años las traducciones de autores argentinos. Para mí eso ya es un montón. ¿Se pueden hacer un montón de cosas para que ese número pueda aumentar un poco más? Sí, seguro. Son un montón de cosas”.
¿Y qué cosas? “Cosas que no tienen que ver únicamente con una mejor aplicación del Programa Sur o políticas de Estado que se complementen un poco con eso. Tiene que ver también con las dificultades que todavía tenemos en nuestro país para conectarnos económicamente con el mundo: el cobro de divisas acá siempre es muy complejo. Entonces te metes como en una maraña de cosas donde muchos editores prefieren no mirarla y dedicarse a otra cosa que a vender autores. Son un montón de aspectos en los que se pueden trabajar para que este número vaya creciendo. No me parece un número menor. El promedio sostenido año a año está muy bien, me parece un buen pronóstico”, asegura Rodríguez Lacrouts.
“Lo más notable del informe —opina Adamo— es que se mantiene el interés por la literatura argentina. Si uno la mueve bien y la muestra, está. A veces suena un poco ombliguista, decir ‘nos tienen que mirar’; no es eso, sino que realmente hay un convencimiento de que la calidad de la literatura argentina es tan buena que merece estar en ese circuito de literatura traducida. Lo más reconfortante fue confirmar esto y ver cómo año tras año siempre un poco más se traduce. Hay todavía un largo camino para recorrer. En el concierto internacional de lenguas Argentina no tiene un lugar central, pero dentro de lo que se puede aportar la literatura argentina va creciendo. Y eso lo confirmamos y eso da entusiasmo”.
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