Federico Fernández: “El público del Teatro Colón es el que más consume y menos nos comprende”

En diálogo con Infobae Cultura, el primer bailarín del Teatro Colón y director de Buenos Aires Ballet, con quienes se presentará en septiembre en el Teatro Avenida, repasa el estado de la danza en Argentina

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Federico Fernández
Federico Fernández

Federico Fernández es Primer Bailarín del Teatro Colón desde 2012 y director de la compañía independiente Buenos Aires Ballet desde 2015, agrupación con la que recorre el país y la región llevando a las primeras figuras Argentinas junto a artistas independientes. Durante estos años, el BAB ha realizado numerosas presentaciones en escenarios de todo el país y de la ciudad de Buenos Aires, en galas que mostraron consagrados pas des deux del repertorio internacional y distintas creaciones interpretadas por figuras del primer coliseo argentino, del Teatro Argentino de La Plata e invitados especiales.

El 14 de septiembre en el Teatro Avenida de Buenos Aires, Fernández al frente de Buenos Aires Ballet presentará la suite de El Cascanueces y un segmento especial bautizado Entretangos, con distintas versiones de músicas de Piazzolla con una fuerte personalidad tanguera y destreza técnica.

En diálogo con Infobae Cultura, el bailarín habló sobre su compañía independiente, el Teatro Colón, la relación entre cultura y políticas públicas y la necesidad por una Ley Nacional de Danza.

¿Cómo surge Buenos Aires Ballet?

— Teníamos la necesidad de salir al escenario, de tener más posibilidades artísticas, culturales y dancísticas. En su momento, cuando surge el grupo, el Teatro Colón estaba teniendo veinte funciones al año de ballet, de las cuales un bailarín subía seis, siete veces. Era imposible que uno siguiera formándose, y peor aún para quienes no tenían la posibilidad de foguearse arriba del escenario. Buenos Aires Ballet terminó siendo un lugar de resistencia para la danza clásica, y fuimos incorporando piezas contemporáneas, neoclásicas y construcciones coreográficas especialmente montadas para nosotros. La danza no es solamente un hobby, sino que es nuestro lugar de pertenencia y de trabajo. Tener nuestra sede en Ciudad de Buenos Aires le da una identidad y mucha visibilidad, y nos permite ir a las provincias, invitar bailarines de compañías oficiales o independientes de todo nuestro país.

Fernández es el primer bailarín del Teatro Colón y director de la compañía independiente Buenos Aires Ballet
Fernández es el primer bailarín del Teatro Colón y director de la compañía independiente Buenos Aires Ballet

Está muy en agenda la importancia de federalizar las producciones culturales, para que todas las personas de nuestro país puedan disfrutar y acceder a contenido de calidad, muchas veces concentrado en CABA. ¿Con qué te encontraste viajando y recorriendo otras provincias?

— En primer lugar, con la necesidad de tener un espacio. Nosotros le damos espacio a bailarines de compañías oficiales que tampoco pueden bailar en sus teatros. Así como nació para darle visibilidad a los bailarines del Colón o del Teatro Argentino de La Plata que no podían salir al escenario, después pasó lo mismo en las provincias. Nosotros viajamos e invitados a parejas de bailarines que trabajen en la provincia o ciudad a la que estamos yendo. Me encuentro con eso: es una necesidad reiterativa, hay momentos en donde mejora un poco y otros en donde se estanca o no existe.

En segundo lugar, si estamos hace diez años, es porque hay un público. Si no estamos sostenidos por un Mecenazgo, o por sponsors, somos solos con el público. Nosotros no vamos a robar a las provincias, presentamos lo mismo que hacemos acá en Buenos Aires o en el exterior. Presentamos lo mejor que tenemos. En conclusión, termina siendo un hecho artístico cultural que se preserva gracias a la gente que nos elige cada vez.

Cambiar de teatro tiene sus complejidades. A la hora de bailar, ¿cómo les afecta?

El bailarín argentino es todoterreno. Estamos acostumbrados a sobrellevar cualquier dificultad, sea un escenario con declive, con algunos pocitos, haga mucho frío o mucho calor. Lo hemos pasado desde chicos. El bailarín profesional llegó donde está porque tuvo que pasar un montón de cosas. Tenemos un poder de adaptación enorme.

¿Cómo eligen qué obra hacer?

— Es muy difícil. Al ser una compañía independiente, no hay horarios, programas ni bailarines fijos. Yo voy llamando según lo que necesito, pero a la vez según quién está libre y puede incorporarse. Son más o menos siempre los mismos, son un grupo de veinte o treinta bailarines en total, con funciones de diez personas. Se elige el programa según lo que cada bailarín tiene en su repertorio y las necesidades. A veces hay productores que piden ballet clásico, por ejemplo, o piden un poco más de tango. La compañía es dúctil en ese sentido porque los bailarines son muy buenos.

Ahora vamos a presentar “Sinfonía para un nuevo mundo”, con coreografía de Emanuel Abruzzo, obra que creó en pandemia. Fuimos la primera compañía latinoamericana en salir al escenario, en finales del 2020. Lo vamos a llevar a Santa Fe, Concordia, San Nicolás y en el Teatro Avenida de CABA. Es una obra clásica, más al estilo balanchiano, y difícil técnicamente. Me acompaña Camila Bocca y otros granes bailarines del Colón. Camila es santafesina, y es súper reconocida en su provincia, así que hacer gira por Santa Fe es muy emocionante.

Ser independiente lleva un montón de complicaciones, ya sea conseguir el presupuesto, gestionar la producción, los contactos, el público, pero también implica un montón de libertades. ¿Cuáles identificás como los mayores beneficios de tener una compañía de este estilo?

— Yo no estoy condicionado en absolutamente nada. Los teatros que me han convocado me dieron la absoluta libertad de elegir lo artístico. Me llaman a mí o a Buenos Aires Ballet, pero no me piden un programa fijo. A veces quizás vienen con una sugerencia, pero incluso si yo me niego, la función va igual con el programa que elija. Hablo todo con los chicos, les pregunto qué quieren probar o bailar. No es un ámbito de experimentación, pero sí de formación, en donde un bailarín termina de realizarse en algo, en bailarín de carácter, más clásico, más jazzero. Quien tiene la inquietud de probar otra cosa, en Buenos Aires Ballet lo pueden hacer.

La compañía se presenta en San Nicolás (21/8, Teatro Municipal) y CABA (23/8, Teatro Avenida)
La compañía se presenta en San Nicolás (21/8, Teatro Municipal) y CABA (23/8, Teatro Avenida)

¿Por qué decís que no es de experimentación?

— Porque en la experimentación está la posibilidad del error. Acá no hay error. Te puede gustar más o menos algo, pero el hecho artístico es el hecho artístico, y va a seguir siendo así. Puede no gustarte, pero son todos muy buenos bailarines, no vas a ver un papelón o algo sumamente disruptivo. Seguimos teniendo un público clásico, más ortodoxo.

La danza es una de las artes que no tiene Instituto Nacional, uno de los reclamos más importantes a la hora de priorizar la sanción de una Ley Nacional de Danza. ¿Cómo pensás esta inequidad con el teatro o la literatura?

— Nunca se tomó a la danza como trabajo. Socialmente, culturalmente, nunca se terminó de visibilizar a la danza como trabajo. Al actor, al músico, al escritor, sí. El bailarín quedó en el hobby. Esa construcción, década tras década, genera la pregunta constante: ¿de qué trabajás, de qué vivís? No tenemos sindicato, cobramos por actores o por variedades. Nunca se nos tomó como trabajadores de la cultura. Eso nos demuestra el momento que tenemos hoy, de seguir luchando por una ley que nos incluya como trabajadores, como trabajadores de la danza, de la cultura. Fijate la cantidad de cosas que hay con bailarines: programas de televisión, musicales, obras de teatro, ballet, compañías de danza. Ojalá salga la ley, pero tiene que estar acompañada de un entendimiento de los políticos y de la sociedad. Si todavía no se nos ve como sujetos trabajadores es muy difícil esa construcción. Yo creo que es un círculo de cuestiones, son muchos los cargos que tienen que empezar a vernos desde ese lugar para impulsar una ley que perdure, que tenga sustento y los recursos. Una ley sin recursos económicos no sirve para nada. Al contrario, puede hundirnos todavía más. Necesitamos una ley con estructura.

¿Frente a todo esto, cuál es la situación que viven en el Colón?

— La compañía del Colón tiene una planta de alrededor de noventa bailarines. Lo bueno es que somos planta permanente, dependemos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lo malo es que no tenemos una buena jubilación, lo que hace que un bailarín se jubile a los sesenta y cinco años. Esto genera que la compañía no drene, y se empiezan a acumular frustraciones y desgracias. Un bailarín no resiste más de veinte, veinticinco años al mismo nivel para ponerse una malla o un tutú, y tiene que esperar más de veinte años para jubilarse sin poder salir al escenario. En su momento, cuando Telerman asumió el año pasado dijo que asumía con esa lucha como bandera, pero hasta ahora no vimos novedades. Es una situación grave para el ballet del Colón, y para la sociedad toda en general. El Teatro Colón es un espacio del ciudadano.

"Nunca se terminó de visibilizar a la danza como trabajo", dijo
"Nunca se terminó de visibilizar a la danza como trabajo", dijo

¿Qué tanto hay de prejuicio y de realidad en estas jubilaciones tempranas a los treinta, cuarenta años?

— Depende, hay de todo. El público del Teatro Colón es el que más consume y menos nos comprende. Es el que más nos critica a la hora de derechos laborales. El Colón es parte de lo que pasa en el resto del país. Hay gente que nos dice: “Andá a laburar”, como si no entendiera que estamos brindando un espacio para que otro se distienda, disfrute y viva lo que es la danza. Es nuestro trabajo. Y para poder ejercer ese trabajo, nosotros empezamos diez o quince años antes de lo que empieza cualquier otro trabajador. Yo entré a la compañía a trabajar a los diecisiete años. Entré a mejorarme cada año para ese ciudadano que paga una entrada al Colón. En algún momento, mi cuerpo me empieza a pagar factura por todo eso, y necesita retirarse. Ahora, después está el lugar en el que nos pone el Estado, qué espera de mí.

Frente a las estructuras jerárquicas que tienen las compañías grandes, ¿observás mucha competencia entre bailarines?

— Creo que cuando uno es más chico eso existe, quizás algo más inculcado en nuestros maestros. Se mira al de al lado en vez de intentar superarse a uno mismo. Es una forma errada de vincularse. Hoy no creo que se esté enseñando de la misma forma, socialmente cambió todo. Hay mucha más aceptación de lo que uno tiene y no tiene. Hace algunos años no era visible o palpable todo esto. Existe, obviamente, gente que hoy sigue mirando al otro con crítica y competencia, y no aplaude mucho lo que hacen los compañeros, pero no es lo común. Culturalmente, todo lo que es deporte de élite o las artes de élite se miran desde el lado de la competencia. Yo, por lo menos, no creo en eso.

Trabajás en el Colón desde muy chico, más todo lo que estudiaste antes. ¿Qué implica, para vos, ser bailarín?

— Desde los once, doce años que bailo. No conozco otra forma de vivir desde lo físico y lo emocional. Soy un bailarín estatal, dependo de la Ciudad de Buenos Aires, de las políticas culturales y económicas. Mi bailarín es un bailarín comprometido con un montón de cuestiones, porque me pagan un sueldo, pero muchas veces no puedo brindar lo que debería porque las condiciones no están dadas. Me genera una gran responsabilidad como bailarín estatal difundirlo, expresarlo, intentar modificarlo, que mi sueldo valga no solamente para mí, sino para la persona que viene a ver. El público muchas veces no tiene ideas de lo que pasa telón adentro. Obras que estrenan sin ensayo, sin recursos, con problemas con indumentaria. Es distinto a lo que vive un bailarín independiente, en donde quizás la autogestión te hace pasar por encima todo eso, pero cuando la responsabilidad o la cara visible de lo estatal es el bailarín, tiene que tener los recursos que muchas veces el Estado no te brinde. Soy 50% bailarín, 50% trabajador del Estado. Mi bailarín tiene una responsabilidad y una carga política y social importante, necesaria para todos los que trabajamos en la cultura vía fondos públicos. Es mi deber seguir pregonando por políticas públicas y culturales que nos incluyan.

* Buenos Aires Ballet se presentará el jueves 14 de septiembre en el Teatro Avenida (Av. de Mayo 1222, C.A.B.A.).

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