La figura del payaso no ha sido muy abordada por los artistas plásticos a lo largo de la historia, sin embargo hay otra estampa similar que sí ha captado el interés de pintores como Delacroix, Paul Cezanne, Picasso y Juan Gris. Se trata del Pierrot, uno de los personajes principales de la Commedia dell’arte, conocido por su característico traje blanco, su cara empolvada y su actitud triste y melancólica. A menudo se lo asocia con un sentimiento de inocencia, ingenuidad y amor no correspondido, pero ha ido adoptando diversas interpretaciones a lo largo del tiempo.
Uno de los artistas que mejor se ocupó de esta figura fue el francés Antoine Watteau (1684-1721), quien lo representó en varios de sus cuadros. El estilo pictórico de Watteau se caracteriza por su hábil uso del color, su delicada pincelada y una sensación de fluidez que crea una atmósfera onírica. También era conocido por su habilidad para captar con sutileza las emociones y expresiones humanas, añadiendo profundidad a sus personajes y escenas. Y especialmente es recordado como uno de los que inició el género de la fête galante, caracterizado por la representación de escenas cortesanas ambientadas en paisajes bucólicos, propio del arte rococó.
A pesar de su fallecimiento temprano -murió a los 36 años-, la influencia de Watteau en el mundo del arte fue significativa. Sus obras tuvieron un profundo impacto en las generaciones posteriores de artistas y desempeñó un papel fundamental en la configuración del movimiento rococó. Su énfasis en el sentimiento, la elegancia y la fugacidad de la belleza resonó en la sensibilidad cultural de su época. Además de sus pinturas, también creó dibujos y estudios que proporcionaron información sobre su proceso creativo y su dominio de la anatomía, la composición y el drapeado. Su legado se sigue celebrando hoy en día, ya que sus obras se exponen en los principales museos de todo el mundo.
Los comediantes italianos (medidas, National Art Gallery) es uno de sus cuadros más famosos. Creado hacia 1720, representa a un grupo de actores de la commedia dell’arte, con sus máscaras y trajes característicos que representan a personajes típicos como Pierrot, Arlequín (un criado travieso) y Columbine (un personaje femenino juguetón y coqueto). Los comediantes italianos eran artistas muy populares cuya fama se basaba en el reconocimiento de los personajes por parte del público. Sus obras solían exagerarse mediante la pantomima, los gestos y las insinuaciones. Watteau era un entusiasta de esta forma teatral de improvisación originaria de Italia, que fue muy popular en toda Europa durante los siglos XVI y XVII.
En el cuadro, Watteau capta un momento entre bastidores o en un lugar de ensayo, mostrando a los actores con sus trajes y maquillaje. La escena está impregnada de un sentimiento de melancolía e introspección, tema habitual en sus obras. La expresión de los personajes es reflexiva y pensativa, y la atmósfera general está teñida de una sensación de fugacidad y de emociones pasajeras. Este aspecto melancólico contrasta con la naturaleza alegre y cómica de las representaciones de la commedia dell’arte. Es una conmovedora representación de la interacción entre el artificio y la emoción genuina, que capta tanto la fachada externa de los personajes como la profundidad potencial de sus vidas interiores.
El Pierrot de Watteau no lleva máscara. El payaso ingenuo ocupa el centro de la composición y mira directamente al público, consciente y desilusionado. Todos los demás actores siguen interpretando sus papeles, interactuando y gesticulando expresivamente. En cambio, no podemos leer la expresión de Pierrot, que permanece con los ojos desenfocados. Es un actor que se niega a actuar, que se rebela contra su posición en la comedia y en el cuadro. Su figura nos invita a pensar en quiénes nos convertimos cuando salimos de los papeles que nos han sido asignados.
Pierrot es también el tema del cuadro más célebre de Watteau, Gilles, una representación de su figura a gran escala en el Louvre, y aparece en otras de sus obras principales. A Watteau le fascinaba la difusa frontera entre la vida y el teatro, la realidad y la representación. No intentaba pintar escenas de obras de teatro reales, sino que las utilizaba como inspiración. Le gustaba mostrar a los actores en escenarios ambiguos, de transición, dejando al espectador del cuadro en la incertidumbre respecto del rol que ocupan.
Durante la época en que vivió el pintor, el teatro oficial francés -la Comédie Française- quería acabar con los teatros ambulantes. En 1697 la corte real había prohibido la popular comedia italiana y los amantes de esta tradición debían conformarse con las representaciones de compañías itinerantes en las ferias que se celebraban en París cada primavera y otoño. Estas representaciones combinaban aspectos improvisados de la commedia dell’arte con la tradición francesa de la farsa.
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