Paolo Bortolameolli, el poder de una nueva generación latina en la música clásica

El relevante director chileno, discípulo y socio creativo de Gustavo Dudamel, dirige en el Teatro Colón y presenta su primer libro sobre el poder de la música. “El campo de la interpretación es infinito”, asegura

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Paolo Bortolameolli en el Teatro Colón de Buenos Aires, agosto de 2023 (Foto: Adrián Escandar)
Paolo Bortolameolli en el Teatro Colón de Buenos Aires, agosto de 2023 (Foto: Adrián Escandar)

Uno de los directores latinos más relevantes del mundo está en Buenos Aires. Dirige estos dos últimos sábados de agosto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón y este martes 22 en la librería Ateneo Grand Splendid presentará su libro Rubato: Procesos musicales y una playlist personal (La Pollera Ediciones).

Paolo Bortolameolli, chileno, 41 años, fan de Wagner y los Beatles, es un destacado director de orquesta chileno con una notable trayectoria musical y una colección de títulos y premios que impresiona: máster en Yale, posgrado en el Peabody Institute, dirigió en Santiago, Houston, Cincinnati, Madrid, Detroit y sigue la lista. Ha sido director asociado de la Filarmónica de Los Ángeles y trabaja estrechamente con Gustavo Dudamel, la gran estrella latina de la música clásica global.

En diálogo con Infobae Cultura, en medio de los turistas que van y vienen por la confitería del Teatro Colón, Bortolameolli pide referencias de buen rock y tango para ver en Buenos Aires, y cuenta sus duelos de música adolescente con un amigo fan de Guns N’ Roses (él le respondía con Beethoven). Está convencido del poder transformador del arte y argumenta que la música clásica ha sido erróneamente asociada a un espectro conservador e inaccesible. De todo eso y mucho más -como la impronta familiar que influyó decisivamente en su carrera artística- habla en esta charla. Siempre con pasión si se trata de música. “Me resulta paradójico cuando la gente me dice “la música clásica me relaja” ¡Y a mí no me relaja nada!” dice y suelta la carcajada.

"La música clásica es muy rockera: tiene el mismo espíritu revolucionario insolente, contestatario", dice Paolo Bortolameolli (Foto: Adrián Escandar)
"La música clásica es muy rockera: tiene el mismo espíritu revolucionario insolente, contestatario", dice Paolo Bortolameolli (Foto: Adrián Escandar)

—Desde lejos la música clásica parece siempre un territorio sagrado, y solo para entendidos ¿Tu qué crees sobre eso?

—Creo que la música tiene una esencia. En el jazz, por ejemplo, nace desde la improvisación. Y en la música clásica, nace de encontrar cuáles son los límites y los márgenes de esto, que finalmente es una guía. La música escrita nace y se comporta de una forma mucho más orgánica. Al final te das cuenta de que... Te preguntas: “¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué tanta obsesión?” Si al final la música está escrita. Pero está sujeta a la interpretación. Entonces se abre un campo de interpretación infinito y de eso hay mucho en el rock. Yo creo que son cosas que conviven. Además, personalmente, siento que la música clásica es muy rockera: tiene el mismo espíritu revolucionario insolente, contestatario. Bueno, incluso la vida de los compositores más famosos. Beethoven es como… ¡Por Dios! Es música tremendamente potente en el mensaje.

—En este contexto, tu libro ‘Rubato: Procesos musicales y una playlist personal’ suena un lógico paso en tu trayectoria ¿Cómo fue que se te dio por escribir un libro sobre tu mirada de la música?

—Este fue mi primer libro publicado. Pero siempre fui muy de escribir cartas largas, e-mails muy descriptivos. De hecho, hay un capítulo que comienza con una carta que yo escribí en un cuaderno mientras viajaba por primera vez por Europa, cuando tenía 19 años. Y me sirve mucho para abrir como otra narrativa de ese capítulo. Escribir es un ejercicio que siempre hice. A mí me gusta mucho escribir. Pero claro, nunca había sentado a escribir así: “ahora voy a escribir un libro”. Había hecho algunos bocetos de cuentos y cosas así. Pero la verdad es que el libro (es raro decirlo pero es cierto), estaba en mi cabeza pero no encontraba la forma de bajarlo porque me faltaba el narrador, no sabía a quién se lo estaba contando. Y cuando entendí que al final es una carta para mi hijo, se abrió un camino y ahí se descargó todo. Todo lo que venía pensando, todo lo que había hablando en charlas (una charla TED por ejemplo). Hay muchas cosas que tienen que ver con historias que he estado contando por mucho tiempo. ¡Bum! Y encontraron esa justificación supernatural a través del libro.

"Mi rock fue siempre la música clásica", dice Paolo Bortolameolli (Foto: Adrián Escandar)
"Mi rock fue siempre la música clásica", dice Paolo Bortolameolli (Foto: Adrián Escandar)

—¿Cómo viviste tu niñez y adolescencia en medio de una educación musical que, entiendo, habrá sido ardua y te habrá llevado mucho tiempo? ¿Eras el “raro” de tu clase, de tu grupo de amigos?

—Tuve suerte porque creo que mi rareza, en el sentido vivencial, fue una rareza súper positiva. Durante mi adolescencia no la pasé mal, digamos. Caí en un curso de compañeros tremendamente diversos: cada uno tenía su personalidad muy clara. Por ejemplo, tengo un muy buen amigo que terminó siendo periodista deportivo. Cuando teníamos cinco o seis años él también era “el raro”, porque en cada cuaderno que usaba escribía estadísticas de, no se, la liga de hockey de Noruega (risas). Era una cosa así como: “¿Quién hace eso?” Había otro que dibujaba y terminó siendo arquitecto. y otro que era el matemático. Entonces claro, yo era el músico pero no era tan raro. Teníamos personalidades muy definidas. Y de hecho fue bonito ir creciendo en esas circunstancias donde, claro, en algún momento de mi vida yo me puse tremendamente fanático de la disciplina para ser músico. Entonces, era siempre el que nunca podía... ¡Era la nada! No salía, no tenía vacaciones, no tenía feriados, no tenía fines de semana porque tenía que estudiar, estudiar y estudiar. Y bueno, todos me aceptaban así.

—¿Cuánto tuvo que ver tu familia en este proceso y sobre todo en tu formación cultural?

—Mi papá también era un personaje muy italiano aunque él fue la primera generación nacida en Chile. Y también generó la afinidad de la Argentina. Me traía mucho cuando era niño. Fue una persona muy influyente en el amor por la música, sobre todo porque era un melómano acérrimo. Yo venía acá al Colón, y vi cosas emblemáticas que jamás puedo olvidar. Aquí vi a Rostropovich dirigiendo Shostakovich y después me llevaron a conocerlo al camarín, a Martha Argerich la vi por primera vez acá hace 15 años… O sea, este era un teatro importante: se va al Colón y no se duda. Y yo con mi papá vine muchas veces de niño. No lo olvido. Claro, ya llevo bastantes años dirigiendo profesionalmente y esta ya va a ser mi tercera vez por la Filarmónica de Buenos Aires, pero no puedo olvidar cuando eras público.

Paolo Bortolameolli dirige a la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón el sábado 19 y el sábado 26 (Foto: Adrián Escandar)
Paolo Bortolameolli dirige a la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón el sábado 19 y el sábado 26 (Foto: Adrián Escandar)

—En el libro no hablas solamente de música, también trazas paralelos con el arte.

—Sobre el arte en general. es una percepción que he tenido siempre. También creo que tiene que ver con la formación familiar que tuve. Mi abuelo, el papá de mi mamá, fue al conservatorio de niño. Estudió composición, estudió piano, pero no se dedicó a la música, se dedicó a las leyes, fue abogado. Pero para mí se transformó en un especie de abuelo sabio. Hablar con mi abuelo era hablar de todo, o sea, de historia, de arte, de ciencias, de política, de todo. Y por el lado de mi padre, también. Él fue el primero que me dijo que ir a escuchar un concierto también tenía que ver con saber reconocer a un pintor y el trazo. Y mi papá no era pintor, pero era consumidor de arte. Asi me dio pequeños tips que nunca se me olvidan: Kandinsky, el color; Chagall, el morado (nunca va a haber un pintor que ocupa el morado mejor que Chagall). Y con mi abuelo teníamos el mismo tipo de conversaciones, pero ya más desarrolladas desde un punto de vista de la historia.

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Ahí empiezas a hacer los paralelos con la música, entonces te das cuenta que de alguna forma la independencia de la pintura tiene mucho que ver con la independencia de la disonancia, y cómo la armonía se va abriendo camino hasta un punto de saturación, y por eso es que uno entiende que Wagner, después de Tristán e Isolda, queda como diciendo “Y ahora ¿qué hacemos?” Y después aparece un Mahler, y aparece Schönberg. Y claro, todo eso, va en paralelo con lo que estaba pasando socialmente, históricamente: se caen los imperios, viene la decadencia, se viene la Primera Guerra Mundial. pinturas abstractas, nace el psicoanálisis. Te explota la cabeza y dices “no quedaba otra”. Todo tiene sentido, pero claro, toma años darse cuenta.

"En algún momento de mi vida yo me puse tremendamente fanático de la disciplina para ser músico", cuenta Paolo Bortolameolli (Foto: Adrián Escandar)
"En algún momento de mi vida yo me puse tremendamente fanático de la disciplina para ser músico", cuenta Paolo Bortolameolli (Foto: Adrián Escandar)

—En los últimos años, una serie (’Mozart in the Jungle’) y una película (’Tár’) brindaron visiones “desde adentro” del mundo de la música clásica ¿Las viste, te gustaron, qué opinas?

—Claro que las vi. Y me gustaron. Ambos ejemplos son bastante más certeros de lo que uno quisiera creer. Bueno, también tengo que decir, por lo menos en mi percepción, que hoy la producción cultural se permite ser más real. Es increíblemente distinto a lo que la gente cree. O sea, esto es un oficio muy cerebral. Lo que no le quita mérito. Mozart in the Jungle es una comedia, o sea, es mucho más light. Pero me sorprendió mucho cuando la vi, por la cantidad de situaciones absolutamente ciertas que ocurren. Por ejemplo, dos cosas. Una, que los músicos de orquesta una vez que terminan el concierto, salen corriendo porque tienen que ir a hacer otra cosa, porque tienen que ir a tocar a un casamiento, dar clases o lo que sea. Es una cosa muy normal que los músicos hagan mucho más que lo que uno ve como “el momento místico” de una ceremonia.

Y lo otro, que me dio mucha risa fue una escena cuando Gael García Bernal, que todavía no tiene una relación establecida con la orquesta, es observado por los músicos. Todo el mundo lo mira… Y él empieza con esta cosa de las grandes metáforas, entonces dice “Aquí yo quiero que por favor toquen como la cristalización dorada del agua que cae”. Y están los dos clarinetistas, y uno le pregunta al otro: “Bueno, ¿qué quiere? ¿Más fuerte o más despacio?” Eso es muy típico de los ensayos: como los músicos esperan que el director de orquesta sea lo más concreto posible: “¿Qué quiere, maestro?” Bueno, eso obviamente está tratado de una forma un poco caricaturesca pero es bastante real.

Cate Blanchett en una escena de "Tár" (Foto: Focus Features vía AP)
Cate Blanchett en una escena de "Tár" (Foto: Focus Features vía AP)

En el caso de Tar, que es una película muchísimo más compleja, más densa, hay varias cosas que son bastante ciertas. Una de esas tiene que ver como ella trata de lidiar con el presente con respecto a la intolerancia de las nuevas generaciones, de lo políticamente correcto, que está retratado de forma increíble en la escena cuando ella va a The Juilliard School y le da clase a uno de los alumnos de composición. Esa escena es increíble, es casi perfecta, porque encima es un plano secuencia, maravillosa. Pero es real, o sea realmente ese tipo de conversaciones ocurren, ocurren que realmente te aparece un compositor que dice “yo no escucho a Bach”. La respuesta que él le da tiene que ver mucho con algo político antes que intelectual.

Y ella un poco se molesta, pero trata de sostener discusión. Y sus contraargumentos super sólidos. Cuando le habla de Glenn Gould y le habla de John Cage, entonces tú dices, “wow, esta conversación es real”. Y lo otro que me parece que está muy bien tratado, y que por supuesto que es el tema más delicado de la película, es todo el armado político que existe sobre decisiones de poder como las de ella. Ella finalmente es la directora más importante del mundo en uno de los puestos más prestigiosos que es ser directora de la Filarmónica de Berlín, y cómo, de alguna forma, a raíz de todo lo que pasa, tú te das dando cuenta que, claro, al final de cuentas todo estaba bien hasta que todo está mal. Son puestos de poder.

El director venezolano Gustavo Dudamel en la Ópera de París, mayo de 2022 (Foto: EFE/EPA/ETIENNE LAURENT)
El director venezolano Gustavo Dudamel en la Ópera de París, mayo de 2022 (Foto: EFE/EPA/ETIENNE LAURENT)

—Faltaba decir que ‘Mozart in the Jungle’ está más que inspirada en la vida de Gustavo Dudamel, el gran director venezolano, que además es una especie de mentor para tu carrera ¿Qué significa Dudamel, según tu entender, en la música clásica del siglo XXI?

—Gustavo es, sin duda, una de las personalidades más influyentes de los últimos 20 años en el mundo de la música clásica, desde muchos ángulos. Primero que nada, puso en la palestra a un latinoamericano de distinta manera a los otros latinoamericanos a los cuales estábamos acostumbrados. Porque un Daniel Barenboim, una Martha Argerich, claro, nacieron acá, pero son de allá, ¿no? Dicho con todo el respeto y obviamente con toda la admiración que ellos además profesan por nuestro continente. Pero Gustavo es 100% venezolano. O sea, él fue un producto de exportación 100% latino. Eso fue un cambio sustancial, estructural, de cómo el mundo empezó a ver a América latina. Además, es el estandarte de un fenómeno que más allá de lo político -que no se puede negar- de una de las cosas más relevantes que ha ocurrido a nivel educacional-social en los últimos 50 años de la música clásica, que es El Sistema.

Y también tiene que ver con la revolución de sacarnos de lo que estábamos acostumbrados, de la parsimonia, de la cosa... muy sacrosanta, de la cosa muy seria, dogmática, ¿sabes? Gustavo vino con un aire fresco y eso se notó mucho. Y tercero, una cosa que también me parece sumamente relevante, él abrió también un foco en la atención hacia los directores jóvenes. Él se hizo famoso cuando tenía 22 años. Entonces abrió una puerta a muchos nuevos directores. Yo me siento también parte de eso y estoy agradecido. Entonces, tomando esos tres puntos de vista, además por supuesto de su talento musical, de su carisma, de la personalidad, sin duda yo siento que es de las personalidades más influyentes de lo que nosotros hacemos.

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