Un documental explora miedos y emociones masculinas ocultados por mandatos sociales

“El silencio de los hombres”, de Lucía Lubarsky, cuenta experiencias de vida de un grupo de personajes. “No me interesaba una bajada de línea, pero sí que se manifieste aunque incomode”, dice la directora

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Trailer de "El silencio de los hombres", de Lucía Lubarsky

En un mundo donde las conversaciones sobre género y feminismo han ganado prominencia, la película documental El silencio de los hombres, dirigida por Lucía Lubarsky, emerge como un audaz intento de explorar las complejidades de la masculinidad moderna. A través de testimonios íntimos y conmovedores, la realizadora desafía las normas tradicionales y los estereotipos que rodean a los hombres, y cuestiona los mandatos familiares y sociales que a menudo silencian sus voces y emociones.

La película se interna en la vida de individuos que finalmente se atreven a romper su silencio autoimpuesto. Bicho, Emma y Andrés, entre otros, protagonizan un relato que desafía lo que se espera de ellos como hombres. Lucía Lubarsky suma a los hombres de su propia familia como punto de partida para explorar las experiencias de desconocidos, revelando los miedos, las contradicciones, las complicidades y las violencias que experimentan en sus vidas como varones. Además, invita a los espectadores a cuestionar qué esconden detrás de ese silencio aparentemente irrompible. Invita a la audiencia a explorar nuevas perspectivas y a entrar en conversaciones significativas sobre las expectativas impuestas sobre los hombres y cómo estos luchan por encontrar su voz en medio de un mundo en constante cambio.

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En sus propias palabras, Lubarsky explica que El silencio de los hombres surge de una inquietud que la ha acompañado durante años: las experiencias y las voces de los hombres en un mundo cada vez más comprometido con la igualdad de género. La directora busca abrir un espacio para la reflexión y el diálogo, suspendiendo los juicios punitivos y permitiendo que las historias fluyan en su complejidad. La película es un llamado a cuestionar, comprender y discutir las diferentes caras de la masculinidad y cómo esta se relaciona con la sociedad y el género.

Un padre y un hijo atravesados por mandatos familiares deciden finalmente hablar (Foto: prensa "El silencio de los hombres")
Un padre y un hijo atravesados por mandatos familiares deciden finalmente hablar (Foto: prensa "El silencio de los hombres")

Infobae Cultura conversó con la directora que estrena su ópera prima este jueves en las salas argentinas.

—¿Qué inquietudes te llevaron a realizar este documental?

—La película pasó por muchos procesos. Al comienzo, partía de una pregunta personal, pero sin duda social, que tenía que ver con el emergente de la marea feminista que involucró a un montón de mujeres y disidencias que nos fuimos encontrando, armando redes y organizándonos. La pregunta que rebotaba es qué están pensando los varones cuando nosotras nos estamos poniendo a dialogar, generando nuevos discursos, luchando por leyes, repensando prácticas en la intimidad, nuestro propio deseo, ¿hay algo de todo esto que les está sucediendo a ellos? En muchas situaciones, nos sentíamos bastante lejos, no terminamos de acceder a aquello que le pasaba a los varones en su foro interno, pero también en términos sociales.

—¿Cuándo incluir a tu familia en el mismo?

—La idea del documental no nace de la mano de la participación de mi familia en el mismo. Inicialmente, la película iba a centrarse en tres varones que no conocía y sus historias se iban a ir conectando y relacionando en el montaje. No iba a haber una narración mía, ni una presencia biográfica, iba a ser un documental de observación. Estuvimos dos meses en la DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) en un laboratorio de dirección, guión y producción y ahí se intensificó la pregunta en torno a cuál era mi implicancia respecto de la película y cuando pensaba mi respuesta siempre volvía a ciertas situaciones vividas en mi infancia, vengo de un contexto de campo, nací en el sur de Córdoba y entendía que en mi crianza había tenido diferencias muy claras respecto de lo que les tocaba a las mujeres y a los varones.

Ahí fue que empecé a dialogar con mi papá y con mi hermano para reflexionar sobre las masculinidades, pero aterrizadas en la familia, y me di cuenta de que ese en realidad era el punto de partida más interesante que tenía la película. Para mí, encarnó realmente cuando me di cuenta de que tenía que repensar las prácticas de los varones desde casa, para después ampliarla a algo más social. Fue un proceso largo de conversaciones y de llamadas y en un momento le consulté si se animaban a que los filmara y de a poco fueron accediendo.

Lucía Lubarsky presenta su ópera prima (Foto: prensa "El silencio de los hombres")
Lucía Lubarsky presenta su ópera prima (Foto: prensa "El silencio de los hombres")

—¿Cómo viviste ese proceso?

—Fue un proceso bastante orgánico. Pandemia mediante, ellos vivían en Córdoba y yo estaba en Buenos Aires. Hubo muchas llamadas. Empecé a indagar mucho en la relación entre ellos En cómo mi hermano había vivido la relación con mi viejo, como mi viejo la había vivido con su padre. Como en toda familia hay relatos y hay miradas, quise empezar a cotejar si mis miradas o mis interpretaciones respecto de ciertas situaciones vividas eran similares o ellos las habían vivido de otra manera. Finalmente, les pregunté si se animaban a que les hiciera una entrevista, mi hermano me dijo que sí de una, le consulté si se animaba a que tocaremos esos tópicos y me dijo, respecto de algunos que eran un poco más jugados y más íntimos, “creo que sí, espero que sí, porque está bueno si me animo a hablar de esto va a ser de ayuda para mí y para otros”. Mi hermano es luthier y mi papá es agrónomo, no tienen nada que ver con el mundo audiovisual más allá de que saben que es mi profesión, para ellos fue la primera vez que se encontraron en esta situación.

—¿Cómo lograste que se soltaran y llegar a ese nivel de intimidad?

—Ayudó mucho que el equipo de filmación era reducido y éramos todos amigos que veníamos trabajando hace un montón de tiempo juntos. Gracias a eso, se logró llegar a un nivel de confiabilidad, de intimidad y de confidencia y de silencio que de alguna manera pienso que fue como el punto de partida para que ellos puedan sentirse lo suficientemente cómodos para entender que no se los iba a exponer descarnadamente. A medida que fuimos filmando se fueron ablandando.

Las historias de los protagonistas tienen distintos recorridos sin embargo, hay mandatos y preguntas que tienen en común (Foto: prensa "El silencio de los hombres")
Las historias de los protagonistas tienen distintos recorridos sin embargo, hay mandatos y preguntas que tienen en común (Foto: prensa "El silencio de los hombres")

—¿Cómo fue a nivel personal revisar todas estas cosas?

—Fue fuertísimo. Las jornadas más difíciles para mí, donde casi no podía dormir antes de filmar, eran las de mi familia. Tenía miedo de estar haciendo algo que los perjudique. Tenía una especie de doble responsabilidad, por un lado, tenía que hacer que ciertas situaciones sucedieran, pero a la vez entender que ellos iban a olvidarse que estaban siendo filmados e iban a decir muchas cosas y quería cuidarlos. Además, no vieron la película hasta que estaba terminada, había un gran voto de confianza y en un momento ellos me dijeron, ya está, estamos entregados. Creo que entre ellos se detonó algo, hubo como un catalizador de un proceso que fue mucho mayor que la película en sí, en el vínculo entre ellos y en las preguntas que se estaban haciendo. Fueron súper generosos con su tiempo y con lo que estuvieron dispuestos a exponer.

—¿Qué pasó cuando la vieron por primera vez?

—La primera vez que vimos la película en el cuarto de mi hermano que era el único lugar donde había un televisor y estábamos toda la familia, mi hermano, mi cuñada, mi sobrina, mi papá, mi hermana y yo en la cama mirando la película con mi sobrina saltando por arriba. Siento que se sorprendieron, muchas cosas no se acordaban, y se vieron hasta como personajes. No sabían cómo se iban a tejer sus conversaciones en la película. Les interesó mucho verse dentro de esa trama más grande, donde ellos eran de alguna manera personajes que abonaban a un relato mayor donde había otros personajes. Se sintieron cómodos y representados.

—¿Cómo fue eso reencontrarse con esos archivos de películas caseras que filmaba tu familia?

—Fue una maravilla, los archivos que están en la película son de finales de los años 80. Tuvimos la suerte de que un abuelo le regaló mis viejos una cámara para que retraten nuestra infancia y crianza. Sin proponérselo, ellos se volvieron documentalistas de la vida cotidiana. El que más grababa era mi papá y me pareció muy interesante ver, desde mi ojo de cineasta, en qué cosas depositaban ellos la mirada. También fue hermoso revivir ese momento de la infancia que fue idílico y muy fundante para nuestra familia y para mí, esa libertad con la que vivíamos en ese campo. Reencontrarme con esas conversaciones, esas situaciones cotidianas y hasta con personas que ya no están y verlas reír y hablar fue muy emocionante. Fue un proceso intenso. Como buena escorpiana, me sumergí en lo profundo y, después de atravesar un montón de emociones, agarré machete y tijera, y empecé a desmenuzar eso.

La directora parte de los hombres de su familia para indagar en los miedos, complicidades, contradicciones y violencias que viven (Foto: prensa "El silencio de los hombres")
La directora parte de los hombres de su familia para indagar en los miedos, complicidades, contradicciones y violencias que viven (Foto: prensa "El silencio de los hombres")

—¿Qué tuvieron en cuenta a la hora de la edición?

—Ese proceso lo hicimos con Ignacio Ragone, el montajista. Para mí fue uno de los más maravillosos de la película, de los que más disfruté. Me convertí en la peor abogada y me decía: “esto te puede encantar, pero no sirve”. Fue muy gracioso porque estuve un año buscando montajistas mujeres, porque para mí debía ser una chica y las que quería no podían y terminé editando con Nacho, que es realizador, montajista y además un gran amigo, y fue espectacular. Estaba obstinada en que sea una mujer y la verdad que tener la mirada de un varón en la isla fue bárbaro porque se intensificaron un montón de preguntas que me había hecho.

Se sucedieron diálogos muy interesantes y cotejamos un montón de preconceptos que tenía sobre los varones. Una vez que ya teníamos un armado que los dos estamos más o menos conformes, lo abrimos a un cierto grupo de amigos y colegas, donde tuvimos un montón de devoluciones que enriquecieron y la modificaron por completo. Luego tuvimos una asesoría de montaje que fue la que terminó de darle el clic a la película, porque nos vino a traer una mirada que era casi antitética de lo que nosotros estábamos planteando. Por ejemplo, tenía como 25 audios de voz en off mía narrando y ella nos pidió que probemos como quedaba sin las mismas y así fue. La película que se ve es bastante distinta a la que era.

Lucía Lubarsky también dirigió la serie televisiva "Nosotras. Relatos de los feminismos bonaerenses" (Foto: prensa "El silencio de los hombres")
Lucía Lubarsky también dirigió la serie televisiva "Nosotras. Relatos de los feminismos bonaerenses" (Foto: prensa "El silencio de los hombres")

—Retomando lo de la intimidad que lograron, hay una escena sobre el final, donde uno de los protagonistas organiza un asado con sus amigos y se dan conversaciones que atraviesan muchos de los conceptos que plantea la película ¿Cómo lo pensaron?

—La escena del asado la realizamos con unos amigos de Gabriel, “El Bicho”, uno de los protagonistas. Nosotros sabíamos que esos asados se daban cotidianamente, entonces le consultamos si se animaban a juntarse e ir a filmarlos. Al principio, no entendían sobre qué hablar y les dije que conversen de las cosas que suelen hablar. Les conté sobre la película y sobre las inquietudes que recorría, les comuniqué cuáles eran los temas que a mí me interesaba que toquen. El camarógrafo, que es Lucas Palacios, que también fue director de fotografía, los iba a filmar junto a la sonidista. Nosotras con la productora estábamos en la escena, pero no participamos, nos alejamos de la mirada del grupo. Lo que a mí me interesaba era, en vez de que haya una especie de bajada de línea, que eso esté ahí y se manifieste aunque incomode. Me parecía interesante que esa experiencia abra y que quede reverberando en los espectadores. Además, dentro de ese asado hay un montón de posiciones distintas y me parece que la riqueza de esa situación tiene que ver con el grado de verdad que tiene.

—¿Qué pasó con el público cuando la presentaron?

—Una de las cosas que más me llamó la atención fue que las personas se reían un montón de cosas que capaz no eran graciosas, a veces creo que eran risas de gracia y otras eran de incomodidad. Cuando terminamos la función, en el Festival de La Mujer y el Cine, se dio una charla muy interesante había un montón de preguntas. Curioso o no, todas las preguntas las hicieron mujeres. En la segunda proyección, pasó lo mismo hasta que una de las presentadoras dijo por favor, en honor a la película, que un hombre haga una pregunta. Ellos se sienten un poco hackeados y quizás tienen miedo del modo en que se pregunta o hacia dónde va la pregunta les haga como “pisar el palito” o ponerlos en un lugar incómodo, pero fue muy interesante.

Hay algo en lo que indaga la película, que lo fui descubriendo con el tiempo, que habla mucho de la relación de la masculinidad a través del vínculo de la paternidad. También, hay un nivel de opresión que los condena a una soledad y a un ostracismo si no lo trabajan, lo militan y socializan. Cuando de repente te das cuenta de que hay otro que está roto como vos, qué fue lo que pasó con los feminismos cuando nos dimos cuenta de que muchas de las agresiones que vivíamos y naturalizamos le estaban pasando a otras. Ese ejercicio de apertura y de franqueza, habilitás a que el otro se muestre igual y se identifique en esta rotura y se sentirán aliviados, no porque no esté mal lo que viví o lo que me pasó, sino porque no estoy solo en esto.

* El silencio de los hombres se exhibe en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA) a partir de este jueves 17 de agosto.

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