Murió Renata Scotto, la soprano italiana que fue considerada “la heredera de María Callas”

Conocida por su electrizante dramatismo, falleció a los 89 años en Savona, Italia. Desde sus humildes inicios durante la Segunda Guerra Mundial hasta su consagración en la Metropolitan Opera, su pasión y compromiso dejaron una huella imborrable en el mundo de la ópera

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Renata Scotto, la soprano de inigualable pasión, dejó una marca imborrable en la ópera del siglo XX. Foto de archivo de la soprano italiana Renata Scotto (EFE/Ballesteros)
Renata Scotto, la soprano de inigualable pasión, dejó una marca imborrable en la ópera del siglo XX. Foto de archivo de la soprano italiana Renata Scotto (EFE/Ballesteros)

Renata Scotto, soprano de electrizante fuerza dramática que abrazó el papel de prima donna para convertirse en una de las cantantes de ópera más célebres del siglo XX, ha fallecido en Savona (Italia) a los 89 años.

Robert Lombardo, director de la empresa de gestión de Scotto, con sede en Nueva York, confirmó el fallecimiento, pero no dio más detalles.

Mucho antes de cantar en los principales teatros de ópera del mundo, antes de reinar en la Metropolitan Opera de Nueva York y compartir escenario con Luciano Pavarotti, Scotto sabía cómo atraer al público. Dio sus primeros conciertos de niña en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, cantando serenatas a los vecinos desde la ventana de su apartamento.

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Se lo agradecían con caramelos, un placer poco frecuente en medio de las privaciones de la guerra y una primera muestra de la adoración del público. Incluso a esa edad, recuerda Scotto, “quería ser una estrella, una prima donna”.

Algunos aficionados a la ópera consideraban a Scotto heredera del legado de Maria Callas, la soprano grecoamericana que se convirtió en una superestrella internacional en las décadas de 1950 y 1960. A los devotos de Callas les molestaba tanto la comparación que, en ocasiones, los más fanáticos se reunían en lo que se conoce como claque para abuchear a Scotto mientras cantaba.

Callas, tal vez sin saberlo, había contribuido a lanzar a Scotto al estrellato en 1957, durante una producción de La Sonnambula de Bellini en el festival de Edimburgo (Escocia). Scotto tenía entonces 23 años y era una soprano en ascenso en los teatros de ópera de Italia.

Según la versión de Scotto, Callas, siempre tan activa, tenía que asistir a una fiesta en otro lugar y se negó a cantar cuando se añadió una función extra. Según otra versión del episodio, su médico le aconsejó que no se esforzara actuando. En cualquier caso, Callas se retiró. Con sólo unos días de antelación y sin haber cantado nunca la ópera, Scotto aceptó sustituirla.

Lo hizo con tanto aplomo que el público no paraba de llamarla para que bajara el telón, cuenta Scotto, hasta que finalmente el director de orquesta subió al escenario e imploró a la sala que “la dejara marchar”. En los años siguientes, la carrera de la Sra. Scotto floreció hasta encontrarse en una situación de demanda casi constante.

Debutó en el Met en 1965 como Cio-Cio-San, el personaje principal de Madame Butterfly, de Puccini, y quizá el papel que definió a Scotto. Encontró un poderoso mecenas en el director James Levine y, en la década siguiente, se convirtió en la soprano no oficial del Met.

Scotto actuó como Mimì, con Pavarotti como Rodolfo, en la representación de La Bohème de 1977 que inauguró las emisiones de Live From the Met, una serie de televisión que llevó la ópera –y a Scotto– a millones de hogares estadounidenses. Actuó más de 300 veces con el Met a lo largo de dos décadas, a menudo con tenores estrella como Plácido Domingo y José Carreras, además de Pavarotti.

Renata Scotto es Lady Macbeth  en "Macbeth", de Verdi (MUST CREDIT: Winnie Klotz/Met Opera Guild)
Renata Scotto es Lady Macbeth en "Macbeth", de Verdi (MUST CREDIT: Winnie Klotz/Met Opera Guild)

El repertorio de Scotto incluye muchos de los papeles de soprano más queridos de la ópera italiana. En la tradición del bel canto, interpretó al trágico personaje titular de Lucia di Lammermoor y a la encantadora Adina en la ópera cómica L’Elisir d’Amore, ambas de Donizetti.

Fue la consumida cortesana Violetta en La Traviata de Verdi y la fatalmente ingenua Gilda en su Rigoletto. Como intérprete de Puccini, fue más conocida como Madame Butterfly, pero también interpretó a Musetta, así como a Mimì en La Bohème y a la malograda Manon en Manon Lescaut.

Al igual que Callas, que cantó los mismos papeles con gran éxito, Scotto poseía una voz fascinante sin ser tradicionalmente bella. El contingente más desagradable de sus críticos la apodó “Renata Screecho” por la tensión que a veces se detectaba en el registro superior de su voz. Pero para ella, y para quienes la admiraban, la ópera era algo más que técnica o incluso sonido.

“Prefiero tener una nota poco bella en mi voz”, dijo Scotto a la revista Saturday Review en 1982, “que una perfección que no signifique nada”.

Al igual que Callas, Scotto también era conocida por encarnar plenamente sus papeles, aportando un intenso dramatismo a una forma de arte en la que las cantantes solían contentarse con permanecer de pie en el escenario y trinar. Recuerda haber llorado la primera vez que cantó Madame Butterfly, la historia de una geisha japonesa que se suicida.

Renata es lo más parecido a una verdadera actriz cantante con lo que he trabajado”, declaró Domingo al New York Times en 1978. “Hay un énfasis, un sentimiento que ella pone detrás de cada palabra que interpreta”.

La Sra. Scotto aceptó de buen grado la etiqueta de “prima donna”. A veces exigía que los directores la siguieran a ella y no al revés.

Ella y Pavarotti habían sido “como hermanos”, dijo, hasta una representación televisada en 1979 de La Gioconda de Ponchielli en San Francisco, en la que el tenor se ayudó a sí mismo en lo que la Sra. Scotto dijo que fue un solo no planeado en el telón. Al marcharse a su camerino, Scotto soltó una obscenidad grabada por la cámara.

Scotto, que en una ocasión comentó que “a la prensa le gusta exagerar el temperamento de los cantantes”, se encontró en el punto de mira de la maledicencia del mundo de la ópera en 1981, cuando apareció en el Met en el papel principal de Norma de Bellini, un papel que describió como el “Everest de la ópera” por su dificultad vocal.

“La Srta. Scotto podía hacer flotar tonos suaves por encima del pentagrama con bastante belleza, y cuando la música estaba en su voz media más cómoda, sus tonos penetraban muy bien en la casa”, escribió el crítico musical Donal Henahan en el Times, describiendo su interpretación de la diabólicamente difícil aria Casta Diva. “Pero cuando se vio obligada a cantar a pleno pulmón en las regiones superiores, la entonación y la técnica vocal la abandonaron”.

Renata Scotto es MimÏ y Luciano Pavarotti es Rodolfo en la producción del Metropolitan Opera "La BohËme", de Puccini ( MUST CREDIT: Met Opera Guild)
Renata Scotto es MimÏ y Luciano Pavarotti es Rodolfo en la producción del Metropolitan Opera "La BohËme", de Puccini ( MUST CREDIT: Met Opera Guild)

En un alarde que los admiradores de Scotto consideraron indignante, los abucheadores empezaron a abuchearla con gritos de “¡Brava Callas, Brava Callas!”, incluso antes de que Scotto empezara a cantar el pasaje.

Con los “abucheos, silbidos y fuertes gemidos”, observó el columnista del Times William Safire, se produjo una escena “que solíamos asociar con las gradas del viejo Ebbets Field de Brooklyn”. Al final, el Met se vio obligado a escoltar a los espectadores más indisciplinados fuera del recinto.

En sus memorias de 1984, Scotto: Más que una diva, escritas con Octavio Roca, Scotto recuerda que lloró en su camerino durante el intermedio. “Me pregunté si realmente merecía la pena y pensé en marcharme, dejar la representación, dejar el Met, dejar Nueva York”, escribió. “Tenía tantas ganas de que acabara esta pesadilla”.

Se recompuso lo suficiente como para terminar la representación, lo que llevó al menos a un crítico musical a cuestionar el juicio de los insultadores.

“La ópera es mucho más que una retahíla de notas bonitas sin sentido”, escribió Peter G. Davis en la revista New York. “Una y otra vez, Scotto nos recordó su soberana musicalidad, su instintivo sentimiento de la vida rítmica de las notas, su habilidad para moldear frases finamente esculpidas y su sensibilidad para colorear las palabras en emociones que definen instantáneamente una situación dramática.”

“No, la de Scotto no fue una Norma perfecta”, continuó, “pero no es probable que tengamos una mejor en el aquí y ahora”.

Fuente: The Washington Post

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