Tras las huellas de Lucio V. Mansilla, el hombre esquivo de los “múltiples perfiles”

La reciente publicación en la web de la Biblioteca Nacional del repositorio digital de uno de los grandes escritores argentinos del siglo XIX, invita a redescubrir su obra. La directora del proyecto, Sandra Contreras, dialogó con Infobae Cultura sobre las historias detrás de estos hallazgos

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Lucio V. Mansilla, fotografiado por Alexander Witcomb (Foto: Wikipedia)
Lucio V. Mansilla, fotografiado por Alexander Witcomb (Foto: Wikipedia)

Hay una foto de Lucio V. Mansilla —una serie de fotos, en realidad— tomadas en París. El fotógrafo es un inglés cuya obra es considerada patrimonio histórico de la Argentina: Alexander Witcomb. Mansilla, ya grande, con una larga y tupida barba blanca, galera, bastón, posa con varios espejos detrás. Su silueta es cuantiosa, parecen clones. Esa misma imagen evoca ahora la investigadora Sandra Contreras y dice: “Mansilla fue un hombre de múltiples perfiles: militar, político, cronista, escritor, causer, conversador, viajero. Y esta colección permite ver su perfil de explorador, y sobre todo de corresponsal. Para mí es el gran escritor moderno del siglo XIX, junto con Sarmiento. Yo creo que es nuestro contemporáneo. Tiene un concepto de la escritura como método, como artificio, como ficción”.

Sandra Contreras dirige la Colección Mansilla, que se desarrolló en el marco del Proyecto de Investigación Plurianual (PIP) “Archivo Lucio V. Mansilla. Para una relectura integral” (2019-2021) y del Proyecto de Unidad Ejecutora (PUE) “Políticas y usos del archivo” (2019-2024), ambos financiados por Conicet y radicados en el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH, CONICET-UNR). Desde hace unas semanas, en el sitio web de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno se aloja una enorme y creciente colección de cartas y columnas del hombre que fue, entre miles de cosas, general de división del Ejército Argentino, gobernador del Territorio Nacional del Gran Chaco y autor de libros como el emblemático Una excursión a los indios ranqueles. Acá se puede ingresar a leer todo: coleccionmansilla.bn.gob.ar.

Todo empezó con El excursionista del planeta: escritos de viaje, una investigación que se publicó en el año 2012 por el Fondo de Cultura Económica. “Me encargaron una selección de los textos de viaje de Mansilla. Para dar cuenta de esa selección, en la que no me alcanzaba con las causeries más conocidas, empecé a buscar más”. (Una causerie es un género que se usaba mucho en ese momento, que viene del francés, y significa “charla”, “conversación”.) Entre las causeries, entonces, había una, una muy importante, muy puntual, titulada “San Vicente y la cabeza de Washington”. Se editó en un famoso libro de cinco volúmenes: Entre nos: causeries de los jueves. Pero ese texto, que se publicó originalmente en 1881 en la prensa, cuando Contreras quiso ir a la fuente, no estaba. “Estaba empecinada con encontrarla”.

Escribir como se habla

Un día, mientras hurgaba en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, en el diario La Tribuna Nacional de 1881, encontró una columna firmada por un tal Juan de Dios. “Primero me llamó la atención: ¿quién es este?, ¡qué raro! Y después aparece la segunda, la tercera entrega de Juan de Dios. Y ahí leo: ‘La cabeza de Washington’. Con lo cual vi que era Mansilla con ese seudónimo, que no está en ninguna biografía, ni bibliografía. Y después vi que siguió toda una columna que se llamó Ecos de Europa durante dos años, del 81 al 83″, cuenta del otro lado del teléfono esta investigadora del Conicet, docente en la Universidad Nacional de Rosario y autora de los libros Las vueltas de César Aira (Beatriz Viterbo Editora, 2002), y Realismos, cuestiones criticas (CELA, 2013).

La Colección Lucio V. Mansilla ya puede ser consultado y navegada en internet
La Colección Lucio V. Mansilla ya puede ser consultado y navegada en internet

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El texto, publicado el 24 de febrero de 1881, comienza así: “Son las 6 12 a. m. Estamos como a 40 millas de tierra. A proa, hacia el oeste, envueltos entre nubes, se divisan los picos de San Antonio. La mar está ligeramente agitada; las olas se suceden unas a otras rizando su superficie. Los franceses tienen una expresión muy pintoresca para expresar este estado. Mére moutonneusede moutonner, ‘frisar como la lana de carnero’—, dicen ellos. No hay en español vocablo equivalente, ni el genio de la lengua se presta a formarlo”. La embarcación navega por Cabo Verde, hoy país soberano de la África insular; pasan por la isla de Santa Lucía y divisan seis picos. “Son las 10. Acabamos de almorzar. La cubierta se pone alegre. Se comprende: hay tierra a la vista y cerca. Este espectáculo disipa muchas inquietudes”.

El motivo del viaje: cargar trescientas toneladas de carbón. De pronto dos islas, San Antonio y San Vicente. Una tiene “colores tornasolados”, otra “más oscuros”; una “parece iluminada”, la otra “hecha de carbón”. “Como resalta el contraste, y tan próximas están, San Antonio produce naranjas y bananas y cultiva la viña. En San Vicente la lava de los volcanes extinguidos ha condenado el suelo a eterna desolación. Luego, no llueve; su vecino le roba las nubes y el sol la abrasa. Y, sin embargo, por San Antonio nadie pasa y en San Vicente toca todo el mundo. Siempre la ley de las compensaciones rigiendo nuestro planeta para consuelo de nuestros moradores!” De pronto la brisa se multiplica, se forman vientos fuertes: ráfagas. “Es inútil pensar en huir. San Tecla!, qué percance para un criollo, hombre de lazo y alforjas”.

Entonces sí: “El panorama cambia como si las montañas caminaran. Hay mar gruesa. Cuesta estar de pie. Algunos arbustos raquíticos coloran la playa. Estamos a la altura del cerro que oculta la cabeza de Washington”. “Ya se ve la frente, la nariz... un momento más y el colosal perfil estará del todo delineado. La altura del monumento es digna del grande hombre —el pedestal grave y sólido como él. El labrio superior aparece. Se redondea la barba. Descúbrese, por fin, la garganta”. Para Contreras, este texto es importante por dos motivos. El primero: “Fue la punta para encontrar un seudónimo desconocido y a partir de eso toda una columna periodística que curiosamente no estaba mencionada en ninguna de sus biografías. Fue la punta del ovillo”, dice.

Lucio V. Mansilla en su casa, en una foto alrededor de 1900 (Foto: Wikipedia)
Lucio V. Mansilla en su casa, en una foto alrededor de 1900 (Foto: Wikipedia)

La segunda: “Es la couserie en la que formula la síntesis de su poética de conversador: escribir como se habla”, explica Contreras. En el cierre del texto se ve con claridad esta “bajada de línea” literaria, la manera en que Mansilla da cuenta de su método, incluso ahí mismo, escribiendo desde el barco, observando el paisaje, el mundo, dando precisiones geográficas y derivas poéticas: “Y ahí va una página, escrita sentado, de pie, mirando a derecha, e izquierda, arriba, abajo, moviéndome en todas direcciones, tambaleando unas veces, a plomo otras sobre los talones. He querido que pareciera conversada, recordando el precepto de Castiglione —scrivasi come si parla— y que mis impresiones palpitaran en ella con la misma intensidad y movilidad con que yo las he experimentado. ¿Lo habré conseguido?”.

La curaduría de la “Colección Mansilla”

Sandra Contreras es titular de la cátedra de Literatura Argentina I de la Universidad Nacional de Rosario. A ese grupo de profesores les propuso armar un proyecto colectivo en el Conicet, que es donde trabajan también. Ahí se integraron Mariana Catalin como codirectora, Mariela Herrero, especialista en archivo, Javier Gasparri, y después se sumó Renata Defelice. Además, en el diseño y programación están Damián Monti Falicoff y Carlos Ciliberti; como pasantes Macarena Farías, Cecilia Coletti y Nadina Mottura. También participan Leandro Simari, Laura Utrera, Juan Martín Gómez y Magdalena Ottaviani. “Primero fue un proyecto grupal del Conicet, se continuó en otro proyecto grupal, Políticas y usos del archivo. Del libro, que fue en 2012, a estos proyectos, que salieron en 2019, pasaron varios años”.

La pregunta fue: ¿hacer un libro o un repositorio digital? Se interesaron más por la segunda opción. Querían reponer la página completa del diario. “Y nos parecía que podía funcionar como una herramienta digital para investigadores y biógrafos”. Ahí apareció la idea de alojar la colección en la página de la Biblioteca Nacional: hicieron la propuesta y se interesaron de inmediato. Pasada la pandemia, comenzaron a trabajar: el equipo de Contreras hizo el relevamiento, la curaduría, la selección, y el de la Biblioteca se encargó de toda la digitalización. Pero no es un archivo propiamente dicho, es una colección. La archivística se maneja con fondos: se resguardan todos los documentos producidos. Una colección implica una agrupación documental, un recorte con objetivos específicos. Y eso es lo que nosotros armamos”.

El criterio del recorte fue, para esta primera fase, incluir materiales dispersos y poco conocidos. “Por ejemplo, la columna El diario de un expatriado. Textos que iluminen nuevos aspectos de su obra, o de su perfil de escritor, de causer, de corresponsal, de periodista, etcétera”, dice Contreras, y agrega: “Trabajamos con series periodísticas, por ejemplo, la columna Ecos de Europa, publicada en La Tribuna Nacional, o la columna El diario de un expatriado. Esas van completas. También se recogen las columnas que mandó como corresponsal de guerra estando en Paraguay entre el 65 y el 68. Incluso hay varias que aparecen en una antología de Miguel Ángel de Marco que se llama Corresponsales en acción: muchas de esas Mansilla las firmaba con seudónimo: Falstaff, como el bufón de Shakespeare”.

Sandra Contreras, directora de la "Colección Mansilla" (Foto: gentileza Biblioteca Nacional)
Sandra Contreras, directora de la "Colección Mansilla" (Foto: gentileza Biblioteca Nacional)

“Mansilla publicaba todo el tiempo en todas partes. A veces con seudónimo, muchos seudónimos”, dice y menciona otro: Tourlourou. “De las que firmó como Tourlourou había noticia en alguna biografía pero no se encontraban por ninguna parte, y las relevamos todas: son hermosas, son buenísimas”. “También están las cartas a su primo Alejandro Baldéz. Son interesantes porque ahí cuenta la contraversión de su expedición a Paraguay en la plantación de oro, cuenta la versión del fracaso y la debacle económica. Son dos cartas que están en el Archivo General de la Nación y me enteré por las carpetas de David Viñas. Cuando fui a ver las carpetas para ver qué materiales de Mansilla tenía, ahí aparecieron esas dos cartas que él las tenía fotocopiadas y subrayadas”, recuerda.

La cascada de Amambay

Otra de las joyas de esta colección es un conjunto de diez causeries. “Tenían que ver con su expedición en las minas Amambay y Maracayú. Muchas estaban incluidas en el Entre nos. Habían sido publicadas en el año 1878 en El Nacional de Buenos Aires, pero había algunas que no encontraba. Me faltaban dos o tres. Se me ocurrió que podían estar en Paraguay, porque él publicaba donde estaba. Contacté a investigadores de allá, me mandan los microfilms de La Reforma y ahí encuentro, para mi gran sorpresa, que había dos que yo no encontraba. No quiere decir que no las haya publicado acá, pero a veces al diario le faltan ejemplares, no están todos los números. Publicaba a la vez acá y en Asunción”. Pero quedaba una causerie suelta. El título era “La cascada de Amambay”.

En el Entre nos, en una nota al pie, Mansilla escribe: “esto lo publiqué hace muchos años en una revista ilustrada”. Pero, ¿cuál? ¿Y a qué se refería en concreto con revista ilustrada? También decía que acompañó esa causerie con un dibujo. “No la encontrábamos por ningún lado hasta que Renata Defelice encuentra en el boletín de la Sociedad Geográfica italiana del 79 una noticia que decía: ‘Damos a conocer las exploraciones el descubrimiento de la cascada de Amambay del Coronel Mansilla’. La había publicado en El Plata industrial y agrícola, una revista que no era del boletín de la Sociedad Geográfica sino que era una revista dedicada a las novedades de maquinaria industrial y agrícola a la que él manda en septiembre el 78 un informe técnico del descubrimiento de la cascada de Amambay”.

Hay que imaginarlo a Mansilla en julio del 1878 caminando por las minas de Amambay, al norte de la región oriental de Paraguay, y de pronto viendo una cascada, sintiendo el privilegio del hallazgo, se sienta sobre alguna roca, saca su libreta y empieza a escribir “mirando a derecha, e izquierda, arriba, abajo, moviéndome en todas direcciones”. “Después manda el informe técnico a una sección que tenía la revista que se llamaba ‘Minas y mineros’, lo acompaña con dos dibujos, que en realidad son grabados de Carlos Cleriche a partir de unos de unos bocetos de Mansilla. Eso va acompañada de la carta que le dirige a Pablo Tarnassi, que es la que él después recoge en el volumen de Entre nos. Nunca se nos ocurrió buscar ahí. Y estaba acá en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, digitalizada. Estaba ahí, a mano”.

Lucio V. Mansilla fotografiado en su juventud
Lucio V. Mansilla fotografiado en su juventud

Hacia un gran archivo Mansilla

“No hay un fondo Mansilla: sus cartas y sus manuscritos están en distintas bibliotecas pero provenientes de otros orígenes”, dice Sandra Contreras y luego asegura: “De todos modos, lo decimos con humildad, esta colección aspira a la condición de un archivo”. Una de sus joyas son las Cartas de Amambay, que fueron incluidas en El excursionista del planeta. “Son unas cartas que él publicó en El Nacional de Buenos Aires, en el 78, mientras estaba llevando adelante una expedición de explotación de minas de oro en el Paraguay posbélico, fin de la década del 70. Y buscando material y tratando de ubicar las causeries que él reúne en el Entre nos pero que tenían como tema Paraguay, y que había visto que la había publicado 10 años antes, en el 78, aparecen estas cartas”.

“A las Cartas de Amambay las encontró Laura Utrera. Le había pedido que haga el relevamiento de ese año. ‘¡Mirá Sandra, las Cartas de Amambay!’. Eran 32 cartas que no estaban en ninguna biografía ni bibliografía. Esas sí las incluí, las edité y las prologué en El excursionista del planeta”, dice y agrega que en una segunda fase se van a subir las cartas de Una excursión a los indios ranqueles, “que parecen escritas hoy y para hoy, en el contexto de la emergencia del problema indígena”. También quieren incluir manuscritos, como el de Diario de viaje a Oriente, “que editó el equipo de María Rosa Lojo a partir del diario que le facilitó el tataranieto de Mansilla; eso no lo teníamos entonces eso no pudo ir. También hay algunos manuscritos en el Museo Histórico Nacional que sería interesante subirlos”.

“La idea es continuar ampliando la colección”, dice Sandra Contreras: hacer de esta colección, un gran archivo. “Está pendiente toda la producción más específicamente política, que es enorme. Mansilla mismo decía al final de su vida, en una de sus columnas, donde hace como un repaso de su producción pensando en una posible obra completa: ‘Si saco lo político de la germinación literaria calculo que tengo unos 16 volúmenes’. Él entonces distingue entre la germinación más específicamente literaria y la política. Y cuando pasa por la producción política enumera la cantidad de diarios en los que publicaba: millones de respuestas, polémicas, opiniones, intervenciones. Eso está pendiente. Aunque en su producción periodística, en su trabajo de corresponsal, la política siempre esté presente”.

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