Durante los ‘60, Cleve Backster era el máximo especialista en el uso del polígrafo de la CIA. Sin embargo, alcanzó fama cuando los periódicos de la época reportaron un descubrimiento inédito: mediante una serie de estudios, reportó que, en diferentes pruebas, las plantas mostraban cambios eléctricos cuando eran dañadas o incluso amenazadas y aseguró que tenían un potencial de comunicarse telepáticamente.
Backster aseguraba que las plantas tenían la capacidad de percibir las intenciones humanas, a lo que llamó “Percepción primaria”, y que éstas generaban una reacción que podía registrarse. Para 1968, publicó sus hallazgos de los experimentos en el International Journal of Parapsychology, pero en los años siguientes la comunidad científica rechazó su trabajo por que no se podía repetir y se habían producido en ambientes no controlados, entre otras razones.
Dar credibilidad al trabajo de Backster puede convertir en una suerte de paria a cualquier científico, sin embargo para el artista brasileño Guto Nóbrega aquellos estudios cambiaron su manera de entender y hacer arte al encontrarse con una “dimensión más metafísica” de las plantas, que comenzaron a ser su objeto principal de estudio.
Nóbrega pasó por Buenos Aires y dialogó con Infobae Cultura en el marco de “Presente continuo”, programa de formación y desarrollo sobre arte, ciencia y tecnología, una iniciativa de la Fundación Bunge y Born y de Fundación Williams, con la participación de Fundación Andreani.
Con doctorados en Arte y Tecnología y en Artes Interactivas, el artista multidisciplinar indaga en las tradiciones populares originarias de su país, con una práctica que pondera “producir conocimiento”, por sobre la mirada del arte como entretenimiento.
Seguidor de las ideas del pionero del arte cibernético Roy Ascott, quien fue su profesor, posee además un máster en Comunicación, Tecnología y Estética, es Licenciado en Grabado y profesor en la Escola de Belas Artes, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), donde fundó NANO (Núcleo de Arte e Novos Organismos), un espacio de investigación y creación artística.
En este encuentro, reflexiona sobre el concepto de hiperorganismos en el arte contemporáneo, sobre cómo el consumo de ayahuasca cambió su mirada sobre las plantas, el uso de la Inteligencia Artificial y los problemas humanos con respecto al uso de las nuevas tecnologías, entre otros temas.
—Cuando se habla de arte, la asociación más rápida tiene que ver con ciertos objetos dispuestos para ser apreciados, que propicien experiencias estéticas o intelectuales. Sin embargo, su mirada del arte no está centrada en estos objetos físicos del todo, ¿podría explicar de qué se tratan los hiperorganismos y cómo se relacionan con el arte contemporáneo?
—El concepto surge del filósofo Gilbert Simondom, quien desarrolló esta idea de que el objeto técnico tiene una génesis que está en proceso de desenvolvimiento, en el medio, pero que nunca llega a ser como un organismo vivo natural. Hoy la gente está viviendo ese momento con la inteligencia artificial, si se lo piensa como la evolución de esos organismos técnicos. Es un tema del que ya se viene teorizando desde la década del ‘40 y ‘50.
Pensando en cómo sería ese desarrollo de estos objetos, de esos sistemas, en la condición actual con las redes, entonces los hiperorganismos tiene que ver con la telemática, con la conectividad, con el pensamiento de red. Yo considero a esos objetos técnicos como orgánicos. Entonces, el término hiperorganismo surgió del desarrollo de estos sistemas que están vivos de alguna manera en la condición de esa red.
Y considero que el hiperorganismo en realidad es un punto de conexión. Cuando creas un hiperorganismo se instala en esta gran red, se manifiesta allí como un nodo, como una entidad, un sistema que se conecta a otros sistemas. Por ejemplo, cuando creas una obra de arte dentro de esta red, otros artistas se apropian de esta obra, la desarrollan. Nosotros nos apropiamos de otras ideas y esta red se manifiesta, ¿no? Entonces, la idea es básicamente la de un sistema que tiene vida dentro de este sistema más grande y que se manifiesta en esta red.
—Desde nuestra formación educativa nos han implantado una mirada mecanicista, positivista, de la naturaleza en la que se plantea que tiene una función que está al servicio del hombre. El más sencillo es que la planta, a través de un proceso, genera oxígeno para que podamos habitar el planeta. Sin embargo, usted a través de su trabajo demuestra que esa mirada utilitaria deja muchas cuestiones de lado, como el de las emociones o el de la comunicación.
—La emoción es el punto principal. La empatía hacia estos seres vivos. Contaré de forma breve cómo es que las plantas aparecieron en mi vida y mi trabajo, porque creo que ejemplifica un poco a tu pregunta.
Al comienzo de mi investigación para mi doctorado, en 2005, pensaba en la condición de estos sistemas y yo creía que acoplar un organismo vivo en este sistema sería fundamental para problematizar este sistema, como artista en la búsqueda siempre de crear nuevos problemas. Más específicamente en el campo de la tecnología del arte, creía que hackear el sistema, llevar variantes orgánicas vivas al sistema produciría algo interesante desde el punto de vista de la expresividad. Observé varios organismos y estaba muy interesado en la inteligencia de la naturaleza, las hormigas, las abejas, las avispas, las luciérnagas, los delfines, todo. Muchos de estos organismos, la mayoría, tienen una forma de comunicación que nos parecen estúpidos, mecánicos como dijiste, una función mecánica. Pero en realidad tienen un tipo de organización muy coherente con las demás. Intenté trabajar con algunos de ellos. Y vi un video sobre las plantas de alguien que en realidad no era un científico, sino un agente de la CIA y que fue rechazado por la ciencia, el famoso Backster.
Entonces comencé a ver esta dimensión más metafísica, esta dimensión más sensible de la planta. Tal vez incluso con capacidades extra sensoriales en términos de comunicación y eso me fascinó. Si bien sabía que era muy controvertido, a medida que profundizaba más y más vi que también motivó a muchos artistas a trabajar en conexión con las plantas. Vi que era un campo fascinante en el que nunca había pensado.
—Allí comenzó tu trabajo con las plantas.
—Sí. El primer trabajo que hice fue Breathing (Respirar), que cuando una persona exhalaba cerca de la hoja disparaba un circuito, que funcionó muy bien, que recogía las variantes de conductividad de la hoja. Entonces, me di cuenta de que había algo conectado, si se quiere, con el oxígeno, el dióxido de carbono que va a la planta y el retorno del oxígeno, que tiene que ver con el ciclo de vida. Así que mi conexión, mi percepción de las plantas fue cambiando, primero porque parecen estar quietas allí, pero no es así, se están moviendo. Cuando haces un timelapse con video lo ves claro y es muy bonito. Y luego también hubo un cambio en cuestiones de mi vida personal con relación a las plantas, porque mi supervisor, Roy Ascott, es un tipo muy conectado con el sincretismo brasileño, con la vida en Brasil con religiones como la Umbanda, con el Espiritismo, con el Daime, al que se consagró.
—Ascott fue crucial también para su manera de trabajo.
—Sin dudas. Él se convirtió a esta religión en Brasil, que comienza con un ritual de toma de ayahuasca. La religión en Brasil también se dio a conocer porque era una forma de llevar el conocimiento indígena para las comunidades de la Amazonía, donde ellos vivieron. El gran maestro Irineu fue quien introdujo y difundió esta práctica de la Consagración del ritual con ayahuasca, pero lo interesante del té es que se produce a partir de la combinación de dos plantas. Una raíz y una planta y cuando las mezclás después de varias horas, varios días, y mientras más lo cocinas en el tiempo, posee una mayor concentración. Entonces lo que es muy interesante, desde un punto de vista científico, es que la sustancia básica de la molécula de ayahuasca es el DMT, Dimetiltriptamina, y que si ingieres DMT no pasa nada porque las enzimas en tu cuerpo la bloquean, no puede entrar al torrente sanguíneo. Y es la raíz la que inhibe estas enzimas, y se manifiesta durante 4, 6 horas, según el ritual. La gran pregunta es cómo descubrieron los indígenas esto, cómo descubrieron en la selva amazónica con toda esa cantidad de biodiversidad, que era esa combinación de plantas. Entonces, dicen, que las propias plantas se comunicaron y transmitieron esta información.
—¿Cómo es esa experiencia?
—La experiencia con ayahuasca es de un diálogo muy profundo con estas entidades o estos espíritus o esta conversación interna, puedes nombrarla de diferentes maneras. Pero hay una conversación interna cuando llegas a este estado. De todos modos, estoy hablando de mi experiencia en 2014, que cambió mucho mi concepción sobre las plantas. Entendí porque mi supervisor (Ascott) estaba tan fascinado. Porque al final es una experiencia sobre estados de conciencia y yo también creo que el arte es exactamente eso, ¿no? El arte no se trata del objeto estático o móvil, no se trata de eso, el arte se trata de esta experiencia que se desencadena con una propuesta como sistema, que provoca un cambio de estado de conciencia. Cuando tienes la idea del cubo blanco, por ejemplo, es una inmersión en un sistema que se coloca con una cierta configuración, que busca que el traslado del objeto de arte a la galería lo active y entonces tendrías esa experiencia allí. Y lo que creo que busco en mi trabajo es traer cada vez más esta experiencia, utilizar este modelo de esa experiencia, de esa expansión, este develamiento de la realidad.
—Un arte que revele otra realidad…
—Para mi está muy claro que hay una realidad ordinaria, y hay una comprensión mucho más sutil del mundo. Roy Ascott teoriza que hay tres realidades: Realidad Virtual, Realidad Validada y la Realidad Vegetal. Ahora estamos creando la Realidad Virtual con la Inteligencia Artificial, por ejemplo; la Realidad Validada es lo que somos, nuestros contratos personales, lo que me pone aquí en esta situación, y la Realidad Vegetal es todo lo que la planta puede generar en esa relación profunda con la naturaleza, que es lo que estamos tratando de hacer en esta reconexión.
—Vivimos en una época de espectacularización, donde todo es transmitido y debe ser un entretenimiento. Incluso, es algo que afecta al arte o a generar “experiencias” inmersivas por ejemplo que parecen querer sustituirlo...
—Esa es la cuestión del arte para mí. El arte no es entretenimiento. Muchas de las obras que vemos como arte hoy en día son entretenimiento. Algunos pueden criticar este discurso, que es tal vez una posición muy personal, pero no veo cómo pensar el entretenimiento con el arte, porque creo que el arte es una cosa muy seria. El arte en sí mismo para mí es una tecnología, es una tecnología para organizar sistemas, por lo que la conexión es muy profunda porque lo que vemos con la tecnología es la punta de un iceberg. De hecho, es solo una manifestación de la inteligencia de la capacidad humana. Y no se trata sobre las plantas, no me refiero solo a la ayahuasca, que es uno de los más potentes, sino de una conexión con la naturaleza, que puede ser a través de meditar, por ejemplo. A través de la respiración mediante prácticas de inmersión en la naturaleza se consigue filtrar ese estado de letargo. Con demasiada frecuencia estamos anestesiados con la cantidad de información, cada vez más nos gusta la información, con todo lo que nos llega, y ahí ves el efecto de la máquina, la velocidad de los procesos. Entonces se termina entrando en este círculo vicioso y creo que estas experiencias te sacan de ahí y te vuelven a poner en otra relación tal vez con una base primaria. Y esta base primaria es un gran misterio, porque si vas a la ciencia, bien con la física cuántica, con todo, te das cuenta de que esta capa es muy superficial y ahí abajo hay frecuencias, que son energías, que son sueños, las cosas se mezclan y no sabemos qué sucede aún.
—La Inteligencia Artificial es uno de los temas del año y posiciones encontradas sobre su uso, ¿cuál es su posición?, ¿qué importancia tiene para usted con respecto a la Realidad Vegetal?
—La Inteligencia Artificial tiene mucho potencial. Estamos en un momento que quizás es crítico en términos no solo de qué hacer, sino que creo que la tecnología tiene esta capacidad de absorber lo que hacemos y lo que diseñamos. La tecnología es un gran programa, que funciona con códigos, con algoritmos, que solo fue posible porque el mundo se puede codificar, con sus textos, con sus conceptos, a través de un lenguaje para poner en una máquina y esta máquina crea cosas, esta máquina crea una segunda naturaleza. Entonces sólo hacía lo que podía modelar, codificar, lo que se le podía introducir. Lo que estamos viendo ahora es la capacidad que tiene esta máquina de manejarse a sí misma, porque tiene una cantidad de datos enorme y se las arregla para llegar a estos datos, capturarlos y generar cosas a partir de estos datos. Ya no estamos en la “revolución de Photoshop”, que permitía manipular una inteligencia compleja capaz de generar imágenes perfectas y simular cosas, en 3D, en películas. Esta máquina tiene la autonomía para buscar. Esta es la gran pregunta, ¿hasta dónde llega esta autonomía? Algunos son pesimistas, como el ex funcionario de Google que dijo que hay un gran peligro, que estamos, en cierto modo, delegando, dándole a esta máquina algún tipo de agencia que no podíamos prever, que no sabemos qué va a suceder con eso. Así que creo que hay un poco de esa perspectiva en el aire, pero creo que por esa razón y otras razones, que es muy importante que no se pierda lo que nos hace humanos. Y ser humanos, en realidad, no se basa sólo en nuestra inteligencia para crear cosas científicas y con tecnología, sino es buscar también tecnologías ancestrales, que se olvidaron, que se perdieron, que pueden empoderar desde el cuerpo a que podamos hacer cosas impensables, porque no lo sabemos. Creo en eso, creo que ese diálogo con las plantas está detrás de este tipo de conocimiento. Algunos dicen que en la planta, en la ingestión de la ayahuasca, por ejemplo, hay una comunicación de ADN a ADN. Y ese ADN es una memoria muy poderosa temporalmente. Es como si la memoria del mundo estuviera ahí en la naturaleza, de alguna manera, y esta transferencia de información se produjera a partir de esta ingestión o al menos a aquellos a lo que se accede a partir de esa experiencia.
—¿Se puede conectar la Realidad Vegetal a la Virtual, a la IA?
—Cuando Ascott vino aquí en los 70′s y 80′s, su idea era ir a Xingú (Ndr: comunidad aborigen en Mato Grosso) para llevar a un grupo de artistas con computadoras a tener una experiencia de ayahuasca conectada en tiempo real con la realidad virtual. Por destino, mi colega de laboratorio en la universidad fue una de las personas que estuvo en la comitiva. Entonces él ya tenía esta visión de que habría una forma de interpolación de conexión, no es una conexión telemática en el sentido únicamente de los hilos de las tecnologías, es una conexión tecnoética entre conocimiento y tecnología en una interfaz, que aún tiene que ser creada. Este aspecto de este medio húmedo también se discute, este medio que es una mezcla de orgánico y silicio, esta confluencia de dureza y liquidez de las moléculas y este aspecto de las energías. He estado trabajando últimamente en esta idea de estas tres redes OTS, orgánicas, que conciernen a nuestra vida natural, las telemática, que conciernen a lo que estamos creando, y las sutiles con respecto a estas conexiones.
—¿Cuáles son sus conclusiones?
—La combinación de estos dos genera este espacio que da lugar a diferentes manifestaciones, que pueden ser populares, banales, pero también pueden ser entendidas y llevadas a un nivel quizás más interesante, que es en lo que me centro. Trato de pensar un poco la conexión en cómo se puede hacer para que los medios y las tecnologías no sean vistos sólo como una herramienta para nuestros intereses. ¿Cómo pueden tal vez combinarse de una manera más orgánica e interesante? Y luego creo que el arte es perfecto, porque el arte me da la condición para entrar en dominios que otras áreas no están permitidos, que si fuera científico me limitaría a un tipo de investigación, a un tipo de pregunta, a un tipo de competencia. No, no tengo eso. Juego a ser científico, ingeniero, porque tengo una formación ecléctica y siempre estoy interesado en la experiencia que el arte puede proporcionar, por esta experiencia estética, sensible, así que busco la información que necesito y la voy a usar para crear situaciones que me doy cuenta de que pueden crear este estado alterado, perceptivo. Ese tránsito, creo que es muy interesante y donde se da el diálogo entre ciencia y tecnología de una manera muy productiva. Incluso yo discuto mucho en la Universidad, con los otros centros, y realmente busco que este diálogo favorezca el campo del arte en el sentido de respetar el nivel de conocimiento, el nivel de construcción del conocimiento y la invención que tiene que ver con el campo del arte. Entonces, durante mucho tiempo, el arte siempre ha servido a la ciencia y la tecnología como una ilustración de estos otros dominios. Si necesito ver algo, llamo a un artista para que lo cree. Y eso puede ser interesante, pero no es todo. No tengo tanto interés en eso porque se te valora por esta capacidad de representación. No quiero representar, no quiero ilustrar el conocimiento desarrollado por algunos grupos. Quiero producir conocimiento. Quiero generar ideas y creo que es posible, porque las metodologías ortodoxas tradicionales descartan todo lo que no es interesante, todo lo que puede estar fuera de foco. Para mí esto es un problema porque lo que dejas fuera puede contener la novedad, puede tener la solución. Trabajamos todo este tiempo en el proceso creativo, no descartamos cosas.
—Ya que estamos hablando del arte como espectáculo, las plantas y la tecnología, no puedo dejar de pensar sobre un espectáculo, justamente, que se presenta en Buenos Aires, en el que se interviene una reserva natural, en este caso el Jardín Botánico, con luces y que ha causado controversia, ¿cuál es su opinión con respecto a este tipo de eventos?
—Bueno, esto es realmente un problema, pero no un problema para las plantas en sí, es un problema porque estamos viviendo en una era en la que las personas están cada vez más lejos de las sensaciones primarias más sutiles. Dentro de poco, en cierto punto, vamos a necesitar estas luces para ver cosas que antes no necesitaban como seres humanos. Vamos a estar condicionados para ver sólo con esos focos. Entonces todo lo que vamos a ver va a ser a través de Instagram en el celular. A veces nos molestamos porque aquí no pasa nada, pero aquí están pasando cosas. Por ejemplo, ¿crees que esta pared es blanca? No, no es blanca. Hay fenómenos sucediendo. La gente no ve que el azul que viene de afuera se mezcla con esa pared. Hay una serie de sensaciones que estamos perdiendo, no perdiendo la capacidad, pero la estamos perdiendo porque ya no podemos entrar en esa frecuencia, en ese registro. Entonces eso es lo que pasa con estas luces que van a las plantas en estos aspectos, sí, yo creo que crean otra naturaleza, es una manifestación mediática en cierto modo porque es una naturaleza espectacular. Tiene la intención de bombardear nuestros ojos y no porque necesitemos ver más sino porque crea un efecto y es interesante para nosotros de alguna manera. Hay una gran discusión sobre esto en el campo de la física, por ejemplo, hay investigadores que hablan de esta luminancia de la ciudad, que ya no se puede ver el cielo, ya no se puede ver el cosmos. Si vas al Amazonas por ejemplo, es increíble. Si tomas una foto del cielo, ves nebulosas, ves la galaxia, y aquí ya no la vemos por esas luces. Entonces el problema no es directamente con las plantas, las plantas son resilientes, son muy poderosas, porque incluso fueron diseñadas para este tipo de relación. Si sacás una hoja, no estás matando a la planta. La inteligencia de la planta no está localizada, está distribuida, es rizomática. Es una estructura muy peculiar en ese sentido, entonces el discurso de que estas luces están modificando y matando las plantas, bueno, creo que ellas se están riendo un poco de todo esto.
Davi Kopenawa, un gran líder indígena brasileño, que escribió el libro La caída del cielo, siempre dice que la tecnología es un juguete para los blancos. Estamos fascinados con estas cosas, creo que si no nos deslumbramos con nuestra propia naturaleza es un camino que nos vuelve a poner en el círculo vicioso que no nos permite mirar más ampliamente. Tenemos que salir de este bucle, porque eso es lo que hace la tecnología. Parece que es una entidad haciendo esto, pero en realidad es una inteligencia creada por nosotros que nos externaliza de alguna manera. Entonces todo esto que vemos que pasa con las redes, en realidad si miramos dentro también lo veríamos en nuestras redes internas de información, que se necesitan para mantenernos con vida. Así que cuando miramos hacia afuera, por ejemplo, cuando estamos en el avión y miramos las redes que se crean allí son parecidas a las redes que vemos en el universo o que vemos con imágenes científicas sobre el cuerpo, hay muchas similitudes. Cuando miramos internamente es como mirar una nebulosa, veríamos que tenemos las mismas estructuras. Entonces cuando creamos es solo una expresión de nosotros mismos, pero parece que estamos inventando algo nuevo, parece que estamos revolucionando, sí, tal vez sea por el gusto de exteriorizar, mostrar algo viejo, incluso en arte, crear un monumento una estatua, una pintura rupestre, es esta fascinación este placer de exteriorizar, que es necesario, importante, pero creo que no se debe centrar en lo que se busca exteriorizar, sino volver al interior encontrando también el equilibrio entre el aspecto interior y ese aspecto exterior.
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