El hip-hop cumple 50 años, reinventándose a sí mismo mientras cubre el mundo con su cultura

Desde sus raíces en las calles neoyorquinas a principios de los años 70, esta forma de expresión artística “real” ha evolucionado y trascendido fronteras para influir en la música, la moda y la política global

Pharrell Williams, estrella de la cultura hip hop que recorre el mundo. Aquí en marzo de 2023, durante la presentación de la colección Louis Vuitton, el 6 de marzo de 2023 en París (Foto AP/Christophe Ena, archivo)

Nació en una pausa, hace ya varias décadas, en ese momento en el que las voces de una canción se apagaban, los instrumentos se silenciaban y el ritmo se apoderaba del escenario. Fue entonces cuando el hip-hop llegó al mundo, capturando el momento y reinventándolo. Era nuevo, pero surgido de algo familiar.

En manos de los DJ que pinchaban los discos, ese momento de pausa se convirtió en algo más: una composición en sí misma, repetida en un bucle sin fin, de un lado a otro de los escenarios. Los maestros de ceremonias (MC’s) se unieron a la fiesta, pronunciando sus propias rimas y juegos de palabras. Lo mismo hacían los bailarines, los b-boys y las b-girls que se lanzaban a la pista a bailar breakdance. El ritmo adoptó su propio estilo visual y los grafiteros lo llevaron a las calles y el metro de Nueva York.

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No se quedó ahí, por supuesto. Una forma musical, una cultura, con la reinvención como su propio ADN. El hip-hop se extendió de las fiestas a los parques, primero por los barrios de Nueva York y luego por la región, por todo Estados Unidos y por el mundo.

Y a cada paso: cambio, adaptación, a medida que llegaban voces nuevas y diferentes que lo hacían suyo, en sonido, en letra, en propósito, en estilo. Sus cimientos se asentaron en las comunidades afroamericanas donde se dio a conocer por primera vez y también se extendió y expandió, como las ondas en el agua, hasta que no hubo rincón del mundo que no se viera afectado por ella.

No sólo reinventa, sino que se reinventa. Arte, cultura, moda, comunidad, justicia social, política, deportes, negocios: El hip-hop ha repercutido en todo, transformándolos al mismo tiempo que se iba transformando.

En el hip-hop, “cuando alguien lo hace, así es como se hace. Cuando alguien hace algo diferente, entonces es una nueva forma”, dice Babatunde Akinboboye, cantante de ópera nigeriano-estadounidense y fan desde hace mucho tiempo en Los Ángeles, donde crea contenidos en las redes sociales utilizando ambos estilos musicales.

El hip-hop “conecta con lo que es verdadero. Y lo que es verdad, perdura”.

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ARCHIVO - Hendogg de The Sugarhill Gang, izquierda, Grandmaster Dee de Whodini, centro, y Michael "Wonder Mike" Wright de The Sugarhill Gang, posan en el Capitorlio en Washington, el 11 de junio de 2008 (Foto: AP/ Susan Walsh)

Los que buscan un punto de partida para el hip-hop han dado con uno, convirtiendo este año en la celebración de su 50 cumpleaños. El 11 de agosto de 1973, un joven Clive Campbell, conocido como DJ Kool Herc en su barrio del Bronx, pinchó en una fiesta de vuelta al cole para su hermana pequeña en la sala comunitaria de un edificio de apartamentos de Sedgwick Avenue.

Campbell, que nació y pasó sus primeros años de vida en Jamaica antes de que su familia se trasladara al Bronx, era aún un adolescente de 18 años cuando empezó a alargar las pausas musicales de los discos que pasaba para crear otro tipo de baile. Empezó a hablar por encima del ritmo, recordando el “toasting” que se escuchaba en Jamaica.

No pasó mucho tiempo antes de que el estilo se oyera por toda la ciudad, y empezara a extenderse por la región metropolitana de Nueva York.

Al otro lado del río, en Englewood (Nueva Jersey), algunos jóvenes empezaron a inventar rimas para acompañar los ritmos. En 1979, hicieron una audición como raperos para Sylvia Robinson, una cantante convertida en productora musical cofundadora de Sugar Hill Records.

Como The Sugarhill Gang, publicaron “Rapper’s Delight” e introdujeron en el país un disco que alcanzaría el puesto 36 en la lista de los 100 mejores de Billboard, e incluso el número 1 en algunos países europeos.

The Sugarhill Gang interpreta "Rapper's Delight", considerada la primera canción de la cultura hip hop de la historia.

“Ahora lo que oyes no es una prueba: I’m rappin’ to the beat/And me, the groove, and my friends are gonna try to move your feet”, decía Michael Wonder Mike Wright en una de las estrofas de la canción.

Wright dice que no tenía ninguna duda de que la canción –y, por extensión, el hip-hop– “iba a ser grande”. “Sabía que iba a explotar y a sonar en todo el mundo porque era un nuevo género musical”, explica. “Tenías el jazz clásico, el bebop, el rock, el pop, y aquí llega una nueva forma de música que no existía”.

Y era una forma musical basada en la autoexpresión, dice Guy Master Gee O’Brien. “Si no sabías cantar o tocar un instrumento, podías recitar poesía y decir lo que pensabas. Y así se hizo accesible a todo el mundo”.

Y también a las mujeres, por supuesto. Las voces femeninas también se atrevieron con el micrófono y las pistas de baile, como Roxanne Shante, oriunda del barrio neoyorquino de Queens, que sólo tenía 14 años en 1984. Ese fue el año en que se convirtió en una de las primeras MC femeninas, las que rimaban sobre el ritmo, en ganar un público más amplio, y formó parte de lo que probablemente fue el primer caso conocido de raperas que utilizaban las pistas de sus canciones para disparar sónicamente a otras raperas, en una batalla de canciones de ida y vuelta conocida como The Roxanne Wars (Las guerras de Roxanne).

“Cuando miro a las raperas de hoy, veo esperanza e inspiración”, dice Shante. “Cuando las miras y ves los negocios que tienen y las barreras que han sido capaces de derribar, me parece increíble y es un honor para mí formar parte de eso desde el principio”.

Muchas otras mujeres se han unido a ella en las últimas décadas, desde Queen Latifah a Lil’ Kim, Nicki Minaj o Megan Thee Stallion, entre otras, para hablar de sus experiencias como mujeres en el hip-hop y en el resto del mundo. Y eso sin mencionar a las raperas de otros países.

Son mujeres como Tkay Maidza, nacida en Zimbabue y criada en Australia, compositora y rapera en los inicios de su carrera. Está encantada con la diversa compañía femenina que tiene en el hip-hop, y con la variedad de temas de los que hablan.

“Hay tantos bolsillos diferentes... tantas formas de existir”, afirma. “No se trata de lo que han hecho otras personas... Siempre se puede recrear el plano”.

Nicki Minaj en los MTV Video Music Awards 2022 en Newark, New Jersey (Foto: REUTERS/Brendan McDermid)

El énfasis en la autoexpresión también ha hecho que, a lo largo de los años, el hip-hop se haya utilizado como medio para casi todo.

¿Quieres hablar de una fiesta o de lo increíble y rico que eres? Hazlo. ¿Te ha llamado la atención un chico guapo o una chica guapa? Dilo en una estrofa. ¿Quieres tomar el sonido de Nueva York y adaptarlo a las vibraciones de la Costa Oeste, el ritmo de Chicago, Nueva Orleans, Atlanta o, últimamente, Egipto, India, Australia o Nigeria? Todo eso eres tú, y todo eso es hip-hop. (¿Y si a alguien que lo escuchaba le parecía bueno? Esa es otra historia.)

La corriente dominante en Estados Unidos no siempre ha estado preparada para ello. El contenido sexual explícito de 2 Live Crew de Miami hizo que su álbum de 1989 As Nasty As They Want To Be fuera objeto de una batalla legal sobre obscenidad y libertad de expresión; un álbum posterior, Banned in the USA, se convirtió en el primero en recibir una etiqueta oficial de la industria discográfica sobre “contenido explícito”.

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Procedente de las comunidades negras de Estados Unidos, eso también ha significado que el hip-hop ha sido una herramienta para alzar la voz contra la injusticia, como en 1982, cuando Grandmaster Flash y los Furious Five contaron al mundo en “The Message” que las tensiones de la pobreza en los barrios de su ciudad hacían que ésta se sintiera “como una jungla a veces / Hace que me pregunte cómo hago para no hundirme”.

Otras figuras como Common y Kendrick Lamar también han recurrido a un lirismo consciente en su hip-hop, y quizá ninguno más conocido que Public Enemy, cuyo “Fight the Power” se convirtió en un himno cuando se creó para el clásico del cineasta Spike Lee de 1989 Haz lo correcto, que narraba la tensión racial en un barrio de Brooklyn.

Public Enemy en los Grammy 2023, durante un homenaje a los 50 años del hip hop (Foto: EFE/EPA/ETIENNE LAURENT/Archivo)

Algunos miembros del hip-hop no se andan con rodeos y utilizan el arte y la cultura para mostrar sin tapujos los problemas de sus vidas. A menudo, esos mensajes han sido recibidos con miedo o desdén por la corriente dominante. Cuando N.W.A. presentó Straight Outta Compton en 1988, con historias fuertes y descaradas sobre los abusos policiales y la vida de las bandas, las emisoras de radio se echaron atrás.

El hip-hop (sobre todo el realizado por artistas negros) y las fuerzas del orden han mantenido una relación polémica a lo largo de los años, y cada uno mira al otro con recelo. En parte ha habido motivos para ello. En algunas formas de hip-hop, los lazos entre raperos y delincuentes eran reales, y la violencia que se desataba, como en el caso de muertes tan sonadas como la de Tupac Shakur en 1996 o la de The Notorious B.I.G. en 1997, a veces era muy sangrienta. Pero en un país donde los negros suelen ser mirados con recelo por la autoridad, también ha habido muchos estereotipos sobre el hip-hop y la criminalidad.

A medida que el hip-hop se ha ido extendiendo a lo largo de los años, numerosas voces lo han utilizado para hablar de los temas que les son queridos. Por ejemplo, Bobby Sánchez, poeta y rapero peruano-estadounidense transgénero y de dos espíritus, ha publicado una canción en quechua, la lengua del pueblo wari del que procede su padre. “Quechua 101 Land Back Please” hace referencia a la matanza de indígenas y pide la restitución de las tierras.

“Creo que es muy especial y genial que los artistas lo utilicen para reflejar la sociedad, porque lo hace más grande que ellos”, dice Sánchez. “Para mí, siempre es político, en realidad, no importa de qué estés hablando, porque el hip-hop, en cierto modo, es una forma de resistencia”.

El rapero y compositor Kendrick Lamar, estrella del hip hop en el siglo XXI y premio Pulitzer (Foto: EFE/ Kiko Huesca)

Sí, es una creación estadounidense. Y sí, sigue estando muy influido por lo que ocurre en Estados Unidos. Pero el hip-hop ha encontrado hogares en todo el planeta, al que acuden personas de todas las comunidades bajo el sol para expresar lo que les importa.

Cuando el hip-hop empezó a difundirse fuera de Estados Unidos, a menudo lo hacía imitando estilos y mensajes estadounidenses, afirma P. Khalil Saucier, que ha estudiado la difusión del hip-hop por los países de África.

Hoy en día no es así. El hip-hop autóctono se puede encontrar en todas partes, un buen ejemplo de la tendencia del género a mantener su vigencia y vitalidad reinventándose a sí mismo.

“La cultura en su conjunto ha arraigado realmente porque ha sido capaz de transformarse de una simple importación, si se quiere, a ser realmente local en sus múltiples manifestaciones, independientemente del país que se mire”, afirma Saucier, profesor de estudios críticos afroamericanos en la Universidad Bucknell de Pensilvania.

Esto beneficia a todos, afirma Rishma Dhaliwal, fundadora de la revista londinense I Am Hip-Hop.

Lin-Manuel Miranda y el elenco de "Hamilton" en los Premios Tony en Nueva York el 12 de junio de 2016 (Foto: Evan Agostini/Invision/AP, archivo)

“El hip-hop te permite entrar en el mundo de alguien. Te permite entrar en las luchas de alguien”, afirma. “Es un gran micrófono para decir: ‘Bueno, las calles dicen que esto es lo que pasa aquí y esto es lo que quizá no sepas de nosotros. Esto es lo que sentimos y esto es lo que somos’”.

El impacto no ha sido sólo en una dirección. El hip-hop no sólo ha cambiado, sino que ha provocado cambios. Ha entrado en otros espacios y los ha hecho diferentes. Se ha pavoneado por el mundo de la moda al aportar su propia sensibilidad a la ropa de calle. Ha revitalizado empresas; basta con preguntar a Timberland cómo eran las ventas antes de que sus botas de trabajo se convirtieran en la prenda hip-hop de rigor.

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O el ejemplo perfecto: Hamilton, el revolucionario musical de Lin Manuel Miranda sobre una figura histórica blanca y distante que cobró vida al ritmo de su banda sonora hip-hop, aportando una energía y un público diferentes al mundo del teatro.

El hip-hop “ha hecho un trabajo muy bueno haciendo la cultura más accesible. Ha irrumpido en espacios en los que tradicionalmente no se nos permitía entrar”, afirma Dhaliwal.

Para Usha Jey, el hip-hop libre era la mezcla perfecta con el estilo de danza clásico y formal del sur de Asia, el Bharatnatyam. Esta coreógrafa de 26 años, nacida en Francia de padres inmigrantes tamiles, creó el año pasado una serie de vídeos para las redes sociales en los que mostraba la interacción de ambos estilos. Fue su formación en hip-hop lo que le dio la confianza y el espíritu para hacer algo diferente.

Nile Rodgers en Rock in Rio 2019 (Foto: REUTERS/Ian Cheibub)

La cultura hip-hop “te empuja a ser tú mismo”, afirma Jey. “Siento que en la búsqueda de encontrarte a ti mismo, el hip-hop me ayuda porque esa cultura dice: tienes que ser tú”.

El hip-hop es, sencillamente, “una forma de arte mágica”, dice Nile Rodgers, legendario músico, compositor y productor discográfico. Él lo sabría. Fue su canción “Good Times”, con la banda Chic, la que se recreó para formar la base de “Rapper’s Delight” hace tantos años.

“El impacto que ha tenido en el mundo no se puede cuantificar”, afirma Rodgers. “Puedes encontrar a alguien en un pueblo en el que nunca has estado, un país en el que nunca has estado, y de repente escuchas su propio hip-hop local. Y ni siquiera sabes quiénes son esas personas, pero lo han adoptado y lo han hecho suyo”.

Fuente: AP

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