Caetano Veloso -“Caetano”, así, con su nombre basta- nació el 7 de agosto de 1942 en Santo Amaro da Purificação, estado de Bahía, al norte de Brasil, allí donde África desembarcó en América durante el oprobioso tiempo del tráfico de esclavos. “Yo llevaba una vida pacífica en aquella pequeña y bonita ciudad de urbanismo acogedor, en medio de una familia grande y amorosa. En la casa de la rua do Amparo, donde aún vive mi madre (N. de la R: este texto data de 2001, Dona Canô murió el día de Navidad de 2012), sucedieron las cosas más significativas de mi formación. Allí descubrí el sexo, vi La Strada, me enamoré por primera vez (y por segunda, lo más sorprendente), leí a Clarice Lispector y -lo más importante- escuché a João Gilberto”, escribió en su libro que él mismo niega que deba ser leído como una “autobiografía”, titulado Verdad Tropical.
Reseñar en detalle y con cierto criterio la relevancia de Caetano Veloso excede las posibilidades de extensión y pretensión de este texto. Tal vez estaría permitido en esta ocasión tan especial, regida por la actual tendencia de resaltar los aniversarios redondos (no todos los días se cumplen 80 años, hay que aceptar), resumir en pocas palabras la estatura artística del personaje en cuestión. Revolucionó la música popular de su país en los 60, en plena fiebre beatle mundial, con el Tropicalismo. En sus palabras (otra vez Verdad Tropical es la mejor fuente): “Deriva del nombre Tropicália, inventado por el artista plástico Hélio Oiticica y propuesto como título para una canción mía por el director del Cinema Novo Luis Carlos Barreto”.
Con Gilberto Gil y su hermana Maria Bethânia “bajaron” a San Pablo y Río de Janeiro para cambiar el estado de las cosas en la música brasileña. Samba, bossa nova, psicodelia, Fellini, John Cage y los Beatles, todo junto. Nada fue igual. De ahí en adelante, una frondosa obra hecha de canciones, discos y performances en vivo a lo largo de 7 décadas marcan el latido cultural de un país gigante, cuya música es uno de los commodities más apreciados en el mundo. Caetano Veloso es un símbolo de Brasil, un tesoro nacional que tendrá -como es de esperar- un día dedicado a celebrar su vida y obra. Esta noche, la señal Multishow de la plataforma Globo emitirá un show especial desde el teatro de la Cidade das Artes, en Río de Janeiro. Será como es de esperar, una cuestión de familia: lo acompañarán sus hijos Moreno, Zeca y Tom, y su hermana Bethânia.
“Decidí resumir mi fiesta de 80 años con una actuación con mis hijos y mi hermana. Será un espectáculo íntimo, pero con público, y para ser visto en vivo por internautas y televidentes. Estamos ensayando en casa, pero será en un escenario grande. Tenemos y no, derecho a equivocarnos en acordes, versos, notas...”, escribió esta semana en sus redes sociales. " Mis hijos y yo actuamos como una banda modesta, pero con luz propia”, agregó.
“O Leãozinho” (1977)
Una de las mejores canciones de paternidad de todos los tiempos, a la par de “Beautiful boy” (John Lennon) o “Isn’t she lovely” (Stevie Wonder). Contra la creencia generalizada, no fue escrita para Moreno, su primogénito nacido en 1972. El mismo Moreno Veloso lo aclara una y otra vez: Caetano lo escribió inspirado por Dadi, bajista del grupo Novos Bahianos, hoy director musical de Marisa Monte. A esta altura, sin embargo, el mito es más dulce y atractivo que la verdad. “Para desentristecer leoncito, mi corazón tan solitario, me basta encontrarte en el camino”, reza uno de los inspirados versos de una canción ya clásica.
“Fora da ordem” (1992)
Escrita en los años posteriores a la caída del Muro de Berlín, critica la sentencia del fin de la historia con figuras poéticas urbanas, directas. La idea del “nuevo orden mundial” en contradicción con todo lo que ofrecía la realidad de Brasil en los 90: pobreza, marginalidad, crisis climática, racismo... La conclusión es que, detrás de la aparente prosperidad económica e ideológica de Occidente, “algo se ha estropeado en el nuevo orden mundial”. Plena de contrastes -como la realidad de nuestro continente-, no deja de celebrar la vitalidad de una jungla urbana como San Pablo, la ciudad explícitamente mencionada en la canción. El ritmo pop-funk de la melodía potencia cada palabra.
Capullito de alelí (1994)
El gran disco de unión con la cultura popular de América Latina y varias de sus canciones clásicas y modernas del siglo XX, lleva el crédito musical del notable violonchelista, arreglador y director Jaques Morelenbaum. Sobre un fino colchón de cuerdas, la voz de Caetano se eleva hasta el cielo y vuela libre. Cada versión, del tango argentino “Vuelvo al sur” al lamento mexicano “Cucurrucucú paloma”, del himno folklórico paraguayo “Recuerdos de Ipacaraí” al bolero “Contigo en la distancia”, suena para ser enmarcadas en un cuadro. En uno de los momentos más contagiantes del espectáculo, Veloso deja la sobriedad de la intepretación de lado y se lanza gozoso al leve trote rítmico que acompaña las bellas frases de Rafael Hernández. “Porque tú sabes que sin tí / La vida es nada para mí / Tú bien lo sabes / Capullito de alelí” y nada más.
“Haití” (1993)
Una marca distintiva en la obra velosiana es la notable capacidad de sintonizar la realidad social desde una perspectiva poética (nada fácil), en donde cada sentencia describe y editorializa a la vez. Según contó el mismo autor, se trata de la crónica de una tarde de música y fiesta en el barrio alto de Salvador, el famoso Pelourinho. La imagen es impactante y pone de manifiesto la constante contradicción económica que envuelve la historia brasileña: en la gran capital africana del país, en una tarde celebración sin embargo, es posible ver represión, marginalidad, tensión racial. La mención del país más pobre de América Latina (“Haití no es aquí / Haití es aquí”) que también fue el primero en vivir una revolución de esclavos, cierra el círculo de una canción brillante.
Asa Branca (1971)
Caetano Veloso, el primer disco grabado en el exilio londinense contagia melancolía y nostalgia. El treintañero Caetano camina libremente por la calle, se impregna de la cultura rock dominante del momento, pero extraña. Tiene “saudade”, ese estado del corazón difícil de explicar con una definición certera (y menos en español). La fotografía de tapa y las mismas, primeras canciones cantadas en inglés resumen ese sentimiento: la esperanza de recibir una carta de su hermana en “Maria Bethania” o el homenaje agridulce a su nueva ciudad “London, London”. En ese contexto, su versión de un clásico de Humberto Teixeira y Luiz Gonzaga (el “Rey del baião”, con sus inolvidables acordéon y sombrero conquistó Brasil) es un sentido lamento de extrañeza interpretado por un hippie tropical. Conmovedor.
“Oração Ao Tempo” (1979)
Recientemente en el show familiar que presentó con sus hijos, Caetano recuperó esta bellísima canción que resalta de Cinema Transcendental, uno de los mejores discos de su cosecha de la década de los años 70 -lo cual es mucho decir. Acorde a la tendencia de la época, este álbum navega plácidamente las aguas de un tipo de rock suave en cruce con los aires jazzeros de la época (todo después de Miles Davis, hay que decir). “El tiempo no se detiene, y sin embargo nunca envejece”, dice en un momento, como si hubiera profetizado la sentencia que Cazuza inmortalizaría unos años después. Efectivamente, el tiempo no para.
“O Estrangeiro” (1989)
Otra de las grandes obsesiones intelectuales velosianas tiene que ver con la idea del “otro”, el sujeto histórico que llegó a esta parte del mundo y se apropió-conquistó-se dejó embriagar por el aire tropical del territorio “descubierto”. No son casuales, en ese sentido, las menciones de Paul Gauguin, Cole Porter y el antropólogo Claude Lévi-Strauss, todos hipotéticos “conquistadores” de un rincón emblemático de Río de Janeiro, la bahía de Guanabara. La canción integra su disco de cambio de década, de los 70 a los 80 y sus sonidos new wave capaces de cruzarse con tambores tropicales (gentileza de un joven Carlinhos Brown), producido y grabado en Nueva York con la participación de los vanguardistas Arto Lindsay, Marc Ribot y Bill Frisell.
“Manhatã” (1997)
Ida y vuelta. Ahora el “extranjero” es el autor de la canción, nuestro héroe, que observa con serena sabiduría el curso de la historia. Y un juego de palabras que define la canción, entre “maniatado” y “Manhattan”, la nueva Babilonia y capital ilustrada de un nuevo mundo. Una canción que vincula historia y cultura, con un tono místico que define serenamente la centralidad del Imperio y el capitalismo (“todos los hombres del mundo volvieron su mirada en esa dirección”, dice y luego agrega por si hace falta, “un remolino de dinero barre el mundo entero”). La canción integra Livro, uno de sus grandes discos de los años 90, pleno de un sonido celestial capaz de cruzar las guitarras eléctricas y los tambores tribales.
Felices 81. Solo resta decir (cantar es más apropiado) Parabéns pra você / Nesta data querida / Muitas felicidades / Muitos anos de vida, Caetano.
Seguir leyendo