Más de 80 artistas y personalidades de la cultura reclaman al director del Museo Británico que elimine el nombre del patrocinador de una de sus salas por tratarse de una compañía dedicada a la explotación de combustibles fósiles, una medida que se alinea con otra tomada el año pasado, cuando ésta y otras instituciones decidieron prescindir de los aportes de uno de sus principales sponsors, la familia Sackler, vinculada a la industria de los opiáceos.
La petición fue formalizada en una carta que los 80 firmantes elevaron al director saliente del museo, Hartwig Fischer, solicitando la baja del patrocinador con el argumento de que la presencia continua de la firma British Petroleum -conocida como BP, una de las compañías integradas de petróleo y gas más grandes del mundo- “le otorga una legitimidad e influencia social inmerecida y peligrosa”.
Los firmantes incluyen a la fotógrafa Nan Goldin, quien dirigió una campaña para eliminar el nombre de Sackler de los museos de todo el mundo; el científico climático Bill McGuire; la escritora Gaia Vince; la activista por la justicia climática y defensora de la salud mental Tori Tsui; la directora del Museo Brunel, Katherine McAlpine; y el arqueólogo y coautor de The Dawn of Everything, David Wengrow.
El museo no renovó su acuerdo con la empresa energética este año después de 27 años de BP financiando exposiciones y otras actividades. Sin embargo, los peticionantes reclaman algo más: que elimine el nombre de BP de la sala de conferencias antes de que Fischer concrete su anunciada renuncia el próximo año.
La medida fue celebrada por activistas ambientales y se produjo después de que otras instituciones culturales cortaran lazos con patrocinadores que estaban causando daños a la reputación. “Así como las instituciones culturales de todo el mundo han eliminado el nombre de la familia Sackler como evidencia de las formas dañinas en que se hizo su dinero salió a la luz, la evidencia condenatoria del pasado y presente de BP ya no puede ser ignorado”, expone la carta.
“Cambiar el nombre de la sala de conferencias enviaría un poderoso mensaje sobre el futuro que el museo quiere ver… Estaría demostrando el tipo de liderazgo climático que ahora se necesita con tanta urgencia”, continúa la carta.
La Tate, la Galería Nacional de Retratos, la Compañía Real de Shakespeare, el Ballet Escocés y la Casa Real de la Ópera son algunas de las instituciones que dejaron de financiar asociaciones con la empresa de energía en los últimos años.
Los activistas han acusado a las compañías petroleras de obtener ganancias “obscenas” a expensas del medio ambiente. El 1 de agosto, BP publicó unos beneficios registrados de más de 2.600 millones de dólares en el segundo trimestre financiero de 2023, al tiempo que anunciaba una recompra de 1.500 millones de dólares para los accionistas. La empresa sigue invirtiendo en la extracción de nuevos combustibles fósiles.
Bajo la dirección de Fischer, el Museo Británico difundió el llamado “plan maestro”, que se compromete a hacer de la institución “un museo de carbono neto cero: ya no un destino para la protesta climática, sino un ejemplo de solución climática”.
En marzo del año pasado, el Museo se unió a otras instituciones culturales para retirar el nombre de la familia Sackler de las galerías y salas a las que había prestado su apoyo. De este modo, el museo se ha distanciado de la familia acusada de beneficiarse de la crisis de los opiáceos en Estados Unidos a través de su propiedad de la empresa farmacéutica Purdue Pharma.
En diciembre de 2022, el Metropolitan Museum de Nueva York (Met) anunció que retiraría el nombre de “Sackler” de varias de sus salas que lo llevaban, un nuevo veto al apellido de una familia que estuvo entre los principales donantes del centro, pero considerada responsable de la epidemia de opioides en Estados Unidos.
Galerías del Louvre de París, así como departamentos y bibliotecas de la Universidad de Columbia o la de Oxford, llevaban el nombre de los Sackler gracias a sus generosos aportes económicos. El nombre de la familia ha caído en desgracia este año, y se enfrenta a miles de demandas por su supuesto destacado papel en la rápida propagación de la epidemia de adicción a potentes analgésicos con base opiácea.
Los Sackler son dueños de Purdue Pharma, fabricante del medicamento OxyContin, que les ha generado enormes beneficios gracias a una agresiva campaña publicitaria de los años 90, y se los acusa de venderlo, pese a ser conscientes de su alto poder adictivo.
La implicación de artistas como la fotógrafa Nan Goldin, que estuvo cerca de morir por una sobredosis de opiáceos y protagonizó protestas espectaculares en varios grandes museos, hicieron imposible para cualquier gran institución del mundo del arte seguir recibiendo dinero de los Sackler.
Más ricos que los Rockefeller, según Forbes, erigieron gran parte de su patrimonio gracias al OxyContin, un opiáceo que según miles de demandantes se comercializó con publicidad engañosa, ocultando su potencial adictivo. En septiembre de 2019, Purdue Pharma se declaraba en bancarrota y los Sackler anunciaron la cesión del control de la empresa a una entidad creada para “beneficiar a los demandantes y al pueblo estadounidense”.
Fuente: Telam
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