“¿Acaso Jersualem fue edificada aquí, entre estos molinos satánicos?” (William Blake, Jerusalem, vv. 7-8)
Una visión distópica en torno a las ciudades modernas
Albino Diéguez Videla, lúcido crítico de arte del diario La Prensa, advirtió que, entre las Cárceles de invención de Giovanni Battista Piranesi y las estructuras metálicas retratadas o imaginadas por Gotleyb, existe un aire de familia. La semejanza nos dice mucho acerca de la visión distópica de nuestro artista en torno a las ciudades modernas, habitadas por esas enormes construcciones de acero, tan cercanas a veces de las prisiones urbanas que la Metrópolis de Fritz Lang puso en escena.
Unas pocas xilografías de Leonardo, si tenemos la suerte de verlas al principio de nuestro recorrido, Niebla del Riachuelo y Transbordador, ambas de 2017, nos remiten a arquitecturas típicas y casi simbólicas de La Boca y Buenos Aires. Pueden hacernos pensar en las tomas fotográficas de la Torre Eiffel que circularon en el mundo entero a finales del siglo XIX, cuyo propósito era el de asombrar, gozosamente, con el efecto de maravilla técnica producido por los usos del hierro, junto a tantos otros prodigios de la era -el cinematógrafo, el automóvil, poco después el aeroplano.
Si bien Maupassant y Huysmans manifestaron su desagrado radical frente a la obra de Eiffel, la pintura fue rápidamente entusiasta de ese modelo de ingenio humano y entonces lo transmutó en festival de formas y colores: Seurat, primero, luego Delaunay, desde 1911 hasta los años ‘20, siempre fiel a la poesía transmitida por aquella “nariz” gigantesca de París. No obstante, un examen más afinado y cercano de los dos grabados de Gotleyb nos aleja de cualquier esplendor que no sea el de la técnica xilográfica, precisamente por ser ésta capaz de transmitirnos el desasosiego del objeto monumental reconocido.
La amenaza parece haber comenzado, en Niebla, una disgregación lenta de los metales en las rebarbas de los contornos, disueltos en el aire hasta convertirse en una trama independiente de trazos, ominosamente invasores de un cielo todavía lleno de luz merced a la superficie plana y saliente, no entintada, del taco, la cual deriva en el blanco del lugar correspondiente de la hoja.
Transbordador sube la apuesta de lo ominoso
“Transbordador” sube la apuesta de lo ominoso sin abandonar la mímesis en lo representado, aun cuando el cielo es completamente negro y opresivo, como el de Los fusilamientos y las Pinturas negras de Goya o el del Spleen de Baudelaire.
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“Acorazado”, también de 2017, quizá sea la imagen más imitativa de la percepción real de un detalle del transbordador, la menos inclinada a generar perturbaciones del ánimo, pues bien podría ser un magnífico dibujo arquitectónico destinado a presentar el edificio. Pero, regresan las rebarbas y se hace muy evidente un recurso técnico-expresivo que, aún cuando ya estuvo presente desde 1996 en el detalle de la escalera portátil de “En busca de la tierra prometida”, consiste en invertir el valor de las líneas de los contornos: el dibujo constructivo se realiza a partir de líneas salientes del taco y, por lo tanto, blancas, en lugar de ser el producto de la excavación con la gubia y tranferirse en negro al soporte de la imagen.
Un efecto visual de desmaterialización
Es probable que esta inversión, yuxtapuesta al diseño normal de una xilografía (los perfiles negros se generan mediante los surcos llenos de tinta, los extensos blancos lo hacen a partir de las superficies intocadas y libres del taco), dé lugar a un efecto visual de desmaterialización, con lo cual nos enfrentaríamos a un desbarajuste perturbador de nuestras correspondencias intuitivas, las que nos han enseñado desde la prehistoria que los bordes de las cosas suelen representarse con líneas llenas y las áreas blancas o monocromáticas se refieren a la superficie sustancial de las mismas cosas.
Es cierto que las pinturas de figuras negras de los vasos griegos en época arcaica ya habían explorado el recurso de inversión y que, en el propio Piranesi podemos encontrarlo en la representación de los sillares de muros y arcos, aunque en sus aguafuertes el trastrueque es siempre compatible con el juego realista de las luces y las sombras.
Como quiera que sea, volvemos a toparnos, una y otra vez, con las reminiscencias del veneciano Giovanni Battista y, claro está, con el espíritu de sus “invenciones”, porque la mayoría de los retratos urbanos de Gotleyb son composiciones libres del artista a partir de fragmentos de las armaduras férreas de sus edificios. “En busca de la tierra prometida” está construida con las varillas de hierro del hormigón y los escorzos de vigas de acero en rigurosa perspectiva.
Las varillas dominan las imágenes a partir de “El mito urbano” de 1999 y “Perfil urbano” de 2004, donde componen acumulaciones de materiales que no sabemos si están en obra o son, más bien, ruinas en ciernes de proyectos abandonados. Sugieren una cierta actividad en “Aparente calma” de 2011, pero cualquier sensación de apaciguamiento psíquico se ve literalmente aplastada por el cielo negro que cubre la mitad de la hoja y reedita las memorias goyescas.
En algún momento, las visiones de Gotleyb nos recordaron las dramáticas escenas del trabajo portuario que grabó Quinquela, invadidas por el humo y las ilusiones auditivas del chirriar de los metales, del rugir de las calderas, mas lo cierto es que, a pesar de sus claroscuros y del abigarramiento agobiante de las formas, los aguafuertes del Boquense desbordan de presencia humana y, no obstante sus acentos algo demoníacos, despliegan cuadros de nuestros poderes de creación, tal vez abrumadores como aquellos a los que William Blake cantó ya en su poema “Jerusalem” de 1810, en los tiempos primeros de la Revolución Industrial, y portadores de la capacidad destructiva-constructiva que Goethe atribuyó a Fausto en la segunda parte de su historia.
Los paisajes industriales de Gotleyb serían, por el contrario, los del ocaso de esta civilización, próximos en espíritu a los imaginados por la historieta de ciencia ficción: los de El eternauta, los que transitó el profesor Mortimer en su viaje al futuro de La trampa diabólica, los de los mundos visitados por Valerián, el agente espacio temporal en, por ejemplo, La ciudad de las aguas movedizas.
De nuevo, nos topamos con las varillas, independizadas de cualquier funcionalidad que no sea la de los elementos irónicos de las dos Arqueologías de un naufragio de 2016 y las Cartografías de 2017. Y digo “irónicos”, pues ambos naufragios han sido el resultado de una disposición casi abstracta de los tirantes de acero, geométricamente regulada sobre la base de la repetición directa de un taco-módulo que se duplica, se yuxtapone e invierte el arriba y el abajo, la izquierda y la derecha.
Hay orden y no la dispersión que podría esperarse de un naufragio. Por el contrario, los mapas que resultan de las Cartografías peculiares de Gotleyb traicionan el objetivo orientador de cualquier plano en el mundo y vale nuevamente para ellas, suerte de antífrasis visuales, la apelación a la ironía.
Me detengo, por fin, en “Deconstrucción ferrosa” de 2017, donde confluyen todos los dispositivos, todos los recursos estéticos y el ilusionismo que Gotleyb inventó para sí. En esa xilografía están el cielo de Spleen, las inversiones duplicadas entre negros y blancos, entre perfiles y llenos, la infrecuente simetría ya explorada en los Naufragios.
La técnica magistral de los grabados de Gotleyb
La técnica magistral de los grabados de Gotleyb plantea la posibilidad inesperada de que, a pesar del colapso de nuestra era de las máquinas invasoras y corruptoras del planeta, la incógnita de esa X soberana de “Deconstrucción ferrosa” sea planteada como un vislumbre del rescate ético y co-creador, junto a la naturaleza, de los trabajos de la humanidad.
¿Podremos levantar una Jerusalem luminosa donde erigimos nuestra Babilonia oscura de acero y fuego negro? La obra de Gotleyb, su crítica irrenunciable del presente y su apoteosis de la laboriosidad abren la puerta a una esperanza no livianamente optimista sino lúcida y robusta.
[El autor es miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes y de la Academia Nacional de la Historia. Premio Konex de Brillante en el campo de las Humanidades]
La muestra de Leonardo Gotleyb puede visitarse hasta el viernes 15 de septiembre. Espacio de Arte en el Colegio Profesional Inmobiliario - Adolfo Alsina 1382 - Capital Federal
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