“Desesperadamente vital”: Roxana Amed reincide con la poesía de Alejandra Pizarnik

La cantante habla de “Los trabajos y las noches”, grabado junto a Frank Carlberg, segundo disco basado en textos de la poeta argentina. “Ella nunca me agobió. Para mí siempre fue muy vital”, afirma

Roxana Amed & Frank Carlberg - "Moradas" (incluida en el disco "Los trabajos y las noches" - 2023)

El primer disco nació casi sin proponérselo. Un encuentro, una comida y dos amigos músicos que hablan de poesía. Entre vinos y empanadas en algún lugar de Palermo, Roxana Amed le dijo al finés Frank Carlberg que tenía que leer a Alejandra Pizarnik. Ella lo invitaba a dejarse contagiar por una fuerza de la naturaleza, pero el efecto fue mayor del que esperaba y, cuando volvieron a verse en Nueva York, él ya tenía una pila de libros leídos y marcados. “Pero las traducciones que tenía eran muy malas”, dice ahora Amed en diálogo con Infobae Cultura, “había palabras que no podían significar lo que ahí decían”. Entonces ella buscó nuevas traducciones: más precisas, más cuidadas. Y Frank empezó con la música: “Estaba como loco, hizo seis canciones”, dice. Ese fue el origen de La sombra de su sombra (2013).

Durante mucho tiempo, la complicación fue conseguir la autorización de los poemas. “Yo no sabía cómo iba a ser el proceso, porque a veces las familias o no te contestan o no quieren tratar con el tema, no quieren acordarse”, dice. A través de un laberinto de contactos finalmente llegó hasta un sobrino que hacía las veces de albacea y después de un par de intercambios por correo, consiguió la autorización para el proyecto.

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Algo tiene Pizarnik porque diez años y varios discos después —y colaboraciones con Emilio Solla, Leo Genovese, Christine Correa y André Mehmari, entre otros— Amed volvió a encontrarse con Carlberg para dar una vuelta más por ese universo. Los trabajos y las noches es una relectura de ese libro en 11 tracks: “Pido el silencio”, “Antes”, “Moradas”, “Fronteras inútiles”, etc. Poemas breves como un puño que llevaron a un jazz provocador y que, en conjunto, recupera una condición de la música, que es la de escuchar sin hacer otra cosa, la de escuchar con todos los sentidos. El ambiente Pizarnik aparece desde la tapa: una foto nocturna de la calle donde vivía ella intervenida por unas pinceladas naranjas. Es un disco lindo hasta como objeto.

Roxana Amed y Frank Carlberg ya habían trabajado sobre los textos de Pizarnik en el álbum "La sombra de su sombra" (Foto: gentileza prensa Roxana Amed)

Roxana Amed es una figura del jazz argentino, que hace una década vive en Estados Unidos. Dos veces nominada al Grammy latino y cinco a los premios Gardel —en 2021 ganó por Mejor álbum de jazz con Ontology—, tiene nueve discos de estudio. Por ahora, la única presentación de Los trabajos y las noches sucederá el 14 de agosto en Nueva York, pero está la intención de hacer algo en Buenos Aires un poco más adelante.

“¿Conocés el cuento sufí de los ciegos que quieren describir un elefante?”, dice Amed, y cuenta la historia de los sabios ciegos que iban tanteando el animal y mientras uno tocaba la trompa y decía que era una serpiente, otro tocaba la pata y decía que era un tronco y un tercero sentía que cuerpo era una pared. “Con este disco, tal vez sólo tocamos la trompa de Pizarnik”, dice, “ya habrá otro coleccionista de versiones”.

¿Por qué Pizarnik?

—Cuando hice el Profesorado de Letras y estudié con Delfina Muschietti, leíamos a Pizarnik. Siempre me pareció que ofrecía una materia textual lo suficientemente abstracta y sugerente. Lejos de mí pensar que algún día iba a estar cantando esos poemas, pero creo que esa potencialidad de forma, esa potencialidad de la métrica y la rítmica debe haber quedado en algún rincón de mi cabeza musical.

Los trabajos y las noches es un disco oscuro.

—Es muy oscuro, pero no sé si esa oscuridad es provocada. Ya con el disco anterior nos habían dicho eso. Debe ser que somos así: Frank viene de Finlandia y yo de Ramos Mejía [se ríe]. Pizarnik aporta a esa oscuridad. Lo notable es que ni él ni yo somos oscuros. Yo tengo discos con otros músicos que no son oscuros. No era fácil esta oscuridad porque mi marido y yo vivimos en Miami, que es todo lo contrario a eso.

Roxana Amed presentará "Los trabajos y las noches" el 14 de agosto en Nueva York (Foto: gentileza prensa Roxana Amed)

¿Por qué te fuiste a Estados Unidos?

—A mi esposo le ofrecieron un trabajo allá, y yo venía diciendo que sentía como una fatiga de materiales. Sentía que no me podía mover a otro lado. Fue una decisión salvaje, pero me salvó la vida. Mi música explotó. Yo me construí acá, pero ejercí allá. Acá no había llegado a ejercer todo lo que yo podía hacer.

¿Por una cuestión de género? ¿Por una cuestión personal?

—Creo que por algo mío. Algo de mi identidad. O porque no me crucé con los músicos que necesitaba. O porque a lo mejor acá no tenía la desesperación que tuve cuando llegué allá, de salir a buscar un pianista, un saxofonista, un contrabajista, y tener la sensación de que las cosas tenían que funcionar. Estos músicos me dieron una solvencia musical que, aún con el talento local que tenemos en Argentina, no había encontrado acá.

Vuelvo al disco: es oscuro pero no es agónico.

—No, para nada. Yo creo que tiene que ver con la lectura. Pizarnik nunca me agobió. Para mí siempre fue muy vital. Desesperadamente vital. Aún cuando se está desangrando, vos sentís que está presente. Por alguna razón, afortunadamente, aún pese a las malas traducciones, Frank se conectó con eso y su parte menos agónica. Además, los poemas no están organizados cronológicamente; casi todos son de Los trabajos y las noches, y hay dos que no, pero hay una fluidez, se va de una canción a la otra, y eso es la pluma de Frank.

¿Cómo se viste un poema breve con una canción de 10 minutos?

—¡Eso es el jazz! Las canciones se desarman en muchos conceptos, la música instrumental hace un recorrido por el territorio textual. Y yo me cuido mucho de no poner la voz por delante de la palabra. Y a la vez, esta era una música con unas melodías tan hermosas que había que cantarlas, que había que disfrutarlas. No era un material caprichoso que había que leer y ya.

En este disco le pusiste música a los poemas, pero también hiciste versiones de canciones. Pienso en Barro tal vez en el concierto homenaje de Aznar a Spinetta. ¿Qué pasa cuando reescribís una canción?

—Como intérprete, me encanta. Es un placer. Me gusta agarrar algo que no tenía nada que ver con mi historia y ver cómo me lo calzo. Lo hice con Spinetta, con Cerati, con Charly. Hice varias cosas del folklore. Hace poco estuve en el programa de Lito Vitale y a último momento hicimos una de Fito que nunca había cantado: “Dejaste ver tu corazón”. Cambiás la tonalidad, el tempo, el compás y te localizas en el instrumento, ¿no?, y tratás de que ambas cosas se respeten. Que no estés mortificando la obra por llevarla a tu territorio, que es la regla de oro.

¿A qué otro poeta le pondrías música?

—A Girondo. Frank había empezado a hacer unas cosas, pero formalmente se le había hecho más difícil. Girondo tiene una cosa lúdica y demente y surrealista… Sí, lo haría a Girondo.

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