Como venimos desarrollando en notas anteriores, la literatura argentina ha dado cuenta a su manera de hechos relevantes de nuestra historia del siglo XX. Uno de los aspectos que hemos abordado ha sido el peronismo, al cual nos hemos referido en distintos artículos de este año. Así, nos hemos referido a los enfoques de diversos autores sobre el “peronismo clásico” (1946-1955), como Beatriz Guido (1 de marzo), Borges (12 de marzo) y Martínez Estrada (9 de abril). Asimismo, hemos abordado el conflictivo peronismo de los años 70, según la perspectiva planteada en un texto de Osvaldo Soriano (2 de julio). En esta ocasión, continuamos con la mirada literaria sobre el peronismo de esos años, y en este caso sobre la novela Los reventados, de Jorge Asís, que trata un episodio en particular de esa época, la llamada “masacre de Ezeiza” ocurrida el 20 de junio de 1973.
Dado que la obra gira alrededor de esa fecha, cabe recordar algunos hechos relativos a ella. Ese día estaba programada la vuelta definitiva de Perón al país, ya que su anterior regreso ocurrido en noviembre de 1972 había sido temporal. Se decidió que el lugar desde donde el expresidente se dirigiría a la multitud sería desde un palco montado a la altura del “Puente 12″, en la autopista Ricchieri que conduce hacia el aeropuerto de Ezeiza, adonde llegaría el avión que lo traía desde España. Miles y miles de simpatizantes concurrieron a lo que se suponía iba a ser una fiesta peronista.
Sin embargo, más allá de los simples militantes, para ese entonces dentro del movimiento peronista existían sectores fuertemente enfrentados que recurrían a la violencia para dirimir sus diferencias. Por una parte, estaban los sectores de derecha, como los del Comando de Organización, la CNU y la Juventud Sindical Peronista. Por otra parte, estaban los sectores de izquierda, como FAR y Montoneros. Los grupos de derecha dominaban el palco y sectores cercanos, pero a la vez los grupos de izquierda pretendían acercarse.
El resultado fue el estallido de un violento tiroteo entre ambas fracciones, del cual (aunque aún hoy se desconoce el número exacto) resultaron numerosos muertos y heridos. Lo que iba a ser un feliz reencuentro entre el líder y sus seguidores se transformó en un sangriento episodio. Por supuesto, ante el giro que tomaban los acontecimientos, se decidió que Perón no fuese al lugar.
Ahora bien, ¿cómo narra Asís en su novela estos penosos y graves sucesos? ¿Desde un ángulo que resalta los dramáticos hechos efectivamente ocurridos? No, para nada. Si bien los fundamentales actores de ese día (los grupos enfrentados de la derecha y la izquierda peronista) aparecen de alguna manera en la obra, el autor encara lo sucedido en esa jornada no haciendo foco en ellos, sino en un conjunto de personajes propios de la “picaresca”. Aclaramos que, en términos generales, pertenece a la “picaresca” aquel texto en el cual su protagonista o varios personajes son considerados “pícaros”, es decir, personajes que recurren a su astucia para obtener sus ingresos, apelando frecuentemente al engaño. Son seres marginales que descreen de una vida regular con un trabajo estable y viven de la estafa o negocios poco claros. Además, aunque codiciosos, tienen gusto por una vida de vagancia despreocupada.
Para poder apreciar entonces la perspectiva de Jorge Asís, veamos algunos aspectos de la trama y de sus personajes. La novela está estructurada en dos secuencias de partes alternadas. En una se narra cronológicamente lo que sucede con algunos de los personajes, que ese 20 de junio de 1973 van al lugar donde se concentrarán los simpatizantes peronistas. En la otra, se relatan hechos sucedidos con anterioridad, no solo con esos personajes sino también con otros que no estarán presentes allí ese día.
En cuanto a la segunda clase de personajes, los que no participarán directamente el 20 de junio, son muchos y en cada caso Asís relata anécdotas que ayudan a caracterizar a estos “pícaros”. A estos personajes se los nombra burlonamente en el texto de una manera que reflejan sus rasgos particulares (entre otros, la “Esperpento mayor”, el “Boga Fumanchú”, el “Escribano muerto”). Toda esta serie de personajes otorgan al texto un colorido cuadro de pintorescos seres. Pero, cabe destacar, a la vez contribuyen a reducir aún más la importancia en la narración de los trágicos hechos.
En cuanto a los personajes que sí estarán presentes el día de la concentración en la autopista a Ezeiza, se encuentran Rocamora, Willy y Cristóbal. Aquí cabe decir que el término “reventado” con el cual el autor titula la obra tiene diversos significados en el lunfardo, siendo uno de ellos el que señala Asís en el texto refiriéndose a la situación que viven precisamente estos personajes: “Reventados (sin un solo peso en las faltriqueras, sin siquiera poder salir a la calle, eternamente en la oficina fumando los cigarrillos que la noviecita de Willy les había obsequiado la noche anterior, mirándose, deletreando ocasionalmente algunas palabras tal vez salvadoras, algunas ideas que los rescataran del precipicio)”.
Estando entonces en esa situación, aparece la oportunidad de un “negocio”, consistente en hacer unos posters sobre la base de unas diapositivas donde está Perón, que le consigue un dirigente sindical que ha estado en Madrid con el líder. Es decir, planean para el día de la concentración transformar esas diapositivas en miles de posters y diplomas que venderán a los simpatizantes que irán a verlo a Perón.
Veamos entonces algunos fragmentos del texto donde se muestra el “negocio” que estos planean y el total desinterés por el acontecimiento en sí. Así, por ejemplo, Rocamora piensa que el “negocio” tendrá éxito: “Dijo Rocamora el 20 de junio habrá un circo completo (…) van a venir negros de todas las provincias para ver al viejo ése, algo hay que hacer, sí, mucho mejor que ir a vender chorizos, sabés cómo camina eso, ¿no?, como por un tubo”. En este pasaje, se ve que este personaje (al igual que los otros que lo acompañan) no tiene interés político alguno en esa reunión que será multitudinaria, desinterés que se hace patente en la forma como se refiere a Perón (el “viejo ése”).
Ese desinterés de los “pícaros” por el sentido de la concentración se muestra en muchos fragmentos del texto, como por ejemplo cuando Cristóbal y Willy le dan forma al proyecto de hacer los posters chicos: “Dibujó su idea Cristóbal -Doblado, ves, como si fuera un folleto. En la tapa le encajamos la transparencia, la jeta de Perón, todo un kilo. Al abrirse, del lado de adentro le metemos, yo qué sé, palabras de Perón, frases hay a montones, o las veinte verdades del peronismo. -Claro – entendió Willy-, podemos hacer como si fuera un diploma, o una carta de Perón a su pueblo. -Eso mismo, como una carta de agradecimiento al pueblo, por haberlo ido a esperar a Ezeiza. Y le encajamos la firma de Perón abajo -dijo Cristóbal-, sacamos la firma de cualquier solicitada”.
Asimismo, otro pasaje donde queda claro que el único centro de interés de los personajes es el “negocio”, es cuando Willy y Cristóbal hacen los cálculos del dinero que han de reunir con ese plan: “Hacemos cincuenta mil posters grandes, y cincuenta mil diplomas chicos. El póster lo podemos meter como un caño a 500 pesos cada uno. (…) Y el diploma chico lo mandamos como contrapeso del póster grande, porque atendeme, un negro puede que no disponga de 500 pesos para comprarse un póster gigante, pero cómo no va a poder gastarse 200 pesos en el diploma chico”.
Cuando llega el 20 de junio, desde temprano hasta muy tarde, los nombrados personajes (y otros “socios” más) se apostan lo más cerca del palco que pueden llegar (en verdad, quedan lejos) para tratar de vender posters y diplomas. Cuando pasan columnas de las distintas fracciones peronistas, por supuesto no les interesa a los “pícaros” de qué color político son, sino solamente vender su mercadería.
Así, por ejemplo, cuando avanzan columnas de FAR y Montoneros, Willy intenta congraciarse con ellos: “Póster póster del General y claro tenía que comprárselos; entonces comenzó a gritar póster póster del General auténticamente Montonero, y también gritó Perón Evita la Patria Socialista, a los póster montoneros, muchachos, sonreía gritando por la Patria Socialista y vivan los Montoneros y FAR y Montoneros son nuestros compañeros”.
En cuanto al momento del enfrentamiento armado, a pesar del dramatismo que encierran los sucesos, ello no provoca nada en especial en los personajes. Se lo comenta entremezclado con hechos banales en los que ellos están inmersos: “A cada minuto pasaba una ambulancia, algún arriesgado decía por lo menos eran cincuenta los muertos, un tipo que tenía una radio portátil estaba más rodeado que una vedette, la marcha peronista, Rocamora caminaba cantándola, y cuando se dio cuenta de que la cantaba se dijo que la marchita era muy pegadiza, linda, se dijo que Hugo del Carril debió haber hecho mucha guita”.
Como hemos señalado otras veces, es muy variable el enfoque que han adoptado los autores argentinos para narrar en sus obras hechos cruciales de nuestra historia. Publicada por primera vez en 1974 (o sea, cerca de los hechos narrados), en el caso de la presente novela, Jorge Asís optó por la “picaresca” para relatar un muy relevante acontecimiento. Es decir, el autor eligió narrar los dramáticos sucesos desde lo vivido por personajes que se sienten totalmente ajenos a la conflictiva realidad política del momento.
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