León Gieco cuenta que cuando comenzó en 1979 (o sea en plena dictadura), un extenso viaje por todo el interior del país, de punta a punta, para esquivar a la censura que lo perseguía en todos los grandes centros urbanos, a Oscar López, su editor discográfico, se le ocurrió el marketinero nombre De Ushuaia a La Quiaca. Así que era suyo el nombre.
Pero, claro, López fue muchísimo más que eso. Había managereado a Sui Generis y a La Máquina de Hacer Pájaros, había organizado giras de los grandes grupos del rock argentino de los 70, incluidos Crucis, El Reloj y Pappo’s Blues, había conducido la sala del Centro de Artes y Ciencias de Buenos Aires donde habían tocado los primerísimos Redonditos de Ricota, y había inventado en sociedad con Billy Bond, otro gran delirante, el sello discográfico Sazam, dedicado al rock y subsidiario de Music Hall, donde grabaron Miguel Cantilo con Punch, Pedro y Pablo en su reaparición, Charly García con el primer Seru Giran, Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre, Pastoral, León Gieco -de su cuarto elepé a su proyecto hiperfolklórico-, Ruben Rada en su desembarco en la Argentina, los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso con OtrosShakers, que de alguna manera fue el final glorioso del grupo Opa, y Miguel Mateos, primero con Zas y más tarde como solista.
En Sazam, Seru Giran hizo sus dos primeros discos, el debut y La Grasa de las Capitales. A mediados del 77, ya disuelto su grupo La Máquina de Hacer Pájaros, García pudo, gracias a la astucia y al carisma de López, conseguir plata del presidente de Music Hall Néstor Selasco, como adelanto a cambio de un futuro disco en vivo que se grabaría en el concierto “Charly pianista y amigo” programado para noviembre de ese año en el Luna Park. Así, pudo irse a Brasil en el comienzo del 78 para escapar de la censura, y sobre todo para vivir bien su amor con su nueva novia brasileña Zoca, y para generar un nuevo proyecto musical junto a su amigo, el guitarrista David Lebon.
El grupo que nació de ese viaje, Seru Giran, hizo en 1978 su primer disco con buena producción, grabando en un estudio de San Pablo, y con el registro de cuerdas realizado en los Estados Unidos. Allí figuraba el tema de rock “Coramina López”, en alusión, claro, al productor Oscar López, quien, de acuerdo a García y Lebon, se estaba quedando con más dinero de Selasco que el convenido. “Mi productor me da veneno, estoy gastando mi dinero en la rata”, dice la letra. Y luego dispara: “Mejor será echar al pirata”. Poco después, aclarado el entuerto, el tema sería publicado con otro nombre, “Voy a mil”.
López era de ir a mil. Adoraba la velocidad y las chicas. Se casó seis veces, solía decir en rueda de íntimos. Y tuvo automóviles y motos de alta gama.
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En el arranque de los 80, López puso en marcha La Corporación, una empresa de representación de Piero, Alejandro Lerner, Celeste Carballo, Pedro y Pablo, Tantor (que lideraban Héctor Starc, ex Aquelarre, y Rodolfo García, ex Almendra), y el dúo Fantasía, entre otros, al tiempo que instalaba un sello discográfico independiente, llamado, desafiante, Raviol Records.
Después, siguiendo el éxito de su pollito Miguel Mateos, se fue a México, adonde, avalado por su pasado en la Argentina, instaló en la discográfica BMG el proyecto “Rock en tu idioma”, que lanzaría al estrellato continental a muchos artistas de nuestro rock y que significaría también el ascenso al primer plano latinoamericano, por primera vez, de grupos y artistas mexicanos.
Luego de producir a estrellas de la música melódica de consumo masivo en aquel país como Mijares y José José, vio cómo terminaba el siglo y simultáneamente se derrumbaba el viejo mercado de la música en el que había brillado, y de manera paulatina se fue retirando de la escena.
Pero en los últimos años había reaparecido otra vez con alocados proyectos, como el resurgir del rock de los 80. Y en eso estaba, cuando llegó la noticia de su muerte.
El cumpleaños 80 de Mick Jagger y la sorpresiva -o no- muerte de Sinéad O’Connor ganaron, claro, los grandes titulares. Pero para el rock argentino y latino, la sorpresiva -sí, porque nadie la esperaba ni la imaginaba- muerte de Oscar López es algo que no podía pasar desapercibido.
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