“Fue un accidente”, dice Nico Sorín cuando cuenta cómo decidió liderar el proyecto Piazzolla electrónico, que de su propuesta original enfocada en la celebración del centenario del nacimiento de Ástor Piazzolla mutó a un ciclo mensual que este jueves 27 de julio tendrá un nuevo capítulo en Nicetoclub, que continuará el 24 de agosto y luego con más fechas a programar hasta fin de año. Un espectáculo que cruzó la frontera hacia Brasil y también cristalizó en el álbum Ástor Piazzolla 8cteto x Nico Sorín.
“Ya me habían pedido que hiciera algo para el ciclo Experiencia Piazzolla, que se venía haciendo en Ciudad Cultural Konex, pero me negaba porque siempre me dio mucho pudor meterme con la música de Astor. Además, prefería mantener mi relación con Pipi (Piazzolla, nieto del compositor) así, linda como es.. ¡jaja!”, cuenta Sorín, en una tarde en la que un preocupante calor veraniego se infiltró en pleno invierno porteño.
Por cierto, semejante muestra -o exceso- de respeto por una obra en particular no es poca cosa, viniendo de un músico como Sorín, acostumbrado a transitar con muy buenos resultados territorios musicales tan disímiles como que van de la Orquesta Sinfónica de México o la London Session Orchestra a artistas como Miguel Bosé, Shakira, Erica Sativa y Alejandro Sanz, pasando por la composición de bandas sonoras para cine y bandas como Octafonic.
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O como los que habita por estos días, repartidos entre su participación en PAN, el más reciente plan urdido por Santiago Vázquez, que comparte con Sergio Verdinelli, Mono Fontana, Carolina Cohen, Mariano ‘Tiki’ Cantero y Facundo Guevara, entre otros; su combo de improvisación Impresionante, asociado con Wenchi Lazo y Franco Fontanarrosa, entre otros; y un ambicioso proyecto de llevar al formato de una banda “hits” de compositores como Johannes Brahms, Ludwig van Beethoven y Henry Purcell.
“Hits que han pasado el examen del tiempo después de 300 años”, dice el músico, que aún así asegura haberse sacado de encima un montón de proyectos y haber abandonado el multitasking que había marcado su ritmo de trabajo durante bastante más de una década. “La paternidad también me bajó un poco; los tiempos son otros y ahora las balas van más afiladas”, explica.
Interpretar a Piazzolla, triunfar o fracasar
Finalmente, una nueva sugerencia de Pipi Piazzolla pandemia de por medio logró quebrar su resistencia/reticencia al abordaje de la música del genial compositor marplatense si bien, asegura, no sabe mucho de tango: “Cuando me ofreció lo del Octeto Electrónico, que además fue su formación más ecléctica, para hacerlo en el CCK, acepté y armé una banda de gente que no tiene nada que ver con el género”.
-Ese es el primer punto, ¿no? Elegir por dónde ir: si reproducir de manera lo más fiel posible lo que hizo Ástor o patear el tablero.
-La idea era o fracasar o triunfar, realmente. No quería ir al punto medio. No quería que fuera una mezcla o que fuera tibio, sino que hubiera un riesgo involucrado. Los músicos que me acompañan son increíbles. Y aunque van rotando por un tema de agenda, la formación inicial todavía se mantiene.
-Pero no respeta la orquestación de Ástor.
-No, en vez de tener flauta, o violín, uso marimba y vibráfono; yo toco el tinte como lo hacía Dani Piazzolla… “Electrónico” por ahí es una palabra que no le hace justicia a la banda, porque cuando uno piensa en electrónico aparecen propuestas como Gotan Project o de bombo en negra; y esto no lo es. En verdad se lo llamaba así porque no existía lo electrónico tal como lo conocemos hoy, pero era más bien algo experimental. Así que armé la banda así.
-¿Cómo fue el proceso: armaste antes la orquestación y después pensaste en los músicos o al revés?
-El proceso fue escuchar, pedir las partituras, meterme mucho en el mundo de Ástor, en su caligrafía, en sus correcciones, en sus borrones… Me encontré con que su música está tan bien escrita, es tan sólida, está tan bien construida que fue muy fácil trabajar con ese material, en el sentido de que podés hacerlo de mil maneras diferentes. Vos me traes dos cucharas, un xilofón y un silbato y lograr que suene bien.
A medida que avanzaba me recordaba a Octafonic, en el sentido de que la banda está armada orquestalmente. Cada uno tiene un lugar en el engranaje, y está muy bien escrita. Además de lo buena que está la música.
-Es que, a pesar de que él era el compositor, líder y frontman, el juego estaba muy repartido, ¿no?
-Por un lado, en su manera de tocar había una energía que alimentaba a la banda, pero además me da la impresión de que es como esos directores como que con su sola presencia elevan el nivel de la orquesta. Como Herbert von Karajan, que no mira a la gente, pero el hecho de su presencia en el escenario hace que la gente suba su nivel.
-El otro día, cuando entró Messi en su primer partido en el Inter de Miami, tiró un pase y el jugador que la recibió, que hasta ese momento no había embocado una, se la devolvió de taco. ¡Entró Lio y el tipo se animó a tirar un taco!
-Bueno, es eso. Para mí, Ástor, era eso.
El tango después de Piazzolla
-Contabas que fuiste a la partitura.
-Sí, y ahí enseguida pensé en buscar una banda muy rara, con músicos que nunca hubieran tocado juntos entre ellos. Hicimos dos ensayos de tres horas, para después meternos en el CCK, y recuerdo que a los cuatros segundos de Libertango había una mugre que me hizo sentir que iba a funcionar. Y se armó una energía muy agresiva; porque Ástor no se puede tocar tibio.
Ástor puede tener partes romanti… tranquilas, contemplativas, hermosas, pero cuando hay brío tiene que ser a fondo. Podés no saber de tango, pero si lo tocás con corazón, con garra… Tiene que ser así. La banda me ayudó mucho a que hubiera un nervio y el show fue increíble. La idea era hacer sólo uno, pero la respuesta fue fantástica.
Luego, con Alejandro Mazzei decidimos probar hacerlo en Niceto y lo que pasa es increíble, porque hay coro, pogo, lágrimas… Es como una montaña rusa en una hora, una hora y cuarto, de show muy intenso. Muy punk, porque Piazzolla era punk. Definitivamente. No sólo su música, sino él mismo, su personalidad.
-Esa costumbre de ir al choque, que a veces puede parecer un capricho, pero que en el caso de Ástor…
-Es que también fue muy golpeado. Vos pensá que nosotros estamos haciendo esto y nadie nos tira ni un tomate. Pero al tipo lo vapulearon. Pero ahora es distinto. Hicimos este espectáculo en la ciudad de México, en un teatro muy bonito, el Esperanza Iris, y lo que pasó con la gente fue también increíble. Algunos por ahí conocían a Piazzolla, pero muchos otros no. Es una música muy universal.
Un poco, la tesis se ha transformado en que Ástor no es tango -ahí tenés otro título-, es universal. Es un compositor como (Félix) Mendelssohn. Es una música tan personal que si querés hacer algo similar vas a sonar a Piazzolla. Es como Phil Collins cantando: no hay forma. O Los Beatles. Pero su influencia ha sido más allá de lo estilístico.
-A veces da la sensación de que algunos tangueros contemporáneos, al no poder encontrar un nuevo paradigma, eligen refugiarse en la tradición.
-Es que eso es lo más difícil, cuando uno agarra un estilo más tradicional como el folclore y el tango: modernizarlo de alguna manera. Hoy, en algún lugar del mundo hay alguien que está tocando Libertango. En una calle de Bratislava o en un teatro. Son himnos universales. O sea que el tipo, ademas de hacer una música hermosa, hizo todo, con cuatro cositas.
-Y es como si más allá del límite al que llevó el género hay un desierto que no muchos se animan a atravesar.
–Sí. Le pasa lo mismo a la música clásica. Además, los tangueros también son muy puristas en muchos sentidos.
-Pero cuando escuchás a uno de 30 años tocando como se tocaba en 1923…
–A mí me parece muy lindo. Es raro, pero me parece muy lindo, porque es una manera de seguir teniendo cerca la tradición. Creo que es válido todo. Es más, cuanto más grande sea tu abanico es mejor.
-¿Pero no hay un punto en el que no poder superar esa vara que puso Piazzolla obliga a buscar atrás?
-Es verdad. No hay mucha música; hay unas bandas más progresivas… Pero me da la sensación de que son como experimentos. No hay nadie que haya llevado el tango a otro lugar de una manera tan orgánica como lo hizo Piazzolla. Cuando las cosas se convierten en fusión, en el estilo que sea, ya son como experimentos. Que son válidos, pero es más clínico.
Un repertorio, muchas opciones
-Antes decías que lo electrónico es asociado a propuestas como Gotan Project, o podrían también decir Bajo Fondo; pero que lo de ustedes es otra cosa.
-Creo que está más asociado a Ástor. Me hubiese encantado escucharlo a él con las posibilidades y la tecnología de ahora. Lo importante era mantener el espíritu, dándonos libertades. Recuerdo que en una parte de “Libertango” sentí que erra un riff de Pantera. Entonces, “hagamos Pantera”. Fue la primera partitura sobre la que trabajé y me dije: “lo abro y que se pudra todo”.
Era hacerlo o no hacerlo; me daba pudor, pero era por ahí. Era perderle el miedo, tratar de ser irreverente con todo el respeto por su música. Después, hemos ido a funk. Creo que pasa por que esté presente su espíritu. A mí eso me dio la pauta de poder jugar.
Entonces, abordás los arreglos de una manera mucho más lúdica, con más riesgo. De nuevo: a Piazzolla no se lo puede mejorar, pero se lo puede reinterpretar. Y es a través del riesgo y no de tocar todo exactamente igual. Además eso él ya lo hizo. Y cuando lo hicimos fue maravilloso, porque fue natural.
-¿Cuáles son las posibilidades de improvisar, dentro de un show?
-Mirá, estamos tocando los mismos 5 temas, a lo largo de un poco más de 20 shows: “Libertango”, “Meditango”, “Zita”, “Violentango” y “Adiós Nonino”. Estamos con esos temas, los seguimos pasando, seguimos buscando, yo estoy dirigiendo cada vez más… Estamos jugando. Cada show es muy diferente. En el momento en el que nos empiece a aburrir dejaremos de hacerlo o metemos otro repertorio. Pero es tan flexible y plástico que hay gente que ha venido tres, cinco, seis veces. Como un ritual.
-¿Qué crees busca la gente en la música de Ástor?
-Creo que es muy difícil de explicar. Es para experimentar; y hay algo que pasa en este show que es muy mágico. La gente entra como en una especie de hipnosis, cuando el show de pone bueno, que es casi siempre. Hay algo como de sanación, de dejarse llevar. Hay una entrega muy grande del público en este show. Si no, no volverían. Cada noche es diferente.
-¿El repertorio podría ampliarse con material que no sea el del Olimpia del ‘77 que tomaste como referencia?
-Metí “Balada para un loco”, donde estoy cantando, que está buenísimo y es muy teatral. Uso la voz del Polaco (Goyeneche) con samplers. Estuve haciendo una arreglo de “Michelangelo ‘70″, llevándolo a la música surf, medio Henry Mancini. Pero lo que sucede es que el show, con estos cinco temas, camina bien. Desde que comenzó es un viaje, y no hace falta retocarlo.
Mirá que yo me aburro al toque, pero me está pasando que lo disfruto y que cada vez sigue siendo un riesgo. Nos aventuramos a probar cosas. Así que hasta que no pase eso, seguimos con ésta.
-Para un músico es un privilegio hacer un ciclo en torno a un compositor y que se sostenga en el tiempo.
-No me lo hubiese imaginado ni en los mejores momentos de Octafonic, estar siempre con mucha gente, que el boca en boca funcione…
-¿Cuánto influye trabajar en una música como esta en tu propia composición?
-Creo que un montón. Y ahora que estoy como lo de la música clásica, también. Pero en pandemia, en estos años, hice como seis discos, que aún no saqué. Entonces, después de haber compuesto tanto creo que es un buen momento para hacer silencio y volver a estudiar. Meterme en las partituras de Ástor, ver cómo trabaja sus transiciones, meterme a explorar a Bach. A mí me hace disfrutar mucho. Es momento de hacer silencio.
La hora de los clásicos
-¿Qué compositores incluye el nuevo proyecto?
-(Johann Sebastian) Bach, Beethoven, (Wolfgang Amadeus) Mozart, está Purcell, (George) Handel, (Sergei) Prokofiev…
-¿Cuál es la idea? Porque con Ástor estaba el Octeto como referencia. Acá, en cambio, hubo muchos intentos de llevar la obra de estos compositores a un lenguaje más actual, pero muy pocos fueron exitosos.
-Yo todavía no he escuchado alguno, exitoso, y eso es lo que me hizo picar el bichito. De modo que probablemente pueda ser también un fracaso total, pero me gusta. Seguro que hay cosas hechas poco conocidas que están bien hechas, pero tampoco quiero buscar mucha referencia. Creo que quienes lo hicieron bien fue esa banda disco (N. del R.: Walter Murphy) que hizo la Quinta de Beethoven. Me pareció divertido, y me pareció importante ir a temas que están en el inconsciente sin caer en lo vulgar… Por eso, es peligrosísimo.
Pero tengo una banda del carajo, con Sergio Verdinelli, Mariano Domínguez, Hernán Rúpolo, 12 cuerdas espectaculares. Una banda con cuerdas, pero punk. Es lo que siempre de alguna manera quise hacer, que es hacer punk pero con músicos clásicos. Vamos a ver qué pasa. Ojalá que salga.
-Son compositores que pertenecen a diferentes períodos históricos. ¿Cómo se los unifica?
-La idea es que llegues a Niceto con tu programa de mano como si fueses al Colón. Quiero que sea como un miniColón. Quiero una cosa de gala, que obviamente terminará con Carmina Burana al mango. Quiero que sea eso. Pero vamos a ver qué pasa. Es un reto más grande porque Piazzolla ya tenía batería, pero esto es ponerle un groove a esta música y que no quede forzado, que sea orgánico.
-¿Probaste con Inteligencia Artificial?
-No quiero saber nada. Por ahora no. No he escuchado nada que me deslumbre, todavía. Me parece una herramienta increíble y la veo interesante, mientras se use como herramienta y no caigamos en la vagancia de que nos haga el guion; que ayude a proyectar ideas. Pero el robot tiene que ser uno. Es como una multiprocesadora, pero no puede servirte la comida, si se usa así está bueno. Pero todavía no logré ver nada que diga: “¡Uau!” Son asociaciones aleatorias y carentes de fundamentos. A mí me gusta lo analógico y que funcione la cabeza.
*Nico Sorín presenta Piazzolla Electrónico este jueves 27 de julio y el 24 de agosto (próximas fechas a confirmar en septiembre, octubre, noviembre y diciembre) en NicetoClub, Av. Niceto Vega 5510.
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