Fui, vi y escribí: Sean eternos los laureles

Una mirada sobre el documental “El juicio”, a 40 años del regreso de la democracia. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

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El documental "El juicio", de Ulises de la Orden, puede verse los viernes de julio en el Malba y en la plataforma Kinoa.TV.
El documental "El juicio", de Ulises de la Orden, puede verse los viernes de julio en el Malba y en la plataforma Kinoa.TV.

Hola, ahí.

No sé de dónde viene ni por qué somos así. Afuera nos califican de arrogantes pero, puertas adentro, la queja, el cuestionamiento y la autoflagelación le ganan al orgullo y la vanidad. Por supuesto, hay cosas que podríamos hacer mejor y hay otras que hacemos francamente mal, incluso como si pusiéramos empeño en no revertirlas. Pero también hay creaciones y criaturas que nacieron en la Argentina y son modelo para otros países.

Podemos hacer la clásica lista de Gardel, Maradona, Messi, Martha Argerich, Borges. Podemos nombrar a nuestros Nobel y enumerar otros éxitos deportivos y culturales. Y también podemos decir que, así como la palabra “desaparecidos” fue acuñada desde la imagen feroz de lo que representó la última dictadura, el Juicio a las mismas juntas militares que secuestraron, desaparecieron y asesinaron a miles de ciudadanos y el concepto Nunca Más también son símbolos de aquello que somos capaces de conseguir cuando nos proponemos defender enérgicamente valores como la dignidad humana y la democracia.

Un fundamento ético

Días atrás tuve que moderar una mesa sobre las relaciones entre la Unión Europea y la Argentina, organizada por la Embajada de España, país que durante este semestre ejerce la presidencia del bloque. Entre las cosas que se dijeron, hubo una que me sorprendió y para bien.

Lejos de los clásicos cuestionamientos por la inseguridad jurídica o la inestabilidad económica que hace inviable cualquier proyecto empresario, esa tarde alguien señaló que los países europeos celebran la fortaleza del sistema democrático argentino y que eso hoy, en un presente veleidoso en el que tantos consensos se vienen abajo, es definitivamente motivo de confianza para ellos.

Las figuras del fiscal Julio César Strassera y del fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo fueron revitalizadas meses atrás por la película "Argentina, 1985".
Las figuras del fiscal Julio César Strassera y del fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo fueron revitalizadas meses atrás por la película "Argentina, 1985".

Y es así, nomás. Porque 40 años después de final de la última dictadura, al menos hasta ahora, todo, hasta lo más severo, ocurre dentro del ring de la democracia. Y digo “al menos hasta ahora” porque nadie ignora que en estos últimos años pudimos ver gobiernos conducidos por fascistas en países muy cercanos geográficamente ―y también en países centrales―, figuras e ideas que personajes oscuros y outsiders de la política intentan replicar localmente o que ciertos políticos profesionales utilizan como insumo para su proyecto en el afán de diferenciarse de toda forma de progresismo. Y, por primera vez desde la recuperación democrática, esas ideas y esas figuras encuentran apoyo y hasta admiración en vastos sectores que tienen a la rabia y el resentimiento como principales impulsos y emblemas.

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Hay una razón clave para que eso ocurra: un país con un 40% de su población por debajo de la línea de pobreza ―una cifra que quedó desactualizada por los índices de inflación― es territorio fértil para vendedores de humo y zarpados de todos los colores (que, por supuesto, no solo suscitan admiración entre los más desfavorecidos).

El problema fundamental de esta novedad de la “libertad por ultraderecha” está en las generaciones más nuevas, jóvenes que se aferran a este universo de mano dura y discursos llenos de “basta de ñoquis y planeros” porque, lejos de cualquier oportunidad de progreso, se sienten fracasados antes de comenzar a vivir y los gana la desconfianza. No hay programas políticos que contemplen seriamente dar vuelta este martirio: están todos muy ocupados en sus guerras internas.

La película de De la Orden trabajó sobre las 530 horas de grabaciones de las audiencias del Juicio a las Juntas militares.
La película de De la Orden trabajó sobre las 530 horas de grabaciones de las audiencias del Juicio a las Juntas militares.

Digo “progreso” y pienso que una palabra que solo puede representar avances de países y ciudadanos hoy no figura en el diccionario político argentino. Todo pasa por los agravios personales y las canchereadas, por “terminar con” o por el “todo o nada” que continúa un “vamos por todo” que hizo mucho daño. Me pregunto cómo hicimos para seguir adentro de este cuadrilátero democrático todos estos años y cómo fue que nadie forzó antes estas cuerdas, aún con la crisis como estado crónico del país.

Y entonces recuerdo una frase que pronunció el historiador de la Economía Pablo Gerchunoff durante una entrevista de hace unos meses en eldiario.ar, cuando dijo que “la resistencia de esta democracia que ha dado tan poco a la sociedad se debe a su fundamento inicial ético extraordinario”.

Te transcribo el párrafo completo, vale la pena:

”El camino por el que transitó la democracia me parece que se ha consolidado mucho porque el Juicio a las Juntas existió. De modo que esa resistencia, esa resiliencia como se dice ahora, que tiene la democracia en la Argentina frente a una democracia que le ha dado muy poco a la sociedad en materia de bienestar social, de economía, de justicia social, esa resiliencia creo que se debe al hecho de que el fundamento inicial es un fundamento ético extraordinario. Y la gente a veces no lo recuerda pero en el sustrato está eso”.

Trailer del documental "El Juicio", de Ulises de la Orden.

Una película monumental

“Creo que es la película más importante que voy a hacer en mi vida”, le dijo el montajista Alberto Ponce a Ulises de la Orden, cuando el director le propuso hacer El Juicio, el gran documental que recupera con imágenes de archivo los meses durante los que se desarrolló, entre abril y diciembre de 1985, el juicio a las juntas militares.

Ni Ponce ni De la Orden son personas que acaban de llegar al cine, ambos tienen tremendas trayectorias sobre sus espaldas. A ellos se sumó Gisela Peláez como asistente de dirección y directora de producción.

La película es monumental en todos los sentidos posibles. Por el tema, por el modo en que se trabajó cinematográficamente un capítulo central de la construcción de la democracia argentina y por la delicada filigrana elaborada con los testimonios de sobrevivientes y familiares de víctimas, pero también los de los hombres que alguna vez se creyeron dueños de las vidas de los otros y encararon una represión inmoral que no se detuvo ni siquiera ante mujeres embarazadas o chicos.

No deja de sorprenderme cómo esos sujetos se consideraron honorables hasta el final, autopersuadiéndose de que sus acciones miserables, escudadas en el poder omnímodo, eran en realidad ejemplos de valor y de defensa de la patria.

El fiscal Julio César Strassera y el defensor del general Roberto Viola, el abogado José María Orgeira, un personaje relevante de la película "El juicio".
El fiscal Julio César Strassera y el defensor del general Roberto Viola, el abogado José María Orgeira, un personaje relevante de la película "El juicio".

Notas que tomé mientras la veía

Soy un militar. Me determinaban un blanco y yo accionaba las armas.

Mi hijo también merecía un juicio. Este juicio lo merecía mi hijo.

Se llevaron todo: desde el calzón de mi mujer hasta el Magiclick.

Malditos, malvados, asesinos. Ha sido horroroso lo que nos han hecho.

En la Argentina, todos estábamos en libertad condicional. (Fiscal Adjunto Luis Moreno Ocampo).

Preguntó con qué peso podían empezar a torturar a los niños. Le respondieron que con 25 kilos.

Tuve una hija sana, inteligente y hermosa. Me devolvieron un montón de huesos.

Son más de ocho mil los que ustedes han tirado al río (General Alejandro Agustín Lanusse).

Cráneos y fémures al ras de la tierra.

Espectáculo dantesco.

Estos señores se consideran cristianos.

Levantaron 70 cráneos con palas mecánicas. Humillante para una madre.

Me siento responsable pero no me siento culpable (Almirante Emilio Eduardo Massera).

La historia no los absolverá (Fiscal Julio César Strassera)

Dos mujeres lloran mientras escuchan el testimonio de una sobreviviente de un campo de concentración. La imagen es de la película "El juicio".
Dos mujeres lloran mientras escuchan el testimonio de una sobreviviente de un campo de concentración. La imagen es de la película "El juicio".

Chicos de quince años asesinados y arrojados al Río de la Plata.

Secuestros y apropiación de bebés nacidos en cautiverio.

Apropiación de bienes de los secuestrados.

Pechos quemados con sopletes y cigarrillos.

Pistolas en la vagina de mujeres embarazadas.

Violaciones sistemáticas que las detenidas soportaban para preservar sus vidas.

Trabajo esclavo.

Simulacros de fusilamientos.

(No hace falta seguir enunciando nada, seguramente conocés todos esos hechos tan bien como yo).

El primer armado de la película duraba ocho horas y media. Alberto Ponce estuvo a cargo del montaje.
El primer armado de la película duraba ocho horas y media. Alberto Ponce estuvo a cargo del montaje.

El sueño dorado del editor

El material en crudo son 530 horas de grabaciones que se convirtieron en una película de 177 minutos, dividida en dos partes y con un total de dieciocho capítulos. Pero para llegar a ese resultado, hubo que dejar mucho afuera. De hecho, el primer armado de la película duraba ocho horas y media.

”Fue muy complejo ir tomando las decisiones de qué quedaba y qué se iba”, me explicó Ponce. “Y, obviamente, nos llevó mucho tiempo el movimiento interno de las piezas y construir la narración para hacerla fluida y que no aburriera. Lograr eso requirió muchas pruebas, ensayo, error, cambiar piezas de lugar, quitar piezas, recuperar cosas que habíamos descartado en los otros armados. Por eso fue un proceso tan largo”.

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Sigue Ponce, quien trabajó con directores como Leonardo Favio, Pino Solanas, Damián Szifrón y Adrían Caetano y dirigió el documental Blackie, una vida en blanco y negro, además de ser autor de libros sobre su especialidad:

“En todas las películas que edito, incluso si es ficción, siempre les digo a los directores que hay que pensarlas de manera que las pueda ver, por ejemplo, un coreano dentro de 50 años. Hay que tener eso siempre como perspectiva en términos de claridad narrativa y, sobre todo, pensar en el desconocimiento que puede llegar a tener un posible espectador en el futuro”.

Ulises de la Orden es el director de "El juicio". Entre las decisiones que se tomaron estuvo la de no musicalizar la película salvo en el final, cuando se escucha la versión del Himno Nacional de Charly García.
Ulises de la Orden es el director de "El juicio". Entre las decisiones que se tomaron estuvo la de no musicalizar la película salvo en el final, cuando se escucha la versión del Himno Nacional de Charly García.

Trabajar con archivo es darle forma a un tesoro y eso es el sueño dorado de un editor: “Siempre soñé con editar películas como Morir en Madrid, La República Perdida, como La Espiral de Mattelart, o El Fascismo Corriente (o El fascismo ordinario) de Mikhail Romm. Fueron películas que todos tuvimos como referencia”.

“Una vez, cuando editaba con Leonardo Favio el material de Perón, Sinfonía del sentimiento (1999), que también es solo archivo, él me dijo esto: Chiquito ―él me decía así―, lo más terrible del material de archivo es que tenés que hacer sangrar a las piedras. Porque tenés que hacerle decir a un material que no filmaste lo que vos querés decir, recuerda Ponce.

Si para uno ver y escuchar esos testimonios es desgarrador, también lo fue para quienes debieron seleccionar las escenas que conformarían el documental.

“El material es durísimo, pero uno está acostumbrado, como los médicos, o sea, llega un momento en que te inmunizás”, explica Ponce. “Dicen que los cirujanos hacen chistes en el quirófano y lo mismo nos pasó a nosotros. Yo particularmente la pasé muy mal las dos primeras semanas. Pero después me puse un chip porque sabía que si seguía así eso iba a afectar el trabajo que tenía que hacer e intenté abstraerme lo más posible. Éramos tres personas: Ulises, Gisela Peláez y yo, y logramos un buen clima entre nosotros. Hacer chistes era la forma de autoprotegernos y concentrarnos. Fueron muchos meses de solo ver el material, nos llevó casi siete meses. Era todos los días de 10 de la mañana a 7 de la tarde, llegábamos a ver entre cuatro y seis horas por día del material original porque teníamos que ir parando, tomando notas, haciendo planillas, y buscando las líneas temáticas”.

— ¿Qué fue lo más duro que te tocó ver o aquello que más te afectó?

— Me acuerdo mucho de una cosa que no quedó en la película, porque era muy largo de contar, que era una señora que estaba reclamando por su hija y ella creía que su hija iba a volver y, como los habían amenazado, mandó a la familia hacia el sur para una Navidad y ella se cruzó a lo de una vecina a pasar la Navidad pero le dejó un cartelito en la puerta a la hija, “Si volvés, estoy en lo de tal”. Ese tipo de cosas, hasta el día de hoy si lo cuento me emociono. Ese tipo de pequeños actos me dolían más que los relatos de las torturas. Como ese señor que dice “A los 57 años aprendí un nuevo oficio: el oficio de buscar a mi hija”. Esas frases son para mí las más demoledoras. Obviamente que las picanas y todo eso es terrible pero la tortura humana es mucho más profunda, toda esa parte de los padres y madres buscando a sus hijos…

En la película se ven muchas escenas de complicidad entre los fiscales. El juicio a las Juntas se llevó a cabo entre abril y diciembre de 1985.
En la película se ven muchas escenas de complicidad entre los fiscales. El juicio a las Juntas se llevó a cabo entre abril y diciembre de 1985.

Le hice la misma pregunta al director de la película. “La etapa de visualización y catalogado del material fue muy conmovedora”, respondió Ulises de la Orden, director de filmes como Río Arriba, Tierra Adentro, Mujer Entera, Chaco, y Marea y viento, entre otras. “Cada relato, cada testimonio nos llevaba a relatos del horror. A los tres se nos hacia difícil dormir. A mí personalmente me costó mucho la escucha de los testimonios de violencia contra los niños”, me dijo.

Ponce coincide en este punto y recuerda su propio estremecimiento:

”Dentro de las torturas la parte de los niños es terrible. Es terrible que estos hijos de puta hayan torturado también a niños o que les hayan puesto a los hijos encima mientras los torturaban y los amenazaban con torturarlos. Ese tipo de cosas es inconcebible y esas eran las cosas que me jodían”.

Las imágenes hablan solas o, mejor, el equipo que produjo la película las hizo hablar. ¿Pero cómo se elige el material cuando hay tanto? ¿Cómo se construye una historia que se cuente sola, sin narradores ni voces en off ni apuntes gráficos, salvo los nombres de los capítulos?

Alberto Ponce es un reconocido montajista argentino que trabajó con grandes directores como Favio, Pino Solanas y Adrián Caetano.
Alberto Ponce es un reconocido montajista argentino que trabajó con grandes directores como Favio, Pino Solanas y Adrián Caetano.

A medida que iban viendo el material, Ponce iba marcando todos los planos que podrían usarse en cualquier lugar como caras y gestos, me contó. Y lo organizó de tal manera que armó una secuencia en la que tenía todos los planos de los defensores, mientras en otra tenía los planos de los fiscales, en otra los de los jueces y en una cuarta, los del público. Había cuatro horas y media de planos de los jueces y una hora y pico de público.

Comenzaron por editar por construcción de texto narrativo, se decidieron los temas, el orden y la duración. Y después pasaron a la etapa que llaman “vestir” la película. Y recién entonces decidieron qué plano colocar en qué lugar. “Quitamos muchas reiteraciones, muchos furcios”, cuenta Ponce. “Y, como los testigos están de espalda, construí la lógica textual de la oración con sus pausas y sus puntos. La idea es que la película se pueda desgrabar y la podés seguir leyendo de corrido”.

Le pregunté a De la Orden cómo eligió los temas y en qué momento de la producción lo hizo.

”Los temas aparecieron luego de completar la visualización y catalogado de todo el material”, me respondió el director. “Había un guion previo, pero luego de atravesar esa experiencia todo se potenció. Escribí treinta y tres versiones de guion nuevas, comenzamos a montar según temas y casi naturalmente fue cayendo la idea de trabajar por capítulos y que estos capítulos estuvieran asociados a los argumentos de la acusación de la Fiscalía”. Eso es lo que se ve en el documental.

No hay música, solo palabras, gestos y silencios. No hay música durante la película pero en el final, cuando pasan los créditos, se escucha el Himno Nacional en la versión de Charly García.

"Como los testigos están de espalda, construí la lógica textual de la oración con sus pausas y sus puntos. La idea es que la película se pueda desgrabar y la podés seguir leyendo de corrido", explicó el editor, Alberto Ponce.
"Como los testigos están de espalda, construí la lógica textual de la oración con sus pausas y sus puntos. La idea es que la película se pueda desgrabar y la podés seguir leyendo de corrido", explicó el editor, Alberto Ponce.

¿Cuándo y por qué elegiste cerrar con el Himno de Charly?, le pregunté a De la Orden.

”Fue una idea que creció a partir del trabajo de montaje”, me respondió. “Una de las primeras decisiones fue que la película no tuviera música de ningún tipo a lo largo de su desarrollo. Y fuimos viendo que para el final se hacía necesaria una música que concluyera el relato. Siempre pensamos en Spinetta, Charly, Serú Giran. Pero la idea del Himno Nacional interpretado por Charly surgió enseguida. Taty Almeida hizo el contacto y Charly enseguida nos facilitó la autorización. Sony Music cedió sin costo el fonograma. Había un tema que para mí estaba cerca de cumplir el objetivo que buscábamos, es ‘A los jóvenes de ayer’, de Serú Giran, pero finalmente se impuso el Himno”, respondió.

Una imagen de la película del ex dictador argentino Jorge Rafael Videla.
Una imagen de la película del ex dictador argentino Jorge Rafael Videla.

Para no olvidar

Ver El Juicio meses después del éxito de Argentina, 1985 es una gran experiencia porque ambas películas no se anulan, se complementan.

Los gestos de Strassera, los diálogos cómplices con Moreno Ocampo, los rostros de los jueces y sus respuestas firmes y precisas a los abogados defensores, empeñados en dilatar cuando no en suspender el juicio (especialmente cuando el juez Ledesma le dice a un defensor: “No hay que anunciar los derechos, hay que ejercerlos”); los llantos entre las personas del público, los silencios dolorosos de los familiares de las víctimas (me impresionó especialmente ver tan frágil a Graciela Fernández Meijide); la angustia de los sobrevivientes (el rostro demudado de Miriam Lewin cuando se escucha un ruido inesperado en la sala), la altanería de los abogados defensores y de los militares acusados, la furia de Lanusse contra sus compañeros de armas: todas esas imágenes y esos testimonios están ahí para que no olvidemos.

Porque, como dijo Strassera en su alegato, a partir de aquel hito la responsabilidad colectiva era la de “fundar una paz basada no en el olvido, sino en la memoria”, que no es lo mismo que especular con el pasado o pretender adueñarse de la historia.

Tapa del libro "Nunca Más", que recoge las denuncias recibidas en la Conadep.
Tapa del libro "Nunca Más", que recoge las denuncias recibidas en la Conadep.

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El documental El juicio puede verse todos los viernes de julio a las 20 en el MALBA y también en la plataforma Kinoa.TV. Este envío fue ilustrado con imágenes de la película y de un ejemplar del libro Nunca Más.

Te recuerdo mi correo, es hpomeraniec@infobae.com. Ojalá estés pudiendo disfrutar de vacaciones o de alguna clase de descanso: tiempo ideal para leer, ir a muestras, al teatro o ver películas.

O para dormir sin horarios establecidos.

Sé perfectamente que el correo de hoy es duro, pero a esta altura de mi vida estoy convencida de que mucho más duro sería perder aquello que con tanto esfuerzo, sangre y lágrimas conseguimos.

Hasta la próxima semana.

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