El Teatro Colón presenta para estas vacaciones de invierno dos obras de teatro que apuntan al codiciado público que entra en la categoría de “para toda la familia”. Suele pasar que estas propuestas tienen un nivel de producción, de energía lúdica y capas de lectura que entre el público hay igual cantidad de adultos y niños, porque interpelan a todos de diferentes maneras y encuentran en estas obras una fuerza que no se ve en otros espectáculos.
Se trata del ciclo Tierra de cuentos y leyendas, que se presenta hasta el domingo 30 de julio, en el Centro de Experimentación y que cuenta con la participación del Ensamble Barroco, alumnos de danza y canto de la especialización en Ópera Barroca del Instituto Superior de Arte de esta institución. Los espectáculos en cuestión son Este no es un cuento silvestre, escrito y dirigido por Emiliano Dionisi y El Lobizón, o sea el terror de las Misiones, de Gonzalo Demaría.
Los dos directores de una gran trayectoria en el teatro asumen el desafío que implica pensar obras para los espectadores más jóvenes, como si se tratara de una prueba de fuego en la vida de muchas personas que si acceden a piezas conmovedoras y sensibles en la infancia, son experiencias que los acompañarán el resto de sus vidas. Aquí un recorrido por las búsquedas y pensamientos de estos artistas, para tener en cuenta qué se pone en juego cuando se preparan obras de teatro dirigidas a una audiencia amplia, pero que miran con mucha fuerza a los más chicos.
Este no es un cuento silvestre
Emiliano Dionisi habla de privilegio y responsabilidad. El reconocido autor y director, creador de espectáculos inolvidables para toda la familia como Romeo y Julieta de bolsillo, Sueño y la consagrada Recuerdos a la hora de la siesta, sobre el universo de María Elena Walsh, estrena su nueva propuesta, Esto no es un cuento silvestre. Y define algunas de las reglas de oro para su teatro: “Yo no hago obras para toda la familia en las que aparece un chiste en doble sentido, como si fuera un guiño al adulto para que se entretenga. A mí me interesa conmover al adulto con la misma historia con la que se conmueve el pibe”. Algo comprobadisimo en Recuerdos a la hora de la siesta, una pieza en la que la mayoría de los adultos salían llorando y los chicos y chicas, cantando.
Y agrega: “Probablemente, los chicos se enganchan más a partir de lo visual o lo musical y los adultos se concentran con más intensidad en algunas metáforas, pero no es que sean inaccesibles para el público infantil. Tal vez no llegan conscientemente, pero hay un atractivo en aquello que está detrás, lo vedado. Puede ser que no saquen una conclusión, pero sí perciben cuando ven algo valioso y que es una historia que los puede llegar a acompañar toda la vida. Es lo que yo viví cuando iba al teatro de muy chico. Los artistas que hacemos obras para toda la familia tenemos una responsabilidad y un privilegio. Podemos llegar a hacer algo que acompañe a una persona para el resto de su vida, podemos regalarle un recuerdo que les quede siempre, podemos tocar sus corazones. Esto es un antes y un después en la vida, si sucede en la infancia”.
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Con esa conciencia, presenta en el Colón por dos únicas semanas una obra que gira en torno a Silvestre y el cambio de vida que debe afrontar cuando su madre toma la sorpresiva decisión de mudarse de la selva de asfalto, a la selva real. El protagonista viaja de Buenos Aires a Misiones y arma una nueva vida: escuela nueva, compañeros nuevos y un llamado misterioso que harán que Silvestre se enfrente a un costado desconocido de él mismo: su lado salvaje. La fauna del litoral y su folclore funcionan como marco para explorar las emociones en ese pasaje de la niñez a la adolescencia, los miedos y los deseos. Con pasajes musicales de Jean Philippe Rameau, este cuento propone un viaje sobre la aventura de crecer. “La obra se vuelve una especie de fábula y los personajes humanos se van animalizando. Así se construye una metáfora sobre las dificultades de la adaptación en la niñez y el pasaje a la adolescencia, un momento de la vida en que todo se vuelve un poco más salvaje”, agrega el director.
Dionisi, quien además tiene en cartel El Brote una de las obras fenómeno de este año en el teatro independiente, también dirige al reconocido Diego Topa, en Es tiempo de jugar que se presenta en el teatro El Nacional durante estas vacaciones de invierno. Con un gran despliegue de producción, títeres y efectos especiales, Dionisi desarrolla para la nueva obra de Topa un espectáculo que además del gran show y las canciones tan conocidas por los más chicos, se elevan con una propuesta poética y teatral en un viaje por el tiempo.
El lobizón, o sea el terror de las Misiones
Escritor, director y músico, Gonzalo Demaría no sólo conoce al público infantil porque estrenó el año pasado también en el Colón otra obra de teatro musical: Teodoro y el robot sin nombre, sino que en los comienzos de su carrera fue redactor de la revista Anteojito durante nueve años, donde se dedicó a escribir las obras de las fechas patrias. Ahora, en vacaciones de invierno, llega con un espectáculo en verso y música de Henry Purcell. En El lobizón, o sea el terror de las Misiones se cuenta la leyenda del séptimo hijo varón que por las noches se convierte en lobo. El relato sucede en el marco de las misiones jesuíticas de la Mesopotamia y oscila entre el terror al que hace referencia el título y la comedia. Además, está escrita en verso e incluye música religiosa guaranítica.
Demaría decidió trabajar con las historias de terror que tanto le atraían cuando él era chico y que considera que es un atractivo para todas las infancias. “Se me vino inmediatamente el tema del hombre lobo y un lobizón mesopotámico. Entonces, llegaron por una cuestión hasta cronológica las misiones jesuíticas”, cuenta el autor y director, creador de piezas fundamentales de la dramaturgia nacional como Tarascones, La maestra serial y El siglo de oro trans. Profundo autodidacta, Demaría comenzó con las conexiones históricas, por ejemplo, Thomas Falkner, un jesuita inglés que aparece en la obra, conocido por explorar la Patagonia y sus investigaciones como herborista. Como influencia contemporánea, también está otro jesuita de la época: Florián Paucke, quien tomó registro con sus dibujos de todo el ambiente natural y que es la estética de la obra, que se trabajó junto al escenógrafo Gonzalo Córdoba.
Además del gran trabajo histórico en el texto y la puesta en escena, la obra incluye el verso, una habilidad del autor que logró instalar en el teatro actual. “No es para nada una dificultad acercarle el verso al público infantil. El más popular autor infantil, o al menos uno de los más populares, Lewis Carroll escribía permanentemente adivinanzas y textos en verso para niños. Todos recordamos algún verso infantil. Es una música que los niños la traen. Diría que es mucho más fácil trabajar el verso con los chicos que con los adultos. Hay algo muy lúdico en el verso que ellos captan inmediatamente y agradecen”, sostiene.
* Esto no es un cuento silvestre se presenta del martes 18 al domingo 23 de julio y del martes 25 al domingo 30 de julio, a las 11.30 hs. El lobizón, o sea el terror de las Misiones se presenta del martes 18 al domingo 23 de julio y del martes 25 al domingo 30 de julio, a las 16 hs. Las entradas pueden adquirirse de manera online a través de la web o de manera presencial en la boletería del Teatro Colón (Tucumán 1171), de lunes a sábados de 9 a 20 y domingos de 9 a 17 hs.
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