Andréa del Fuego: “Es un alivio escribir para dejar de ser uno mismo”

La escritora brasileña está de visita en Buenos Aires en el marco de la Residencia de Escritores del MALBA. Mientras trabaja en el lenguaje de su próxima novela, charló con Infobae Cultura acerca de “La pediatra”, su más reciente libro traducido al español

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La escritora brasileña Andréa del Fuego es una de las participantes de la actual Residencia de Escritores que organiza el MALBA (Sol Lurcovich - gentileza MALBA)
La escritora brasileña Andréa del Fuego es una de las participantes de la actual Residencia de Escritores que organiza el MALBA (Sol Lurcovich - gentileza MALBA)

“Detesto a los niños y no soy yo quien los trata sino la medicina que estudié”, piensa Cecilia, la protagonista de La pediatra, la nueva novela de Andréa del Fuego. A lo largo del libro, Cecilia va a querer cruzar -o cruzar, directamente- distintas barreras éticas. La pediatra muestra, con una voz divertida, irónica, la relación de una mujer potente con el resto del mundo.

Andréa del Fuego nació en San Pablo, Brasil, en 1975, con el nombre de Andréa Fátima dos Santos. Tiene una maestría en filosofía por la Universidad de San Pablo (USP) y es autora de varios y aclamados libros para niños, que se han publicado en Brasil y en el extranjero. Su primera novela para adultos, Los Malaquias (Edhasa), fue el debut literario más impactante de los últimos años en Brasil. Fue finalista de los premios São Paulo de Literatura 2011 y Jabuti 2011, obtuvo por unanimidad el Premio José Saramago 2011 y fue publicada tanto por Língua Geral como por Companhia das Letras.

Sobre la relación entre la literatura brasileña y argentina, afirma: “Estamos en el mismo continente. Sea por la política, por el fútbol, o por la literatura, estamos unidos. En Brasil no hay tantos lectores como en Argentina, pero en este momento hay casos de bestsellers de autores brasileños: Carla Madeira, Aline Bei, Jeferson Tenório, son escritores que venden mucho, alrededor de los cien mil ejemplares. También está el caso especial de Itamar Vieira Junior, que debe estar llegando al millón. La literatura brasileña alcanzó el gusto popular, de una forma que no sucedió nunca antes”.

Invitada por el MALBA, está en Buenos Aires durante junio y julio en el marco de la Residencia de Escritores. Participará del Laboratorio de traducción organizado por la Residencia de Escritores de Malba en asociación con la Escuela de Otoño de la Traducción Literaria (AATI y IES “Lenguas Vivas” – Juan Ramón Fernández), para traducir una obra breve de su autoría del portugués al español.

En esta entrevista para Infobae Cultura, contó sobre la nueva novela, lo que está trabajando en este momento, la influencia de la filosofía en su escritura y el origen de su seudónimo.

"Estar acá es un sueño para cualquier escritor: es una inmersión, un momento en el que te podés concentrar exclusivamente en escribir", dice Andréa del Fuego (Sol Lurcovich - gentileza MALBA)
"Estar acá es un sueño para cualquier escritor: es una inmersión, un momento en el que te podés concentrar exclusivamente en escribir", dice Andréa del Fuego (Sol Lurcovich - gentileza MALBA)

Los Malaquias se editó en Alemania, Francia, Israel, Italia, Kuwait, Portugal, Rumania y Suecia. ¿Cómo fue la repercusión en esos países?

–Cada país hizo una lectura diferente, es muy impresionante. En Alemania notaron las cosas direccionadas a la naturaleza, lo salvaje. En Israel, subrayaron que yo era una escritora brasileña, llamada Andréa Fátima dos Santos, supusieron una ascendencia católica, pensando en una familia arrancada de su tierra natal. En Portugal, valorizaron la parte poética de la escritura. En Suecia, colocaron a Los Malaquias como parte del realismo mágico, lo enmarcaron en el género específico.

–¿Tus estudios de Filosofía tuvieron algún impacto en la escritura?

–Empecé a estudiar ya transformada por la escritura. Todo lo que leía para la Universidad lo leía como personajes, pensamientos, lenguajes. Me encantó sobremanera estudiar la fenomenología de Maurice Merleau-Ponty, porque se pregunta qué es el estilo, en dónde está, y por los enigmas del cuerpo y del lenguaje. Es algo que busco en todas mis lecturas.

–¿Cómo viene tu estadía en Buenos Aires?

–Estar acá es un sueño para cualquier escritor: es una inmersión, un momento en el que te podés concentrar exclusivamente en escribir. Yo escribo desde hace décadas, y publico desde los veinte años, entonces puedo alcanzar ese tipo de concentración en cualquier lugar. Escribo con un compromiso asustador. Es algo a lo que hay acostumbrarse, hay que poder habituarse a ese estado, pero es diferente estar lejos de casa, en otro escritorio. Hay un ambiente de creación muy espectacular. Yo podría tener un seudónimo para cada libro, mis libros son muy distintos entre sí. Podría ser angustiante no tener una voz única, particular de mis novelas, o interpretarse como mucha libertad. La realidad es que soy incapaz de volver a escribir de la misma forma, con la prosa poética de Los malaquías, por ejemplo. Se repite, sí, la importancia de las relaciones de trabajo. Con La pediatra es la primera vez que escribo desde una perspectiva de alguien de clase media alta.

"Los Malaquias" (Edhasa)
"Los Malaquias" (Edhasa)

–Contame del proyecto que estás trabajando acá.

–Para la Residencia apliqué con una novela con la trama terminada, pero mi problema con ella es el lenguaje, es el tono. Me parece que las palabras no están dejando que la lectura llegue a la narrativa. ¡Es una cosa espantosa! (Risas). Es de un artista marcial sin talento. Lucha Kung-Fu, y trabaja como doble de jugadores de Kung-Fu en parques lejanos de la ciudad, o como seguridad de un restaurante chino. Hay una ambición de un progreso social, espiritual y mental, pero no va a pasarle nunca. Me gusta la trama, pero el lenguaje, y escribir desde la perspectiva de un hombre, son cosas que me están desafiando mucho.

A mí cada novela me toma cinco, seis años. La pediatra fue un recreo, un descanso, de la angustia de este proyecto. La escribí en muy poco tiempo, algo que no me pasa seguido. No es la primera vez que me pasa esto de estar con un trabajo complejo, difícil, y encarar otro. No fue un recreo en términos de algo divertido, aunque sí lo fue. La cualidad de recreo no le quita el compromiso, ni la seriedad. Hace ya bastante que me sentía convocada a escribir desde voces de mujeres, acerca de la experiencia de ser mujeres, y trabajar con el tema de la maternidad. Había una demanda histórica y social, seguro, pero eso nunca es suficiente para hacer literatura.

–Algo que me llamó mucho la atención en La pediatra es la relación que Cecilia tiene con los varones: con Celso, su amante; con el padre; y con Brunito, el hijo de Celso. Es como si todo su universo girara alrededor de estos personajes masculinos.

–Es que Cecilia es un personaje masculino. Tiene las mismas características: territorialista, competitiva, no reconoce valores en las mujeres, está apasionada por el poder y por los lugares de privilegio. Tiene un modo masculino de moverse. Su mamá es enfermera, su papá es médico. La madre queda desvalorizada. No tiene paciencia con amigas mujeres. Con Brunito surge la posibilidad de criar, de ser madre de un hombre. Es otra forma de habitar el universo masculino. Las duolas, las mujeres que contienen a las embarazadas antes, durante y después del parto, le parecen niñas que no piensan. Hay un pediatra que hace un trabajo más humanista, que trata de correrse de la violencia obstétrica, y a Cecilia le parece afeminado.

–Además, sostiene una posición muy positivista de la Medicina.

–Sí, y el trabajo de parto no es científico, en el sentido de que muchas de las variables a tener en cuenta empiezan con el parto, no se pueden anticipar. Todo puede cambiar una vez que empieza la dilatación. Hay un término que a mí me gusta mucho, el momento intraparto. Es un lugar salvaje. Un momento violento, inmenso. Después de mi parto quedé obsesionada por relatos de partos, de muchas mujeres brasileñas. Ninguna mujer parió del mismo modo, ninguna cesárea fue igual a la otra. La misma mujer puede tener experiencias muy distintas si pare varias veces. Mi parto fue con duelas, por eso quise elegir una perspectiva distinta para narrar. Cecilia cuenta una versión sin límites de la Medicina y con el resto, pero no corta su relación con la sociedad. Sigue los protocolos científicos, y si las cosas son complejas, las deriva a un colega.

"La pediatra" (Edhasa)
"La pediatra" (Edhasa)

–Aparece una ética trastocada por momentos: le da tratamientos iguales a todos los niños, y durante la cesárea de la mujer de Celso piensa en coserle un poco más de lo necesario los genitales.

–Tiene una sexualidad exuberante, y goza de privilegios sociales, económicos y morales. No tiene una línea común a muchas mujeres, de no vivir sus fantasías sexuales. Si no fuera Cecilia y fuera Paulo, no sorprenderían estos pensamientos. Es una certeza que puede todo, por eso sostengo que es un varón.

–La voz de Cecilia, la protagonista de La pediatra, es cruda y a la vez muy, pero muy graciosa.

–Arranqué escribiendo por la voz. Tenía la idea de una mujer médica, muy neurótica, que a la vez está encapsulada en su propia mente. El lector no tiene acceso a nada que esté por afuera de la mente de ella. No hay ningún contacto con la realidad. Tuve que investigar sobre la medicina, leer libros y papers. Una residente de Pediatría me contó que la novela le sirvió para repasar algunas cosas técnicas que había estudiado. No hay una hipótesis de ciencia en mi novela, son así.

–¡La literatura ayuda a los médicos! Eso sí que es ciencia ficción. (Risas). Siguiendo con el tema de la sexualidad, tu seudónimo surge por un programa de radio, en el que le dabas consejos sexuales a los oyentes. ¿Alguna anécdota para compartir sobre eso?

–Yo estaba escribiendo cuentos eróticos desde el realismo mágico. Un día le muestro uno a un amigo que trabajaba en la radio, y surgió la idea de este programa. Yo no soy sexóloga ni psicóloga, entonces respondí desde un personaje. No era una médica, ni especialista. Una vez preguntaron maneras de hacer sexo oral, por ejemplo, y mis respuestas eran horribles, como si fueran recetas de postres. No hubo nada de investigación. Es un alivio escribir para dejar de ser uno mismo.

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