Para mucha gente, la mención de la Revolución Francesa evoca imágenes de nobles ricos llevados a la guillotina. Gracias a innumerables películas, libros y lecciones de historia medio recordadas, muchos se han quedado con la impresión de que la revolución consistió principalmente en cortar cabezas de reyes, reinas, duques y otros aristócratas adinerados.
Pero el 14 de julio, festivo en Francia y símbolo de la Revolución Francesa, que conmemora la toma de la Bastilla en la misma fecha de 1789, conviene corregir este error.
La mayoría de las personas ejecutadas durante la Revolución Francesa –y en particular en su época más sangrienta, los nueve meses del “Reinado del Terror” entre el otoño de 1793 y el verano de 1794– eran plebeyos.
Como escribió el historiador Donald Greer: “[…] fueron ejecutados más carreteros que príncipes, más jornaleros que duques y marqueses, tres o cuatro veces más sirvientes que parlamentarios. El Terror barrió la sociedad francesa desde la base hasta la cresta; sus víctimas constituyen una muestra completa del orden social del Antiguo Régimen”.
La “navaja nacional”
La guillotina se utilizó por primera vez el 15 de abril de 1792, cuando se ejecutó a un vulgar ladrón llamado Pelletier. Inicialmente vista como un instrumento de igualdad, sin embargo, la guillotina pronto adquirió una sombría reputación por su lista de víctimas conocidas.
Entre los que murieron bajo la “navaja nacional” (apodo de la guillotina) se encontraban el rey Luis XVI y la reina María Antonieta, y numerosos líderes revolucionarios como Georges Danton, Louis de Saint-Just y Maximilien Robespierre. El científico Antoine Lavoisier, el poeta prerromántico André Chénier, la feminista Olympe de Gouges y los legendarios amantes Camille y Lucie Desmoulins también fueron sus víctimas.
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Pero no sólo se ejecutó a “celebridades” en la guillotina.
Aunque es difícil encontrar cifras fiables sobre el número definitivo de guillotinados durante la Revolución, los historiadores suelen afirmar que entre 15.000 y 17.000 personas fueron guillotinadas en toda Francia.
La mayor parte tuvo lugar durante el Reinado del Terror.
Cuando se tomó la decisión de centralizar todas las ejecuciones (legales) en París, 1 376 personas fueron guillotinadas en sólo 47 días, entre el 10 de junio y el 27 de julio de 1794. Es decir, unas 30 al día.
La guillotina no era el único método
Sin embargo, la guillotina fue sólo una de las formas de ejecución.
Los historiadores estiman que alrededor de 20.000 hombres y mujeres fueron asesinados sumariamente –de un disparo, apuñalados o ahogados– en toda Francia durante el Terror.
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También estiman que en poco menos de cinco días murieron 1.500 personas a manos de las turbas parisinas durante las matanzas de septiembre de 1792.
En términos más generales, alrededor de 170.000 civiles fallecieron en las Guerras de la Vendée, mientras que más de 700.000 soldados franceses perdieron la vida a lo largo del periodo 1792-1815.
La gran mayoría de estas personas asesinadas eran hombres y mujeres franceses corrientes, no miembros de la élite.
En total, Greer estima que el 8,5 % de las víctimas del Terror pertenecían a la nobleza, el 6,5 % al clero y el 85 % al Tercer Estado (es decir, ni clérigos ni nobles). Las mujeres representaban el 9 % del total (pero el 20 % y el 14 % de las categorías noble y clerical, respectivamente).
Los sacerdotes que se habían negado a prestar juramento de lealtad a la Revolución, los emigrados que habían huido del país, los acaparadores y aprovechados que encarecieron el precio del pan, o los opositores políticos del momento, todos fueron considerados “enemigos de la Revolución”.
¿Por qué se derramó tanta sangre durante el Reinado del Terror?
La paranoia del régimen en 1793-94 fue el resultado de varios factores.
Francia luchaba en sus fronteras contra una coalición liderada por los monarcas europeos para cortar de raíz la revolución antes de que pudiera amenazar sus tronos.
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Mientras tanto, la guerra civil asolaba el oeste y el sur de Francia, rumores de conspiración circulaban por todo el país y las luchas políticas internas se intensificaban en París entre facciones opuestas.
Todos estos factores condujeron a una serie de leyes votadas a finales de 1793 que permitieron el enjuiciamiento acelerado de miles de personas sospechosas de creencias contrarrevolucionarias.
Las medidas contenidas en la infame “Ley de Sospechosos” fueron, sin embargo, suavizadas en el verano de 1794 y completamente abolidas en octubre de 1795.
La reina María Antonieta conducida a su ejecución en un carro de caballos el 16 de octubre de 1793.
Cómo se llegó a centrar la atención en la nobleza decapitada
Para mucha gente, sin embargo, la mención de este periodo de la historia francesa conduce a la visión de una Revolución sedienta de sangre que envía indiscriminadamente a la muerte a miles de nobles.
En ello influye en gran medida el destino de la reina María Antonieta y sus numerosas representaciones en la cultura pop.
La propaganda contrarrevolucionaria británica de las décadas de 1790 y 1800 también contribuyó a popularizar la idea de que los aristócratas eran mártires y las principales víctimas de los verdugos de la revolución.
Esta representación se forjó sobre todo a través de la abundante publicación en el siglo XIX de memorias y diarios de supervivientes y familiares de las víctimas, normalmente de la élite social y económica ferozmente opuesta a la Revolución y su legado.
Un legado más amplio
Más allá de la guillotina y el Reinado del Terror, el legado de la Revolución es mucho más profundo.
La Revolución abolió privilegios arraigados basados en el nacimiento, impuso la igualdad ante la ley y abrió la puerta a formas emergentes de participación democrática para los ciudadanos de a pie.
La Revolución marcó el comienzo de una época de reformas en Francia, en toda Europa y, de hecho, en todo el mundo.
Este artículo se publicó en The Conversartion
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