El arte es como el moho: surge de la materia orgánica, se descompone y genera nutrientes, enriquece al ecosistema. Es la lluvia que ingresa por una grieta, imparable, y se expande por paredes y techos, con sus propias reglas, sus propias formas. El arte es una fuerza de la naturaleza, no se puede detener y siempre encuentra su camino.
En la capital de Córdoba, en un edificio centenario, sucede un fenómeno similar: Hotel Inminente, un espacio autogestionado que alberga a 32 artistas de distintas disciplinas (y a un gato), que surgió por esa necesidad irrefrenable de la pulsión creativa. Pero no es el único.
En los últimos años, en la Ciudad surgieron otros sitios que marcan, quizá, un cambio de paradigma. Por años, la escena de los artistas estuvo marcada por la Ciudad de las Artes de la Escuela de Artes Dr. Figueroa Alcorta, la institución de su tipo más antigua del país con 127 años de historia y que desde 2007 forma parte de la Universidad Provincial de Córdoba, como también por los lineamientos de la Universidad Nacional.
Además de Hotel, surgieron en los últimos tiempos -con diferentes estilos- Río Taller, que se gestó en 2021 como un espacio de producción, experimentación, análisis y publicación de prácticas artísticas; EPA (San Martín 527) para producción artística; Tres salas (Rodriguez Peña 1485); Nilo, galpón de arte, el primer espacio de coworking de la Ciudad, en Francisco de Olea 575; el estudio del colectivo Andamio en Calasanz 32, donde también funciona Proyecto Vértigo, y Polvo Estudio (Santa Rosa 840), taller de cerámica.
“Históricamente hubo dos corrientes en la provincia, pero ahora hay más. Antes estaba la Universidad Nacional y como contraposición las escuelas de arte, que conformaron después la Ciudad de las Artes y que se transformó en la Universidad Provincial. Acá todo está muy centrado en Córdoba para Córdoba, todo muy controlado, desde el mercado, la producción y el pensamiento, por las universidades; o sea, muy institucional con todo lo que eso implica, positivo y negativo “, dijo la artista Sofia Torres Kosiba, integrante de Hotel Inminente.
Belkys Scolameri, artista y gestora cultural, fue una de las cofundadoras de Casa 13 (Pje . Revol 19), un emblemático espacio surgido en los ‘90 en una casa tomada, que aún funciona como autogestivo, ubicado dentro del complejo del Paseo de las Artes dependiente de la Municipalidad y que sufrió, en varias oportunidades, intentos de desalojo.
“Casa 13 fue históricamente un antecedente, surgió de una situación muy parecida. Nosotros éramos artistas jóvenes que no estábamos de acuerdo con lo que sucedía en la Figueroa Alcorta y apareció el deseo de que hubiera un lugar donde poder producir y colaborar. Entendimos desde un principio que la única forma era poniéndole el cuerpo”, recordó sobre el espacio que nació originalmente como idea de Aníbal Buede y por el que pasaron, entre otros, Rubén Valentinis, Luis Britos y Adriana Bustos.
Scolameri, quien como profesora de la Figueroa Alcorta conoce la transformación desde adentro, agregó: “Realmente hay un cambio de paradigma en la formación artística, entonces aparecen lugares independientes, que es un fenómeno que sucede cada vez que los lugares de formación no están ofreciendo otras cosas. No hago un juicio de valoración, de que esté bien o mal, pero la Universidad Provincial no ha podido sostener una parte académica de la escuela de los oficios, que era la tradición, y está ofreciendo una formación centrada en la gestión cultural, en la profesionalización del mercado. Después los artistas necesitan oficios y echar mano a trabajos del arte que son propios y los buscan en otros lados”.
Sostuvo que este cambio comenzó hace una década y que “se centra en cosas muy específicas como la animación para videojuegos, que es muy importantes e interesante, pero se dejó de lado cuestiones como el dibujo de la figura humana o las clínicas de arte contemporáneo, por citar ejemplos. Hay una mirada económica de ofrecer lo que se está demandando, entonces aparecen carreras que son muy prometedoras, pero se dejó de lado toda una tradición que hizo a la escuela lo que es”.
Por otro lado, con respecto a la Universidad Nacional, dijo, “han aparecido ofertas de formación como las especializaciones de posgrado que el arte no tenía. Eso me parece interesante y nos dio la oportunidad de mezclarnos generacionalmente. Hay un movimiento positivo que son las prácticas artísticas contemporáneas y los estudios en performance, que eran deudas que teníamos”.
Por su parte, el arista Elián Chali, quien fuera curador del Mercado de Arte Contemporáneo de 2018, reflexionó: “En los últimos 25 años Córdoba tuvo diferentes momentos de gestiones en los cuales ha habido más intensidad de políticas relacionadas a las artes visuales y en otras al teatro o la música. Hoy la política cultural está más direccionada hacia el espectáculo en términos de eventos populares masivos en el espacio público, como fue el recital de Kusturica. Me parece fantástico, pero a mi modo de ver se necesitan ambas cosas, porque la cultura también sucede de manera silenciosa, no es siempre necesario el estruendo, los fuegos artificiales”.
En ese sentido, sostuvo que reconoce una “problemática muy marcada alrededor de los espacios estatales”, desde donde “lamentablemente las estrategias de mediación con el ciudadano común no están sucediendo”. Y agrega: “Los museos están desfinanciados, hay muchísimos metros cuadrados libres para exponer pero no hay presupuestos y no hay proyectos de dirección. Se necesita eso, generar programaciones y poner equipos que produzcan la interrelación con los públicos, que no es nada fácil”.
Desde Andamio Estudio, un “espacio organizado desde lo autogestivo y lo colectivo” se trabaja desde la “horizontalidad e independencia a la hora de organizar eventos”, explicó Julieta Magnasco, miembro del colectivo que también integran los artistas visuales Milagros Grosso, Paloma Ludueña y Alexandro Poggi. Y agregó: “Hay una parte que está destinada al arte gráfico como la “Feria Vermú” que ya nos tiene organizando la 6ta edición. También cada une tiene su proyecto individual que va desde el tatto, sublimación y el contenido gráfico, entre otras cosas” y funciona como “espacio de formación donde suceden un conjunto de talleres y actividades”.
Para el Colectivo, el crecimiento de los lugares autogestivo se debe, principalmente, a “el vacío de espacios que alojen producciones y artistas emergentes” como a “la necesidad de autogestionarse las propuestas propias y no esperar que un ‘organismo institucional’ o ‘espacio cultural’ venga a reclutar para poder mostrar las propuestas”.
“Los espacios autogestivos también tienen una relación amable con les artistas que por ahí, en lo personal, no vemos que pase en espacios privados o que dependen del Estado. En esto último vemos un trabajo más de pares y de una organización más colectiva donde nos sentimos comodes. No vemos espacios que alojen a les artistas emergentes, entonces, la única manera que encontramos nosostres para mostrar lo que hacemos es creando nuestro propio espacio donde poder autogestionar distintas propuestas y mostrar tanto producciones personales como las de otres”, sostuvo Magnasco.
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En Córdoba capital existen más de 20 museos públicos, siendo el Museo Metropolitano de Arte Urbano (MMAU), frente a la Plaza de España, el último en abrir sus puertas el pasado 4 de julio con dos muestras: “Conectados: Explorando la tecnología que nos une” y “Proyecto Abasto: Arte urbano”, organizadas por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad, siendo la primera una colaboración de Fundación Telefónica Movistar y la segunda en asociación con la galería Orfila, casa de arte, un espacio surgido en 2014 como tienda y que hoy alberga a más de 30 artistas. Infobae Cultura se comunicó con la secretaría para conocer más detalles sobre el MMAU y los distintos proyectos culturales, pero no tuvo respuesta.
Pero este fenómeno comenzó fuera de los “muros” de la Docta. En Unquillo, por ejemplo, en 2009, se creó el Museo de Arte Contemporáneo, también autogestivo, a partir de la labor de la Fundación MACU, que contaron, eso sí, con un terreno cedido por la comuna para llevar adelante el proyecto.
Uno de los puntos más álgidos de los últimos años fue la cancelación del Mercado de Arte Contemporáneo (MAC) en 2022, a apenas dos semanas de su realización por parte de la Municipalidad, a cargo de la organización, que puso a los diferentes colectivos de artistas en estado de emergencia. El MAC produjo su regreso en junio, ahora localizado en el Complejo Ferial, con críticas positivas por parte de los galeristas, ventas desiguales -se vendieron unas 168 obras por más de $51.000.000- y una afluencia de público que fue de menor a mayor.
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“Los artistas vamos a estar siempre reclamando, ya que los administradores de turno siempre están en deuda. Hay que mejorar las estructuras para contener necesidades o los cambios del arte. Pensar qué es un museo, una colección y estar redefiniendo esos espacios es un trabajo continuo que no se hace. Nunca están a la altura de las circunstancias, de lo que está sucediendo, la cancelación del MAC fue un claro ejemplo de eso”, dijo Scolameri.
Hotel Inminente, desde adentro
Ubicado en La Rioja 556, Hotel Inminente fue hasta 2012 una escuela, pero se abandonó por problemas edilicios. Luego, la galería El Gran Vidrio, que funcionó como espacio de arte entre 2010 e interrumpió sus actividades durante la pandemia -aunque aún persiste como restaurante-, adquirió el lugar para talleres de sus artistas y depósito.
El lugar es, en un sentido, una gran metáfora de las dificultades que poseen los artistas en general y, en particular, aquellos que no son parte de residencias sponsoreadas por museos o fundaciones privadas. En palabras de Scolameri “hay una estructura en el mundo del arte que crea una vanguardia que sostiene al sistema y hay otros que se quedan afuera, por cada uno que entra, 90 no”.
En la estética del edificio sobrevuela cierto aroma romántico bohemio, como ese imaginario del artista que trabaja lejos de estar en las condiciones ideales, entre manchas de humedad y el abarrotamiento. “Este espacio lo tomamos como de producción y muy poco como depósito, porque a las obras finalizadas las tenemos unos días nomás y las llevamos a otro lugar por los problemas de humedad. Hicimos muchos arreglos, de nuestro bolsillo, para mejorar esas condiciones”, dice Gisela Scotta.
“Hotel se presenta como una especie de disidencia de las dos universidades, porque proponemos espacios de creación por fuera de la verticalidad. La mayor parte de quienes estamos no hemos transitado las universidades y si bien es algo que no se planeó, le otorgó un perfil un poco más anarco. Es un espacio mucho más transdisciplinar, que si bien en su mayoría son artistas visuales, hay gente de otras disciplinas que producen de una manera más libre y donde se busca un ocio creativo, donde todo se tensiona, desde la idea de producción, y que tiene como un tópico de activismo también bastante potente, pero no organizado, sino más de tomar una posición”, agrega Torres Kosiba.
En ese sentido, Chali, explica: “No somos un colectivo, sino un espacio de organización horizontal, que toma las decisiones a través de asambleas”.
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Se sabe, el mercado del arte argentino es más bien pequeño. En las ferias y mercados suelen repetirse los mismos rostros de coleccionistas, por lo que muchas veces el desafío se encuentra en expandir las posibilidades más allá. Lo que no es poco.
Así desde Hotel Inminente además de recibir visitantes, se busca afianzar lo autogestivo a través de talleres abiertos como también generando encuentro como la Feria Baratija o la Feria Asteroide, centra en el arte gráfico impreso.
Cada espacio del Hotel es aprovechado. Por ejemplo, Anita Visconti, la última en ingresar y una de las creadoras de La Baratija, reformó lo que era una pequeña cocina para llevar adelante un proyecto de “vestuario de arte relacional” en la que “plantea la cuestión circular no solamente de la de la ropa, sino también como un lugar de encuentro”.
A su lado, se encuentra el taller de Andrés Belfanti, quien con una licenciatura en composición musical, relató como la fascinación por las computadoras desde la infancia, tras una crisis una vez recibido, lo llevó a orientarse hacia la “experimentación con la programación, viendo tutoriales, investigando, todo muy autodidacta”.
“Trabajo mucho partiendo de algunas ideas sobre mi cuerpo, de algunos datos de mi cuerpo llevados a la programación como organismo vivo”, dijo mientras muestra una obra en la que a partir “de un electrocardiograma digital casero” diseñó un “corazón híbrido, entre máquina y elementos que son del cuidado de las personas”, con “viales de suero, pero también el líquido refrigerante de los motores y bombas eléctricas”.
La idea, cuenta, surgió al visitar el campo de sus abuelos maternos, a partir de elementos que usaban para tener luz en la casa: “Trabajo mucho con la chatarra, recuperando cosas obsoletas, pero mis máquinas siempre están relacionadas con lo afectivo”.
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“Me interesa rescatar mi histo,ria personal, esa historia que es lo que en definitiva te distingue de cualquier otro que hace sonido, que hace pintura”.
Los conceptos de Belfanti se repiten en otras palabras, en otros rincones del Hotel. Hay algo de un espíritu muy arraigado, sentimental, hacia una herencia de los oficios y lugares que transitaron desde la infancia, una conexión en donde la búsqueda artística va mucho más allá de lo intelectual y se vuelve, en un punto, trascendental para cada uno.
Scotta, quien suele trabajar con la simbología de las flores y las mujeres de la historia, llegaba recién de una “residencia” con Beti Medina, la última tejedora con hoja de palma del Cerro Colorado, para enfrentar una serie de obras con una mirada hacia “el imaginario del cerro del norte cordobés, que es un paisaje muy cercano, muy voluptuoso” y con el que estuvo relacionada desde chica.
En otra aula Amparo Molar trabaja con la “recolección de flora nativa” a partir de las cuales realiza “dispositivos aromáticos”: “Hacemos piezas portables, con el aroma que se vincula con el cuerpo. Me obsesioné con la idea de trabajar con lo imaginario, con lo que no se puede ver. En una época lo hacía con objetos planos como el acero, pero también al estar tan rodeada de la naturaleza me vinculo desde lo meditativo, con la abstracción, con estimular a través de los aromas el sistema límbico, que puede abrir hasta un recuerdo que no existe, un arte que no se puede ver”.
Molar, además, allí coordina actividades de Centro Pueblo, un dispositivo comunitario de abordaje comunitario con enfoque en el colectivo Lgbtiqnb+. “Trabajamos con una comunidad de chicas trans, en la que producen elementos de ceremonia, como velas, que se venden en la feria de economía popular, a partir de una unidad productiva para generar un acceso a la cultura a través de un oficio, en el que vamos recolectando y compartiendo los saberes”, explicó.
Haro trabaja en el terreno pantanoso entre el arte y la moda. Cuenta: “Me recibí de diseñador de indumentaria y durante la carrera realicé cursos de costura. Cuando vine de Villa María me pasó que encontraba las bolsas que tiraban las fábricas con todos todos los recortes. Me encuentro este material en la calle, que como basura iba a contaminar lugares. Entonces empecé a juntar ese material y en esa búsqueda también apareció la cuestión de las formas desiguales de esos retazos y entender la manera de esculpirlas en un maniquí. También en las tiendas compro saldos y voy recuperando esa materialidad para hacer prendas nuevas. Así que trabajo bajo el concepto de prenda única”.
Por su parte, Federico Ragessi se encontraba junto a Karen Palacio, con quien comparte colectivo fuera de Hotel, en un interesantísimo proyecto en el que “con la base de datos abierta, desde 2014 hasta 2020, sobre denuncias de violencia de género, a través de un dispositivo se convierten en imágenes como las de un sismógrafo y se disparan vibraciones a través de un woofer gigante, para simular una especie de lectura de terremoto”.
Además, de los ya nombrados, Hotel Inminente está conformado por Juan Coronel, Manuel Coll, Florencia Rosado, Dianela Paloque, Lucía von Sprecher, Agustina Morón, Pilar Palazzo, Simón Bussolari, Trinidad Ferrari, Lucía Palacio, Bicho ö Vitcio, Santiago Krause, Constanza Ruibal, Crizis, Emilia di Pascuale, Victoria Sentimiento, Sergio Scotta, Alejandro Londero, Monse, Cintia Arias, Francisco D’Angelo, Luca y Pöchọ.
“Hotel termina siendo un gran artefacto construido, no solamente por quienes hacemos cosas acá, sino también por los públicos, que hace que el lugar esté vivo. Es casi un fenómeno muy propio de Córdoba. En Buenos Aires hay toda una trayectoria y toda una historia de espacios colectivos, organizados horizontalmente en casas ocupadas, como lugares que tienen una administración y algún sistema jerárquico, también toda una escena de fundaciones, entonces hay una multiplicidad de posibilidades que no es característico en Córdoba, que siempre ha tenido mucho núcleo en la universidad”, dice Chali.
“Creo lo lindo de acá es que hay muchas historias muy arraigadas y mucho cariño hacia este lugar bien particular, en el que somos parte de un microrrelato, de una familia, una comunidad, una manada”, finaliza Belfanti.
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