Crudeza y ambigüedad en una obra que abre interrogantes sobre la violencia de género

“Un tiro cada uno”, potente pieza sobre un femicidio escrita y dirigida por Laura Sbdar y Consuelo Iturraspe regresa con nuevo elenco. “Las preguntas se reactualizan, y laten”, dice una de las directoras

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Camila Peralta, Carolina Kopelioff y Fiamma Carranza Macchi protagonizan la nueva temporada de "Un tiro cada uno", que se presenta los miércoles en Dumont 4040
Camila Peralta, Carolina Kopelioff y Fiamma Carranza Macchi protagonizan la nueva temporada de "Un tiro cada uno", que se presenta los miércoles en Dumont 4040

Ale, Nacho y P juegan al básquet en un club de la ciudad de Bahía Blanca. En la previa al último partido del campeonato organizan un festejo e invitan a Rocío, una adolescente que trabaja en el club. Esa noche la violan y la matan. Tiempo después, su cuerpo es encontrado adentro de una bolsa de residuos.

Laura Sbdar y Consuelo Iturraspe vuelven con una renovada temporada de Un tiro cada uno. Si bien toda obra de teatro se reactualiza, se rehace, de función a función, Un tiro cada uno tiene la particularidad de haber cambiado completamente de elenco. En su primera versión, en 2018, las actrices eran Sbdar, Iturraspe y Mariana de la Mata, que fueron quienes escribieron el proyecto ganador del Fondo Nacional de las Artes en 2016. En la versión de este año, las actrices son Fiamma Carranza Macchi (Las Moiras, La débil mental), Carolina Kopelioff (Soy Luna) y Camila Peralta (Pequeña Pamela, Suavecita).

Laura Sbdar es escritora, directora teatral, docente y licenciada en Artes. Entre sus obras se encuentran Ametralladora, Vigilante, Turba y Las suicidas. Obtuvo el Primer Premio Germán Rozenmacher de Dramaturgia y la Mención Honorífica de Novela en el Concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes. Publicó Las criaturas (Editorial Elefante) y Estos son los huesos (Rara Avis editorial).

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Consuelo Iturraspe es poeta, dramaturga y directora de teatro. Estudió Dramaturgia en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático y cursa la Licenciatura en Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes. Es autora de las obras Marisa Wayner Vende, Beatriz Beatriz, Stevlana y Cemento. Sus obras recibieron reconocimientos como el concurso Óperas Primas del Rojas, el Concurso de Dramaturgias argentinas y el Premio Banco Ciudad a las Artes Escénicas junto al Complejo Teatral de BA 2021. Publicó su poemario Acaricio perros (Editorial Santos Locos, ediciones Liliputienses).

Consuelo Iturraspe y Laura Sbdar dirigen "Un tiro cada uno"
Consuelo Iturraspe y Laura Sbdar dirigen "Un tiro cada uno"

Infobae Cultura dialogó con Sbdar e Iturraspe sobre amistad, feminismo, el proceso de creación de Un tiro cada uno y el lugar del teatro frente a los discursos políticos y culturales de época.

–Me intriga mucho, si se puede saber y compartir, un poco de los orígenes de vuestra amistad. Desde hace cuándo se conocen, cuándo empezaron a escribir juntas.

Laura Sbdar: –Nos hicimos amigas gracias a la escritura. Nos conocimos estudiando dramaturgia en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Tuvimos un tiempo de seducción, no hablábamos mucho pero nos leíamos y comentábamos nuestros textos en proceso con entusiasmo. “Hola, me encantan tus universos”, “Hola, que incómodo ese personaje”, “Hola, acá hay algo”, “Hola, ¿de dónde sacaste esa palabra?” Hasta que por fin dijimos: “Hola, ¿querés ser mi amiga?” Fue como volver a esa amistad primaria, esa amistad de todo el tiempo todas las cosas todos los días. Nuestro primer gesto de amistad fue empezar a escribir juntas. Y así seguimos, escribimos, dirigimos, actuamos, producimos ciclos, marchamos, leemos novelas enteras en voz alta y nos escribimos más de 300 cartas hasta que una chica aprendió a tatuar sobre nuestras pieles, nos tatuó un sobre a cada una y nos mudamos al mismo código postal.

–La obra ganó la Beca a la Creación 2016 otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. ¿Cómo surge el proyecto, y cómo fue mutando a lo largo de los años?

Consuelo Iturraspe: –Escribimos la obra en el marco de la beca, junto a Mariana. Las tres escribíamos, dirigíamos teatro y nos acompañábamos desde cerca en los proyectos de cada una. Nos atravesaba la violencia de género como casi ningún otro dolor, participábamos activamente en marchas y reuniones pero además leíamos mucho sobre el tema. Empezamos a investigar casos reales de femicidios en Argentina, fue durísimo. Finalmente decidimos experimentar con la escritura colectiva, que funcionó muy bien, algo que no llama la atención cuando existe un vínculo profundo entre quienes escriben, una tristeza irreparable y un amor tan grande por la escritura. Después vino otra instancia, la de poner el cuerpo que fue prácticamente azarosa. Compartimos el texto en una lectura abierta con el jurado del FNA de ese momento y el comentario fue: “la tienen que hacer ustedes”. Nos sorprendió.

Con Laura no éramos actrices pero nos entusiasmaba la idea de sumarnos desde ese lugar, lo veíamos como un gesto político capaz de disipar cualquier vergüenza. Hicimos funciones en algunas salas y la recepción fue muy buena. Después, por distintos motivos, tuvimos que dejar de hacerla. Y a finales del año pasado nos reunimos a hablar y coincidimos en que el material sigue vigente. “Nos siguen matando, tenemos que seguir hablando de esto”. Como era imposible llevarla a cabo porque Mariana vive en otro país, llamamos a tres actrices maravillosas para que interpreten a estos personajes y con Laura decidimos dirigirla juntas. Es otra apuesta. Las chicas tienen herramientas que nosotras no teníamos. Aportan frescura, interioridad, nos regalan otras imágenes. Es una obra nueva.

"Las chicas tienen herramientas que nosotras no teníamos. Aportan frescura, es una obra nueva", dice Consuelo Iturraspe
"Las chicas tienen herramientas que nosotras no teníamos. Aportan frescura, es una obra nueva", dice Consuelo Iturraspe

–Tres actrices actúan de machos. ¿Cómo fue, para ustedes y para Carolina, Fiamma y Camila, asumir esa voz? ¿Qué conflictos o desafíos surgieron?

C.I.: –Hacer esta obra con las chicas fue un viaje amoroso y de aprendizaje desmedido. Ensayamos siempre con una confianza infinita en las tres, atendiendo a sus procesos individuales y a la complicidad grupal que la obra demanda. El trabajo fue largo e intenso: sumergirnos en el ejercicio analítico de la observación de hombres jugando al básquet, entrenamiento deportivo, mucha carga de ensayos por semana, encuentros paralelos para asimilar la letra y ese costado de investigación y cercanía con la temática que siempre nos deja sin aire.

Entonces, ver a tres actrices talentosas y con tantos recursos jugando con esa información sin caer en ningún estereotipo es un paraíso. En cada ensayo aparecían cada vez más las voces y los cuerpos de estos pibes. Pero algo que es muy importante es que no se trata sólo de interpretar a pibes: son tres femicidas. Esa oscuridad opera por acumulación en el texto y en la actuación a lo largo de las escenas. Desde la dirección siempre supimos que la construcción verosímil de personaje no tenía que opacar que ellas son actrices mujeres porque ahí radica para nosotras la potencia de esta obra. Son pibes en cuerpos de pibas y en esa ambigüedad crece la crudeza de Un tiro cada uno.

Esta puesta en la que prima la actuación también habilitó que Rocío, la chica que violan y asesinan, esté mucho más presente y encarnada. Que podamos jugar con sutileza en sus distintas participaciones, que sus imágenes puedan ser más accesibles y escuchadas. Trabajamos mucho para poder contar dos historias al mismo tiempo.

–La obra trabaja la violencia de género, y la primera temporada fue en 2018, año muy significativo para el feminismo en Argentina. ¿Creen que hoy la historia de estos pibes impacta de otro modo que en ese momento?

L.S.: Cuando estrenamos la primera versión de Un tiro cada uno los feminismos en Argentina estaban en un estado de hirviente discusión. Escribimos la obra mientras marchábamos, pasamos letra con los ojos cerrados en un mismo gesto que intentaba hacer memoria y protegernos de los gases lacrimógenos, inventamos procedimientos escénicos antes de irnos a dormir con el pelo mojado y las mejillas apoyadas sobre el asfalto de la plaza del congreso. Ese es el germen. La obra nace en una lluviosa primavera feminista. Pasaron pocos años pero hoy en día el contexto es completamente distinto.

Por un lado los feminismos lograron grandes conquistas; por el otro, como pasa con todas las vanguardias políticas y artísticas, el ingreso al territorio de la institución y la ley, serena y silencia unas cuantas mareas. Durante estos años, los casos de femicidios no disminuyeron, muchas de las leyes conquistadas no se respetan y usamos las remeras estampadas con frases de Silvia Federici para lavar la casa. Por eso estrenamos esta nueva obra. Porque las preguntas acerca de las relaciones políticas y estéticas sobre la violencia de género se repiten, cambian, se reactualizan, y laten. Con la velocidad del corazón que apenas distingue susto y excitación, o con la pulsación apaciguada de quien descansa después de la pelea, laten y no dejan de latir. Ahora en nuevos cuerpos. Los de tres actrices maravillosas capaces de doblegar el derrumbe de esos otros cuerpos, los que ya no están. Tres actrices que inventan los ruidos de un abecedario que traslada, traduce o traiciona la violencia de lo real.

"La obra nació en una lluviosa primavera feminista", cuenta Laura Sbdar
"La obra nació en una lluviosa primavera feminista", cuenta Laura Sbdar

–En este mismo sentido, estamos en una época que a veces pareciera asumirse apolítica, llena de individualidades y en donde la libertad amenaza lo colectivo. ¿Qué lugar queda para el teatro en estas circunstancias, si es que queda alguno?

C.I.: No creo que sea la libertad lo que amenace lo colectivo pero sí percibo una tendencia a la automirada, a no involucrarse sensiblemente en algunas causas y a dejar de hacernos preguntas importantes. Hace poco vi una entrevista a Luis Alberto Spinetta donde cuenta que él componía canciones en una época en que creía que esas canciones iban a cambiar el mundo (tiempo después se dio cuenta de que nada que ver). A mí me encantaría hacer teatro pensando que mis obras van a cambiar el mundo pero la verdad es que hago teatro para refugiarme del mundo, para pensarlo y pensarme en él (como sucede inevitablemente con Un tiro cada uno), para invitar a reflexionar sobre él, o simplemente para jugar con él. Respondiendo entonces a tu pregunta, el lugar que le queda al teatro probablemente sea el de siempre: resistir a la época. Y en mi caso, quizá también: continuar siendo “el lugar”.

L.S.: –Ni las guerras, ni las pestes, ni los netflixs pudieron con el teatro. El teatro es siempre contemporáneo, es decir, intempestivo. El teatro pertenece en verdad a su tiempo porque lo hace sin coincidir a la perfección con este. No se adecua a las pretensiones de la época, es inactual y gracias a este alejamiento con el propio tiempo, es capaz de percibir, aferrar y construir siempre un presente en desacuerdo.

* Un tiro cada uno: miércoles a las 20 hs. en Dumont 4040 (Santos Dumont 4040, C.A.B.A).

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