El poema El pelo de María, de Viggo Mortensen, comienza así: “Después de intentar escribir poesía durante casi cincuenta años, concluyo que un poema es la flor de la mentira que son las palabras. Nunca alcanzan, no representan fielmente el corazón de lo pienso y siento.” Este es el primer poema que el poeta y actor eligió para comenzar a leer tanto el domingo en CCK como el día de ayer en el Centro Cultural Borges.
Tiene sentido porque es una suerte de declaración de principios: poesía también es insistir en el fracaso. Pero, por otra parte, se lo puede ver de otro modo. Si en su oficio de actor, Mortensen es alguien que constantemente se tiene que apropiar y hacerse cargo de las palabras que eligió otro para él (el guión escrito por alguien más, un extraño), en el trabajo poético es el escritor quien tiene que encontrar sus propias palabras y finalmente hacerlas suyas. Es un oficio, el de adentrarse en la poesía, de muchísima soledad y esfuerzo por la construcción de un léxico personal. Es decir: es una labor humanizadora. Ese viaje es el que emprende Viggo cuando hace poesía (dejar de ser una marioneta y pasar a ser una persona) y el que se vislumbra cuando uno ingresa a su libro Ramas para un nido (Vox/Lux). Por eso comienza su tercera lectura con ese texto “El pelo de María”. Sin embargo, esta fecha comienza antes.
No son todavía las 18 hs y camino al Centro Cultural Borges se observa una fila de gente que va por Viamonte y dobla por Florida. Estamos en el corazón del microcentro porteño. Y este público numeroso está para ver a Viggo Mortensen. El flyer anunciaba una lectura junto a tres poetas que son referencia en la actualidad y, además, parte del catálogo de Vox/Lux: José Villa, Gabi Luzzi y Gabriela Bejerman.
En definitiva: ¿Qué es una lectura de poesía? ¿Por qué leer en público un tipo de texto (el poema) que requiere, sobre todo, de la máxima intimidad? Porque un poema es una ofrenda que intenta conectar con alguien. Se trata de eso: establecer los códigos y las coordenadas (el lenguaje) que nos vuelve parte de una comunidad, de un tiempo, de una generación. En ese aspecto, un recital de poesía deja de ser un acto de vanidad exhibicionista -mostrar el poema- para pasar a ser un encuentro con palabras que resuenan en cierta zona del cerebro un tanto inaccesible de otro modo.
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Una vez que el público ingresa la lectura se atrasa. No hay impaciencias ni ansiedades. Solo se trata de una espera hasta que el escenario se colme con la propuesta de los poetas. Pasadas las 18 hs, el teatro del segundo piso del CC Borges ya está lleno y en silencio. Los poetas salen a las 18: 33 hs en medio de aplausos. La presentación, al igual que el domingo en el CCK y en Bahía Blanca, corre por cuenta del editor Gustavo López. Es breve y los poetas pasan a ser los protagonistas.
La dinámica es la habitual: rondas donde cada poeta lee uno o dos poemas y da paso al de al lado. Y vuelta a empezar. Un rato después, contará José Villa que eso lo habían decidido en el camarín antes de salir al escenario. También cuenta de “la simpleza” de Viggo Mortensen. Y esto es algo que repiten los poetas que estuvieron leyendo con él este día: simpático, simple, predispuesto, amable. Esos fueron los adjetivos. ¿Será su costado argentino? Otro poema, corto, de Ramas para un nido dice así: “Me cago en la selva/como los monos/con sus dientes/perfectos y amarillos/sin tenerle miedo a ningún tigre.” Tiene fecha de 1995 y nos lleva a pensar que lo poético también es la búsqueda de un estado de naturaleza donde sentirse a gusto. Cuando Viggo se corre de su costado de estrella mundial es porque está buscando, al igual que en este poema, un estado de naturaleza donde sentirse a gusto.
Mientras las de los poetas van sucediéndose (Bejerman más performática, Luzzi con una belleza demoledora y Villa con su maestría áspera y sabia), Mortensen escucha con real atención. No está esperando que terminen para decir lo suyo: con honestidad se percibe su disfrute (observa, sonríe y asiente constantemente) y sus ganas de comprender y conectar con sus compañeros (en un momento los llamó “los verdaderos valientes”). Al final del poema Brigit dice: “Supiste vivir y nadie te contó/que no sería para siempre/sigo acá, de momento/hasta cuando sea.”
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Viggo, a diferencia de sus compañeros de lectura, no lee desde el libro sino desde unas páginas impresas. Es como si todavía estuviese probando esos textos, como si tratara de poner a prueba su fortaleza o ver si realmente sirven. Dice en El pelo de María: “Un poema es una bomba casera, más o menos bien construida. Si logra estallar, sus fragmentos pueden alcanzar a alguien, armar una nueva idea, frase, una bomba más potente.”
Cuando termina la lectura unos minutos antes de las 20 hs, la gente hace una fila larga para que Viggo les firme lo que sea: el libro que vino a presentar, sí, pero también capas, cascos, y una variada serie de objetos en relación al universo de El señor de los anillos. Y Viggo les firma a todos mientras unas cámaras lo filman. Es brutal el contraste con el Viggo que antes estaba dentro del recinto queriendo conectar con esa audiencia desde la poesía. ¿Habrá sucedido? ¿Habrá conectado con alguien a partir de estos poemas? En El pelo de María dice en un momento: “He leído buenos poemas de otros, y confío en la posibilidad de escribir uno. O sea, que existen los buenos poemas. Pero tampoco sé si eso es cierto.” Tal vez sólo se trate de eso: no es tanto de conectar o no con alguien, sino de seguir escribiendo, de seguir buscando el poema. La poesía, por esto mismo, es un arma que siempre está disparando al futuro.
Pasada las 21 hs, Viggo terminó de firmar todo lo que pusieron sobre la mesa y se fue a un hotel de Palermo donde está parando. ¿Habrá escrito un poema nuevo?
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