¿Qué es la violencia? Es, a la vez, una pregunta tan central como inasible y desesperante. Es como el aire. La violencia es. La violencia está. Puede ser definida de diferentes modos. Hoy está en París en los motines antipoliciales que mantuvieron en vilo a la Ciudad Luz y en las rutas cortadas por docentes, trabajadores y pueblos originarios en Jujuy, reprimidos por el orden estatal. Pero la violencia siempre estuvo. Karl Marx decía: “La violencia es la partera de la historia”.
En septiembre de 2001 el gran compositor Karlheinz Stockhausen quiso ver en los atentados a las Torres Gemelas, en Nueva York, “la mayor obra de arte de todos los tiempos”. Esa acción del terror que inauguraba el siglo era vista desde el punto de vista estético y la monumentalidad del acto en sí, por fuera de la manifestación política reaccionaria que representaba.
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No era original. Los futuristas italianos habían nominado a la guerra como el acto que los guiaba. Decía el Manifiesto Futurista, redactado por Filippo Marinetti en 1909: “Queremos glorificar la guerra —única higiene del mundo—, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las ideas por las cuales se muere y el desprecio por la mujer”. Los más consecuentes futuristas se alistaron a las filas del ejército italiano en la Gran Guerra y no volvieron vivos. El resto, se integró como una vanguardia artística alentada por el Duce Mussolini y el fascismo a partir de 1923.
Hoy la cultura woke podría señalar como violencia cualquier señal que difiera del pensamiento de la “corrección política”.
Hoy, un Milei (en la Argentina, pero en España un vocero de Vox; en Estados Unidos un trumpista; en Bolivia, un separatista de Santa Cruz) puede decir, sin mosquearse, que se debe permitir la venta de órganos de manera libre, librados al mercado.
Gertrude Stein dijo: “a rose is a rose is a rose”. Podría haber dicho: “una violencia es una violencia es una violencia”.
Más acá, nuestro poeta Néstor Perlongher escribió “Cadáveres”.
“En eso que empuja / lo que se atraganta,/ En eso que traga / lo que emputarra, / En eso que amputa / lo que empala,/ En eso que ¡puta! / Hay Cadáveres”.
¿Qué es la violencia? Cómo decirlo. Hace cincuenta años el artista Juan Carlos Romero inauguró la muestra Violencia en una galería del microcentro. Hoy resulta una referencia clásica del arte político-conceptual de nuestro país, y vuelve al mismo escenario de su instalación en 1973, en la renovada galería W.
Pasó medio siglo. Si las preguntas que la muestra realizaba en ese convulsivo 1973 resultaban urgentes, hoy no abandonan las razones de esas inquietudes, aunque las respuestas varíen en grado y forma. Todo cambia, como señaló Heráclito hace tanto tiempo.
La escena es impactante. La palabra “VIOLENCIA” en tipografía de letras gruesas, negro sobre blanco- Repetida la palabra que se convierte en un mantra, recibe al visitante, que luego se sumerge en el detalle de las noticias publicadas en semanarios de aquella época y en el entramado, entonces, de un clima de época.
Se describen levantamientos urbanos, conflictos sindicales, represiones estatales pero también el asesinato policial de delincuentes, cuyos cadáveres se muestran como modelos de la muerte a las cámaras fotoperiodísticas. En términos generales, nada muy distinto al presente. Nada muy distinto al levantamiento popular contra la reforma constitucional de Gerardo Morales en Jujuy o al asesinato del pibe Lucas González en Barracas por el delito de ser “negro”.
¿Las diferencias? Una nota cuenta cómo en Tucumán, luego de una homilía de diez curas tercermundistas en medio de un conflicto sindical, la misa terminó en enfrentamientos: manifestantes y sus barricadas enfrentaron a la policía en el centro de la ciudad.
Los textos que se exhiben, sin firma, exploran el origen histórico y filosófico de la violencia, mientras las reproducciones de la prensa le dan carnadura a la teoría escrita. Todo mientras la palabra “VIOLENCIA” resuena en las paredes, en el piso, en todos lados.
Romero, de familia obrera, había sido operario telefónico antes de ingresar a la carrera de Bellas Artes en la Universidad de La Plata. Tomó parte de muestras colectivas de renombre en aquellos tiempos agitados, como la exposición Homenaje a Vietnam en Van Riedel en 1967. En 1971 realizó muestras en las que experimentó con elementos mecánicos en el Centro de Arte y Comunicación (CAyC), donde en 1973 inauguraría Violencia, en el mismo edificio en el que hoy vuelve a montarse la exhibición. Debe señalarse que en aquel momento, las coordenadas geográficas coincidían con la cercanía al Di Tella, al Florida Garden, a la Facultad de Filosofía y Letras. A diferencia de hoy, región surcada por el oficinismo.
Ese 1973 había sido testigo de la breve primavera de Cámpora, luego de la caída de la dictadura inaugurada en 1966 por Onganía, y de ascensos de la clase operaria en ciudades como Rosario y Córdoba, donde la lucha por reivindicaciones políticas conducía a manifestaciones de masas. Las fotos escogidas por Romero dan cuenta de esos auges. También muestra cómo las organizaciones armadas, que se autopostulaban dirección de esos movimientos, había reemplazado la dirección política por la rúbrica de los fusiles y aventuras militares sin explicación. La violencia era como “la esfera de Pascal”, cuyos límites estaban por todos lados pero cuyo centro en ninguno.
Luego de ser secretario general del Sindicato Único de Artistas Plásticos entre 1975 y 1976, Romero partió al exilio en Honduras. Al regresar, no cesó su actividad artística caracterizada por una fuerte impronta política que se despliega en una obra, y que se mantiene.
1973-2023. Cincuenta años no es poco, pero aún así, la violencia sigue atravesando el ritmo de nuestra historia, en diferentes grados, con diversos matices, con perspectivas diferentes y posibilidades futuras aún no vistas. La obra de Juan Carlos Romero reverbera en su potencia. Y señala que si algo hay de cierto es que la sociedad de clases incuba, incluso embrionariamente (casi sólo como un latido), a la guerra civil en potencia. Tal vez, con los riesgos y posibilidades que ello implica.
*Violencia [50 años] 1973/2023, de Juan Carlos Romero, se puede visitar hasta el 4 de agosto en W—galería, Viamonte 452, Buenos Aires, de 13 a 17.
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