Seis propuestas de turismo cultural por la Barcelona de hoy

La siempre atractiva capital catalana ofrece, más allá de sus clásicos, una serie de actividades, lugares y eventos para descubrir y disfrutar en verano: nuevos paseos, librerías, muestras y bibliotecas

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Después de una gestión histórica, Ada Colau, la única alcaldesa de la historia de Barcelona, acaba de dejar su puesto, que ha asumido Jaume Collboni. Nos encontramos, por tanto, en un verano de transición en la Ciudad Condal.

Al igual que en el resto de Occidente, el turismo ha regresado masivamente, como si la pandemia no hubiera existido, pese a que siga latiendo en la habitación del pánico colectiva, el búnker doméstico de nuestra salud mental.

Aunque a los cruceristas apenas les dé tiempo de comerse una paella con sangría en la Rambla y de ver por fuera la Catedral y la Sagrada Familia, y haya visitantes atraídos exclusivamente por la noche, la playa, el Camp Nou y las tiendas de lujo del Paseo de Gracia (pese a que sean idénticas a las de los aeropuertos), por suerte también nos visitan miles de turistas culturales. Para muchos de ellos es su segunda o su tercera vez, y ya conocen el Museu Picasso, el MACBA, el MNAC, las librerías clásicas, los íconos modernistas o la Barceloneta. Y están interesados en los espacios menos conocidos y en las novedades.

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Los turistas culturales, de hecho, podemos ser los propios ciudadanos. Por eso enumero aquí media docena de eventos que tienen lugar durante estas semanas y de atracciones de apertura reciente, a modo de pequeña guía para letraheridos y amantes de la cultura, foráneos o locales.

Y buen viaje.

Jardines del Teatre Grec
Jardines del Teatre Grec

Un festival

El inicio del verano cultural lo marca en Barcelona la inauguración del Festival Grec, en el emblemático teatro al aire libre de la montaña de Montjuic. En ése y otros escenarios, durante cinco semanas se suceden los espectáculos teatrales, musicales, de danza y de circo contemporáneos. En el programa de este año, en cuyo centro conceptual se encuentra lo coral, destacan algunas propuestas arriesgadas, como Carnación, flamenco innovador protagonizado por Rocío Molina y Niño de Elche, Una isla, de los originalísimos Agrupación Señor Serrano, el circo metafísico de Boris Gibé y Cie Les Choses de Rien en L’absolu, y el primer espectáculo para público adolescente de otra compañía de vanguardia, La Veronal. Junto a obras de teatro realistas o conciertos mainstream, en el corazón del Grec hay cada año un laboratorio renovado de artes vivas.

Una exposición

Si el Grec termina a finales de julio, a finales de agosto lo hace la muestra Digital Impact en el Disseny Hub. Se trata de una impresionante exhibición de obras de arte digital de gran formato, firmadas por creadores internacionales como Refik Anadol, Universal Everything, Random International, Brendan Dawes y Field, además de artistas locales como Domestic Data Streamers, Alba G. Corral y Antoni Arola. Lo que se ve en las pantallas y las instalaciones, generado por la alianza entre mentes humanas y herramientas videográficas y algorítmicas, es tan hipnótico como la arquitectura que acoge las piezas. Caminando entre esas estructuras de madera, esos iglús, el techo recorrido por neones azules y paralelos, se tiene la sensación de hacerlo por el futuro. Un futuro de tecnologías de la emoción y sublime digital.

Edificio del Disseny Hub, en Barcelona
Edificio del Disseny Hub, en Barcelona

Una biblioteca

La más reciente de las bibliotecas barcelonesas es la Gabriel García Márquez, que se inauguró el año pasado y está especializada en literatura latinoamericana. Es finalista del premio a la mejor biblioteca del mundo de la Federación Internacional de Bibliotecarios y Bibliotecas, y ha sido construida enteramente de madera por el estudio Suma Arquitectura (que es, por cierto, madrileño). Un éxito total entre los lectores del distrito de Sant Martí, donde se ubica, aunque convoca a curiosos lectores de Barcelona y otros lugares del planeta. La arquitectura en madera y sostenible, tendencia internacional, tiene en esta misma ciudad varios ejemplos paradigmáticos, además de la biblioteca de moda, como los edificios Els Cirerers, en el barrio de Roquetes y de ocho pisos de altura, La Borda, que ganó el año pasado el premio Mies van der Rohe, o LOOM Ferretería, de Daniel Mòdol, que ha conservado la estructura original de metal y le ha añadido otra de madera y vegetal.

Una librería

En 2021, plena pandemia, abrió sus puertas Finestres, que con sus 600 metros cuadrados dedicados a los libros políglotas y su generosa oferta de premios y becas revolucionó el ecosistema creativo de la metrópolis. Al año siguiente, inauguró en frente otro local con más de 200 metros consagrados a las artes, el cómic y la ilustración. Se trata de una de las mejores librerías de Europa. Una apuesta personal del empresario farmacéutico Sergi Ferrer-Salat, que figura en el puesto 184 de los hombres más ricos de España en la lista del diario El Mundo y que impulsa otros proyectos filantrópicos. Finestres nació al mismo tiempo que otra librería espectacular, Ona Llibres, que exhibe varias obras de arte contemporáneo de la colección de otro empresario con inclinaciones artísticas, Tatxo Benet. Entre las novedades en el sector, cabe destacar también la pequeña reforma que ha hecho la emblemática librería La Central del Raval, en las secciones de libros en idiomas extranjeros y gastronomía, al lado del jardín, un rincón para el café y la lectura sumamente encantador.

La instalación de gran formato "Cloud Cities Barcelona", del artista argentino Tomás Saraceno
La instalación de gran formato "Cloud Cities Barcelona", del artista argentino Tomás Saraceno

Un mirador y centro de interpretación

El Mirador y el Hipermirador Glòries abrió sus puertas el año pasado, con la voluntad de situar a la Ciudad Condal en contextos y parámetros estrictamente contemporáneos. Por el precio de la entrada pagas por dos experiencias al mismo tiempo opuestas y complementarias. En el sótano de la Torre Glòries, comisariado por José Luis de Vicente, y con la complicidad de artistas tan distintos como la música Maria Arnal, los escultores de papiroflexia Joan Sallas y Xiaoxian Huang o el equipo creativo y tecnológico de Mediapro Exhibitions, se encuentra un original centro de interpretación de la metrópolis, que la lee analógica y digitalmente como un organismo vivo, híbrido, humano y no humano. De la luz tenue de ese recorrido pasamos en un ascensor de gran velocidad a la luz total del último piso del rascacielos, donde se encuentra la instalación de gran formato Cloud Cities Barcelona, del artista argentino Tomás Saraceno, una red que se inspira en las de Antoni Gaudí e Ildefons Cerdà, con la Sagrada Familia y el Eixample entero al otro lado de la cúpula de cristal.

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Una ruta urbana

Las supermanzanas o superilles –conjuntos de calles que, fieles al origen de la cuadrícula del Plan Cerdà, se han ajardinado para acoger con más amabilidad a los peatones y a los ciclistas que a los coches– son el gran legado del gobierno de Colau. Aunque su aplicación se puede apreciar sobre todo en el distrito de Sant Martí, donde se han multiplicado los ejes verdes y los parques infantiles a partir de la supermanzana de Poblenou, donde más deslumbra es en el corazón del Eixample. Caminar ahora por las calles Consell de Cent, Girona, Roquefort y Comte Borrell supone una experiencia íntimamente distinta a la que ha sido durante décadas. En vez de avanzar por una acera flanqueada por vehículos y de cruzar por pasos de cebra cronometrados por semáforos, puedes pasear entre árboles y plantas, tomarte un café en una terraza, leer sentado en un banco.

Por ejemplo, La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza, ambientada entre la Exposición Universal de 1888 y la Exposición Internacional de 1929 y en la que un personaje dice: “Ay, Barcelona, dijo con la voz rota por la emoción, ¡Qué bonita es! ¡Y pensar que cuando yo la vi por primera vez de todo esto que vemos ahora no había casi nada! Ahí mismo empezaba el campo, las casas eran enanas y estos barrios populosos eran pueblos, iba diciendo con volubilidad, por el Ensanche pastaban las vacas”. Después de un siglo de fiebre de los combustibles fósiles y sus máquinas, estas calles no han vuelto a ser rurales, pero sí vegetales y, digamos: un poco más humanas.

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