Es uno de los fotógrafos argentinos de mayor proyección internacional. Sus retratos de los habitantes del Delta del Paraná, fraguados a la luz de la luna llena, sorprendieron hace más de una década al experimentado Martin Parr y colocaron los cimientos de una obra valorada y premiada afuera por su ingenioso juego con los límites de la fotografía documental. Desde el Amazonas boliviano hasta las tierras secas de Turkana, en Kenya; desde los escombros de Otsuchi, en Japón, a los incendios en la Patagonia, Alejandro Chaskielberg ilumina rostros, paisajes e historias que reclaman una mirada más atenta. Su lente es buscada en campañas de ayuda humanitaria pero también es convocado por diseñadores de moda y artistas como La Delio Valdez o YSY A le han encargado el arte de tapa de sus discos. Por estos días, acaba de finalizar una producción de fotos para la marca italiana de Marcelo Burlon y está mostrando en la Fotogalería del Teatro San Martín su proyecto Natur-e, originado durante la pandemia y hasta ahora su trabajo más personal.
“Justo antes del encierro, estábamos recorriendo la meseta patagónica con Lara y mi amiga Doris. Quería empezar un nuevo proyecto fotográfico sobre ese territorio inhóspito cerca de Piedra Parada, y pasamos días campo adentro y sin señal de celular. Fue cuando nos detuvimos en Paso del Sapo que nos enteramos de las cuarentenas en Europa y las muertes. Nosotros continuábamos nuestro viaje entre el viento, el polvo y las imágenes, sin comprender por completo lo que parecía una película apocalíptica, y recibiendo información esporádica sobre cómo el virus se propagaba por todas partes”, relata Chaskielberg en uno de los textos que acompañan las imágenes de la muestra. Son palabras que fue compartiendo a modo de diario en sus redes, mientras pasaba la cuarentena junto a su hija y su perra Sombra rodeados de árboles, en una pequeña cabaña ubicada dentro de la chacra del Laberinto Patagonia, en El Hoyo, y que próximamente conformarán un libro junto a las fotos de esa aventura.
Dentro de las imágenes también emergen palabras: reset, shutdown, offline, encrypted, futuro, entre otras ligadas a un vocabulario electrónico y pandémico, se leen a la intemperie con el trazo de unas linternas RGB (rojo, verde, azul) que Chaskielberg utilizó para estas fotos. “Se vinculan con lo que yo iba escribiendo acerca de lo que me pasaba en ese momento. Estábamos en un lugar cómodo y seguro pero también aislados. Teníamos 30 hectáreas para caminar pero no podíamos ir a ningún otro lado. Entonces surgió la necesidad de conectarme con el resto a través del mundo digital”, le dice el fotógrafo a Infobae Cultura. En esa época en la que todos apuntábamos nuestras cámaras hacia adentro, Chaskielberg comenzó a compartir lo que su ojo captaba afuera. Las reacciones a sus posteos le hicieron dar cuenta de la necesidad que muchos tenían de confirmar que la vida en la naturaleza seguía, por más que estuvieran encerrados en las ciudades.
“Ahí empezó a darme vueltas la idea de que la naturaleza ya no la vamos a ver en persona –rememora–. Yo tampoco podía viajar a otros sitios. Entonces me empecé a preguntar cómo podía ser representada esa naturaleza que observamos a través de las pantallas”. Desde La creciente, su célebre serie fotográfica sobre los isleños del Delta, Chaskielberg ha desafiado las convenciones realistas del ensayo documental con tomas nocturnas de exposición larga en las que algo más esencial se revela. Cuando viajó al pueblo costero de Otsuchi, arrasado por el tsunami de 2011, no solo hizo posar a los sobrevivientes sobre las ruinas de sus casas; también halló en un viejo álbum dañado por el agua la clave para representar lo que se había perdido. Esa preocupación por la circulación y el destino de las imágenes tomó un nuevo cauce con sus fotos en digital. Series como Laberinto y Píxeles, orientadas bajo una lógica afín a la performance o la instalación, trasponen los límites espaciotemporales para reflejar una experiencia global.
Natur-e retoma varios de los motivos de los proyectos anteriores, sin embargo el escenario de la pandemia los muestra bajo una nueva luz. Los senderos en llamas que aparecían en Laberinto –alumbrados por el fotógrafo con una cruz de hierro cubierta por telas en combustión– pasaron a simbolizar la destrucción y la renovación de la vida: “La intención de incluir el fuego tiene que ver con quemar lo viejo y renacer. Al inicio de la pandemia teníamos esa idea de que íbamos a formar una sociedad mejor”, le dice Chaskielberg a Infobae Cultura. Jamás imaginó que muy cerca de allí terminaría documentando al año siguiente los incendios forestales de mayor magnitud registrada sobre una población patagónica. Algunas de esas capturas se pueden ver en gran formato sobre uno de los pasillos del primer piso del hall del Teatro San Martín y pronto integrarán un nuevo fotolibro.
Cierto aire pesadillesco ronda las fotos de Natur-e. Sin embargo, pese a que las señales de un futuro más ejemplar se desvanecieron, algo de esa esperanza se conserva en el vínculo elemental que establecen las palabras dibujadas en el aire y en el acercamiento a la naturaleza a través de la síntesis aditiva de los colores primarios de matriz digital. Fue la primera vez que Chaskielberg fotografió animales con su técnica de iluminación nocturna. Entre sus modelos destaca unas ovejas que pasaban todos los días por el frente de su cabaña a buscar manzanas y un caballo que lo desveló durante varias noches. “Fue un aprendizaje. No es lo mismo sacarle de día una foto instantánea que lograr que pose durante varios minutos quieto, que te empiece a conocer y a acostumbrarse a la luz. Al principio se asustaba y se iba”, señala. El uso de cámara digital le permitió probar una y otra vez hasta alcanzar su objetivo.
No todo es píxel dentro de esta naturaleza alterada. En una de las paredes de la muestra cuelga una serie de polaroids que Chaskielberg tomó con una cámara Instax, la cual desarmó para poder controlar el tiempo de exposición. Así es como plasmó el recorrido de las estrellas en la noche o el dibujo caprichoso que traza un barrilete en la oscuridad, zamarreado por el viento patagónico. “Su trazo bien podría ser un reflejo de mis estados de ánimo en esta cuarentena”, escribe Chaskielberg en su diario. Estas imágenes más íntimas se unen con los múltiples retratos de su hija, quien lo acompañó a lo largo de los nueve meses de aislamiento. “Ella también se fue armando su micromundo para sobrevivir. Cuando estaba triste se iba a escribir a una piedra que teníamos cerca de la casa. Pero lo disfrutó mucho porque le gusta la naturaleza”, cuenta sobre la experiencia de Lara, quien cursó segundo grado a la distancia y recién pudo conocer a su maestra a fin de año, cuando regresaron a Buenos Aires.
“Creo que todos mis laburos de alguna manera tienen que ver con una pregunta general acerca del hogar. Todo el tiempo voy sintiendo una suerte de desarraigo cuando hago mis proyectos, porque me vuelvo muy del lugar en el que estoy fotografiando”, considera Chaskielberg, quien no duda en definir ese año en la Patagonia como “el más hermoso” que vivió en su vida. “Pude hacer lo que me gusta sin preocupaciones, sin deadlines y sin la presión que uno tiene como artista independiente de estar haciendo algo. Trabajé con mucha más libertad y ahora veo un conjunto de imágenes que transmiten sensaciones”, le dice a Infobae Cultura. “La gran pregunta es ver qué le pasa a la gente cuando llegue acá, porque todos vivimos una experiencia muy particular de la pandemia, cada uno la sufrió y la vivió de una manera diferente –señala–. En este mundo donde vemos todo en una pantallita está bueno venir y ver una foto, observarla de cerca con sus detalles, es otra conexión con las imágenes de la que tenemos regularmente”.
*Natur-e se puede visitar hasta el domingo 20 de agosto de 14 a 20 horas, en la Fotogalería y en el primer piso del Hall Alfredo Alcón del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530, CABA).
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