¿Puede ser incluida en el Inventario de Patrimonio Cultural de una comunidad autónoma una obra de un autor cuya autenticidad se cuestiona? Ese es el debate abierto en Asturias en torno a “Pope”, un dibujo a lápiz sobre papel del artista irlandés Francis Bacon (1909-1992), un autor cuya obra disparó su cotización en el mercado artístico en las últimas décadas.
La obra, apenas un esbozo de 100 por 70 centímetros con la firma de Bacon en su parte inferior y que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Asturias como depósito, fue donado por la Francis Bacon Foundation al Centro Niemeyer de Avilés, que inició el procedimiento administrativo para incluirla en el Inventario de Patrimonio Cultural del Principado.
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El dibujo procede de la colección de quien fuera amigo íntimo del pintor, Cristiano Lovatelli Ravarino, con quien mantuvo una relación sentimental durante años, y que llegaría a poseer alrededor de 730 obras atribuidas al dublinés pese a que la autenticidad de la mayoría de los dibujos del artista está en cuestión dado que él mismo llegó a afirmar que nunca dibujaba.
Las inquietantes sospechas de falsificación
Ese argumento figura en los informes recabados por la Consejería de Cultura, entre los que figura uno de la Real Academia de la Historia que advierte de que la producción dibujística de Bacon es una de las parcelas más problemáticas y controvertidas en el estudio del conjunto de su obra, “fundamentalmente por las inquietantes sospechas de falsificaciones que planean sobre sus dibujos”.
Sobre todo, advierte, en el caso del importante bloque conocido como “dibujos italianos”, procedentes de la Fundación donante de la obra del Niemeyer, “que llegó a provocar durante más de veinte años polémicos procesos judiciales por este motivo”.
También el Real Instituto de Estudios Asturianos advirtió de que la autoría de los dibujos de Bacon “es una de las cuestiones más controvertidas de la historia del arte contemporáneo” y recordaba que muchos expertos en su obra discuten la autenticidad de sus dibujos, en especial los pertenecientes a la colección de su amigo Cristiano Lovatelli Ravarino, supuestamente realizadas entre 1977 y 1992.
Dado que el largo proceso jurídico para probar su autenticidad no ha logrado demostrar que sean falsos, pero tampoco que sean verdaderos, “parece más prudente esperar a que se verifique esta autoría antes de proceder a su inclusión en el Inventario del Patrimonio Cultural”, concluían.
Del veto de cultura a una hipotética “burla perversa al mercado”
Con estos informes sobre la mesa, Cultura decidió vetar su incorporación a ese inventario “por criterios técnicos” pese a que el expediente abierto sobre la obra incluía la recomendación favorable a su inclusión en ese catálogo, junto a la escultura “Transbase” de Juan Genovés, también propiedad del Niemeyer, por parte del Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo.
La dirección del centro cultural avilesino asegura que se ha limitado a realizar esa obligada tramitación para ambas obras al margen de la polémica abierta sobre la autoría de la de Bacon, una cuestión que ya fue abordada en 2017 por el director general del Niemeyer, Carlos Cuadros, en el catálogo publicado con motivo de una exposición sobre el autor irlandés.
“Primero se sembró la duda sobre la autenticidad de los dibujos a fuerza de reiterar que Bacon no dibujaba (obviando que ya habían sido expuestos numerosos dibujos en vida del autor). Luego, cuando los tribunales certificaron la autenticidad de la firma, el discurso se modificó a que podría haber sido realizadas ‘a cuatro manos’ y que el artista se habría prestado a imprimirles su valiosa firma en una suerte de burla perversa al mercado para incrementar su precio”, advertía.
Fuente EFE
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