El lado oculto de Martin Luther King: el “amor radical” de un “cristiano revolucionario”

“Textos y discursos radicales”, un libro que acaba de publicar el sello argentino Tinta Limón, nos muestra al legendario activista estadounidense de un modo “no edulcorado ni papanoelizado”

Guardar
Un King “no edulcorado ni papanoelizado”  sale a luz en este libro publicado por el sello argentino Tinta Limón: "Textos y discursos radicales"
Un King “no edulcorado ni papanoelizado” sale a luz en este libro publicado por el sello argentino Tinta Limón: "Textos y discursos radicales"

Durante las protestas en Montgomery, cuando miles de personas decidieron hacer un boicot al segregacionismo racial en el transporte público que duró un año, Martin Luther King tuvo, según sus propias palabras, una “experiencia religiosa”. Pero primero el contexto. Hasta entonces, los negros debían ubicarse en el fondo del colectivo y ceder el asiento a los blancos. Y si estaba muy lleno, pagar adelante y subir por la puerta de atrás. Luego de algunos antecedentes de rebeldía, el 1 de diciembre de 1955 Rosa Parks se negó a darle el asiento a un blanco y la llevaron detenida. Esa misma noche, el Consejo Político de Mujeres de la ciudad distribuyó un volante donde se pedía que el lunes (ese día era jueves) nadie de la comunidad use el transporte público. A la mañana siguiente, los ministros locales se reunieron en la Iglesia donde King, con 26 años, era pastor: definieron las estrategias del boicot y lo eligieron como líder de la acción. Entonces empezó la guerra.

“Casi inmediatamente después del inicio de la protesta, comenzamos a recibir llamadas telefónicas y cartas amenazadoras”, escribió King en sus memorias y que, parte de ellas junto a otros escritos, sermones y discursos, acaban de ser publicados por la editorial argentina Tinta Limón en un interesante volumen titulado Textos y discursos radicales. El libro cuenta con la introducción y edición de Cornel West, filósofo y militante estadounidense miembro de Socialistas Democráticos de América. En las “Palabras previas” de la editorial, se lee que el libro “se propone rescatar un King no edulcorado, un King no ‘papanoelizado‘ (bueno, paciente, permisivo)”. Unas páginas más adelante, West dice que el objetivo es “mantener viva la memoria del amor radical y el legado profético”, y que “la pregunta fundamental es si Estados Unidos es capaz de escuchar y tener en cuenta al King radical o si busca convertirlo en una figura estéril, y así eludir el desafío”.

“Textos y discursos radicales” (Tinta Limón, 2022) de Martin Luhter King Jr.
“Textos y discursos radicales” (Tinta Limón, 2022) de Martin Luhter King Jr.

Pero volvamos a 1955. Muchas cartas, “a menudo firmadas ‘KKK‘”, con “errores ortográficos” y “burdamente redactadas”. La mayoría decía cosas como “váyanse del pueblo o ya verán”, pero algunas avivaban el exterminio: “Necesitamos un Hitler para enderezar a nuestro país, y vamos tenerlo”. También llamadas telefónicas, a cada rato, de día y de noche. “Un gran porcentaje eran de índole sexual. Una mujer, cuya voz llegué a reconocer, llamaba días tras día para vomitar sus acusaciones sexuales contra los negros”. Las amenazas fueron creciendo y en esa atmósfera, King relata una escena íntima en mitad de la noche, mientras su esposa y su hija de pocos meses dormían. Otra llamada, otra amenaza, y el silencio de la madrugada. En la cocina, frente a una taza de café recién preparada, King admite: “Estaba dispuesto a rendirme” pero “en ese estado de agotamiento, cuando mi coraje casi había desaparecido, decidí llevar mi problema ante Dios”: se puso a rezar.

“En ese momento experimenté la presencia de lo Divino como nunca lo había experimentado antes. Era como si pudiese oír una voz interior que se dirigía a mí con serenidad y firmeza: ‘Defiende la justicia, defiende la verdad; y Dios estará a tu lado para siempre‘. Casi en ese mismo momento, mis miedos comenzaron a disiparse. La incertidumbre desapareció. Estaba listo para enfrentarme a cualquier cosa“, recuerda King en sus memorias. Tres días después ocurrió un atentado. En su casa, mientras él estaba en la iglesia, pusieron una bomba. Su mujer, su hija y una mujer de la congregación se salvaron al escuchar ruidos en la entrada y esconderse en el fondo de la casa. Cuando King llegó al lugar y vio que todos estaban bien, se dirigió a la multitud que estaba afuera, enojada, impaciente, masticando bronca. “Debemos enfrentar la violencia con la no violencia”, dijo. “Recuerden, si me detienen, este movimiento no se detendrá, porque Dios está con el movimiento” .

La anécdota grafica muy bien el espíritu de Martin Luther King Jr., un hombre nacido y criado en Atlanta, hijo de un ministro y activista de derechos civiles, estudioso, erudito, militante, que supo unificar como pocos la conciencia social y la fe religiosa, que luchó contra la segregación —el boicot de Montgomery terminó, luego de 381 días, con una victoria estruendosa: la justicia determinó que las leyes raciales de Alabama eran inconstitucionales—, pero también contra la guerra de Vietnam y la desigualdad económica en Estados Unidos, que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1964 y que fue asesinado cuatro años después, el 4 de abril de 1968, en Memphis, adonde había viajado para apoyar la huelga de los basureros negros por un mejor salario y un trato igualitario. Fue en el Lorraine Motel —hoy es la sede del museo nacional de los derechos civiles— donde recibió la agresión fatal: un hombre blanco le disparó en la garganta y murió al llegar al hospital. Tenía 39 años.

Un mural de Martin Luther King Jr. en Washington DC, Estados Unidos, 18 de enero de 2021 (Foto: REUTERS/Brandon Bell"
Un mural de Martin Luther King Jr. en Washington DC, Estados Unidos, 18 de enero de 2021 (Foto: REUTERS/Brandon Bell"

Te puede interesar: El brutal crimen del Ku Klux Klan: el supremacista blanco que mató por la espalda a Medgar Evers y vivió 31 años impune

“Aunque gran parte de Estados Unidos no haya conocido al King radical”, escribe Cornel West, “el FBI y el gobierno estadounidense sí lo conocieron. Incluso lo llamaron ‘el hombre más peligroso de Estados Unidos’. Sabían que el reverendo King era un cristiano revolucionario, sincero en su compromiso y serio en su vocación. Sabían que era un producto de las tradiciones proféticas negras: tenía fuego en sus huesos, amor en su corazón, luz en su mente y coraje en su alma. Martin Luther King Jr. era una gran amenaza para el gobierno y el establishment de Estados Unidos, porque se atrevió a organizar y movilizar la furia negra por los crímenes pasados y presentes contra la humanidad que afectaban a las personas negras y otros grupos oprimidos”. “Sin duda tenía un sueño. Pero no era el sueño americano (...) No era una cara negra en la Casa Blanca ni una presencia negra en Wall Street”; buscaba “que todas las personas pobres y trabajadoras vivieran con decencia y dignidad”.

“Debemos enfrentar el odio con amor”, escribe King planteando que el problema de los racistas es que son “hijos de su cultura”, que “de la cuna a la tumba se les inculca que el negro es inferior”; “preservar la segregación” en ellos significa “preservar lo que sus costumbres locales le enseñaron que era lo correcto”. En una senda diferente a la de Marx, que decía que “la violencia es la partera de la historia”, King pensaba en “el “método gandhiano de resistencia no violenta motivada por el amor (agape)”, lo que le “proporcionó al King radical una respuesta a Marx y Nietzsche”, autores que con sus “críticas a la religión” le plantearon “el mayor desafío intelectual y práctico”, escribe Werst, y continúa: “El amor radical era un método moral y práctico, una forma de vida y de lucha en la cual la gente oprimida podría pelear por su libertad sin infligir violencia en el opresor o humillar al oponente y, por lo tanto, quizá transformar la disposición moral del adversario”.

King en Washington, 1963 (Foto: Bettmann Archive)
King en Washington, 1963 (Foto: Bettmann Archive)

Cuando King es condenado por liderar el boicot de Montgomery, sale del tribunal con una sonrisa. “Sabía que era un criminal convicto, pero estaba orgulloso de mi crimen. Era el crimen de unir a mi gente en una protesta no violenta contra la injusticia”, escribe. Porque si algo fue esta influyente figura del siglo XX es alguien que pensó más allá de su identidad negra y pudo vislumbrar que la opresión de clase es la madre de todas las batallas: “La igualdad con los blancos no resolverá los problemas ni de los blancos ni de los negros si significa igualdad en un mundo golpeado por la pobreza y en un universo condenado a la extinción por la guerra”. En un discurso de 1967 en Atlanta, en la convención anual de la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano, habló de la necesidad de “desarrollar un programa” que “lleve a nuestra nación a un ingreso anual universal garantizado”, dado que, “por muy dinámica que sea la economía para desarrollarse y expandirse, no elimina la pobreza”.

En esa misma convención, en ese mismo discurso, marca sus diferencias con Marx y su propuesta de comunismo. Lo hace luego de una serie de preguntas que llevan a “cuestionar la economía capitalista”. Entonces siente la necesidad de aclarar que su “inspiración” no vino de Marx, Engels, Trotsky ni Lenin. “Sí, leí el Manifiesto comunista y El capital hace mucho tiempo, y vi que Marx no siguió a Hegel lo suficiente. Tomó su dialéctica, pero dejó de lado su idealismo y espiritualismo. Se acercó a un filósofo alemán llamado Feuerbach, y tomó su materialismo y lo cinvirtió en un sistema que llamó ‘materialismo dialéctico‘. Tengo que rechazar eso. Lo que les estoy diciendo a ustedes esta mañana es que el comunismo olvida que la vida es individual. El capitalismo olvida que la vida es social. Y el reino de la hermandad no se encuentra ni en las tesis del comunismo ni en las antítesis del capitalismo, sino en una síntesis superadora que combine las verdades de ambos”.

El King de Textos y discursos radicales es muy diferente al dirigente difundido y reivindicado por la gran mayoría de los sectores políticos. Lo que expone, por ejemplo, en este texto de 1967, escrito en una casa sin teléfono, en Jamaica, titulado “Hacia dónde vamos a partir de aquí”, echa luz sobre un costado, más ocultado que oculto, que explica su deseo vital de “dar esperanza a un mundo torturado”: “El profundo estruendo del descontento que oímos hoy es el trueno de las masas desheredadas, elevándose desde los calabozos de la opresión hacia las brillantes colinas de la libertad: ‘No dejaremos que nadie nos haga retroceder‘. A lo largo y a lo ancho de todo el mundo, como una fiebre, la libertad se está propagando en el movimiento de liberación más amplio de la historia. Las grandes masas de personas están decididas a terminar con la explotación de sus razas y sus tierras. Están despiertas y se dirigen hacia su objetivo como un maremoto”.

King en Montgomery, mayo de 1956 (Foto: Michael Ochs Archives/Getty Images)
King en Montgomery, mayo de 1956 (Foto: Michael Ochs Archives/Getty Images)

“El amor radical está en el centro del King radical”, dice Werst. ¿A qué se refiere? “Entiendo al King radical como un guerrero espiritual provisto de una armadura cristiana y un deseo de amar, servir y morir por su pueblo”. Y agrega que “el amor radical requiere que el yo cobarde muera diariamente para que el yo valiente viva”. También explica que el King radical “era un titán moral con una profunda lealtad a sus raíces: la tradición profética negra y la lucha de liberación negra”, y “un socialista democrático que se alineaba con las personas pobres y trabajadoras en la lucha de clases que tenía lugar en las sociedades capitalistas”. Y asegura que “la respuesta del King radical para este momento catastrófico podría resumirse en una palabra: revolución”. En este libro, se haya esa parte de su pensamiento que se escapa cuando quieren atraparlo en una frase viralizada durante cada efemérides. “La unidad tiene un poder asombroso”, escribió King. Todos sabemos muy bien a qué se refería.

Seguir leyendo

Guardar