Martín Buber, en su filosofía del diálogo, plantea que no es posible pensar a los sujetos de forma aislada sino siempre en relación con los otros. En ese mundo de relaciones, se despliegan tres esferas: la que está ligada a la naturaleza (esfera física), la que refiere a las relaciones entre los hombres (esfera psíquica) y la que refiere a la comunicación con las formas inteligibles (esfera noética). En la suma de estos planos, se basa la propuesta creativa de Laura Subise, una artista visual argentina cuyo propósito es ser un puente de comunicación entre sus obras de arte y quienes se detienen a experimentar con ellas.
Subise es licenciada en publicidad, profesora de arte y artista visual. Estudió historia del arte y durante muchos años, trabajó en investigación de mercado. Como artista expuso de forma colectiva en el Centro Cultural Borges, Museo Bernasconi, Art Experience Tour (Punta del Este), Centro Cultural Recoleta, entre otros. Además, sus obras forman parte de las salas del Hospital de Niños, Salas de Estimulación Temprana, Centros de Gestión Ciudadana y escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. Todas esas prácticas hicieron que la comunicación sea el eje de su producción artística.
Hace más de dos décadas que comenzó un trabajo de investigación sobre arte y comunicación inclusiva. Por diferentes situaciones de la vida tomó contacto con personas con discapacidad temporal y/o permanente, y eso la llevó a la necesidad de abordar la obra de arte desde una perspectiva diferente. Con el transcurrir del estudio del arte inclusivo, decidió crear una propuesta superadora: el arte integral, que establece y posibilita la comunicación de todas las personas, sin importar su condición, a través de los sentidos. Es un arte que se basa en la escucha, en la participación y en la experimentación de un espectador activo y despierto, que se ofrece como parte de la obra.
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Durante un extenso diálogo con Infobae Cultura, la artista abrió las puertas de su estudio en el que crea las obras, brinda talleres, voluntariados y encuentros creativos. Libros, materiales, piezas en secado, bocetos y obras finalizadas, crean un ambiente en el que todo está en constante dinamismo. En sus palabras, se trata de un “templo creativo” donde la imaginación, el diálogo y la escucha atenta, abren la posibilidad de crear algo singular para después integrar, correr los miedos, pulverizar los prejuicios y trabajar en equipo hasta con uno mismo.
—Si tuvieras que definir tu arte, ¿cómo lo harías?
—Como un medio de comunicación, un puente que se genera entre la obra y quien se detiene a observar. Mi arte es resultado de una búsqueda que intenta provocar un encuentro con el otro, permitiendo usar todos los sentidos, por eso lo llamé arte integral. Me inspira la naturaleza, la vida, la literatura, la cultura oriental y su filosofía Wabi Sabi, mis amores, mis amigas, una charla. Todo es inspiración. Yo hago un proceso intenso en el desarrollo de las obras porque el objetivo va más allá del proceso creativo personal. Lo que hago le sirve a todos. Cualquier persona puede ser participante activo, despertar la imaginación, disfrutar.
—¿Cómo pasas de la inclusión a la integración?
—Cuando yo empiezo a trabajar en la inclusión lo empiezo a hacer desde lugares fragmentados, específicos como escuelas, talleres de oficios, personas con discapacidades permanentes que van a resolver alguna situación puntual que atraviesan o no. Entonces, empecé a indagar qué pasaba en esos lugares y la exclusividad. Porque mi reflexión era que yo podía entrar en esos lugares, en esos universos, pero ellos no podían salir.
Entonces, después de más de 10 años de trabajar específicamente con las personas y su entorno, empecé a ver que yo también terminaba siendo exclusiva porque mi trabajo estaba sólo allí adentro. Pasar a la integración implica que cualquiera puede vivir la experiencia. Las piezas están al alcance de todos, exhibidas para poder tocarlas, modificarlas. Cuando alguien integra, incluye. Es un concepto mucho más poderoso que la inclusión.
—¿Qué es el arte integral?
—Yo camino la vida integrando. En las reuniones que se arman, ya sea de amigos, de personas que asisten a un workshop, encuentros de trabajo o consultorías en empresas, todo el tiempo fomento la comunicación como una herramienta fundamental para cualquier cosa. Desde el lado del arte, lo que intento siempre es integrar pero activamente. El rol del llamado espectador o público, que a mi me gusta llamar “el otro” es un lugar de participación, de interacción, de interpelación.
Por ejemplo, hace un tiempo hice una muestra en un museo y en la inauguración, las personas podían terminar de pintar una obra. Yo los invitaba a tocar todo, a pintar pero ellos no sabían que yo era la artista. Me gusta crear esos espacios en los que el artista sale de su rol y la obra toma el completo protagonismo. La obra tiene que hablar por sí sola.
—En este sentido, ¿cuál es tu propósito al realizar las obras?
—El mayor problema que encuentro en la sociedad de hoy, es la falta de comunicación o de la mirada hacia el otro. Entonces, lo que yo quiero es conectar con un mundo de relaciones internas y luego conectar y expresar en ellas, parte de la vida y la relación con la naturaleza, los seres humanos, el “Otro” y la comunicación con sus formas inteligibles, como diría Martín Buber. Estar presente para que luego quien se detenga a ver y experimentar, también lo esté. Quiero abrir un juego de reciprocidad y construir un modo de comunicación que no sólo se aborda desde el campo visual o intelectual.
Mi objetivo principal es despertar algún sentido. A través de texturas, luces y sombras voy generando una conexión. Me inspiro en el arte cinético y en la conexión con la naturaleza. Todas mis obras se pueden tocar. Invito a investigar la obra, un concepto que nace en mi contacto con las personas con ceguera, pero que después se convirtió en un sello para crear. Armo un recorrido de piezas que permiten ir de una hacia la otra, trazar caminos, permanecer en silencios. Y después, lógicamente hay elecciones personales de cada espectador en su recorrido de exploración de las obras.
—¿Cuál es el rol social de este tipo de arte?
—El arte abre el juego a la participación, al registro, a la horizontalidad. El arte es un elemento social. En este sentido, la obra es un sujeto y el espectador se encuentra con una nueva propuesta de interacción, independientemente del artista y su proceso creativo o de conceptos. El arte es un medio abierto, una experimentación permanente. Es mi puente para conectar con un mundo paralelo, alternativo. Es la expresión más íntima que tengo, en cuanto a sentirme libre, permitirme ingresar a cada proceso de imaginación y al mismo tiempo, el más social, el que más se comparte. No tengo límite en el arte y respeto mucho lo original, como a cada persona.
—¿Qué respuesta tienen los espectadores al encontrarse con tus obras?
—Las reacciones son infinitas: sorpresa, emoción, curiosidad, amorosidad. Siempre con respeto, preguntan mucho antes de tocar las obras. Si mi trabajo le sirve a alguien, yo ya gané.
—¿Qué planes tenés para el futuro?
—Sigo creando obras y dando talleres individuales y grupales, en mi estudio o en empresas y casas de familia. Antes no le encontraba sentido a exponer. Ahora sí, porque las personas pueden ser parte de la experiencia. Las muestras invitan a hacer, a participar y no solamente a ver. El 12 de agosto inauguro Piedra Roma, una composición inspirada en mis historia familiar, las historias de posguerra del 1900, la memoria, el simbolismo y los desencuentros. En septiembre, estaré participando de La Noche de los Museos en un edificio histórico de la Ciudad de Buenos Aires; en octubre, mi obra se va para Uruguay para exponer en el Atelier Marisa Bernotti; y en noviembre, realizaré un viaje de intercambio cultural a México.
* Para conocer las fechas de las próximas exposiciones, los talleres y el arte de Laura Subise, se puede ingresar en su cuenta de Instagram @subiseart.
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