Tres golpes con su mano sobre la madera marcaba el inicio de la pieza musical. Fue un sello propio, al igual que el romance que había entre sus dedos y las teclas del piano que nunca dejó de tocar, del que pronto se enamoró y al que quiso como ninguno. Atilio Stampone, de exquisito talento, fue uno de los tocados con la varita mágica: a temprana edad supo que la música era su destino y la perfección en su composición —por don y años estudios— lo llevó a integrar las orquestas más excepcionales de los años dorados del tango, como las de Astor Piazzolla con Aníbal Troilo, y Pedro Maffia, y formó las propias.
También fue director de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y desde 1983 presidió la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC). Decía que no se cansaba, que los años de actividad física y el tener siempre algo que hacer lo mantenían activo.
El 29 de junio de 2017, el Maestro se hizo un espacio durante su descanso para hablar con Infobae y repasar sus recuerdos: el día en que conoció a Piazzolla, los años junto al cantor Roberto Goyeneche en el mítico Caño 14, su amistad con Homero Expósito, entre otros. Cuando estaba por cumplir sus 91 años, aseguró que plan era “seguir estudiando el piano en serio”.
Nacido en el barrio porteño de San Cristóbal, fue el segundo hijo de Antonio Stampone y Romana Zangone. Cuando era un niño, su hermano Giuseppe, de 14 años, tomaba clases de bandoneón e integraba la orquesta típica del barrio con la que salían a hacer shows por los clubes y recorrían la ciudad en carnaval. Con la Clave de Sol en su mente, Atilio mostró un temprano interés por la música, pero el instrumento le llegó para que no se aburriera luego de una operación de apendicitis: Giuseppe le regaló un piano para que estudiase, sin saber que con ese gesto fraternal marcaria la vida del chico. “Tocar el piano me mantiene vivo”, confió.
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Tras atravesar un cuadro de fiebre y problemas de oxigenación, los ojos del Maestro se cerraron para siempre. Dejó un importante legado en los músicos que hoy componen y tocan tango.
La única entrevista con Infobae
“Me levanto temprano, entre las 8 y 8:30. Sigo en SADAIC, pero trato de salir poco del país. Estoy al frente del mundo de la canción, lo que es muy importante para mí porque soy uno de ellos, y tengo muchos amigos ahí, estoy rodeado de amigos. ¡Y tengo charlas con todo el mundo! Si alguien toca la puerta y no estoy ocupado le digo que pase…”, contó aquel 29 de junio.
Su memoria detallada y el tono jovial de su voz fueron motivo de sorpresa y elogio a poco de que cumpliera los 91 años. “¡Si me ves caminar vas a decir que no puede ser! —dijo entre risas—. Soy vitalicio del club Gimnasia y Esgrima, y toda la vida nadé, hice guantes, caminé mucho… Eso es lo que me ayuda a estar bien”.
Claro que debido a las bajas temperaturas, durante el invierno no salía a dar las quince vueltas a la plaza de Belgrano, cercana a la casa que compartió con su esposa, como sí lo hacía en el verano.
Para sorpresa, había confiado que no tocaba el piano todos los días, como en otros años, pero planeaba regresar a él y de mejor manera. “Voy a empezar a estudiar de nuevo el piano, pero en serio… ¿Qué es estudiar el piano en serio? Tocar a Ravel, Debussy, Chopin y Liszt… Volver a los orígenes. Los dedos no los movés con el tango y si te quedás sólo con el tango, se ponen un poco duros, así que para estar en forma hay que tocar a los grandes”, aseguraba.
Sus recuerdos
Atilio Stampone fue una leyenda viva del tango, no por los maravillosos 96 años que vivió sino porque fue un consagrado pianista, arreglador, director y compositor de tangos. Entre sus obras destacadas sobresale Concepto (1972), considerada “una de las obras integrales más importantes de la historia del tango”. Además compuso música para una decena de películas y creó el repertorio de Concertango, bailado por Julio Bocca.
También fue director de la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”… Como si todo eso fuera poco, su historia se conjuga con la de otros grandes: Astor Piazzolla y Roberto Goyeneche. Llegó a ellos, o ellos a él, gracias a esa pasión temprana por el piano.
“Cuando tenía 10 años empecé a estudiar con Vicente Scaramuzza, que también fue maestro de grandes pianistas como Martha Argerich. Me recibí y empecé a tocar tango para vivir. Yo seguía tocando tangos y él me daba clases… Para que te des una idea, su clase esencial era tocar completamente relajado, muy blando de brazos y estudiaba los clásicos, Beethoven, Liszt… Él fue un maestro de todos los capos de este país. Toda mi vida fue estudiar y estudiar”.
Cuando cobró, pese a negarse, el primer pago por los derechos de autor de la banda de sonido de Un guapo del 900, se compró su primer auto, pero lo manejaba un amigo porque aún no había sacado la licencia de conducir.
En el reino de las coincidencias podría decirse que su llegada al tango fue casual y casi de película: “Un día estaba ensayando y pasó Piazzolla, que era mayor que yo, no mucho, pero era mayor. Me escuchó y me dijo ‘¿Querés venir conmigo?’… ¡Él ya tenía prestigio en el ambiente y fue un honor para mi! A los 19 años ya tocaba con Astor”, escarbó entre sus recuerdos y, del otro lado del teléfono, se dibujaba ese encuentro como una alineación de planetas.
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Entre sus eximias composiciones, el Maestro escribió Afiches, melodía que tocaba una y otra vez mientras la estudiaba y perfeccionaba. Eran tantas las veces que la hacía sonar que de ella nació una maravillosa y divertida anécdota.
“Yo había hecho la música y después Homero (Expósito) hizo la letra. Cuando la estaba componiendo vivía en una casa sobre Carlos Calvo, casi Catamarca, y Homero, que era mi amigo, vivía enfrente y venía todos los días a casa a almorzar y charlaba con mi mamá… Y de tanto escuchar y escuchar, un día llegó a casa y me dijo: ‘¡Tomá, la letra para ese tango que no me deja charlar tranquilo con tu mamá!’…”.
Homero le había dejado un papel escrito con birome y, por la manera en que lo relató, fue como una de esas escenas de películas con efectos especiales en las que mientras un papel cae en cámara lenta comienza un remolino suave de polvo de estrellas con el que se le anticipa al espectador que está por ver algo mágico. Y vaya si lo fue.
Apenas ese recuerdo le llegó, Stampone hizo una pausa, hundido en su recuerdo, siguió: “Yo agarro el papel y leo, maravillado: Cruel en el cartel / la propaganda manda cruel en el cartel/ y en el fetiche de un afiche de papel/ se vende la ilusión/ se rifa el corazón…/ Y apareces tú/ vendiendo el último jirón de juventud/ cargándome otra vez la cruz/ ¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!/ ¡Dan ganas de balearse en un rincón!… ¡Qué letra, eh! Y la hizo Homero sobre la música… ¡Le puso letra a una composición musical que sólo escuchaba mientras yo la tocaba una y otra vez mientras él hablaba con mi mamá. ¡Poner letra a la música es muy difícil!… Me gustó mucho cuando la leí. ¡Qué genio Homero que sobre la música la escribió y yo no tenía escape porque era perfecta! La hizo a la medida...”.
La primera versión de Afiches fue grabada en 1957 por la orquesta típica que dirigía entonces Stampone y fue interpretada por Héctor Petray, pero no tuvo grandes repercusiones hasta que llegó a la voz de Roberto Goyeneche, que comenzó a frecuentar Caño 14, un espacio que abrió el propio Atilio para que el tango se pudiera difundir y disfrutar.
La combinación, una vez más, fue excelente: la desazón de Homero Expósito por un amor que se fue, la genialidad de Atilio Stampone que no sabe explicar cómo la melodía llegó a sus dedos y la interpretación perfecta, contada y cantada del Polaco… Hasta este momento, es uno de los tangos que más versiones ha tenido, incluso por músicos de otros géneros, como Fito Páez que, pese a no haberla grabado, solía tocarla en vivo.
Sobre el final de la entrevista que duró 33 minutos, el Maestro reflexionó sobre el genial cantor con quien tuvo una estrecha amistad: “Creo que Goyeneche fue EL cantante de tango, por la forma de expresarse, de sentir la melodía y la letra. El Polaco era un fenómeno”.
Antes de despedirse, el compositor que también puso música a una decenas de películas, entre ellas Un guapo del 900 (interpretada por Alfredo Alcón) y la premiada La historia oficial (ganadora del Oscar por mejor película extranjera en 1985), el Maestro dijo a días de sus 91 años: “Estoy contento por mi cumpleaños, este año voy a seguir estudiando”.
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