A lo largo de más de 60 años de historia, las mujeres fueron ganando terreno dentro del rock argentino. La lucha por su reconocimiento dentro de un ambiente tan masculino no fue sencilla, pero fue gracias a artistas como María Gabriela Epumer que hoy ocupan un rol fundamental y brillan con luz propia con proyectos musicales que renovaron un sonido que se estaba estancando. Ella se fue de este mundo demasiado pronto, exactamente hace 20 años, pero dejó una serie de hitos imborrables: integró la primera banda de rock de chicas, contribuyó a la masificación con Viuda e Hijas del Roque Enroll, sostuvo a Charly García en su época más oscura y como solista, desarrolló un sonido moderno que sin proponérselo sentó las bases de lo que vendría. “Ha sido una pionera en todos los aspectos y abrió las puertas a muchas jóvenes que la veían sobre el escenario y podían soñar que se podía tener una carrera profesional en la música”, recuerda Mavi Díaz, su excompañera en Viudas.
Al igual que Fito Páez, ella también era del 63, pero del 1 de agosto. Se crió en el barrio de Villa Devoto, al Oeste de la Ciudad de Buenos Aires, rodeada de música. Su abuelo, Juan Epumer, fue el guitarrista del cantor de tangos Agustín Magaldi, mientras que su madre, Dora, era la hermana de Celeste Carballo. Su hermano, Lito, es un músico que se ha destacado principalmente en el jazz fusión, en especial tras su paso por Spinetta Jade. Con él dio sus primeros pasos en las seis cuerdas y la introdujo en el rock progresivo.
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Con tan solo 16 años, María Gabriela se sumó a la banda de María Rosa Yorio y participó de la grabación de su primer álbum solista, Con Los Ojos Cerrados, que salió en 1980. Pronto se sumó a la segunda formación de Rouge, que fue la primera banda de mujeres instrumentistas. El cuarteto -de formación clásica de guitarra, bajo, batería y teclado- tenía en sus filas a Ana Crotti, Andrea Alvárez y su amiga de la infancia Claudia Sinesi, quien recuerda: “Nos gustaba estar todo el día tocando juntas, más allá de los shows en vivo, y haciendo canciones”.
Rouge seguía un estilo de jazz rock y tenía un repertorio de covers en inglés, pero con el inicio de la Guerra de Malvinas y la prohibición de cantar en ese idioma, empezaron a componer canciones en castellano. Se separaron rápidamente sin haber grabado ningún álbum. Su único registro en estudio son los coros en la canción “El Dueño del Cielo Azul” de Sinesi, para el segundo álbum de Celeste Carballo, Mi Voz Renacerá.
Mavi Díaz escuchaba ensayar a las Rouge desde su casa. “Solían tocar en un pub que estaba a la vuelta”, relata. “El pulmón de manzana de mi edificio daba al patio del lugar y las escuchaba desde mi balcón. Un día me decidí a ir a verlas y quedé maravillada. Una banda de chicas no existía en esa época”. Así fue cómo se acercó a ellas, que habían reclutado a la tecladista Claudia Ruffinatti tras la partida de Ana Crotti. Cuando se enteró de que el productor Bernardo Bergeret, dueño de la productora Abraxas -una de las principales promotoras de rock argentino en esos años- estaba haciendo un casting para crear una banda de mujeres, les propuso formar un nuevo proyecto radicalmente diferente. Ella ya tenía escritas “Estoy Tocando Fondo” y “Accidentado Dancing”, que dotadas de un gran sentido del humor representaron un cambio de rumbo.
Con el regreso de la democracia en 1983, el rock argentino también sufrió una transformación. Una nueva camada de grupos lo despojaron de su característica solemnidad y lo dotaron de un ritmo bailable, melodías pop y letras divertidas y absurdas. Los Twist, Virus, Soda Stereo y la nueva encarnación de Los Abuelos de la Nada llevaron al rock a las discotecas, con canciones accesibles y pegadizas. En ese contexto, Viuda e Hijas del Roque Enroll aportaron la dosis de acidez y mirada femenina que faltaba.
Tuvieron un éxito arrollador y les bastó con tres álbumes para quedar en la historia. El segundo, Ciudad Catrúnica, vendió más de doscientas mil unidades gracias al hit “Lollipop” y fue presentado en el Luna Park. Sus composiciones tenían una superficialidad y sencillez aparentes que atraía a todo tipo de público, incluso al infantil (llegaron a ser tapa de Billiken y una de las funciones en el Luna Park fue “matineé” para permitir el ingreso de menores), pero en verdad eran un perfecto retrato de la sociedad argentina. Al mismo tiempo, transmitían un mensaje de empoderamiento que incentivó a un montón de chicas a hacer música. Lo que demostraron Las Viudas es que las mujeres también podían tomar los instrumentos y formar una banda.
Dos años después de la salida de Vale 4, en 1988, se separaron. Su sello quebró y quedaron en una situación delicada que derivó en tensiones internas. Además, por más que en esa última placa dejaron atrás el sonido retro de los 60 y viraron hacia la new wave, sentían que los tiempos habían cambiado y que su propuesta musical había quedado un tanto fuera de contexto.
Además de su tercer álbum, lo último que hicieron antes de su disolución fue grabar con María Rosa Yorio “Tan Solo Para Hablar” que, incluida en el LP Puertos de la ex cantante de Porsuigieco, posee una de las letras más románticas que Epumer haya escrito.
A pesar de lo disruptivas que fueron Viuda e Hijas del Roque Enroll, el sector más conservador del rock las rechazó de plano. Para la mayor parte de la crítica especializada, a pesar de que componían y tocaban como cualquier músico, ellas eran un producto de la industria. Todo cambió cuando Luis Alberto Spinetta las votó como lo mejor de 1986 en las principales categorías de la encuesta anual que organizaba un prestigioso suplemento musical. El Flaco se había percatado del talento del grupo, en especial del de María Gabriela, a quien años después sumó como guitarrista en las presentaciones de Pelusón Of Milk.
Tras el éxito masivo, ella volvió al rock, donde sentía que pertenecía. Formó el dúo Maleta de Loca con Claudia Sinesi -con quien grabó un inconseguible LP-, tocó en la banda de Celeste Carballo y Sandra Mihanovich (colaboró en la producción de la canción “Amelia por los Caminos” del álbum Mujer Contra Mujer) y grabó en los discos de su tía Celeste en Buenos Aires y Chocolate inglés.
Su siguiente proyecto fue un grupo llamado Las Chicas, que conformó con la bajista de Man Ray Laura Gómez Palma, Marcela Chediack y las coristas de Los Twist, Floppy Bernaudo y Laura Casarino. Con ellas tampoco llegó a grabar nada, pero tuvieron la oportunidad de telonear a Fito Páez en los dos shows en Vélez que cerraron la gira presentación de El Amor Después del Amor. Epumer había colaborado con el rosarino en 1986 en su maxi single Corazón Clandestino y él le retribuyó el favor con la oportunidad de presentar su nueva banda frente a más de 70 mil personas. Esos conciertos fueron fundamentales para María Gabriela, pero no por su masividad, sino porque la vio alguien que cambiaría su vida para siempre: Charly García.
Él quedó fascinado con su forma de tocar la guitarra y le pidió que se sumara a su banda, en la que se mantuvo estable diez años. En todo lo que Charly grabó entre 1992 y 2002 está la magia de ellar: La Hija de la Lágrima, Say No More, El Aguante, Influencia y los álbumes en vivo Estaba en Llamas Cuando me Acosté, Demasiado Ego y Hello! MTV Unplugged, donde tiene una participación estelar en el que también se destaca su bellísima voz. Además, fue parte de los músicos que dieron apoyo a Sui Generis en su regreso en 2000, tanto en el estudio (en el álbum Sinfonías Para Adolescentes) como en el escenario (como puede escucharse en el registro en vivo Si - Detrás de las Paredes).
Ella siempre se caracterizó por su personalidad introvertida y tímida, pero tocar con García exteriorizaba su lado salvaje. Como dijo en una entrevista a la revista Rolling Stone: “Soy capaz de tirarme al piso en el escenario y tocar con Charly encima mío; saca de mí lo mejor del desborde. Son situaciones que me gustan, pero cuando estoy sola no puedo llegar a ellas, me gustaría ser más extrovertida pero soy así. Cuando toco con él estoy desaforada y a lo mejor sólo tomé Coca-Cola”.
Le tocó atravesar uno de los períodos más oscuros del músico, su etapa Say No More, y de alguna manera logró contenerlo, tanto arriba como fuera del escenario. Tiempo después, en 2017, Charly le dedicó su último álbum con las siguientes palabras:”Pienso mucho en vos, María Gabriela. Todavía en los shows me doy vuelta para buscar tu mirada cómplice. Ojalá tengan tocadiscos en el cielo. Random es mi humilde homenaje a la mejor guitarrista que existió”.
En 1995 perfeccionó su técnica tomando clases con Robert Fripp, fundador de la mítica banda de rock progresivo King Crimson y artífice de una forma innovadora de tocar el instrumento. Ese mismo año, junto a Fernando Samalea, en ese entonces baterista de García, encabezó Montecarlo Jazz Ensamble, uno de los proyectos más ambiciosos que haya tenido el rock nacional en toda su historia. Convocaron a más de cincuenta músicos del rock, el jazz y el hip-hop, entre ellos a los Illya Kuryaki, Jorge Navarro, Lito Epumer, Fats Fernández, Willy Crook, DJ Zucker y Lucas Martí, e improvisando en el estudio grabaron un álbum de música experimental con mucho funk, pinceladas de música electrónica y ritmos de raíces indígenas. “Cada artista vino e hizo lo que quiso. Y lo más impresionante es que cada uno escuchó algo diferente en cada canción, sintiéndola a su manera”, explicó en su momento.
El objetivo de este ambicioso trabajo fue recaudar fondos a beneficio de los pueblos originarios, con quien la artista tenía una profunda conexión porque su bisabuelo fue el lonko rankülche Epumer, líder de los ranqueles. Por malos manejos de la discográfica, no cumplió con su cometido y el disco se convirtió en incunable hasta que Samalea encaró su reedición en 2020.
Tras la salida del homónimo Montecarlo Jazz Ensemble, Viuda e Hijas del Roque Enroll se reunieron para una serie de shows que quedaron registrados en su único LP en vivo, Telón de Crep.
Como artista, siempre fue inquieta y buscó nuevos horizontes. “Si hablamos de una mujer vanguardista, ella es María Gabriela Epumer, sin dudas. Estaba siempre en la última”, la describe Claudia Ruffinatti. En el 98, sacó por fin su primer álbum solista de forma independiente y lideró su propia banda, a la que bautizó A1. Señorita Corazón se nutre del sonido del llamado Nuevo Rock Argentino, o rock sónico, que inauguraron a principios de esa década bandas como Peligrosos Gorriones, Los Brujos, Juana La Loca y Babasónicos influenciados por el movimiento alternativo de los Estados Unidos, el post punk británico y la última etapa de Soda Stereo. De hecho, fue producido por Tweety González, estrecho colaborador del trío. A tono con la época, su debut en solitario está lleno de guitarras distorsionadas y los arreglos electrónicos que poco después popularizó en la Argentina Gustavo Cerati. La frutilla del postre es el final: una versión oscura de “No te Animás a Despegar” de Charly García. A 25 años de su lanzamiento, sigue manteniendo su frescura.
Su segunda placa solista, Perfume, salió en 2000. Allí pulió un sonido más pop acompañada de invitados de la talla de Francisco Bochatón, Fito Páez, Richard Coleman, Robert Fripp y Charly García, con quien canta a dúo una relectura alt-rocker de “Ah! Te Vi Entre las Luces” de La Máquina de Hacer Pájaros. En ese mismo disco interpreta “Quiero Estar Entre Tus Cosas”, de Daniel Melero y “Canción Para los Días de la Vida”, de Luis Alberto Spinetta.
Al año siguiente sacó Pocketpop, un EP de apenas dos canciones y un juego de computadora en el que una Epumer animada se convertía en la muñeca Mapu, una especie de “Barbie mapuche”. El packaging, un mini CD almacenado en una lata de betún, lo convirtió en un objeto de colección.
Tras la salida del simple “Una Sola Cosa”, editó The Compilady, una recopilación con lo mejor de sus trabajos -además de incluir nuevas versiones, remixes y alguna que otra rareza-, que es la puerta de entrada ideal para sumergirse en su obra. Estaba en plena gira presentando este álbum cuando le diagnosticaron una bronquitis que no habría sido tratada debidamente y derivó en un edema pulmonar que le produjo un paro cardiorespiratorio. Con apenas 39 años, el rock nacional perdió a una de sus más eximias artistas.
“María Gabriela era una mujer bella, por fuera y por dentro. Un ser puro, directo, que daba en la tecla, y acomodaba las fichas en dos minutos”, dice Ruffinatti. “Era un personaje en todo sentido, muy intuitiva, alegre y bromista”, agrega Sinesi. Y Mavi Díaz completa: “para ella no existían los imposibles y siempre se manejó de manera libre e independiente, tanto en su carrera como en su vida. Sus elecciones artísticas siempre han sido muy acertadas. Ha sido y es vanguardia, y lo seguirá siendo porque sus canciones y su look nunca pasan de moda. Su legado vivirá por siempre”.
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