1. Ahora Francia –y especialmente Nanterre– arderá por un rato. Unos días, quizá, no mucho más. Se quemarán autos, varios autos, explotará toda clase de pirotecnia en son de protesta, y la televisión no dejará de repetir esas imágenes. Y de hecho, mientras escribo esto, a cuarenta y ocho horas del incidente, ya el foco se desplaza del asesinato por parte de una fuerza estatal a los “disturbios”, la “violencia urbana” y el infame “odio anti-policial”. Los dirigentes políticos condenan el hecho, acompañan a la familia, pero recuerdan, claro, que se debe dejar actuar a la justicia. Y en el zócalo de la televisión se recomienda que debido a los acontecimientos es mejor no sobrecargar las líneas de los bomberos (sic, pero sic à la française). Hasta la abuela del chico asesinado, ayer pidió que no haya más violencia. Y BFMTV por supuesto también lo reproduce. Porque es increíble lo que puede llegar a decir la gente cuando le ponen un micrófono, incluso en momentos de tanto dolor, o sobre todo en momentos de tanto dolor: si esa no es una evidencia de que el discurso es nuestro instinto, ¿cuál, no? Todo eso está pasando hoy a la mañana, jueves 29 de junio de 2023, mientras acá en Francia el año escolar termina, entonces el año termina, y la mayoría piensa en las vacaciones y proyecta el verano.
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2. Pero anteayer, a las ocho y cuarto de la mañana, un control de tránsito, un control policial de tránsito, detenía un auto amarillo, un Mercedes AMG amarillo, al parecer alquilado, con tres muchachos. Uno fue asesinado, otro escapó, otro está detenido. Nanterre es una ciudad de la periferia de París, una ciudad universitaria, la Université Paris-Nanterre cuenta con 30000 estudiantes. Nanterre está al noroeste de París, hay muchas viviendas sociales o Cités, como se les dice acá, edificios de inspiración LeCorbuseana con ese aire higiénico soviético donde se alojan decenas de familias, y que transforman las zonas en quartiers sensibles o chauds, barrios peligrosos, en los que creció Nahel, pero el lector rioplatense o latinoamericano no debe imaginar una villa del conurbano y ni siquiera esos monoblocks derruidos que cualquier porteño puede conocer. Porque vía Tolstoi, así como cada familia feliz se parece, pero cada familia infeliz lo es a su manera, las desigualdades y la violencia social y política de cada país tiene sus particularidades y detalles. Anteayer, a las ocho y cuarto de la mañana entonces, el control de tránsito, con dos policías armados, le pediría el permis de conduire (el registro) y la carte grise (nuestra cédula verde) a Nahel, de 17 años y “origen magrebí” –como se destaca, acaso por eso se sintió afectado Mbappé–, y quién sabe cuál sería el intercambio y en qué condiciones, pero como todo en este mundo está filmado, alguien capturó el –justa y dolorosamente– remate de la escena: los dos policías están pegados a la puerta del conductor y con las armas listas, uno está de frente, se escucha una discusión, voces de advertencia, el chico que acelera, el estampido de un disparo, el auto que igual arranca rápido, el auto que antes de los cien metros se estrella contra un poste.
3. Refus de obtempérer es la figura legal invocada u, otra vez, el eufemismo democrático de esta ejecución sumaria. La traducción sería, pongamos: Resistencia a la autoridad. Leo que en Francia esa figura del “code de la route” y según el artículo L233-1 podría tener como consecuencia hasta un año de prisión y siete mil quinientos euros de multa. Además de perder 6 puntos en el registro. Parece ridículo o en verdad siniestro que esa figura legal a un chico de diecisiete años, criado solo por y con su madre, que hacía delivery de pizzas y jugaba al rugby –el rugby en Francia no tiene el elemento de clase que tiene en Argentina, por el contrario–, por resistencia a la autoridad, porque al parecer no tenía el carnet de conducir, y no quiso bajarse del auto, por resistencia a la autoridad, le haya costado la vida.
4. Suelen ser los chicos más chicos, en nuestras sociedades democráticas occidentales, los que quieren ser policías cuando sean grandes. Mi generación, por ejemplo, creció con Bruce Willis, S.W.A.T. o CHIPS (la Historia retorna como farsa, porque como Poncherello y Baker, estos también eran dos policías motorizados). Ese deseo infantil también viene de su contracara, ya que es a los chicos que se portan mal a los que se los advierte con “llamar a la policía”. Pero por fortuna ese deseo se apaga cuando se termina la infancia, o incluso antes. Como si cierta maduración del lenguaje y también de sus fantasías desalojara la primitiva y sacrificial bondad policíaca. ¿Habrá jugado Nahel, el chico asesinado, a ser policía? ¿Habrá querido Nahel, el chico desobediente, insolente, aterrado o temerario, ser policía cuando era chico? “Vas a recibir un balazo en la cabeza”, amenaza, ya en posición de disparo, el verdugo policial que, no cabe duda, Hannah Arendt lo explicó hace más de medio siglo, ha sido un funcionario modelo, según los primeros datos que entregó “la fuerza”, cuando hasta mintieron que el chico que conducía había querido atropellar a los policías de tránsito. El balazo amenazado no fue en la cabeza, pero tampoco, como acaso hemos visto en nuestros héroes de televisión, en una rodilla o en un brazo. Menos en el auto. No, el policía le disparó en el pecho, en el costado izquierdo del tórax, informan. Otro eufemismo brutal para no decir el corazón. Le disparó en el corazón a treinta centímetros de distancia. En las series y películas los héroes de la policía siempre tienen gran puntería, parece que en este caso, si el verdugo quiso disparar en otra zona, la puntería fue pésima.
5. Me acuerdo de que precisamente un francés, decía en Vigilar y castigar –cito de memoria– que está claro que el que está en la cárcel tiene que pasarla peor que el que está en libertad. Es decir, no basta en el imaginario social, para Foucault, solo con privar à alguien de su libertad, como castigo. La sociedad además pretende que la cárcel sea un lugar de padecimiento si no de tortura. Algo que en los hechos suele suceder. Las palabras lo siguen diciendo: un penado, un condenado. La policía estaría hecha para proteger a los ciudadanos, pero lo cierto es que en los casos donde es desobedecida, desautorizada, desafiada, resistida, suele operar sancionando de manera violenta y, como en este caso, criminal. Por último, y tal vez como reflejo del video que puso en evidencia el horror, recordé que cuando era niño y alguna serie con policías como héroes intentaban detener un auto que no se quisiera detenerse, solían dispararle de atrás, por lo general a las ruedas, por ejemplo. Tal vez un disparo así, a las ruedas, un disparo de “advertencia” hubiera hecho que el chico frenara. Cuesta pensar que policías supuestamente entrenados para proteger, prevenir o disuadir, la mejor opción que tengan sea disparar a quemarropa, de frente y a la primera de cambio.
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