Hace veinticinco años, Love & Basketball de Gina Prince-Bythewood estaba prácticamente muerta. Había presentado su ya clásica película por todo Hollywood y todos le habían dicho que no. Entonces recibió una llamada invitándola a los Sundance Labs, un retiro creativo para aspirantes a directores y guionistas en el idílico Sundance Mountain Resort, enclavado en las montañas Wasatch de Utah, donde trabajaría su guion y recibiría consejos de veteranos de la industria. De repente, volvió a tener vida.
Más tarde, Sundance le ayudó a organizar una lectura que la llevó ante la compañía de Spike Lee, que acabaría rodando la película. “Sundance cambió la trayectoria de mi carrera”, dijo Prince-Bythewood en una entrevista con el programa del Director’s Lab, adonde había vuelto por primera vez como asesora. “Llevo años queriendo volver”.
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Puede que el Instituto Sundance sea más conocido por su festival anual de cine en Park City (Utah), pero los laboratorios de guion y dirección han sido tanto o más influyentes a la hora de ayudar a lanzar las primeras películas de muchos de los principales cineastas de Hollywood en los últimos 40 años. Entre sus alumnos se encuentran Ryan Coogler, Paul Thomas Anderson, Quentin Tarantino, Nia DaCosta, Taika Waititi, Lulu Wang, Charlotte Wells y los ganadores del premio al mejor director de este año, Daniel Kwan y Daniel Scheinert.
Los laboratorios, que empezaron en 1981, fueron idea de Robert Redford, que quería crear un espacio para que los artistas crearan, superaran los límites y exploraran al margen de las presiones comerciales del cine de Hollywood. Los becarios obtienen un viaje gratis a las montañas, recursos para trabajar y rodar escenas, actores a su disposición y algunos de los mejores talentos de Hollywood como asesores. Y, desde el principio, el corazón palpitante de esa comunidad ha sido Michelle Satter, la directora fundadora del programa de largometrajes del instituto.
Satter cuenta muchas anécdotas sobre su trabajo con cineastas al principio de sus carreras, desde P.T. Anderson, que llegó con la semilla de una idea para Hard Eight (N. de la R: en América latina titulada Sidney: juego, prostitución y muerte) hasta Coogler, que desarrolló Fruitvale Station en los laboratorios. Cuando Daniel Kwan y Daniel Scheinert llegaron con Swiss Army Man, recuerda que no tenían mucha experiencia trabajando con actores. Los laboratorios les dieron un espacio para ayudar a desarrollar esa habilidad y refinar sus sensibilidades narrativas únicas, que florecieron aún más con su segundo largometraje Everything Everywhere All At Once.
“Sundance no posee, no produce ni financia estas películas”, afirma Satter. “Sólo les ayudamos a encontrar su voz y a fomentar su visión”. En última instancia, Satter sólo se siente privilegiada de ser,lo que ella llama, humildemente, “una pequeña parte” de las trayectorias de estos artistas a medida que crecen y desarrollan su confianza como narradores.
“Por mucho que haya cambiado la industria, siempre es necesario que apoyemos las voces independientes, la creación cinematográfica audaz y el trabajo valiente”, afirma Satter. “Sundance es ese tipo de espacio sagrado y mágico para apoyar nuevas voces independientes realmente emocionantes que necesitan ser vistas y escuchadas. Muchos de los proyectos que apoyamos tienen un verdadero sentido de la urgencia. Y eso nunca va a cambiar”.
El cineasta puertorriqueño Miguel Arteta dice que le debe su carrera a Satter. Ha vuelto a los laboratorios muchas veces como asesor, incluido este año. “Como artistas, la mayoría hemos recibido el apoyo de alguien y queremos devolverlo. Ese elemento es realmente encantador. Además, está el elemento egoísta de querer recibir energía y vigor de la creatividad”, dice Arteta. “Son personas que intentan ir contra la corriente y contar historias muy honestas y valientes. Intentan asumir riesgos. El hecho de que haya un programa que haya encontrado una forma tan encantadora de apoyarlos es algo maravilloso”.
Entre los ocho becarios de dirección de este año se encontraban Sean Wang, que acudió con su guión DìDi, sobre un chico taiwanés-estadounidense de 13 años en el verano previo al instituto, y Audrey Rosenberg, cuyo guion Wild Animals sigue a un personaje considerado un paria en su comunidad agrícola del siglo XIX, que se obsesiona con la caza de una bestia mítica.
A lo largo de la semana, asisten a talleres sobre dirección de actores, proyecciones y sesiones de preguntas y respuestas con los asesores, y trabajan intensamente en las escenas que han elegido de sus guiones, que ruedan, editan y presentan, mientras asesores como Joan Darling, Joan Tewkesbury, Arteta, Prince-Bythewood, Ira Sachs y Ed Harris observan y aconsejan.
“Es difícil expresar con palabras lo especial que es el entorno del laboratorio”, dice Wang. “Personas que son mis héroes se comprometen conmigo a través de una obra que escribí y son capaces de llegar de forma tan profunda y personal a las grietas más profundas de mi alma”. Rosenberg, que estudió cine en la USC, afirma que los laboratorios han sido una experiencia profundamente diferente y esencial. “Es mucho más emocional y menos técnico”, dijo Rosenberg. “Disponer del espacio, la oportunidad y la seguridad necesarias para dar rienda suelta a lo que realmente somos y a lo que realmente queremos decir es algo increíblemente raro”.
Uno de los principales principios de los laboratorios es el “espíritu de generosidad”. Y Satter se asegura de que no haya sensación de competencia, sino de apoyo. “No hay nada igual en lo que se refiere a trabajar en cine”, afirma Ed Harris, asesor desde 2002 y que ha trabajado con directores de la talla de Chloé Zhao y Benh Zeitlin. “No puedes estar aquí y no estar de buen humor. Se trata de dar, aprender y compartir tus conocimientos”. “Casi suena a secta”, añade Harris riendo. “No lo es. De verdad que no lo es”.
Prince-Bythewood también comenta que se sentía inspirada al estar rodeada de nuevas voces cinematográficas al principio de sus carreras y espera que les esté ayudando tanto como la ayudaron a ella años atrás. Caminando por los pasillos por primera vez en más de dos décadas, se sorprende de todas las grandes películas y cineastas que han salido de los laboratorios. “¿Cuántos de estos proyectos especiales no habrían visto la luz sin Michelle, sin la visión de Robert Redford, sin este lugar increíble? La verdad es que da mucho miedo pensarlo”.
Fuente: AP
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