¿Esperabas alguna canción pop de ciencia ficción que pudiera articular tu agitación por la reciente proliferación de la inteligencia artificial? Lo siento, Janelle Monáe ya está en otra fase. Ha declarado al menos a dos grandes publicaciones que ya no se identifica como futurista, sino como “presenturista”. Se ha mostrado transparente en revistas y vídeos musicales, intentando convencer a todo el mundo de que ya no es un robot. Y en los primeros 14 segundos de su veraniego nuevo álbum, The Age of Pleasure, lo dice sin rodeos: “Ya no soy la misma”.
Pero antes de que podamos escuchar quién es ahora -una anfitriona pansexual de fiestas que vocaliza sus deseos, desde lo más profundo de un remolino clorado de reggae, trap y afrobeat nigeriano-, recordemos que la antigua Janelle Monáe nunca se sintió igual.
En su debut de 2007, Metropolis: Suite I (The Chase), se presentó como Cindi Mayweather, una androide enamorada que intenta sobrevivir a un estado policial distópico en el año 2719. El personaje se sintió al instante como una metáfora de cualquiera que haya sido discriminado por su raza o su identidad sexual, pero para una chica de teatro musical hiperambiciosa que salió de Kansas, con tanta soltura en Stankonia como en El Mago de Oz, el personaje de Cindi Mayweather también ofrecía una especie de refugio protector. “Esto es una guerra fría”, cantaba en su álbum de 2010, The ArchAndroid, manteniendo su argumento futurista, con la claridad de su voz ocultando las incertidumbres de su realidad del siglo XXI. “¿Sabes por lo que estás luchando?”.
Cuando su obra empezó a circular, sus multitudes empezaron a emerger. Monáe se declaró públicamente pansexual en 2018, luego no binaria en 2022, y para entonces, ya había pasado de ser una gran estrella del pop a una estrella de cine aún mayor. Todo Hollywood le prestó atención en 2016 cuando apareció en Moonlight, de Barry Jenkins, interpretando a una mujer encargada de escuchar a un niño maltratado que inicialmente se niega a hablar. Cuando se trata de representar a buenos oyentes, los grandes músicos apenas necesitan actuar. El año pasado, protagonizó Glass Onion: A Knives Out Mystery, de Rian Johnson, en la que interpreta a un personaje incisivo y centrífugo que esconde muchos secretos, un acto de malabarismo personal que lleva años practicando en su música.
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Está claro que ha aprendido mucho sobre cómo comprometerse con los personajes a lo largo de sus tres primeros álbumes, discos conceptuales relacionados con la inteligencia artificial que canalizaban por igual a Stevie Wonder, Betty Davis y Philip K. Dick, y que culminaron en 2018 con Dirty Computer, del que Monáe acabó creando un cortometraje y un libro. En la introducción de este último, The Memory Librarian: Y otras historias de Dirty Computer, escribe sobre una tecno-distopía en la que un régimen autoritario, el “Nuevo Amanecer”, tiene el poder de borrar los recuerdos de androides y humanos por igual: “Incluso antes del Amanecer, vivíamos en una nación que nos pedía olvidar para encontrar la integridad. Pero el recuerdo de quiénes hemos sido -de quiénes hemos sido castigados por ser- era siempre el único mapa hacia el mañana”.
Así que sí, después de intentar reconciliar pasado y futuro en melodías, celuloide, pulsaciones de teclas y mucho más, tiene sentido que ella quiera apostar por un nuevo territorio en el presente. Su música parece hecha a medida para este momento de Estados Unidos, ¿verdad? La inteligencia artificial va en aumento. En todo el país se están elaborando políticas antitransgénero, y la propia Monáe condena a los políticos responsables, entre ellos el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, y el gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis. Pero en The Age of Pleasure, la política está latente. “Tampoco debería tener que enseñar a nadie por qué es importante proteger la vida de los negros queer, los negros trans y los negros no binarios”, declaró recientemente a la revista Rolling Stone. “No debería tener que hacer un álbum sobre ello”.
En lugar de eso, ha hecho un álbum sobre un ahora diferente: un verano de deseo y plenitud al borde de la piscina. En la misma charla con Rolling Stone, Janelle Monáe explicó que había hecho estas nuevas canciones para las fiestas que le gusta dar en Wondaland West, el estudio de grabación de Los Ángeles donde trabaja y vive, lo que significa que acaba de acuñar un álbum de pop masivo pensando en un público reducido. Un cambio genial. Al principio de su carrera, las ambiciones cósmicas de Monáe parecían mayores que sus capacidades. Aquí, las habilidades superan la ambición. Y hay algo inequívocamente emocionante en canalizar esa superabundancia de talento en la intimidad de una fiesta en la piscina. No nos da todo lo que tiene, pero sí todo lo que puede darnos.
En la gran pantalla, es un truco que Monáe hace con sus ojos, que logran comunicar más que todas sus líneas en Moonlight juntas. En estas nuevas canciones, sin embargo, lo hace con su voz, actuando con moderación al suavizar juguetonamente su timbre, señalando serenidad y haciendo que su fraseo parezca líquido. “Quiero sentir tus labios en los míos”, canta en “Lipstick Lover”, untando la melodía sobre un ritmo reggae como si se derritiera bajo el sol de julio.
Como ella dijo, no es la misma. O si lo es, sólo un poco. Como durante “Know Better”, una canción que encuentra el punto más dulce entre el pulso artificial de “Work”, de Rihanna, las severas trompetas afrobeat de Seun Kuti y Egypt 80 y, por si fuera poco, ese riff de saxofón que se hizo famoso en 1992 d.C. con “Rumpshaker”, de Wreckx-N-Effect. Monáe describe la sensación de querer “el parpadeo de la electricidad”, mientras que su coproductor de toda la vida, Nate Wonder, puntúa repetidamente el tema con un fascinante relleno de batería que parece superar la velocidad de las manos humanas. De todos los cortes de The Age of Pleasure, es la única canción en la que la exactitud de Monáe está a punto de eclipsar su humanidad. Por lo demás, nada de robots en la piscina.
Fuente: The Washington Post
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